1 de septiembre de 2014

Vida, reciprocidad y esperanza

Rodrigo Montoya Rojas

AMAZONÍA

Stéfano Varese, Frédérique Apffel y Roger Rumrrill, acaban de coordinar la publicación del libro Selva vida: de la destrucción de la Amazonía al paradigma de la regeneración, publicado por el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas, La Universidad Autónoma de México y el Fondo Editorial de la Casa de las Américas. Además de las contribuciones de los tres coordinadores el libro trae nuevos textos de Alberto Chriif, Guillermo Delgado, Alexandre Surrallés, Jhon Bodley, William Denevan, Soren Hvalkof, un prólogo de Carlos de Sena Figueiredo y un epílogo de Nemesio Rodríguez Mitchel; todos especialistas en la Amazonía sudamericana, que la conocen, respetan, aman y defienden.

El punto de partida de los autores es una evidencia: la Amazonía se encuentra en un proceso ininterrumpido de destrucción desde la llegada de españoles y portugueses. En gran parte de sus páginas una tesis muy importante aparece de modo transparente: en el pasado de la Amazonía puede encontrarse elementos claves para su regeneración.

Son múltiples las evidencias que sirven para sostener que la modernidad capitalista es al mismo tiempo una política colonial que convierte la tierra en mercancía y al hacerlo destruye el bosque, base fundamental para la vida de sus pueblos indígenas.

Una novedad salta a la vista: en el pasado de los últimos 7,000 años se encuentra la clave para que algún día la Amazonía vuelva a ser un componente fundamental de la vida de la especie humana.

Finalmente, el libro muestra que en las organizaciones étnicas y políticas de los pueblos indígenas, particularmente en sus intelectuales, se encuentran las reservas para el futuro, a pesar de las contradicciones derivadas de la debilidad de algunos de sus dirigentes.

En este momento, mientras usted lee esta columna, decenas de hectáreas de bosque se destruyen para sembrar pastos y alimentar ganado, para sembrar arroz, caña de azúcar que convertida en alcohol moviliza a miles de motores.

No hay en este momento ni un solo río de la Amazonía que no esté contaminado por los miles de toneladas de basura, por los desechos químicos que las grandes empresas multinacionales petroleras, gasíferas, y millares de mineros legales, ilegales, grandes, y pequeños, formales e informales derraman y destruyen la vida por donde pasan y se quedan. Los madereros van acabando con los mejores árboles.

Con los miles de kilómetros de carreteras interoceánicas o no y decenas de hidroeléctricas se destruyen miles de hectáreas de bosques y rápidamente va acabándose la biodiversidad maravillosa. Los ríos se quedan sin peces, y en los nuevos desiertos ya no hay pájaros.

En nombre del progreso, de la civilización, de la modernidad y del llamado desarrollo, todo se vende, desde un cuero de serpiente hasta el ayahuasca, pasando por los árboles de cedro y las tierras de bosques para que las empresas multinacionales exploren y exploten los llamados recursos del país.

El uno por ciento de los seis mil cuatrocientos millones personas que habitamos el plantea tiene el cincuenta por ciento de la riqueza. Ninguno de esos grandes beneficiarios multinacionales que se enriquecen con lo que extraen de la Amazonía vive en el monte, bebe agua contaminada, carece de luz y tiene hambre. Modernidad y destrucción del monte van juntas. Destrucción del monte significa también desaparición de los pueblos indígenas.

Cuentan los autores del libro que hace siete mil años, hubo en la Amazonía sudamericana, una agricultura floreciente gracias a la tierra negra y a andenes, que aparecen de modo inequívoco en las excavaciones arqueológicas, principalmente brasileñas, y que ahora se recrean en territorio quichua de Lamas (San Martín) gracias al esfuerzo de la antropóloga Frédérique Apffel y su ONG.

La tierra negra es preparada con materias orgánicas, micro organismos, el biochar o carbón negro y fragmentos de cerámica. Esta tierra negra mantiene sosteniblemente una productividad muy alta. Lo que se llama “selva virgen” es en realidad un paisaje construido por los pueblos indígenas en decenas de miles de años.

Desde los trabajos de Betty Meggers se supuso que en la Amazonía no hubo una agricultura de gran desarrollo. Hoy, gracias a numerosas investigaciones nuevas se sabe que sí. Puede encontrarse en el pasado elementos claves para el futuro.

Esa es una tesis fundamental que va en contra de todo el discurso del progreso y la modernidad que rompe con el pasado y la tradición, para fundar el nuevo poder colonial impuesto en América desde 1492 en adelante.

En su texto, Alberto Chirif examina la importancia de las organizaciones indígenas amazónicas, sus muchas contribuciones, pero también su debilidad, particularmente en el caso de un acuerdo entre Aidesep y Petrobras.

Frente a la agresión de las empresas multinacionales y la complicidad vergonzosa de Alan García expuesta en su texto El perro del hortelano, los pueblos indígenas defienden sus bosques, sus lenguas, sus culturas, su biodiversidad. Se sienten parte de la naturaleza, nuestra madre. Por el momento están solos en esa lucha.

El núcleo de reflexión y propuesta planteado por los autores del libro tiene mucho trabajo por delante. Será clave que los pueblos andinos y costeños se unan a los amazónicos. Ojala que en el futuro lo que queda de la izquierda entienda que su propio futuro como el del país pasa por la defensa de la Amazonía y de los pueblos indígenas.

Es en los pueblos indígenas donde se encuentra la reserva de los valores de diversidad, reciprocidad, solidaridad y complementaridad, sin los cuales la especie humana no podría sobrevivir. La defensa de la naturaleza es, al mismo tiempo, la defensa de los pueblos indígenas y de todos los habitantes del Perú, de la cuenca amazónica y del mundo.

Fue un honor para mí, haber sido invitado a presentar en libro en la casona de San Marcos, junto con el padre Jaime Regan y Margarita Benavides. Felizmente, Perú dejó de ser criollo, ya es andino, comienza a ser amazónico y falta aún un trecho para que se reconozca también en los pueblos indígenas de la Costa.


http://diariouno.pe/columna/vida-reciprocidad-y-esperanza/

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