24 de junio de 2018

Orgullo

César Hildebrandt

Miren a Argentina. Fíjense en Perú.

Aprecien la di­ferencia. 

Los hijos de Messi parecían huérfanos.

Los nuestros lucharon hasta el final y perdieron raspando. Perdieron con una dignidad que viene de lejos y que quizá no tiene que ver con el fútbol.

Nos eliminaron del Mundial, pero no nos sacarán de la escena del fútbol de primer nivel. Esto recién empieza y hemos avanzado en un año lo que no habíamos logrado en décadas.

No hemos dado lástima. Hemos jugado por momentos con el brillo de los grandes equipos. Nos ha faltado definición, broche, instinto de red. Pero tenemos un equipo, un diseño táctico, carácter.

Los comentaristas argentinos de ESPN tuvieron que admitirlo: “Perú no mereció perder ninguno de sus dos partidos. Perú sabe a qué juega”. Lo decían, precisamente, comparando al nuestro con el equipo de ellos, el del papelón ante Croacia.

El fútbol de selección estaba muerto en el Perú. Gareca lo ha revivido.

Once tenaces lo han sabido interpretar.

Ahora sólo queda continuar.

La larga noche de los Burga ha terminado.

Habrá que trabajar más intensamente todavía.

Tendremos que encontrar los reemplazos de Guerrero y Farfán, próximos ambos a sus horas nonas. Temo que esos sustitutos no están en el plan­tel actual.

Lo importante es seguir con el proceso.

Es la primera vez que dos derrotas no me amargan.

Es la primera vez en muchos años que una selección embanderada no me da esa vergüenza que me produjeron las estrellas apagadas de 1982.

O la vergüenza de rubor en las mejillas y asco en el estómago de los adefesios que se dejaron golpear por Argentina en 1978.

Este equipo de Gareca encanta. Y enorgullece. 

Fuente: “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 402, 22/06/2018, p.12



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