Sally Burch
América del Sur cuenta con grandes riquezas naturales, cuyo aprovechamiento podría ayudar de manera significativa a superar la pobreza -que aun afecta a unos 100 millones de personas- y contribuir al vivir bien de los pueblos de la región. Poder aprovecharlas adecuadamente, a la vez que minimizar el consecuente impacto ambiental, requiere del desarrollo de capacidades propias en ciencia y tecnología. Tal fue una de las premisas centrales del Foro de UNASUR “Ciencia, Tecnología, Innovación e Industrialización”, que se desarrolló del 2 al 4 de diciembre en Rio de Janeiro, Brasil. La región cuenta con un importante acumulado de conocimientos, tradicionales y nuevos, y una gran diversidad de producción teórica, pero se encuentran dispersos, por lo que el Foro acordó en la necesidad de elaborar una visión común entre países suramericanos respecto a las posibles estrategias para el desarrollo, y más específicamente, una estrategia común en el ámbito de la ciencia y la tecnología.
“Nadie duda que la gran fuerza de nuestra región reside en sus grandes recursos naturales”, afirmó Alí Rodríguez, Secretario General de la Unión de Naciones Suramericanas -UNASUR-, al abrir el Foro, precisando que la explotación irracional de tales recursos que ha ignorado los impactos humanos y ambientales, se ha traducido en graves conflictos sociales. Por lo mismo -acotó-, la meta de garantizar una explotación racional que minimice el impacto ambiental requerirá de grandes inversiones para la investigación y el desarrollo tecnológico, por lo que será mucho más factible hacerlo en forma conjunta entre los países de América del Sur, que si cada país actúa en forma individual.
En tal sentido, se informó que ya se ha avanzado con la propuesta de crear el Servicio Geológico Suramericano -SGSA-, como organismo supra-regional, encargado de sistematizar datos geocientíficos. Y que se está elaborando el proyecto del Instituto de Altos Estudios de UNASUR, con miras a promover la cooperación científica, tecnológica y académica entre los países del subcontinente.
La relevancia de partir de políticas propias para orientar la investigación en ciencia y tecnología fue colocada por el académico Enrique Dussel, quien desmitificó la teoría clásica, según la cual sería el desarrollo de la ciencia lo que permite producir tecnología, que al aplicarse en el proceso productivo conlleva a generar riqueza. Citando una serie de ejemplos históricos, como la revolución industrial inglesa de fines del Siglo 18, demostró que lo que ocurre es más bien al revés: es la voluntad política de impulsar un campo económico dado, en las condiciones particulares de un país, lo que determina las necesidades en tecnología y así motiva la inversión en la investigación científica respectiva. Solo impulsar la investigación científica, sin definir estas prioridades, no necesariamente conlleva a avances para el desarrollo, señaló.
La “gran ciencia” mundial se ha orientado a la guerra, antes que a la paz, generando una enorme capacidad para destruir la vida, señalaron algunos ponentes. Por lo demás, el desarrollo de ciencia y tecnología ha servido principalmente para aumentar la rentabilidad de los grandes capitales y no en beneficio de los pueblos. Incluso, como subrayó el investigador brasileño Theotonio dos Santos, la tecnología no sería ajena a la gran exclusión social que vive América Latina. “La concentración de tecnología está vinculada a la concentración de la renta”, enfatizó, añadiendo que si el 7% de la población ha logrado controlar el 47% de la riqueza mundial, es gracias a la tecnología; ya que sin ella sería imposible manejarla.
De allí que en el Foro se destacó la importancia de enmarcar las políticas de ciencia y tecnología en una cultura de paz y de defensa de la vida, lo cual implica también romper con las tendencias dominantes donde las decisiones políticas suelen ser demasiado influenciadas por instituciones internacionales y, generalmente, con un sesgo exagerado en proyectos cooperativos entre universidades y empresas. Estamos hablando de “un cambio de paradigma en ciencia y tecnología”, recalcó, al respecto, Alí Rodríguez.
