Pedro Francke
Crecientemente las grandes decisiones, en el Perú y el mundo, se sustentan en egos enloquecidos enfrascados en riñas irreflexivas. Es como si lo único relevante fuera aplastar a un enemigo, muchas veces imaginario, y si eso requiere estafar o matar pues que así sea. Mientras tanto, hay cada vez menos pensamientos razonados.
La lista de mensajes absurdos de estos años es inacabable. En el Perú, ni qué hablar: los cincuenta muertos con los que Dina se inauguró fueron justificados por ella con unos inventados “ponchos rojos”, mientras el dirigente empresarial y presidente del Partido Popular Cristiano (PPC) Carlos Neuhaus decía que en las protestas se usaron lanzallamas. Ambos mensajes están totalmente fuera de la realidad: ni una foto o evidencia que los respalde. ¿Cómo dialogar con quien tiene una idea totalmente distorsionada de la realidad? ¿Cómo hablar con quien tiene una posición de poder, pero tiene pajaritos en la cabeza?
El mundo está tan fuera de razón como el Perú. Solo hace pocas semanas, Donald Trump, en medio del debate principal de la campaña, muy suelto de huesos, dijo que había inmigrantes caribeños comiendo gatos y perros. Tremendo engaño y no pierde un seguidor: puede ser elegido nuevamente presidente de Estados Unidos luego de que promoviera un golpe de Estado con turbas asaltando al Capitolio. Vladimir Putin busca reinstaurar el imperio ruso de hace dos siglos, siguiendo a los zares del siglo XIX con campañas hiperconservadoras basadas en una supuesta superioridad de sus tradiciones mientras el retraso económico y tecnológico es notorio. Israel mata decenas de miles de niños y niñas en Gaza de manera salvaje y totalmente contraria al derecho internacional y las Naciones Unidas.
Los demagogos y las mentiras campean en todos lados. Hemos llegado a extremos bárbaros: las campañas antivacunas, sin ningún basamento científico, han logrado horadar la protección frente a epidemias con consecuencias tremendas: en el primer semestre de este año se han registrado doce brotes de sarampión en Estados Unidos, mientras en Europa el año pasado hubo treinta mil casos y veintiuna mil hospitalizaciones en cuarenta países, algo que se había evitado por cuatro décadas.
DEL LIBRO AL MICROVIDEO
Postulo que la causa profunda de este deterioro tiene que ver con el gran cambio en cómo nos comunicamos los humanos, al pasar de los libros a los microvideos. En el desarrollo de las civilizaciones un rol fundamental lo tuvo la comunicación escrita (en el caso de los incas, mediante los quipus). La escritura permitió registrar la realidad y trasladar esa información a través del espacio y del tiempo, lo que los homo sapiens no podían hacer bien antes. Hace cinco mil años se empezó a marcar cuántas cabras, vasijas de vino, personas o espadas había en un pueblo, y a trasmitir esa información a otros lugares. Se avanzó luego a lenguajes más y más complejos. Por muchos siglos la habilidad de leer y escribir fue algo de pequeñas élites. Felizmente, entre los siglos XIX y XX, el alfabetismo se amplió enormemente y lo que era de élites se trasladó a las masas. Mediante libros, artículos y ensayos puestos al alcance de millones de personas, hemos ido avanzando en nuestra comprensión de la sociedad.
Hoy la comunicación está dominada por videos, que han evolucionado a segmentos cada vez más cortos. Es difícil evitar la adicción a estos, ya sean tiktoks, reels de Instagram, X, YouTube o cualquier otro, me consta. El video, al tener imágenes en movimiento y lenguaje oral, apela a un lado de nuestras mentes más profundo, desarrollado durante los cientos de miles de años en que los homo sapiens vivían como nómades. Durante ese tiempo, mil veces mayor o más que el lapso en el cual la mayoría de la humanidad escribe y lee, la comunicación era oral y visual. Por eso los humanos privilegiamos, en nuestras familias y en muchas de nuestras actividades, la comunicación oral directa, que contiene además la enorme fuerza de la comunicación gestual, esa que a veces es difícil de describir con exactitud y que también sirve para engañar, pero que tiene una fuerza particular: ver llorar a alguien querido nos llega con mucha más fuerza que miles de palabras.
La comunicación oral, sin embargo, tiene un problema: en la distancia y en el tiempo se va deformando, como en ese antiguo juego infantil del “teléfono malogrado”. Es difícil recordar con exactitud muchas cifras, lugares y acciones, o una narrativa en toda su complejidad. Por eso, cuando queremos indicar con precisión cómo armar una mesa que viene por partes o explicar cómo queremos una pieza que se necesita para una máquina, el texto escrito es mejor. Para que pudiera funcionar una organización humana de amplio alcance y con poder, el escrito era indispensable. No habría habido imperio incaico sin quipus que le permitieran al inca saber lo que sucedía en pueblos distantes. De ahí la importancia de la escritura durante muchos siglos.
