17 de febrero de 2016

César Acuña y Alan García: política sin ética

Rodrigo Montoya Rojas

En un aviso publicado en los periódicos el 8 de febrero último dice el Sr. Acuña: “los integrantes de la familia Acuña decidimos retirarnos de nuestros cargos y desvincularnos de la Universidad César Vallejo”, anuncia la “restructuración” de la Universidad César Vallejo, cesa a las autoridades, y que se someterá a las investigaciones pertinentes.

En pocas líneas, el aviso da cuenta del golpe ético dado por su propia mano a su sueño de ser presidente, lo único que le faltaba en su supuesta campaña de éxitos.

¿Plagio en su tesis? Sí, puro y duro. ¿Robo de un libro de su profesor en la Universidad de Trujillo? Sí, puro y duro. Sin atenuantes, con castigos y penas debidamente establecidas por códigos vigentes.

Cuando académicamente se trabaja con honradez personal, se cita las ideas que se toman de otros autores, entre comilla si se trata de frases cortas y precisas, sin comillas si se resumen de textos largos teniendo el cuidado de indicar el número de página donde se encuentran, dando a los lectores la posibilidad de cotejar los textos y verificar la seriedad para hacer el resumen.

En el extremo de la seriedad ética se tiene el hábito de citar como fuente una conversación con la autora o el autor. Se agradece siempre por las ideas recibidas.

Los impresentables como Acuña copian y roban sin escrúpulo alguno. Él es un emprendedor ejemplar de esos que se hicieron solos, empezando desde abajo. La conmovedora foto de la familia Acuña Peralta con el fondo de la humilde casa en un pequeño pueblo de los Andes cajamarquinos, publicada por la revista Caretas, algunas semanas atrás, tiene el encanto de mostrar al pueblo-pueblo, sin mediaciones.

Podría haber sido muy grande la potencialidad política de esa foto, pero la ausencia de ética, de un lado, y el afán desmedido de convertirse en rico, de otro, son ahora, tan transparentes, que ya no hay cómo esconderlos.

Emprendedores sin escrúpulos son los que abundan en este momento del capitalismo peruano. Ellos siguen el ejemplo de los emprendedores ya “formalizados” y dentro de la ley.

Mis lectoras y lectores se preguntarán ¿qué tiene que ver Alan García al lado de Acuña en esta columna? En todos los predios y medios de la derecha, Acuña aparece como la encarnación del demonio, como el candidato de esos cholos que molestan a Keiko, Pedro Pablo y Alan.

Sería maravilloso para ellos y ellas que Acuña renunciase a su candidatura y sus votos se repartan entre los tres. Ocurre que Alan García -tan grande, tan alto, tan señor, tan elegante, tan bien hablado (como un doctor) y tan bueno y probado servidor de la derecha- parece lejos de este escenario de política sin ética porque se le invita a dar discursos sobre la corrupción.

Ha llegado al extremo de culpar a San Marcos de la supuesta pérdida de su tesis con la que habría obtenido el título de abogado.

Nunca Alan García obtuvo un doctorado. Ese punto quedó aclarado y ya retiró su cartelito de “DR” en las mesas, aunque no sabemos si sigue firmando o no los diplomas de maestría y doctorado que otorga su escuela de gobernabilidad.

Quedan pendientes: su grado de magister en economía en la Universidad San Martín de Porres y su título de abogado en San Marcos. El Rector de la Universidad San Martín de Porres declaró que Alan García sí tenía una maestría en economía. Alguien obtiene una maestría en alguna universidad del mundo luego de:

1, aprobar los cursos en dos años o cuatro semestres o el plazo fijado por la universidad; 2, de presentar un proyecto de tesis aprobado por un (a) profesor (a); 3, de haber recibido los consejos de su profesor asesor; 4, de haber sustentado la tesis ante un jurado y haber conseguido una nota aprobatoria; 5, de haber presentado una documentación para obtener el diploma de la maestría, proceso que concluye en una resolución rectoral que autoriza ofrecer ese diploma.

Los 5 pasos son públicos, dejan huellas documentadas y se archivan en una carpeta o “file” personal” que la Universidad tiene la obligación de guardar.

Ha pasado un buen tiempo, tal vez algo más de un año, desde que el rector de la Universidad San Martin de Porres anunció que Alan García había obtenido una maestría en economía.

En todo ese tiempo Alan García no mostró la tesis, tampoco el diploma, ni la resolución rectoral, ni los certificados de los cursos que llevó. Ninguno de sus posibles colegas-compañeros en los cursos de la maestría dio testimonio alguno de haber seguido uno o más cursos, nadie sabe quién fue su asesor.

De estas evidencias se desprenden algunas conclusiones: 1, Como hasta ahora Alan García no presenta prueba alguna, no hizo esos estudios de maestría, no tuvo proyecto alguno de tesis y no tiene ese diploma. 2. Mintieron el rector y el aparente magister; 3, Se burlan del sistema de la universidad peruana porque se sienten por encima del bien y del mal. 4. A los que piden la renuncia de Acuña por sus plagios y robos no se les ocurre pedir la renuncia del candidato Alan García. 5. Decir que se tiene un grado académico que le permite ejercer un cargo de gran director sin tenerlo es un delito, duro y puro.

Bastaría que un Fiscal abriera un proceso para saber si la maestría de García existe o no, para resolver el caso, pero hasta ahora no hay quién le ponga el cascabel al gato porque se teme que siendo un viejo zorro en triquiñuelas pueda ser presidente por tercera vez y entonces…

Las faltas éticas de García a Acuña están ahí, transparentes. Pero ambos no son medidos con la misma vara. La ética cuenta menos que los intereses. El pueblo peruano va aprendiendo paso a paso lo que es la democracia y atando cabos entre política y ética. Puede sancionar a los impresentables dándoles pocos votos para contar con algunos congresistas o perder la inscripción.

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