16 de enero de 2019

Keiko y el fracaso del bullying político

Claudia Cisneros

Con HD y sin HD. Con poder y sin poder. El bullying político con poder puede funcionar por un tiempo, aunque a mediano y largo plazo pasa factura. La factura por fuera es de la ciudadanía que se percata del abuso del poder político ajeno al interés del país; y por dentro del grupo político que sometido a una organización vertical y abusiva, con cúpulas privilegiadas a dedo, generan resentimiento y deslealtad.

El tremendo error de cálculo de la hija de Alberto fue típico de las patologías de poder. Desesperada por las reiteradas derrotas en sus aspiraciones presidenciales, perdió lucidez cuando adquirió un poder-relativo (con su mayoría parlamentaria), y que sumado a sus desmedidas ansias de poder-absoluto (gobernar), resultaron en el descalabro de su precaria estructura política. Precaria porque sus adhesiones, en su mayoría, eran producto prioritariamente de interés económico en el mejor de los casos (hacer dinero desde el cargo, tener influencia, lobbies de la plata llega sola, etc.), pero en el peor de los casos las adhesiones a Keiko eran de implícito blindaje mutuo (de delitos, corruptelas y futura impunidad mutua garantizada).  

Keiko demostró no saber tomar decisiones ni rodearse de gente adecuada y ser lo que por años muchos le achacábamos: una líder solo por herencia del apellido. Jamás pudo pronunciar un discurso efectivo por su cuenta o posicionar una idea innovadora, inspiradora o constructiva para el país, jamás pudo ‘reinsertarse’ socialmente a la buena marcha urgente del país, jamás pudo mirar más allá que de su propio mezquino interés. Con inversionistas dudando de sus capacidades para seguir apostando por ella en una futura nueva tentativa presidencial -y un hermano que cada vez exigía al menos la misma oportunidad que ella por iguales razones de apellido y herencia- Keiko parecía dispuesta a no dejarse arrebatar ni soga ni cabra. Lo único que hizo con obstinada pulcritud fue autoboicotearse. Se esmeró en convencer a los inversionistas que sus millonarias y pitufeadas inversiones no habían sido en vano, que no perdió ella sino que ‘le robaron la elección’ y, sobre todo, que no debían descartarla pues ella aún tenía poder. Un poder importante como mandamás de la mayoría parlamentaría. Y estaba dispuesta a demostrarles a todos que ella podía ‘gobernar’ desde el Parlamento, que podía sacar ministros y hasta presidentes, que podía apoyar leyes tramposas a cuanto empresario legal o ilegal quisiera, e incluso de hacerse de la presidencia tras un plan de caos institucional provocado por ellos. Es sintomático el único capaz de serle leal por sangre, su hermano, fuera el más maltratado. Kenji es otro aprovechado de su apellido que busca una vida fácil lucrando de ese legado familiar, por oscuro, delictuoso e inmoral que ese legado sea, pero aún con cierto poder. Pero que su propia hermana le tendiera una trampa, lo echara y estuviera dispuesta a que pase prisión solo por deshacerse de él como competencia es de una perversidad solo comparable con dejar que la madre sea torturada por el padre y tomar su lugar en la oficina de primera dama. 

Lo que este perfil psicopolítico de Keiko muestra es por qué Fuerza Popular liderado por ella se desplomó. Keiko fracasó. Y solo por eso el Perú ganó. Y sin poder (sin la Fuerza) y con un desprecio ciudadano histórico (sin lo Popular), el bullying político ya no funcionó como vimos con el intento de censura a Salaverry, la fuga de no-talentos de FP o la separación de Vela y JDP. 

Pero ninguna de estas son las razones por las que Keiko terminó arrimada en la esquina de una celda. No está allí por ser abusiva ni déspota ni obstruccionista; ni por ser líder de una jauría de impresentables procesados y cuestionados; ni por tener aliados políticos ilegales e inmorales; Keiko está presa y procesada por indicios suficientes de que lidera una organización criminal que lavó un millón de dólares entregados por Odebrecht para la campaña de 2011 y por interferir con la justicia que la investiga (pretender captar a un juez supremo para que la blinde: Hinostroza y reunión con Sra. K). Y aún la esperan otras investigaciones (falsos cocteles para lavar donaciones, falsos aportantes y lavado de activos de su ex mano derecha financista de campaña Joaquín Ramírez). Esto sin contar el ‘pacto de impunidad’ (también obstrucción de justicia) entre Fuerza Popular y el vergonzoso exfiscal-de-la-nación. ¡Qué mayor evidencia que las 6 acusaciones constitucionales que desde hace meses FP se niega a procesar! FP vive su propio infierno de implosión y explosión, pero aunque ya no es el cuco ahora sin HD, no está muerto. Keiko seguirá peleando por librar la cárcel junto con sus demoníacos pocos leales. Por eso, no dormirse pues seguirán conspirando contra el Ejecutivo, la Justicia y el Perú. La ciudadanía HD está atenta.

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