1 de noviembre de 2017

El Putumayo, la frontera caliente de la Amazonía

Róger Rumrrill

La cuenca del Putumayo, con una superficie de 148 mil kilómetros, ha sido y sigue siendo la frontera más caliente de la Amazonía: conflictos bélicos, acuerdos y tratados, violencia guerrillera, actividades ilegales como el narcotráfico, la tala ilegal de madera y la extracción aurífera, marcan su historia con una huella profunda e indeleble.

Hoy reina una calma chicha en la capital de la provincia del Putumayo, San Antonio de “El Estrecho” y en sus distritos. Esa es la impresión y la percepción que tenemos mientras observamos el gentío en su Plaza de Armas sembrada de decenas de columnas de cemento y navegamos por el río con dirección al pueblos de Remanso, que fue uno de los centros de acopio de caucho del imperio del “Rey del Caucho”, Julio César Arana, a principios del siglo XX.

LOS CRUENTOS SUCESOS DEL PUTUMAYO

El río Putumayo es compartido por el Perú y Colombia. Pero a fines del siglo XIX ninguno de los dos países tenía el control territorial de ese espacio de la selva amazónica, estimado en 200 mil millas. Por esa razón en el año 1904 tanto Perú como Colombia sometieron al arbitraje del papa Pío X ese territorio, estableciéndose en julio de 1906 un Modus Vivendi hasta la definición del arbitraje.

Fue precisamente a fines del siglo XIX y en el período del arbitraje en que se inicia “la fiebre del caucho” y la cuenca del Putumayo es prácticamente ocupada e invadida por caucheros peruanos y colombianos y aventureros de toda laya.

Uno de esos caucheros fue Julio César Arana quien instaló su imperio a lo largo y ancho de toda la cuenca del Putumayo y sus afluentes. Un imperio esclavista que, lo señala el historiador de la República Jorge Basadre, costó la vida a más de 40 mil indígenas Witoto, Ocaina y Andoke. En solo una década, la maquinaria esclavista y criminal de Arana y sus socios ingleses de la Peruvian Amazon Company lograron acopiar 3 millones, 992 mil kilogramos de caucho a costa de la sangre indígena.

EL TRATADO SALOMÓN-LOZANO Y LA PÉRDIDA DEL TRAPECIO AMAZÓNICO

La tragedia indígena no fue el único corolario, consecuencia y efecto del violento ciclo cauchero en la cuenca del Putumayo. La otra consecuencia fue geopolítica y de pérdida de soberanía territorial a causa de un Estado débil, una clase dominante de espaldas a la realidad amazónica y una diplomacia inepta y entreguista.

En el año 1922 se firmó el Tratado Salomón-Lozano y se aprobó en 1927. El Tratado costó al Perú la pérdida del Trapecio Amazónico con 120 mil kilómetros de nuestro territorio y le dio a Colombia una salida al Amazonas. Jorge Basadre analiza el comportamiento entreguista del dictador Leguía y del negociador del Tratado, Alberto Salomón, y la poderosa presión que ejerció EEUU para que se firmara el Tratado porque así pagaba a Colombia su deuda por el territorio del Canal de Panamá.

EL PUTUMAYO HOY: CALMA CHICHA, PRECARIEDAD E INSEGURIDAD

El ciclo del narcotráfico sentó sus reales en toda la cuenca del Putumayo. Hasta fines de 1997 “El Estrecho” estaba tomado por el narcotráfico. En la otra orilla del Putumayo, “Marandúa” era el centro de acopio de los carteles y, en territorio peruano, “Champa” era el operador del barón de la droga, Pablo Escobar.

El otro gran negocio ilegal de peruanos y colombianos era la madera. El Decreto Supremo No. 013 promulgado por Fujimori decretando una drástica veda forestal en 10 cuencas de la Amazonía, incluyendo Loreto, no pudo detener el saqueo de los bosques del Putumayo.

Pese a los esfuerzos del el Estado nacional, de las inversiones en infraestructura ejecutadas por el Gobierno Regional de Loreto (GOREL), de los programas del Proyecto Especial de Desarrollo de la Cuenca del Putumayo (PEDICP), de la intervención de las Fuerzas Armadas y la Policía, la situación peruana en el Putumayo aún es precaria e insegura.

Se estima que el 90 por ciento de la gasolina y otros combustibles que se usan en El Estrecho y otros pueblos proviene de los vecinos fronterizos, Colombia y Brasil. Hay una dependencia casi absoluta de productos como el arroz, el azúcar y otros de consumo básico que proceden de Colombia.

En el puerto de El Estrecho, la carga habitual que se embarca en los botes que se dirigen a los diferentes pueblos y comunidades del alto, medio y bajo Putumayo son cajas de huevos transportados por vía aérea desde Iquitos, así como botellas de agua. La Amazonía contiene el 70 por ciento de toda el agua del Perú y, sin embargo, se importa agua a las comunidades cuando el Estado, el PEDICP y el Gobierno Regional podrían instalar sencillos sistemas de filtración y purificación de agua para el consumo humano.

La Plaza de Armas de El Estrecho en vez de árboles tiene decenas de columnas de cemento. En la comunidad de Remanso la gente siente orgullo porque el ex Gobernador de Loreto, Iván Vásquez Valera, les regaló centenares de planchas de calamina como parte de un programa denominado “techo digno”. Los pobladores techaron sus casas con esas calaminas y ahora se achicharran de calor en el día y en la noche tiritan de frío.

El alcalde de Remanso salió del pueblo en junio con dirección a Iquitos. Hasta ahora no retorna. Lo mismo hace el alcalde de El Estrecho que pasa casi todo el tiempo en Iquitos. De los 14 alcaldes fronterizos de Loreto, 12 despachan en Iquitos, 1 en San Lorenzo y 1 en Yurimaguas.

El Putumayo necesita más Estado, más desarrollo productivo. Necesita eliminar la corrupción, desterrar concepciones falsas de modernidad y progreso que para muchos es la siembra de cemento. Requiere combatir frontalmente el subcentralismo, tan negativo como el hipercentralismo de Lima la horrible. (Continuará).

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