30 de octubre de 2017

Censo: El mestizaje cultural como pretexto para esconder el racismo y la desigualdad social

Rodrigo Montoya Rojas

El lamentable censo de población del 22 de octubre ha despertado el inconsciente colectivo de peruanas y peruanos confundidos por no saber qué opción escoger debido a la absurda identificación entre biología (“raza”) y cultura.  

En la pregunta 25, los responsables del censo nos plantearon: “Por sus costumbres y sus antepasados, usted se siente o considera: 1, Quechua?, 2, Aimara?, 3, Nativo o indígena de la Amazonía?, 4, Perteneciente a parte de otro pueblo indígena u originario?, 5, Negro, moreno, zambo, mulato, pueblo afro Peruano o afro descendiente, 6, Blanco, 7, Mestizo, 8, Otro”. La pregunta 26 -“¿Cuál es su religión?”- abre solo dos posibilidades específicas: Católica o Evangélica y deja abiertos los casilleros para “otra” o “ninguna”.

No sabemos quiénes fueron los expertos consultados para definir las preguntas pero en el caso de la 25, el planteamiento muestra una lamentable confusión entre “raza” y cultura, vieja trampa que se desprende de la conquista de América y que ha sido desmentida por el pensamiento crítico de dentro de la Antropología, la biología y la sociología (Aníbal Quijano). Siguiendo el orden de las categorías usadas, surgen graves problemas cuando se introduce la palabra mestizo. Zambo y mulato no son diferentes a mestizos, son variedades del mestizaje biológico entre los llamados negros, indios y blancos). Mestizo quiere decir, mixto, mezclado; del encuentro entre las variedades humanas llamadas blanca y negra, por ejemplo resultan hijos con rasgos biológicos del padre y de la madre. El mestizaje biológico existe, es un hecho absolutamente innegable.

Siguiendo el mismo razonamiento que funda el mestizaje biológico, sin investigación ni reflexión alguna y tomando en cuenta solo la apariencia, parecía fácil suponer que del “encuentro” entre las culturas A y B surgiría una tercera cultura C, con rasgos de las dos y, al mismo tiempo, diferente. Por esa vía se dedujo en Perú que la llamada cultura chola habría sido una especie de síntesis de las culturas occidental criolla y andina quechua; y, lo peor, que esta nueva cultura chola vendría a ser la cultura nacional que el Perú necesitaba para resolver su problema de identidad (esta fue la tesis de Aníbal Quijano en su edad de piedra (1964). La realidad mostró que esa ruta carecía de sentido.

Imaginen, lectoras y lectores, lo que ocurre con los hijos de una pareja formada por un comerciante cañetano, castellano hablante y practicante de la cultura occidental criolla, con otra comerciante quechua inmigrante de la tierras altas de Huancavelica. En su hogar en Villa El Salvador, sus hijos hablan solo castellano, la mamá hace un gran esfuerzo por aprender castellano; su marido no tiene interés alguno en el quechua. A ella, todo el saber quechua acumulado en su corazón (memoria) no le sirve; queda guardado y aparece de vez en cuando en las fiestas de la asociación de su pago-pueblo-distrito-provincia. Ni el cielo (no cielo) ni el río (no río) de Lima la acompañan. 

La situación se vuelve más difícil cuando en la escuela se critica a sus niños por el quechua, las polleras y el incipiente castellano hablado por su madre. Si se ve la realidad a profundidad y con un ojo permanentemente crítico, se puede deducir que la cultura del padre se impone y que la cultura de la madre casi desaparece. No hay mestizaje cultural alguno, salvo la presencia de elementos aislados de la cultura quechua que se insertan en la matriz occidental criolla del padre y del país.

Si se habla de costumbres y de antepasados, el nivel propuesto por los responsables del censo es el de las culturas existentes en el país. ¿Existe una cultura blanca?, ¿cuál sería?, o ¿se trata de otro modo de hablar de la cultura occidental en general u occidental criolla en el caso del Perú, sin necesidad de nombrarlas?

Los primeros mestizos y mestizas en América nacieron nueve meses después de la llegada de los españoles en 1492 a la isla de Guanahaní. No fueron el fruto del amoroso encuentro de amantes o culturas, sino el fruto de violaciones, pura y simplemente, por parte de quienes se sintieron superiores por voluntad de su dios cristiano, de su papa y de sus reyes. En la Nueva crónica y Buen Gobierno de Guamán Poma de Ayala se encuentra la más elocuente protesta contra ese mestizaje biológico (“las indias paren mesticillos y no hay remedio”). Recordemos aquí el derecho de pernada de los hacendados y curas en todo el período colonial y hasta 1960.

