5 de agosto de 2014

Graves problemas éticos del señor Alan García Pérez

Rodrigo Montoya Rojas

Si dice que cumple la ley, el Sr. García tendrá que presentar un título de Dr. (antes una tesis) para seguir como director de gobernabilidad.

En un artículo publicado en este diario (16 julio 2014) Jorge Rendón Vásquez, distinguido profesor sanmarquino de derecho y profesor visitante en universidades de Europa y América, planteó un desafío para que el ex presidente Alan García Pérez muestre sus diplomas de doctor en las universidades Complutense de Madrid y en La Sorbona de Paris.

Confió a sus lectores que él fue profesor en un curso de derecho de San Marcos al que García Pérez no asistió, pero que, extrañamente, tuvo una nota aprobatoria ofrecida por otro profesor. Dijo también que el expediente con el que obtuvo el título de abogado en San Marcos desapareció en 1985. “¿Será un profesor bamba?” fue la pregunta planteada por el Diario UNO.

Tardó el señor García en responder con un twitter: “Tonterías. Soy abogado titulado (1972), Magister (2004) y seguí cursos de doctorado (72-77). No presumo de títulos ajenos y cumplo la ley”. Por otro lado, habría dicho a la revista Caretas, (N 2344) que tiene una maestría en Economía, obtenida en la Universidad San Martín de Porres. Su twitter es una breve frase para salir del paso sin argumentar ni probar nada, escudándose en la ilusión de sentirse un gran señor, a quien los contundentes argumentos del Dr. Rendón le parecen una simple “tontería”.

El Sr. García Pérez admitió que no es doctor, se defendió de un ataque inventado por él, pues el Dr. Rendón Vásquez nunca dijo que sus títulos eran ajenos. Si dice que cumple la ley, el Sr. García tendrá que presentar un título de Dr. (antes una tesis) para seguir como director de gobernabilidad. Sería ideal que antes publicase su tesis de maestría. No es suficiente decir que tiene el diploma de magister. Me gustaría leer ese trabajo saber cuán valioso es.

Está en juego la ética de un ex presidente de la República que en cerca de 40 años se ha beneficiado del prestigio que otorgan dos supuestos doctorados en Madrid y en Paris, y que en los últimos años ha desplegado una gran publicidad como Director del programa de postgrado de gobernabilidad en la Universidad San Martín de Porres para aparecer como una autoridad académica.

Es grave que en el mundo académico no se cumpla una regla elemental: quien no tiene un doctorado no puede ser director de una unidad de postgrado que ofrece el grado de doctor. El principio es simple: se enseña con el ejemplo.

Es pertinente advertir que no es el diploma el que en última instancia importa, sino la tesis misma cuya originalidad es la mejor prueba de la competencia académica de quien la escribió y aprobó.

También es éticamente cuestionable decir que se tiene estudios de doctorado sin mostrar los certificados con los créditos respectivos. Por razones de una mínima decencia es prudente no hablar de esos estudios, no inscribir placas recortadorias haciéndose llamar doctor, y decir, sencillamente: “No me llamen doctor porque no soy doctor”.

Hay una tradición académica mundial de publicar las tesis por recomendación de los jurados que las aprueban, por consejo de los asesores que consideran valiosos los trabajos y, también, por el interés de los propios autores.

En la formación académica seria una regla de oro es buscar las tesis, sobre todo de doctorado, ahí donde se sustentan o aprueban, para conocer las voces nuevas que aparecen, los hallazgos recientes de la investigación, los juicios severos sobre los trabajos de las generaciones anteriores.

No por gusto se identifica a una tesis con un hallazgo, una propuesta original con la que se enriquece el conocimiento en cada una de las disciplinas científicas.

Confieso que cuando en 1985 oí hablar de una tesis de doctorado de Alan García en París, traté de informarme mejor y confirmar el rumor. Me interesaba, obviamente, ver el trabajo académico del joven que se presentaba como un discípulo preferido de Haya de la Torre y que en un momento siguió algunos cursos de sociología en París, particularmente con el sociólogo Francois Bourricaud, quien era políticamente un conservador, conocido en Francia por ser traductor e introductor de la obra de Talcott Parsons y que en Perú hizo estudios sobre la realidad peruana y publicó un libro sobre Puno.

Fue amigo cercano de Arguedas, a quien acompañó junto con Josafat Roel en su trabajo de campo en Puquio (1954). En uno de sus seminarios en el Instituto de Estudios de América Latina trató particularmente del tema de la violencia en la novela Yawar Fiesta de Arguedas.

Supongo que fue Haya de la Torre, quien pidió a su amigo Francois Burricaud, recibir como alumno a su discípulo. Cuando Alan García juró su cargo como presidente de la República en 1985, invitó al profesor Burricaud y lo presentó como su profesor en Paris.

En una reunión con un grupo de peruanos ex alumnos y graduados en Francia -en el Instituto Francés de Estudios Andinos en Lima- el ilustre sociólogo se sintió feliz de volver a Perú, de haber sido huésped de su alumno en palacio de gobierno y haber dormido en la misma cama en que durmió el presidente francés Charles de Gaulle en su visita a Lima en tiempos de uno de los gobiernos de Fernando Belaúnde.

En aquella reunión confesó que un conservador europeo en Francia no puede seguir siendo conservador en un país como Perú donde lo menos que un científico social puede ser es un liberal suficientemente crítico. Eran tiempos en los que el señor García estaba convencido de su radicalidad de izquierda.

El futuro diferente fue el primer libro de Alan García, publicado en Lima, en 1982. Entonces, ya era diputado y alguien le aconsejó que para aspirar a ser presidente de la República debía escribir y publicar un libro.

Si hubiera presentado una tesis de doctorado en Sociología en París y una tesis de doctorado en derecho en Madrid, ese habría sido el momento perfecto para publicarlas. Si no lo hizo y publicó un libro menor e insignificante fue porque no tenía esas tesis.


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