Proyectos colaborativos
En el Foro participaron mayoritariamente investigadores e investigadoras, pero también representantes gubernamentales y de distintos consejos de Unasur. Entre sus recomendaciones específicas, se contemplan la creación de proyectos colaborativos de investigación y el impulso de intercambios de profesores e investigadores con miras a compartir conocimiento e información sobre lo que se investiga en cada país. Sin descartar los intercambios con grandes proyectos mundiales de investigación como el CERN de Suiza, --uno de los centros más avanzados en física, que estuvo presente en el Foro--, se advirtió que formar investigadores en el exterior, en áreas de punta, a menudo significa que luego no tengan posibilidades de aplicar sus conocimientos dentro de la región. Por lo mismo, se planteó priorizar el intercambio intrarregional, la cual podría incluir la construcción de universidades o laboratorios compartidos en función de intereses de la región.
UNASUR está elaborando un directorio de centros de investigación en sectores estratégicos, de los que ya tiene identificados unos 600, pero constata que hay muy poca coordinación entre ellos, lo que implica duplicación de esfuerzos. Uno de los planteamientos de la entidad, entonces, es promover redes.
En esta dirección, se destacó, por ejemplo, el enorme potencial para la investigación científica de la Amazonía, la mayor parte de cuyos bienes genéticos aún son desconocidos, y que, mediante proyectos compartidos de investigación entre los países amazónicos, podrían prestarse para el desarrollo de una industria farmacéutica propia, pensada para responder a las necesidades de salud de la región, particularmente para el tratamiento de enfermedades que las empresas farmacéuticas transnacionales tienen poco interés en explorar por no representar un mercado rentable. Una estrategia de este tipo implica construir una visión común de la Amazonía como un sistema complejo y único, no retaceado por las fronteras nacionales, se señaló.
Se propuso también crear un programa de becas en Suramérica como parte de una iniciativa de “ciencias sin fronteras”, para facilitar la movilidad de investigadores y alumnos de postgrado. Además, se habló, de la necesidad de abrir espacios para la discusión de ciencia y tecnología con una multiplicidad de actores, más allá del público técnico especializado, y de democratizar la ciencia. Se enfatizó también en que una de las condiciones para el desarrollo científico propio es mejorar la educación básica, lo que implica ir más allá de la meta de décadas anteriores, que era universalizar la educación, para ahora centrar la mirar en la calidad, con miras a formar jóvenes capaces de entrar a la formación universitaria con una sólida base humanista y científica.
Varios ponentes resaltaron la importancia de rescatar y valorizar el conocimiento tradicional y de promover un diálogo de saberes, como un elemento clave del desarrollo del pensamiento propio de la región. En este marco, se resaltó la relevancia de propuestas como el buen vivir o vivir bien como principio orientador de las políticas públicas, que en Ecuador y Bolivia ya tiene fuerza constitucional. En este marco, se evocó como ejemplo la agroecología, como una ciencia que nació prácticamente en América Latina, y que es basada precisamente en este diálogo entre conocimiento tradicional y ciencia moderna, y que con un mayor impulso desde las políticas públicas podría asegurar las necesidades de alimentación de las poblaciones de la región con comida saludable, y sin deteriorar la tierra ni contaminar las fuentes de agua, como ocurre en zonas de grandes monocultivos, orientados generalmente a la exportación. Tema que no es menor, si se considera que la tierra y el agua son quizás los mayores recursos naturales renovables con los que cuenta América del Sur, pero cuyo futuro está justamente en riesgo.
El seguimiento de este segundo debate en UNASUR (el primero, sobre Recursos Naturales para el Desarrollo Integral de la Región, tuvo lugar en Caracas en mayo pasado), le corresponde asumir al Consejo de Ciencia y Tecnología de UNASUR, cuyo presidente es René Ramírez, Secretario de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador. En una videoconferencia, Ramírez destacó el tema de la propiedad intelectual e insistió en la importancia de una estrategia conjunta frente a la biopiratería y en la necesidad de un pacto regional para enfrentar conjuntamente las negociaciones internacionales, por ejemplo en la Organización Mundial del Comercio, añadiendo que “precisamos avanzar en una agenda soberana del conocimiento”
Monica Bruckmann, una de las principales organizadoras del Foro, comentó en entrevista que entre los logros del evento se destaca el señalamiento para pensar proyectos de desarrollo integral, con sustentabilidad e integralidad, que minimicen el impacto ambiental y donde el aprovechamiento de recursos tenga como finalidad las necesidades de los seres humanos, desde una perspectiva soberana. Ello implica una ruptura histórica, en la medida en que la región se ha insertado en la economía mundial en función de los intereses y la lógica de las economías centrales. Pero hoy, “se está creando un nuevo paradigma de desarrollo a partir de las necesidades de nuestros pueblos”, precisó.
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