11 de julio de 2025

Perú: Dina Boluarte Master Class

Juan Manuel Robles

"Lo tuvo claro desde el principio: me protegerán porque me necesitan"

No hay que menospreciar el poder de Dina Boluarte. Parece un personaje ridículo, un sketch de JB, una parodia que camina sin cesar hacia el abucheo y el desplante, alguien que no se da baños de popularidad sino chapuzones de desprecio, y a pesar de eso sigue y sigue, paseando su humanidad como un muñeco de Año Nuevo. Pero basta preguntarse por qué ha durado ya dos años y seis meses en el cargo, con pleno reconocimiento institucional y cero conspiraciones en contra (¡siendo una mera sucesora con 3% de aprobación!), para entender que está bien respaldada y protegida, que lo sabe perfectamente y que actúa en consecuencia, y que quiere pasar el último año sacándole el jugo a este regalo de Dios.

Dina tiene, lo que se dice, las cosas claras. No las cosas del país, sus problemas y desafíos, por supuesto, sino los asuntos propios. Ahí donde la ven, será el modelo a seguir para un montón de pobres diablos que van por la vida tratando de contestar una sola pregunta: ¿Cómo hacerla linda? Porque una cosa es ser oportunista. Oportunista es cualquiera. Aprovechadores a río revuelto en la política peruana hay un montón. Pero lo de Dina, cuando se sepan todos los detalles, será una Master Class de cómo sacar la mayor ventaja posible. La mujer la vio.

Destituido Pedro Castillo —por querer disolver el Congreso que lo iba a vacar—, Boluarte pudo haber tomado el camino de la transición convocando a nuevas elecciones. Incluso luego, cuando las noticias de las primeras muertes saltaron, pudo dar un paso al costado: una renuncia que podía verse como un gesto de humanidad. Digo: tuvo la posibilidad de salidas un poco más dignas. El asunto —y ahora está claro— es que no le interesaba la dignidad. Los libros de historia están llenos de retratos de dignos a los que les clavaron la daga. Cojudignos. Ella quería otra cosa; ella quería pactar y salir ganando.

Qué claridad la suya para entender su condición de ficha vital en el engranaje de las bandas angurrientas. ¿Qué estarían dispuestos a darle? Todo. ¿Cuánto tiempo le regalarían los congresistas asociados con los mineros ilegales? Todo el tiempo del mundo. El Ejecutivo firmará, descuiden, firmará lo que deseen, hagan su festín. Pero ojo, yo quiero vivir tranquila, quiero pasarla bien.

Las bandas del Congreso pueden tratar de engañarnos, hacer una y otra vez la finta de que son oposición a la presidenta, que la fiscalizan. Lo cierto es que no solo pusieron allí a Dina Boluarte —presidenta que gobierna como mesa de partes de sus agendas—, sino que les es imprescindible. Boluarte lo tuvo claro desde el principio: me protegerán porque me necesitan. Y como la vida es corta —y un periodo presidencial mochado es, literalmente, un parpadeo en la existencia— la mandataria entendió que en el trance histórico había que facturar todo lo posible, porque las mujeres no lloran.

Se puede ser presidenta siendo una villana de Televisa, entendió Dina. Intocable y fría, con música de fondo.

Así empezó a sacarle el jugo al pacto y asegurarse los recursos. Se dejó regalar Rolex de lujo que nunca hubiera soñado tener. Hizo nuevos amigos. Obtenido el anhelado bienestar —la paz de Dina, la zozobra del Perú—, se sometió a una rinoplastia en el tiempo que le dio la gana, sin rendirle cuentas a nadie, abandonando el cargo —total, los congresistas trabajan por Zoom—, segura de su protección. Declaró vagamente. En su mente, le decía al Congreso: Acúsenme, pues.

Mientras tanto, llevó el cuidado del dinero a un nivel que no hace otra forma que confirmar que ella tiene las cosas clarísimas. Mis servicios cuestan, señores. La señora presidenta, a no olvidarlo, ha sido funcionaria pública. ¿Será que allí aprendió el sistema operativo de la burocracia, sus grietas y caminos? El decreto que apela a homologaciones y tecnicismos para subir el propio sueldo de 15,600 a 35,568 soles parece diseñado por una mente así. Pero Dina no solo gana ahora el triple. Se está asegurando de ahorrar más, apelando, otra vez, a la burocracia: Palacio ha adquirido una tarjeta por 5,000 soles mensuales adicionales para la comida suya y de sus familiares.

Me late que esas estrategias de Dina —y seguramente otras que conoceremos— para amasar más y más dinero han funcionado maravillosamente, y que esos recursos le garantizarán, una vez que termine su mandato, una huida cuya locación ya está proyectada en su mente, una mente que ha demostrado ser meticulosa y llena de cálculos.

Y no me malinterpreten: estas líneas no son una forma de retorcida admiración o una semblanza cínica, sino el simple asombro espantado por un personaje risible pero oscuro que consigue salir bien parado, y que, me temo, ya tiene émulos que acechan en el horizonte de las próximas elecciones, como hienas cuya ideología política no está en la derecha ni en la izquierda, sino en el credo de asegurarse la vida, servirse del Estado a sus anchas, banquetearse mientras se pueda, todo lo que se pueda.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 741 año 16, del 11/07/2025

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