7 de febrero de 2016

Perú: la raza política que necesitamos

Claudia Cisneros

Acto 1: En términos académicos, Acuña ha plagiado. En términos éticos, ha robado. Esa transición, sin embargo, de la academia a la ética, es un salto que no todos entienden de igual manera. Esto nos señala que hay una responsabilidad compartida para dar a conocer y hacer comprender a quienes subestiman el plagio, de qué se trata y por qué es preocupante que un pretendiente a presidente no solo robe el conocimiento original de otro y lo haga pasar como propio sino que además mienta sobre esa mentira, y siga mintiendo a través de sus representantes políticos.

Acto 2: Uno de los argumentos más cínicos de los defensores políticos de Acuña es también muy cierto, y en ello radica parte de su drama político. Es cierto que, como ha dicho la nueva Martha Chávez del acuñismo, Anel Townsend, que “Alan García y Keiko Fujimori han hecho cosas peores”. Y está claro que la corrupción, delitos y denuncias con las que se asocia a García y Keiko Fujimori son en intensidad, frecuencia, impacto nacional, cósmicamente más despreciables, graves y vergonzosas. Por kilo de peso muerto, García y Keiko están por encima de Acuña, pues llevan una larga carrera sostenida en el tiempo en la que han acumulado acusaciones tanto como maestría en enjuague en el sistema formal. ¿Cómo? Gracias justamente al poder y redes que han logrado acumular y con el que seducen o amedrentan a los poderes mediáticos, políticos, económicos que los siguen protegiendo.

Pero las mochilas de Keiko y García no hacen menos terrible lo que ahora se descubre de Acuña: que engaña con alevosía. De Keiko y García no necesitamos más pruebas, sabemos lo peligrosos que son para el país. De Acuña recién comenzamos a enterarnos y es momento de detener a quien es capaz de cualquier cosa (y que tiene el dinero para esa cualquier cosa) con tal de acceder al mayor poder de un país. Hay que detenerlo antes de que acumule poder en los medios y en los círculos fácticos. Nos basta y sobra con tener que combatir a los Garcías y Fujimoris para sumar uno más.

Acto 3: ¿A quién le importa en verdad la ética hoy en día? A muy pocos. Es más, en un triunfo pírrico de las derechas, hablar de ética hoy es hablar de débiles, es ser aburrido, un iluso, idiota o incluso piensan aquellos a quienes les parece la ética un invento de inútiles, hipócrita. El sistema hiper-individualista ha transmutado el concepto de ética en lo inservible, en obstáculo para los fines del exitismo personal.

Ética, sin embargo, aún se expresa como un valor en los discursos formales del marketing político. Un desfase algo esquizoide si se contrasta con los perfiles de quienes encarnan ese supuesto mensaje. Vivimos un momento en nuestra sociedad en que la brecha entre los valores que eran fundamentales para una convivencia común, solo subsisten como cascarón. Una sociedad en la que la preeminencia de lo particular, de lo individual, ha colonizado casi todos los aspectos de nuestras vidas. El individualismo excluyente encarnado de manera sintomática en el horizonte económico que promueve el éxito personal entendido como estatus económico. Vista así, la ética – y más en la política- está en peligro de extinción.

Acto 4: Anel Towsend marthachavizada, Susana Villarán urrestizada, Lourdes Flores alanizada, Beatriz Merino acuñizada. Si hay una campaña que revela la degradación indetenible de la actual forma de hacer política, es esta. Dice Simon Weil, en un texto citado por el filósofo italiano R. Esposito: “Sobre esta tierra no hay más fuerza que la fuerza”. Podríamos traducir fuerza por poder y preguntarnos: Anel, Susana, Lourdes y demás: ¿alguna vez creyeron en los principios que defendían? ¿O era una forma de asegurar una cuota de contrapoder versus el poder imperante? ¿Creyeron y dejaron de creer? ¿Sobrevivencia (anti)política? ¿Sintieron la soledad de la minoría o del partido vuelto pedazos? ¿Creyeron descubrir la inutilidad de esos principios para sobrevivir en un sistema cuyos estímulos van en el sentido contrario? ¿Zafaron de esos principios cuando el siguiente peldaño de poder/fuerza los convertía en obstáculo para acceder a más poder/fuerza?

Me niego a aceptar que la política no pueda representar al Bien y sobre todo al Bien Común. Me niego a aceptar el modo de política que estos personajes en las encuestas y planchas presidenciales proponen: la representación de sí mismos y ya no de un cuerpo común-nación. Lo que sí queda claro es que un hombre o mujer promedio es incapaz de representar y ejercer una ética-política de comunidad cuánto más colocado en una posición de mayor poder está. Necesitamos reinvertar la política. Necesitamos, en esto sí, una raza distinta que se encargue de la política.


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