13 de julio de 2024

Lecciones de Francia

Ronald Gamarra

Hubiera sido una cruel ironía que, a una semana de conmemorarse la fiesta nacional de Francia, el 14 de julio, día de la República, la ultraderecha ganara las elecciones legislativas y el control de la Asamblea Nacional, o incluso que lograra el objetivo de asumir el gobierno. Un sarcasmo ya insufrible, si se recuerda además que dentro de un mes se celebran los 80 años de la liberación de París del yugo de la ocupación nazi y de la salvación de la ciudad, felizmente tomada por la insurgencia popular y la avanzada del ejército aliado antes de que se cumplieran las disposiciones de Hitler para volar por los aires sus principales monumentos artísticos e históricos.

Y es que la ultraderecha francesa, representada por el Rassemblement National presidido por Marine Le Pen, es la expresión moderna de todo lo contrario a los valores de la República. El partido fue fundado por su padre Jean Marie Le Pen, conocido apologista del colaboracionismo de la ultraderecha con el nazismo durante el régimen de Vichy, al extremo que llegó a sostener públicamente, de manera reiterada, que la ocupación alemana de Francia durante la segunda guerra mundial “no fue particularmente inhumana”, por lo cual se le impuso una condena penal. Fue también un descarado negacionista del Holocausto, el genocidio nazi contra los pueblos judíos de Europa, incluida Francia.

El partido se llamaba entonces Front National y se convirtió en el refugio de todos los reaccionarios que se las habían pasado más o menos silenciosos durante las décadas posteriores a la liberación. Su hija Marine Le Pen, designada como lideresa por su propio padre, ha desarrollado una versión actualizada de este partido reaccionario, acorde con el cambio de los tiempos y la extinción de la generación más directamente vinculada al viejo colaboracionismo de los nostálgicos de Vichy. Lo malo es que su padre aún vive, casi centenario, y no solo se empeñaba en impedir cambios “modernizadores” sino que se hacía cada vez más escandalosamente fascista con la edad. Como eso no le convenía a su hija, esta terminó expulsándolo en 2015. ¿Cómo no recordar a Keiko?

Maquillajes aparte, el partido de Marine es esencialmente el partido que dejó su padre, manejado de un modo más eficiente y “persuasivo”, al punto que ha logrado seducir a cierta parte de la intelectualidad francesa que ya no le hace ascos a la declarada xenofobia y vocación discriminadora del partido. Y esa intelectualidad se añade a ciertos sectores populares, particularmente rurales, que no se sienten incluidos o beneficiados por la forma del capitalismo globalizado de las últimas décadas, hoy en crisis y en vías de ser sustituido por nuevas formas de proteccionismo de las potencias.

La explotación del factor identitario –la defensa de la identidad nacional francesa–, supuestamente amenazada por una “invasión” migratoria, particularmente proveniente de países musulmanes, es hábilmente explotada, sin el menor escrúpulo, por esta facción política de la ultraderecha, para formular alternativas demagógicas que intentan explotar los sentimientos más mezquinos de la gente. El lepenismo explota la fobia contra los migrantes y contra los musulmanes de un modo similar a como lo hacían los nazis contra los judíos con la finalidad de alcanzar el poder. El artificio es el mismo, crear un sujeto sobre el cual depositar todas las frustraciones y odios, para montarse electoralmente sobre esa ola.

El triunfo de la ultraderecha en las elecciones al Parlamento Europeo fue el primer campanazo. El presidente Macron creyó poder abortar su auge recurriendo al adelanto de los comicios legislativos. No obstante, la primera vuelta ratificó el avance de la ultraderecha, que llegó primera con un tercio de los votos totales, corroborando su votación de las elecciones europeas. Rápidamente la ultraderecha especuló con la inminencia de un triunfo arrasador en la segunda vuelta de las legislativas y la posibilidad de hacerse con el gobierno del país. El fantasma estaba suelto en plaza.

Lo sorprendente fue la rapidez y la unanimidad con que el republicanismo respondió al desafío de la ultraderecha. En apenas dos días, la izquierda se había agrupado en el Nuevo Frente Popular, nombre reminiscente del Front Populaire de los años treinta del siglo pasado. Y además de eso, las fuerzas republicanas, es decir el Nuevo Frente Popular y la coalición que respalda a Macron, acordaron votar por el candidato mejor ubicado de cualquiera de sus listas, retirando a los demás. Se trataba de concentrar el voto en las candidaturas que defienden los valores de la República. La segunda vuelta se transformó en un gran plebiscito en torno a la posibilidad de permitir un gobierno de ultraderecha.

El resultado fue contundente. Dos tercios del electorado rechazaron de manera terminante la posibilidad de una mayoría ultraderechista y relegaron a esta fuerza a un tercer lugar, detrás de un Nuevo Frente Popular triunfante y la coalición presidencial en segundo lugar. Todo esto es aún más sorprendente cuando vemos que tal grado de unidad en el rechazo a la ultraderecha se constituyó en cuestión de 48 horas o menos. Mientras tanto, aquí los peruanos tenemos años sin poder entendernos en cuestiones mínimas para cerrarles el paso a los partidos corruptos que han terminado por gobernar y están deshaciendo nuestro país.

Fuente:
Hildebrandt en sus trece, Ed 694 año 14, del 12/07/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

No hay comentarios: