11 de septiembre de 2025

Perú: Analfabetos funcionales

Mónica Muñoz-Nájar

El Banco Mundial afirma que un niño peruano nacido hoy será, en promedio, solo un 61% tan productivo como podría serlo si tuviera acceso a educación y salud de calidad.

La gran victoria educativa del Perú esconde una peligrosa paradoja: hemos llenado las aulas, pero no hemos asegurado el aprendizaje. Aunque la matrícula en primaria y secundaria se ha vuelto casi universal en las últimas tres décadas, las evaluaciones revelan una crisis persistente. El problema no es el analfabetismo clásico. La Encuesta de Habilidades de Adultos (PIAAC) de la OECD de 2018 demostró que la mayoría de peruanos puede decodificar palabras y entender oraciones simples. El mal es más sutil y dañino: el analfabetismo funcional.

Según este estudio, más del 60% de los adultos en el país se encuentra en el nivel más bajo de lectura, lo que les impide comprender textos complejos o ejecutar tareas que requieran varios pasos. Esta brecha entre la escolaridad y la competencia real impone un lastre a la productividad económica y una fragilidad a nuestro ejercicio ciudadano, comprometiendo el futuro del país.

En el campo económico, esta crisis de aprendizaje funciona como un freno de mano que impide el desarrollo. El dato del Banco Mundial es contundente: un niño peruano nacido hoy será, en promedio, solo un 61% tan productivo como podría serlo si tuviera acceso a educación y salud de calidad. Esta cifra se materializa en el concepto de “años de escolaridad efectivos”. De los casi trece años que un joven pasa en el sistema educativo, la calidad real del aprendizaje equivale a solo 8,6 años.

Esta brecha de más de cuatro años de aprendizaje perdido tiene consecuencias directas. Explica en gran medida por qué la productividad total de los factores en el Perú se mantiene baja y por qué nuestra economía no logra dar el salto cualitativo. La falta de habilidades consolida un mercado laboral precario y mayoritariamente informal, pues una gran parte de la fuerza laboral no está preparada para los empleos más complejos y mejor remunerados del sector formal, que exigen aprendizaje continuo y adaptabilidad. Asimismo, una economía basada en la innovación es inviable sin un capital humano capaz de investigar, procesar información y generar nuevo conocimiento. La deficiencia en la competencia más básica nos condena a depender de sectores primarios.

Las consecuencias de esta crisis trascienden lo económico y erosionan nuestra vida cívica. El debate público en una democracia moderna se nutre de textos, datos y argumentos. Cuando el sistema educativo falla en proveer herramientas universales de lectura y razonamiento matemático, no limita quién es ciudadano, pero sí crea una profunda desigualdad en la capacidad de ejercer esa ciudadanía.

Se deja a una gran parte de la población en desventaja para analizar un plan de gobierno más allá del eslogan, para evaluar la viabilidad de una promesa económica o para cuestionar un presupuesto público. Las competencias lectoras y matemáticas no son un requisito para tener derechos; son las herramientas que el Estado tiene la obligación de entregar para que todos puedan defenderlos en igualdad de condiciones. Al no hacerlo, la escuela no solo limita el futuro individual, sino que debilita la calidad de nuestra democracia en su conjunto.

Nuestra fragilidad no es una discusión abstracta; es una realidad que se está forjando hoy en nuestras aulas. Los resultados de la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje (ENLA) 2023 son, en la práctica, un censo de las capacidades de nuestra futura fuerza laboral y de nuestro futuro electorado. Que apenas un 14,4% de los estudiantes de segundo de secundaria de colegios públicos alcance un nivel satisfactorio en Lectura significa que estamos graduando ciudadanos con una capacidad limitada para analizar propuestas, fiscalizar al poder o resistir la manipulación.

Si a esto le sumamos el desolador 8,8% de logro satisfactorio en Matemáticas, tenemos un indicador directo de nuestra futura productividad. Representa una generación que ingresará al mercado laboral sin las habilidades de razonamiento lógico y resolución de problemas que exige la economía moderna. No son dos crisis separadas; son la misma. El joven que no puede interpretar un texto complejo es el mismo trabajador que no podrá capacitarse para una nueva tecnología. El ciudadano que no entiende un argumento basado en cifras es el mismo profesional que no podrá innovar. Estas cifras no son solo estadísticas escolares; son el plano de una economía menos productiva y una democracia más precaria.

Frente a este panorama, es fácil caer en el pesimismo. Sin embargo, existen rutas para empezar a cambiar esta realidad. Desde la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), en colaboración con el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP), hemos desarrollado un Indicador de Posibilidad. Este indicador muestra cómo le podría ir a cada región si todos sus colegios públicos alcanzaran los resultados del 10% de los mejores colegios públicos de esa misma región.

A nivel nacional, si se lograra esta meta, el porcentaje de estudiantes con rendimiento satisfactorio en Lectura podría más que duplicarse, pasando de 14,4% a 30,8%. En Matemáticas, el salto sería aún mayor: de 8,8% a 21,2%. El indicador también revela enormes diferencias regionales: en Lectura, Madre de Dios podría crecer 37,2 puntos porcentuales, mientras que, en el otro extremo, Tumbes solo crecería 8,8. Esto demuestra que el potencial de mejora no es uniforme y requiere estrategias diferenciadas. Este enfoque plantea un escenario más realista que aspirar de inmediato al 100%, y constituye un llamado a la acción directo a los gobernadores regionales y al Ministerio de Educación para fijar metas ambiciosas, pero logrables, basadas en la evidencia de que la mejora es posible dentro de sus propias jurisdicciones.

El analfabetismo funcional no es una estadística más; es una emergencia nacional y silenciosa que define nuestra viabilidad como república. Para afrontarla, necesitamos un cambio de paradigma. Debemos transitar a una obsesión nacional por la calidad del aprendizaje real y medible. Herramientas como el Indicador de Posibilidad nos demuestran que no es necesario esperar soluciones mágicas; la excelencia ya existe en pequeños bolsones dentro de nuestro sistema.

El reto es identificar qué están haciendo bien esos colegios y convertir sus éxitos en política pública escalable. La prosperidad y la fortaleza democrática del Perú no se medirán por la cantidad de certificados de estudios que entreguemos, sino por cuántos de nuestros ciudadanos pueden, efectivamente, comprender el complejo mundo en el que deben actuar.

Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2025/08/24/analfabetos-funcionales-por-monica-munoznajar-hnews-2015232

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