Ahora todo cambió. Hay una nueva tecnología que se ha masificado. Mediante el video podemos transmitir con exactitud a través del espacio y el tiempo, y los videos se aproximan a esa comunicación directa oral y visual de manera sorprendente. No es igual que el cara a cara, pero se parece. Debido a su conexión con esos cientos de miles de años de homo sapiens sin civilización que están en lo más profundo de nuestros cerebros, el video tiene dos grandes diferencias sobre el texto escrito. La primera es que nos resulta más fácil de asimilar. Sólo hace unos días tuve que eliminar un recibo electrónico que emití con un error. Leyendo las instrucciones escritas de la Sunat no lo pude hacer (no explicaban bien). En pocos segundos, encontré un video explicativo en internet y lo hice facilito. Para entender videos no hace falta el esfuerzo de aprender a leer y escribir, la comunicación oral la aprendemos en casa antes de los dos años. Temo por eso que a futuro aumente el analfabetismo, en especial lo que se llama analfabetismo funcional. Temo que para la mayoría de personas leer y escribir se limite a unas pocas líneas. ¿Por qué me parece preocupante? Porque el texto escrito nos acerca al rigor del pensamiento.
Hay una segunda característica del video que es peligrosa: nos convence con gran facilidad. Como seres humanos le creemos mucho más a alguien que nos presenta una idea mostrando la cara y con tono de voz firme, movimientos adecuados, “bien vestido y de buena apariencia”. Un texto escrito, en cambio, es impersonal. Además, los artículos científicos son muy difíciles de leer y suelen ser hiperespecializados. Un gran logro, extraordinario, del premio Nobel de economía dado a Acemoglu, Johnson y Robinson es que su artículo sobre el gran peso del colonialismo en nuestro subdesarrollo ha sido citado por otros 20,000 interesados a lo largo de dos décadas. Esa cifra, empero, no es ni la milésima parte de lo que un “influencer” potente puede alcanzar con un video en una semana.
En resumen: los humanos preferimos los microvideos a los libros y con aquellos cualquier opinión loca o cualquier fraude puede parecernos más creíble que las ideas bien sustentadas, organizadas en forma lógica y con respaldo científico. Lograr que las ideas sensatas y razonadas prevalezcan sobre las tonterías absolutas se ha vuelto muy difícil. Estamos bien jodidos y no sólo en el Perú.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 706 año 14, del 25/10/2024
https://www.hildebrandtensustrece.com/
La lista de mensajes absurdos de estos años es inacabable. En el Perú, ni qué hablar: los cincuenta muertos con los que Dina se inauguró fueron justificados por ella con unos inventados “ponchos rojos”, mientras el dirigente empresarial y presidente del Partido Popular Cristiano (PPC) Carlos Neuhaus decía que en las protestas se usaron lanzallamas. Ambos mensajes están totalmente fuera de la realidad: ni una foto o evidencia que los respalde. ¿Cómo dialogar con quien tiene una idea totalmente distorsionada de la realidad? ¿Cómo hablar con quien tiene una posición de poder, pero tiene pajaritos en la cabeza?
El mundo está tan fuera de razón como el Perú. Solo hace pocas semanas, Donald Trump, en medio del debate principal de la campaña, muy suelto de huesos, dijo que había inmigrantes caribeños comiendo gatos y perros. Tremendo engaño y no pierde un seguidor: puede ser elegido nuevamente presidente de Estados Unidos luego de que promoviera un golpe de Estado con turbas asaltando al Capitolio. Vladimir Putin busca reinstaurar el imperio ruso de hace dos siglos, siguiendo a los zares del siglo XIX con campañas hiperconservadoras basadas en una supuesta superioridad de sus tradiciones mientras el retraso económico y tecnológico es notorio. Israel mata decenas de miles de niños y niñas en Gaza de manera salvaje y totalmente contraria al derecho internacional y las Naciones Unidas.
Los demagogos y las mentiras campean en todos lados. Hemos llegado a extremos bárbaros: las campañas antivacunas, sin ningún basamento científico, han logrado horadar la protección frente a epidemias con consecuencias tremendas: en el primer semestre de este año se han registrado doce brotes de sarampión en Estados Unidos, mientras en Europa el año pasado hubo treinta mil casos y veintiuna mil hospitalizaciones en cuarenta países, algo que se había evitado por cuatro décadas.
DEL LIBRO AL MICROVIDEO
Postulo que la causa profunda de este deterioro tiene que ver con el gran cambio en cómo nos comunicamos los humanos, al pasar de los libros a los microvideos. En el desarrollo de las civilizaciones un rol fundamental lo tuvo la comunicación escrita (en el caso de los incas, mediante los quipus). La escritura permitió registrar la realidad y trasladar esa información a través del espacio y del tiempo, lo que los homo sapiens no podían hacer bien antes. Hace cinco mil años se empezó a marcar cuántas cabras, vasijas de vino, personas o espadas había en un pueblo, y a trasmitir esa información a otros lugares. Se avanzó luego a lenguajes más y más complejos. Por muchos siglos la habilidad de leer y escribir fue algo de pequeñas élites. Felizmente, entre los siglos XIX y XX, el alfabetismo se amplió enormemente y lo que era de élites se trasladó a las masas. Mediante libros, artículos y ensayos puestos al alcance de millones de personas, hemos ido avanzando en nuestra comprensión de la sociedad.
Hoy la comunicación está dominada por videos, que han evolucionado a segmentos cada vez más cortos. Es difícil evitar la adicción a estos, ya sean tiktoks, reels de Instagram, X, YouTube o cualquier otro, me consta. El video, al tener imágenes en movimiento y lenguaje oral, apela a un lado de nuestras mentes más profundo, desarrollado durante los cientos de miles de años en que los homo sapiens vivían como nómades. Durante ese tiempo, mil veces mayor o más que el lapso en el cual la mayoría de la humanidad escribe y lee, la comunicación era oral y visual. Por eso los humanos privilegiamos, en nuestras familias y en muchas de nuestras actividades, la comunicación oral directa, que contiene además la enorme fuerza de la comunicación gestual, esa que a veces es difícil de describir con exactitud y que también sirve para engañar, pero que tiene una fuerza particular: ver llorar a alguien querido nos llega con mucha más fuerza que miles de palabras.
La comunicación oral, sin embargo, tiene un problema: en la distancia y en el tiempo se va deformando, como en ese antiguo juego infantil del “teléfono malogrado”. Es difícil recordar con exactitud muchas cifras, lugares y acciones, o una narrativa en toda su complejidad. Por eso, cuando queremos indicar con precisión cómo armar una mesa que viene por partes o explicar cómo queremos una pieza que se necesita para una máquina, el texto escrito es mejor. Para que pudiera funcionar una organización humana de amplio alcance y con poder, el escrito era indispensable. No habría habido imperio incaico sin quipus que le permitieran al inca saber lo que sucedía en pueblos distantes. De ahí la importancia de la escritura durante muchos siglos.
Ahora todo cambió. Hay una nueva tecnología que se ha masificado. Mediante el video podemos transmitir con exactitud a través del espacio y el tiempo, y los videos se aproximan a esa comunicación directa oral y visual de manera sorprendente. No es igual que el cara a cara, pero se parece. Debido a su conexión con esos cientos de miles de años de homo sapiens sin civilización que están en lo más profundo de nuestros cerebros, el video tiene dos grandes diferencias sobre el texto escrito. La primera es que nos resulta más fácil de asimilar. Sólo hace unos días tuve que eliminar un recibo electrónico que emití con un error. Leyendo las instrucciones escritas de la Sunat no lo pude hacer (no explicaban bien). En pocos segundos, encontré un video explicativo en internet y lo hice facilito. Para entender videos no hace falta el esfuerzo de aprender a leer y escribir, la comunicación oral la aprendemos en casa antes de los dos años. Temo por eso que a futuro aumente el analfabetismo, en especial lo que se llama analfabetismo funcional. Temo que para la mayoría de personas leer y escribir se limite a unas pocas líneas. ¿Por qué me parece preocupante? Porque el texto escrito nos acerca al rigor del pensamiento.
Hay una segunda característica del video que es peligrosa: nos convence con gran facilidad. Como seres humanos le creemos mucho más a alguien que nos presenta una idea mostrando la cara y con tono de voz firme, movimientos adecuados, “bien vestido y de buena apariencia”. Un texto escrito, en cambio, es impersonal. Además, los artículos científicos son muy difíciles de leer y suelen ser hiperespecializados. Un gran logro, extraordinario, del premio Nobel de economía dado a Acemoglu, Johnson y Robinson es que su artículo sobre el gran peso del colonialismo en nuestro subdesarrollo ha sido citado por otros 20,000 interesados a lo largo de dos décadas. Esa cifra, empero, no es ni la milésima parte de lo que un “influencer” potente puede alcanzar con un video en una semana.
En resumen: los humanos preferimos los microvideos a los libros y con aquellos cualquier opinión loca o cualquier fraude puede parecernos más creíble que las ideas bien sustentadas, organizadas en forma lógica y con respaldo científico. Lograr que las ideas sensatas y razonadas prevalezcan sobre las tonterías absolutas se ha vuelto muy difícil. Estamos bien jodidos y no sólo en el Perú.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 706 año 14, del 25/10/2024
https://www.hildebrandtensustrece.com/
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