1 de septiembre de 2025

“Me defino como ex-humana”

Cecilia Méndez

Pero, ¿puede el interés económico y la conveniencia política explicar tanta indiferencia, que, valga la aclaración, es de los gobiernos y no de los ciudadanos, quienes más bien se movilizan en solidaridad y son brutalmente reprimidos?

“Me defino como ex-humana”, dice Rita Segato, la afamada intelectual argentina en una reciente entrevista.  “Porque no quiero pertenecer a esta especie siniestra, genocida”. Y prosigue: “después de Gaza me queda muy difícil sentir optimismo en relación a nuestra especie”.  Luego cita a Francesca Albanese, relatora de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados: “Gaza es el último clavo en el ataúd de la carta de los derechos humanos”. 

Un genocidio que nos involucra a todos

He discrepado alguna vez públicamente con Segato, pero ahora no puedo estar más de acuerdo con ella. Hay dos razones que hacen al genocidio palestino distinto a otros, al punto de poner a prueba la catadura moral de humanidad que sugiere la drástica sentencia de Segato. La primera es que  nadie  puede decir que no  sabe lo que está pasando, a no ser que sea desee no saberlo(wishful ignorance), ya que se trata del primer genocidio transmitido en vivo, y por  sus propias víctimas , quienes filman su propia exterminación desde las pantallas de su teléfono, enviando mensajes tan desesperados  como desoídos para que dejen de masacrarlos y que se abran las fronteras y puedan ingresar la ayuda humanitaria bloqueada por Israel desde marzo, en que rompió unilateralmente el último cese al fuego. La segunda razón es que la economía del país perpetrador del genocidio, Israel, está a vinculada prácticamente a todo el orbe, sea como proveedor de armas y de entrenamiento militar y de inteligencia (sin excluir el Perú, y gran parte de América Latina); tiene en la Unión Europea a su principal sociocomercial, y es dependiente de EEUU para al menos el 70 % de las armas que usa en el genocidio de Gaza y para despojar a los palestinos de sus tierras en Cisjordania.   El entramado de empresas y estructura económica que financia, posibilita y lucra con el genocidio de palestinos (y eso incluye a Elbit Systems, la más importante empresa de armas israelí, con la que el Ejército Peruano acaba de firmar una licitación, como informa un puntilloso reportaje de Elia Y. Diz en Hildebrandt en sus 13), está detallado en el  informe de Francesa Albanese “De la economía de ocupación a la economía del genocidio”, de julio de 2025.

Pero, ¿puede el interés económico y la conveniencia política explicar tanta indiferencia, que, valga la aclaración, es de los gobiernos y no de los ciudadanos, quienes más bien se movilizan en solidaridad y son brutalmente reprimidos? 

Deshumanización, invisibilización, apartheid

Un genocidio nunca ocurre de un momento a otro, dice Albanese, en un texto que he citado antes en este espacio: “es un proceso que empieza con la deshumanización del otro”.  Si bien Israel lleva deshumanizando a los palestinos desde su fundación como un Estado de apartheid en 1948 sería tal vez más apropiado decir que la deshumanización de los palestinos fue la​ condición de la creación del Estado de Israel. Esto es, sino nos ceñimos a la definición de humanidad de Hannah Arendt. Para esta pensadora judía alemana, cuando en Francia se da “la declaración de los derechos de hombre” en 1789, estos se pensaron “en abstracto” como si el hombre fuera independiente de la historia, en singular, despojado de la pluralidad y de la comunidad política (The Origins of Totalitarianism, ed., 1968 p. 298). Pero en la práctica los derechos humanos nunca funcionaron así porque “el mundo no encontró nada sagrado en la desnudez abstracta de ser humano” (p. 299). Es decir, Arendt, percibió que los derechos humanos solo podrían ser reclamados por, o reconocidos a, quienes eran parte de un Estado nacional, de allí que Hitler decidió despojar a los judíos de su ciudadanía antes de mandarlos a los campos de concentración. En otras palabras, “la perdida de los derechos nacionales (…)  significó la pérdida de los derechos humanos”, tanto así que un criminal tenía más derechos que un judíodesnacionalizado. Los judíos desciudadanizados salía de la esfera de la ley, no se les atacaba por algo que hubieran hecho sino por ser quienes eran.  

Esta idea, que “solo la pérdida de una comunidad política expulsa al hombre de su humanidad” (p. 298) nos da la clave irónica para entender la deshumanización de los palestinos hoy, y antes y después, de 1948.  Y este derecho a la pertenencia una comunidad política, a un Estado, o siquiera a formar una​ resistencia armada que el derecho internacional considerad legitimo cuando se está bajo una ocupación ilegal armada, como es el caso de Palestina, se les sigue negando. Los palestinos, como decía Arendt de los judíos, no tienen que ser culpables de nada para ser exterminados; simplemente ser.

Terrorismo, el poder silenciador de un término 

Por ello, tampoco los periodistas pueden hacer su trabajo sin ser acusados de terroristas, “militantes de Hamás”, como lo prueba el brutal asesinato de cinco periodistas palestinos de la cadena Aljazeera en un ataque aéreo de Israel, estando su tienda de campaña que fungía de oficina de prensa, elevándose a más de 269 la cifra de periodistas palestinos asesinados por Israel en Gaza desde el 7 de Octubre de 2023.  No tardaron en salir los titulares en The New York Times y Reuters replicando la acusación infundada de Israel de que el más conocido entre ellos, Anas al-Sharif, era un combatiente de Hamás. En Gaza, como dijo visiblemente incómodo el analista palestino Ahmed​ Najar en una entrevista en Aljazeera, parafraseo: “los doctores no pueden ser doctores, ni los maestros maestros, ni los médicos médicos, ni sus hijos son sus hijos, ni los colegios colegios”.  Para Israel no son tampoco humanos; son “Hams”.  Dijo además Najar cómo una entrevista en ABC cuando no habían pasado ni 24 horas del asesinato de sus coterráneos, todo el marco de la entrevista giro en torno a si al-Sharif era de “Hamás”

Omar el Akkad, escritor egipcio, sugirió en su libro One Day, Every One Will Have Always Been Against This, que el término terrorismo tiene “un poder silenciador” y se aplicaselectivamente a la “gente marrón”. No solo deshumaniza al “terruqueado” sino a quien quiera decir que es un simple humano. Según el analista palestino Mouin Rabbani, Israel no pretende a estas alturas convencer a nadie de que al-Sharif era de Hamás; o dice porque sabe que los medios occidentales harán eco de la acusación y sembrarán la duda. Eso basta para deshumanizarlos.

¿Cómo acabar con un genocidio?

Najar, dijo por último, que históricamente los genocidios solo han acabado de dos formas:  intervención militar o sanciones drásticas. Creo pues que los gobiernos que han permitido, apoyado o co-perpetrado los horrores que hemos visto en Gaza, no van a moverse por sí mismos.  Toca, como ciudadan@s, seguir movilizándonos colectivamente con todas nuestras fuerzas para empujarlos a hacerlo e individualmente, desligarnos de cualquier empresa que lucra con el genocidio, teniendo en mente las palabras del historiador israelí Ilan Pappé: “El mal  no avanza sólo por los que hacen el mal sino por los que no hacen nada para evitarlo”.

https://larepublica.pe/opinion/2025/08/17/me-defino-como-exhumana-por-cecilia-mendez-hnews-967266


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