Pedro Francke
"No hay análisis serio de nuestra sociedad ni gobierno efectivo sin información estadística"
Se está llevando a cabo el censo nacional 2025. Es importante un censo ahora porque desde el anterior, que fue el 2017, nuestra demografía ha cambiado por la fuerte inmigración venezolana y la pandemia del Covid-19.
Los censos son algo fundamental para cualquier Estado. Son indispensables para hacer el planeamiento de las inversiones públicas y los programas sociales. Hoy en el Perú hemos regresionado fuertemente en la calidad de la gestión pública. Dina ha canjeado ministerios con APP y Fuerza Popular por sus votos en el Congreso, aceptando ministros incapaces que han repartido los cargos a sus partidarios igualmente carentes de profesionalismo. Por otro lado, la discusión de los programas económicos y sociales tiene cada vez menos racionalidad y sustento científico; se rige por estrechos intereses particulares –como las exoneraciones a los agroexportadores– o por ideologías medievales –como cuando se niega el aborto terapéutico a niñas violadas sometiéndolas a un sufrimiento innecesario. Videos en redes carentes de sustento superan en influencia a la información verídica y el análisis de calidad profesional. Pero no podemos seguir como el cangrejo, es indispensable recuperar el conocimiento científico como una guía fundamental de la acción del Estado y la sociedad, y para eso hace falta información.
Datos claves que nos dará el censo son la población por cada centro poblado y manzana, nuestras edades, el nivel de educación al que hemos llegado, el acceso al agua, electricidad e internet, la migración, las discapacidades y el trabajo. El género también es información importante, pero en este censo no se ha querido reconocer que hay personas cuya identidad de género es diversa, con lo que una vez más se invisibiliza a la población LGBTIQ+.
Tener los datos censales es importante, además, porque conocemos mucho de nuestra realidad social y económica a partir de encuestas que hace anualmente el Instituto Nacional de Estadística (INEI). Hay una encuesta de hogares llamada ENAHO que se usa para estimar los datos de pobreza, condiciones de vida y varios otros temas; hay una encuesta de salud llamada ENDES que nos arroja indicadores en temas claves como anemia, desnutrición y salud reproductiva; hay una encuesta de empleo llamada EPEN y hay algunas otras encuestas más. Empresas privadas hacen las encuestas “de opinión”, como esas en las que vemos cómo Dina Boluarte y el Congreso son repudiados por el 95 por ciento de los peruanos. Todas ellas tienen el censo nacional como base sobre la cual se define la muestra y se asientan las cifras publicadas. ¿Por qué? Mediante la ciencia estadística las encuestas buscan representar una totalidad nacional, pero este “universo” requiere del censo para identificarlo en detalle, así que sin censo no hay encuesta con validez estadística.
Por supuesto que el censo tiene sus limitaciones y la exclusión de la población indígena ha sido un problema recurrente. Por décadas los censos no llegaban a lugares alejados y eso fue particularmente grave en las zonas de la selva a lo largo de nuestra historia. Por eso, desde 1993 se han hecho esfuerzos especiales para registrar a las comunidades indígenas de la amazonía. Ojalá este año el censo tenga buena llegada en estas zonas. Otro avance es que, similar al del 2017, este censo pregunta cómo nos sentimos en razón de nuestras costumbres, tradiciones o antepasados. Información similar se registró hasta el censo de 1940, pero luego se la retiró hasta 2017. Hoy en día, en Latinoamérica y muchos países del mundo se registra la etnicidad y hacerlo es una recomendación de los organismos internacionales. El censo de 2017 mostró que uno de cada cuatro peruanos (25 por ciento) se identificaba como quechua, aimara, indígena amazónico o de algún otro pueblo originario. Para toda nuestra población serían unos 7 millones y medio de peruanos indígenas, aunque solo se registró para los mayores de 12 años. De este grupo, la identidad quechua es la gran mayoría mientras que los indígenas amazónicos son el 4 por ciento. Veremos cómo sale esto en el nuevo Censo 2025.
Debo confesar que tengo ahora una estima especial a los censos. Sucede que en los últimos dos años y medio he venido haciendo investigaciones con esta base de datos, primero junto a César Huaroto y Claudia Vivas sobre la mortalidad en la niñez y más recientemente también con Rossana Mendoza sobre embarazo adolescente. Hemos trabajado los censos de 1981, 1993, 2007 y 2017, que al registrar a toda la población posibilitan mirar la realidad social con una lupa de mayor detalle que el análisis de las encuestas no permite. Antes el esfuerzo computacional para procesar millones de datos censales no estaba al alcance, pero ahora sí. Hemos encontrado que la desigualdad en la mortalidad infantil y el embarazo adolescente sigue siendo muy grande y que hay grupos socioeconómicos en los cuales estos indicadores casi no han mejorado o, incluso, han empeorado en estas décadas.
En mi vida adulta, he pasado por los censos de 1981, 1993, 2007 y 2017. Fueron hechos en las ciudades en un solo día y con inmovilización, era obligatorio quedarnos en nuestras viviendas todo el día y las calles quedaban vacías, pero en zonas rurales duraban quince días o más. Este año es distinto. Acorde con la experiencia internacional de las últimas décadas ya no se hace encerrándonos durante un día sino a lo largo de varios meses y quienes registran la información son censistas capacitados, ya no voluntarios. Se piensa que así tendremos mejores datos con menor costo social.
El asunto de fondo es que tener buenos datos del Censo 2025 es importante porque no hay análisis serio de nuestra sociedad ni gobierno efectivo sin información estadística. Ya insistía en eso José Carlos Mariátegui casi cien años atrás en un artículo publicado en 1926. Colabora, ábrele la puerta al censista y regálale unos minutos al país.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 747 año 16, del 29/08/2025
https://www.hildebrandtensustrece.com/
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