Pedro Francke
"Hay varios actores que pueden meterle presión competitiva al oligopolio bancario"
Las pequeñas empresas en el Perú, cuando consiguen un crédito, pagan 20 por ciento al año más que una gran empresa. En los países de la OCDE esa diferencia es en promedio de sólo 2 por ciento, en Chile y México es de 4 por ciento. En las condiciones peruanas las pequeñas empresas jamás podrán competir con los grandes monopolios. Imagínense que una pequeña empresa quiera producir aceite o leche evaporada, donde hoy una o dos grandes empresas tienen el control del mercado. Si consiguen financiamiento, cada año deberán pagar 20 por ciento más, lo que significa un costo adicional enorme. Varios monopolios en el Perú tienen ventajas adicionales. Por ejemplo, Alicorp, que domina el mercado de aceite de cocina, es parte del grupo Romero, que también posee la AFP Prima y el Banco de Crédito, lo que le permite tener fondos con mucha facilidad a muy bajo costo.
Mientras en la OCDE la mitad de todo el crédito va a las pequeñas empresas, en nuestro país, aunque generan el 85 por ciento del empleo, las pequeñas empresas solo reciben el 30 por ciento del crédito. Ojo que para las pymes que pueden tener crédito, este no procede generalmente de los bancos: las tres cuartas partes de esos préstamos son de las cajas y las cooperativas. El último informe sobre la economía peruana de la OCDE resalta que casi la mitad de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) carecen de acceso al crédito formal. Las MIPYME dirigidas por mujeres tienen menos posibilidades aún y el acceso al financiamiento fuera de Lima es particularmente escaso. Un estudio reciente del Banco Mundial encuentra que la calidad de los mercados financieros en América Latina es de los más bajos entre todas las regiones del mundo.
¿Qué se puede hacer para que las pequeñas empresas accedan a préstamos baratos y de esa manera crezcan y sean más competitivas? Muchos países tienen grandes programas públicos con esa finalidad, incluyendo Estados Unidos, Alemania, Brasil y Chile. Hace una década, con el equipo económico de Verónika Mendoza, propusimos otorgar 10 mil millones de soles de créditos a las pymes. PPK no quiso hacerlo. Luego vino la pandemia y se lanzó el programa llamado Reactiva para dar apoyo financiero a las empresas. Los primeros meses estos fondos llegaron poco a las pymes, pero luego de que se reajustaron las condiciones para una segunda etapa, se les llegó a dar 25 mil millones de soles de préstamos. Para las micro y pequeñas empresas eso significó un crecimiento del crédito del 28 por ciento. Se llegó a apoyar a 480 mil pymes, de las cuales 390 mil accedieron solo con DNI y sin RUC, es decir siendo informales, y eso que no se permitió que las cooperativas de ahorro y crédito y el Banco de la Nación también operaran ese programa. Las tasas de interés bajaron hasta 4 por ciento anual para las pymes, cuando poco antes las microempresas pagaban 33 por ciento y las pequeñas 18 por ciento en promedio. Lamentablemente, luego de la pandemia no se dio continuidad a un programa amplio de crédito a las pymes y ahora sólo hay fondos de mucho menor tamaño con ese fin.
La propuesta que tenemos ahora desde la izquierda es la de un programa de 20 mil millones de soles de créditos baratos a las pymes. Una cuestión importante, que no se hizo con Reactiva, es que ese financiamiento ayude a que el sistema financiero tenga más competencia y presione a bajar las tasas de interés a las que prestan los bancos. Hay varios actores que pueden meterle presión competitiva al oligopolio bancario. Las cajas municipales han mostrado un buen manejo técnico y han ampliado mucho su alcance en las últimas dos décadas, pero podrían avanzar mucho más si se las respalda financieramente. Están también las cooperativas de ahorro y crédito, que se han desarrollado bastante. En el pasado estuvieron poco supervisadas, lo que permitió que algunas de ellas terminaran siendo fachadas de grandes estafas, pero ahora la Superintendencia de Banca (SBS) las regula y vigila de cerca. Aun sin ningún apoyo estatal las cooperativas dan una cuarta parte de todo el crédito para las microempresas, y pueden ser un puntal de apoyo a una nueva economía solidaria e inclusiva, que aliente la generación de empleo de forma masiva.
He dejado para el final la necesidad de una banca de desarrollo. En nuestra gestión ministerial, junto con Gustavo Guerra-García, que fue miembro del directorio del Banco de la Nación, se hicieron planes para su modernización digital y se planteó una iniciativa legislativa para que nuestro banco estatal pudiera servir mejor y con más alcance a las pymes. El Congreso mafioso la bloqueó, lo que puede relacionarse a que el presidente del Banco de Crédito era Dionisio Romero, que le había regalado 3 millones 700 mil dólares a Keiko Fujimori. A Romero y los suyos un mercado más competitivo les puede hacer perder miles de millones. Tampoco querían que saliera adelante el factoring, que es una forma de financiamiento usando las facturas de venta, pero como eso podíamos hacerlo sin el Congreso, lo sacamos adelante.
Es tiempo de insistir en una banca de desarrollo moderna, vinculando a Agrobanco, COFIDE y al Banco de la Nación. Se podría así dar crédito barato, articulado con asistencia técnica y de gestión, a millones de pequeños empresarios en todas las provincias. Con eso impulsaríamos el emprendedurismo en sectores como turismo, industria, agricultura, gastronomía y transporte. Además, así se pondría presión competitiva sobre las tasas de interés que cobran los bancos por sus créditos. Hay que abrir paso a una época de cambios con el objetivo de revitalizar la generación de empleos en todas las regiones.
13-11-2025
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 758 año 16, del 14/11/2025
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