Jerónimo Centurión
No puedo escribir de otro tema. No exactamente sobre las desdichadas y deplorables declaraciones del lamentable congresista Eguren, las que dieron la vuelta al mundo y generaron cientos de memes. Pero sí de sus repercusiones, las que no debemos dejar pasar.
Su nefasto trabajo al frente de la comisión de justicia pasará a la historia y es probable que viva para avergonzarse cuando sus nietos lo cuestionen al respecto. Es cierto que tiene todo el derecho de pensar y creer lo que quiera. Pero, cuando se asume una función pública la situación cambia. Al presidir una comisión un congresista debe dejar de lado sus creencias, manías y fobias para abocarse a organizar y administrar un debate alturado y justo, debe pensar en el bien común y no lo hizo. Y como corolario, por si existía alguna duda sobre su parcialidad frente a este debate, opinó.
La expremier y congresista Ana Jara lo escuchó y al margen de su postura religiosa, se indignó, porque las palabras de Eguren, bien interpretadas, nos dicen que las mujeres que resultan embarazadas por violación deben haber lubricado y gozado. Si no, no saldrían embarazadas. Cómo podemos mantenernos impávidos frente a una declaración de esa naturaleza. El doctor Elmer Huerta ya se encargó de aclarar que la lubricación no tiene nada que ver con el riesgo de embarazo. ¿A qué se dedican los asesores de la Comisión de Justicia que no pueden instruir mínimamente al presidente de ese grupo de trabajo? Sus palabras indignan y no debemos reprimirnos.
La exalcaldesa Susana Villarán, citó en su Facebook, el testimonio que Georgina Gamboa ofreció ante la CVR. Cuando ella tenía 16 años siete militares la golpearon, torturaron y violaron “…yo estaba totalmente maltratada, esa noche me violaron siete militares o sea los siete Sinchis entraron violarme. Uno salía, otro entraba, otro salía, uno entraba. Ya estaba totalmente muerta”. Pero Georgina no murió. Resultó embarazada. ¿Quiere decirnos el congresista Eguren que Georgina disfrutó de esta violación? ¿Será capaz el congresista de disculparse con Georgina por la connotación de sus declaraciones? No lo creo.
El problema, insisto, no es lo que ellos crean o quieran, sino la repercusión política de sus palabras y los mensajes que generan. El presidente del PPC, por ejemplo, salió a respaldar a su colega y decir que las mujeres violadas necesitan ir al psicólogo. Sí, claro, él también necesita ir al psicólogo y yo también. Pero lo que el quiere decirnos es que las mujeres que han sido violadas no están en condiciones psicológicas para decidir si abortan o no. Peor aún, Castro justifica con esas declaraciones la violenta decisión del Tribunal Constitucional que impide al Estado proveerle a las mujeres la píldora del día siguiente como parte del kit de asistencia luego de una violación.
Ellos hablan y dicen pachotadas violentas, pero la repercusión de lo que dicen es terrible, suficiente para, por ejemplo, afectar e indignar a Elisa Fuenzalida, escritora y amiga, a revelarnos en su columna de espacio360.pe que ella también ha sido víctima de la violencia sexual y el machismo criminal que sigue firme en nuestra sociedad.
Qué dijo la líder del PPC, aquella mujer que en algún momento estuvo cerca de convertirse en presidenta del Perú sobre las babosadas que declaran los parlamentarios de su partido? Que respalda al 100 % lo dicho por Eguren. ¿En qué mundo vive?
Y el cardenal Cipriani, quien nos tiene acostumbrados a sus declaraciones, cada vez más perversas, esta vez se superó: “Que demuestren que esa mujer violada quiere matar a su hijo. Esa premisa no es tan clara… no creo que ellas estén a favor de que maten a su criatura”. Reitero, Cipriani, puede creer lo que él quiera, pero no puede creer, asumir y responder por los demás, por las miles de mujeres y niñas violadas todos los días en el Perú. El problema con las declaraciones de Cipriani, es que en un país tan polarizado, carente de ideología y de partidos sólidos como el Perú, la influencia de la Iglesia Católica, en asuntos que no le competen es enorme y ningún político se quiere enfrentar a él.
Y consciente que nadie se meterá con él, Cipriani se lanzó sin vergüenza a decir más estupideces: “en la clase alta, [el aborto] tiene más aceptación. Qué pena y qué vergüenza que cuando la gente tiene más medios económicos y cultura es más fría para matar a una criatura” y felicitó a los más pobres “un pueblo sencillo, pobre y elemental, pero [en los] que la criatura que va a nacer es el tesoro de la casa”.
No son solo palabras, esto es política y de la mala. Las mujeres más pobres son las mayores víctimas de estos discursos y acciones políticas porque son ellas las que mayoritariamente mueren cuando acuden a lugares inseguros para interrumpir un embarazo causado por una violación.
No podemos dejar que estas declaraciones se queden en el aire sin responderles, ni actuar. No podemos dejar que se llenen la boca de mentiras hablando por las miles de mujeres víctimas de la violencia que ellos generan u ocultan. No debemos parar hasta que, por lo menos, ante una situación extrema y terrible como es el salir embarazada producto de una violación, ellas puedan decidir qué hacer.
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