¿De dónde viene la tesis política del mestizaje cultural? En su célebre Discurso del Politeama (Lima, 1888), luego del desastre peruano ante los invasores chilenos, Manuel González Prada preguntó: “¿quiénes son los verdaderos peruanos?”. “Los indios”, respondió. Poco tiempo después, Víctor Andrés Belaunde -uno de los más importantes intelectuales de la derecha peruana- afirmó: los peruanos somos mestizos, una síntesis España y Perú:

"La peruanidad es para nosotros una síntesis viviente de la cultura hispano- católica y de los elementos telúricos y biológicos que existían en este pedazo del nuevo mundo que habitamos. La peruanidad no es una yuxtaposición sino síntesis verdadera; y agregamos: viviente, para expresar que, en continuidad palpitante, fue, es y seguirá siendo, síntesis no concluida que debe afirmarse, completarse y superarse en extensión y altura. En lo primero, porque es necesario concluir la asimilación del elemento indígena; y en lo segundo, porque esa síntesis no excluye los valores nuevos que, con nuestro sentido católico y ecuménico, podremos tomar de otros pueblos. Nueva sangre portadora del espíritu occidental se incorporó a la tierra y a la sangre del Imperio Incaico. El sentido cristiano de la vida, empleando la lengua y lo que había de mejor en las instituciones hispánicas, fue el verdadero factor aglutinante, la virtud de asunción en aquella síntesis creadora" (Belaunde 1987: 411-412). En el mismo texto Belaunde precisa los cinco valores nuevos importados de España: 1. "la individualidad o sea el sentido de la dignidad y el valor absoluto de la persona humana… 2, La fuerte estructura del hogar castellano…3, La comuna o el cabildo…4, la mayestática primacía atribuida a la administración de justicia…, y 5, la concepción ético religiosa de la vida que es inspiración, conciencia acusadora, norte y guía" (p. 412. Estas fueron sus ideas desde tiempos de Mariátegui, que aparecen en los ensayos de su libro Peruanidad, publicado en 1943).

Belaunde debió haber respondido: “los verdaderos peruanos somos los descendientes de España”, pero prefirió decir que todos los peruanos somos una síntesis, fruto del mestizaje biológico y cultural entre españoles e incas. La geografía y los pueblos originarios solo habrían contribuido en esa síntesis con “los elementos telúricos y biológicos”, es decir, el paisaje y algunos rasgos físicos. ¿De las culturas propias?, nada, literalmente nada. 

A quienes ahora se definen como mestizos habría que preguntarles: ¿cuáles son los elementos andinos quechuas o aymaras de su mezcla y síntesis? Volverán los ojos hacia el techo y no sabrán qué decir. Sin haber leído a Víctor Andrés Belaunde, reproducen ese pensamiento, compartido por la intelectualidad de la derecha y suficientemente fuerte como para convertirse en una especie de aire intelectual general desde casi un siglo hasta hoy (2017). Una parte de los antropólogos peruanos, incluyendo a Arguedas antes de su novela Todas las Sangres, tomó la tesis del mestizaje cultural de ese aire intelectual y la amplió con la propuesta mexicana de Lázaro Cárdenas: para convertir a los indios en mexicanos hay que enseñarles la verdadera religión (católica), el castellano, la tecnología moderna y la medicina universitaria que acabe con la brujería. Lázaro Cárdenas y sus ideólogos de izquierda adoptaron sin crítica alguna la vieja tesis colonial de la monarquía española que planteaba sustantivamente lo mismo, desde mediados del siglo XVI .

A los peruanos que se llaman mestizos, les gustaría ser vistos como “iguales a todos”, pero ocurre que no somos iguales porque nos diferenciamos por el color de la piel, la forma de los ojos y el cabello, por el modo como hablamos el castellano (confundiendo la i con la e, y la o con la u, con motes o no), por la música, canciones y danzas que preferimos, por el dinero que nos sobra o nos falta. Por estas diferencias que son reales, todos los días se odia, se maltrata, se ningunea, se insulta, se carajea, se cholea, se viola sin medida ni clemencia, se construyen rejas, se instalan cámaras de televisión y se contrata a millares de guachimanes para cuidarse de los indios, zambos, cholos, terroristas, y cuanta persona haya “de color marrón”. 

Se usa también palabras como indio, cholo, negro, zambo, mulato, para herir y menospreciar. Las palabras cholita, o negrito con su fondo de aprecio y cariño no cambian el problema de fondo. El racismo, como expresión cabal del desprecio está en el inconsciente colectivo de los peruanos y peruanas a pesar del deseo sincero o tramposo de considerarnos mestizos, todos, como si fuéramos iguales. Todo lo que describo está en la realidad profunda del país; en su superficie, florecen los discursos de la igualdad, las odas al crecimiento (de la economía capitalista), la aparente batalla contra la extrema pobreza sin mencionar nunca la riqueza extrema, y los elogios a los llamados “emprendedores”, presentados como ángeles de la salvación.

En cuanto a la religión, los millones de peruanos y peruanas que creen en los Apus y la Pachamama, sin oponerlos a Cristo, no cuentan. Para los funcionarios del censo (“técnicos de lujo” de don PPK?) como para el arzobispo de Lima, la palabra religión es reservada solo para la Iglesia católica y sus desprendimientos. Es exactamente lo mismo que en el siglo XVI. Tampoco tuvieron un mínimo de coraje para marcar una opción “ateo”, y prefirieron disolverla en los rubros otra o ninguna.

A quienes quieren que todos piensen solo en el futuro, este censo desastroso acaba de ofrecerles una prueba contundente de la presencia del pasado.

Rodrigo Montoya Rojas.  Antropólogo

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