6 de septiembre de 2025

Perú: Una reclusión injusta

Juan Manuel Robles

"La extensión de la prisión preventiva fue ilegal, solo posible por el abuso político"

Betssy Chávez la hizo linda. Hasta hace unas semanas, era una figura absolutamente abandonada a su suerte: presa, derrotada y sin voz. No solo eso, era un cadáver político y a nadie parecía afectarle; el mensaje tácito era: se pasó de lisa y tuvo su merecido. Insignificante, descartable. Al igual con Castillo, el “golpe” se asumió simbólicamente como un alzamiento armado faltoso, algo que permitió darle a ella el trato no solo de delincuente sino de casi subversiva, paria. Solo así se explica que en esos meses Betssy Chávez saliera demacrada, físicamente dañada y hasta visiblemente golpeada y no hubiera protesta o llamado de atención en los medios. Con ella, dado lo que había hecho y lo que había representado, la cosa era simple: que se joda.

Pero entonces, la huelga de hambre. Al principio la medida de fuerza no despertó mayor empatía ni menos solidaridad. La trataron de farsante, de loca, la acusaron de victimizarse y los pocos que le creyeron la tildaron de salvaje, pues solo salvajes pueden dejar de comer para dar un mensaje y probar un punto. Incluso la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos sacó un informe ambiguo, y con eso los progresistas tuvieron licencia para tratarla con la displicencia de siempre. Pero el tema fue escalando. La huelga de hambre iba en serio y se volvió huelga seca; la vida de esta mujer estaba en peligro.

No quiero parecer frívolo, pero qué refrescante para la política peruana, llena de zánganos sin coraje, de tipos que se blindan y protegen sus privilegios mal habidos, fue que una exfuncionaria amenace a todos con prenderse fuego si no la tratan con la dignidad elemental que merece un presidiario, y para llamar la atención sobre una reclusión injusta. Nos descuadró a todos. Estoy seguro de que despertó adhesiones silenciosas —no declaradas—, mientras la animadversión oficial continuaba, con las muletillas histéricas que ya conocemos.

Pero el martes, con el fallo del Tribunal Constitucional que liberó a la exprimera ministra de Castillo, algo cambió. Porque aunque puedan elaborarse un montón de teorías de conspiración sobre por qué un órgano controlado por el fujimorismo hizo lo que hizo, el fallo es, primero que nada y sobre todas las cosas, un veredicto justo frente a una arbitrariedad indefendible. La extensión de la prisión preventiva fue ilegal, solo posible por el abuso político. Los argumentos que se leen en la sentencia son los que ha venido diciendo el abogado de Chávez, Raúl Noblecilla, en diversos medios, desde hace meses. Pero nadie le hizo caso porque bueno, esa señora, Betssy Betzabet, se lo buscó.

Hay una cuenta de parodia de Betssy Chávez en Twitter. Es divertida porque es una caricatura de su tono: achorada, altanera, algo fresca. Leerla en estos días me ha hecho pensar en lo que se debe estar matando de risa por su libertad. Y sabe que, hoy más que nunca, los que la metieron allí son gente repudiada por todo el Perú.

La simpatía por Betssy Chávez crece. Hablemos claro. Esa mujer, si algo hizo, fue conspirar con Castillo para disolver un Parlamento de delincuentes, que estaba a punto de sacar al presidente porque se les daba la gana. A la distancia, a cada vez más gente le queda claro que si había que interrumpir algún mandato ese era el del Congreso. Un Congreso que merecía no continuar, y que no hubiera provocado ninguna protesta en su defensa. ¿Quién repudia a Betssy Chávez? Los fascistas y los racistas, los que la terruquean, y también los correctos que abogan por una institucionalidad que en el Perú se quebró hace rato con aberrantes cambios constitucionales, muchísimo más de lo que hubiera ocurrido si el golpe prosperaba. Nadie cree que Betssy Chávez haya cometido un delito grave, nadie la puede ver como un monstruo.

Y por si fuera poco, el arco de su historia es una fábula de superación frente a la adversidad, pequeña pero potente. Volver a levantarse después de caer lo más hondo; carcelería sin sentencia, el Perú real en el cuerpo. ¿Cuantos tendrían la fuerza para luchar si el gobierno te persigue, si casi todos los medios te atacan y los demás, simplemente, te ignoran? Betssy Chávez nos ha recordado que en nuestro país te mantienen preso sin sentencia. Han tratado de ridiculizarla con el chisme de una supuesta amante en el penal, pero eso no hace más que darle color a su historia, y a ella, humanidad. La celda de Betssy, llena de colores, no es como el cine Tauro de Muñante, tan oscuro.

Cuando la persecución contra Betssy Chávez se hacía feroz y crecía la posibilidad de que la llevaran a prisión, ella dio una entrevista en la que dijo que no le tenía miedo a la cárcel, citando las vidas de Mandela y Mujica. Okey: le quedan grandes esos referentes pero a mí me gusta que la gente de izquierda cite a luchadores sociales, personas que conocieron el sacrificio y el estigma. “Si quieren hacerme presidenciable, ya saben lo que tienen que hacer”, dijo esa vez. No creo que sea para tanto pero definitivamente hoy la soltura con la que Betssy Chávez puede salir a la calle, mirar a la gente, saludarla, es muy grande. No como otras.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 748 año 16, del 05/09/2025

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