Cecilia Méndez
Mientras el gamonalismo era un problema “doméstico”, el despojo que sufren los palestinos ocurre con la venia o complicidad de un orden internacional fundado y liderado por Occidente, que nació precisamente para evitar que todo esto ocurriera.
Hace unos meses en Masafer Yatta, pueblo de Cisjordania, Palestina Ocupada, pudo observarse la siguiente escena: unos hombres de piel blanca, altos, con actitud empoderada, empujaban a otros más bajos y morenos, profiriendo interjecciones, como quien da órdenes, mientras a lo lejos unos camellos eran arreados a toda velocidad por un hombre del grupo de los blancos. Se está consumando el robo de unos treinta camellos, denuncia el escritor palestino Mosab Abu Toha, quien posteó el video en sus redes. Los morenos eran pastores y agricultores palestinos; los blancos, settlers o colonos israelíes o, más propiamente, para juzgarlos por sus actos, terroristas, que es como los llama Abu Toha, y concuerdo. Porque, literalmente, se dedican a sembrar el terror en las comunidades palestinas de Cisjordania: saquean y demuelen sus viviendas, destruyen o se roban sus pertenencias y sus cultivos; disparan a matar a quien se resiste. Todo, con el fin de hacer su vida tan miserable que no les queda otra opción que irse y así apoderare de sus tierras. La escena trajo a mi mente las denuncias de. robo de camélidos de los comuneros de Puno, publicadas por el periódico puneño El Registro Oficial del 23 de marzo de 1869, sobre lo cual volveré.
Hechos como el que acabo de referir han venido ocurriendo por décadas en Cisjordania, pero con mayor asiduidad y vesanía después de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023. Desde entonces, más de 700,000 nuevos “colonos” israelíes se han establecido ilegalmente en tierras palestinas de Cisjordania, premunidos con la impunidad que les otorgan el gobierno israelí y sus aliados y la inacción de los demás Estados. Israel hace caso omiso también a las resoluciones de la ONU, que reafirmó formalmente en 2024 que los asentamientos formados por colonos israelíes en Cisjordania son ilegales, dándoles un plazo para desalojarlos que venció hace unos meses, del cual éstos hicieron caso omiso. Por el contrario, empoderados por la impunidad sistémica de la que goza el Estado de Israel desde su fundación en 1948, su parlamento votó recientemente por “anexar” Cisjordania, aunque, como lo han afirmado varios (por más que Trump pretenda negarlo) ha sido anexada de facto.
“Sin otra tierra”
Masafer Yatta es solo uno entre los muchos pueblos de la Cisjordania rural que están siendo arrasados por el terrorismo de los colonos israelíes y donde el ejército de ocupación ha establecido una base para “ejercicios militares”. Pero su historia se visibilizó a los ojos del mundo gracias la película No other Land (“Sin otra tierra”), que ganó el Oscar al mejor documental en 2025 y fue rodada íntegramente en el mencionado pueblo. La película, codirigida por Basel Adra y Hamdam Ballal, palestinos nacidos en el pueblo y residentes en él; y los israelíes Yuval Abraham y Rachel Szor, registra la cotidianidad del terrorismo de los colonos israelíes: cómo estos hostigan diariamente a los residentes, les demuelen sus casas, obligándolos hasta a vivir en cuevas; los secuestran; disparan al que se resiste hasta dejarlo muerto, y no hay policía que los defienda. Al contrario, la única autoridad del lugar, el ejército israelí, protege o avala a los terroristas. Así y todo, los residentes se organizan persistentemente para defenderse.
El Oscar sembró ilusión en el pueblo. Cualquiera pensaría que el prestigio mundial del galardón podría inmunizarlo de futuros ataques. Pero sucedió lo inverso: el ensañamiento continuó imperturbable y los israelíes, envalentonados por su impunidad, volvieron al Masafer Yatta no mucho después de la celebración del Oscar; secuestraron y torturaron al codirector Hamdam Ballal, sin aparentemente sufrir ninguna consecuencia. Un par de meses después, otro colono israelí se dirigió al pueblo armado con un revolver; bloqueó la carretera con un enorme auto y, vociferando fuera de sí, mató frente a cámaras, a un activista que también había participado en la producción de la película. Los soldados israelíes liberaron al asesino luego de una breve detención; retuvieron el cuerpo del asesinado y detuvieron a sus parientas que clamaban por que se les devuelva el cuerpo — el mundo al revés—, lo que solo ocurrió después de que estas hicieran una huelga de hambre en protesta.
En otro video se oye declarar, entre llantos, a un a agricultor palestino de otro lugar de Cisjordania, que los israelíes le robaron todo: sus mangueras, su generador, su bomba de agua, y todas sus cosechas, además de agredirlo físicamente y humillarlo. Según el programa estadounidense Democray Now! se registran ocho ataques terroristas diarios de israelíes en Cisjordania, con características similares a las que acabo de describir. En una forma más sutil, pero no menos insidiosa de violencia, otro reciente documental palestino, Foragers, da cuenta de cómo Israel prohíbe a los palestinos de Cisjordania recoger yerbas silvestres comestibles para su comercialización, un derecho ahora exclusivo de ciudadanos israelíes, en consonancia la lógica de apartheid
Gamonalismo andino
Resulta imposible para mí conocer estas historias de despojo de tierras, robo de ganado, del maltrato que llega a la muerte, del pisoteo de la dignidad de los palestinos del campo, y no relacionarlas con los despojos que han sufrido históricamente el campesinado andino a manos de gamonales, particularmente en Puno desde que sus tierras ganaderas fueron altamente cotizadas en el mercado internacional debido el auge lanero a partir de la década de 1860. Retomando lo dicho al comienzo, en marzo de 1869, El Registro Oficial reportaba que comuneros de cuatro ayllus de Puno denunciaron a los hacendados Chamorro por haberles robado “cinco o seis mil alpacas, e igual número de llamas”. En palabras del gobernador del distrito de Huacullani (provincia de Chucuito): “les han quitado su ganado y cuanto han tenido”, y “que los jueces no les hacen caso y más bien se adhieren a los Chamorros [sic]” . Lejos de una excepción, ese era precisamente el modus operandi del gamonalismo. Muchas veces, como en este caso con el gobernador de un distrito vecino, hacendados y autoridades eran parte de la misma familia.
En otro paralelo, a semejanza de los denunciantes de la violencia israelí en Cisjordania, los denunciantes de la violencia gamonal en Puno la definieron como “terrorismo” , como he argumentado en “Los senderos del terrorismo en el Perú” (ahora disponible en castellano en el libro Violencias fundacionales). En otro símil, los móviles detrás de ambos terrorismos son el lucro capitalista y se justifican con la fabricación, activa y constante, de una ideología que coloca los agraviados en un rango inferior de humanidad, cuando no fuera de ella. Llamémosle colonialidad capitalista. Pero, mientras el gamonalismo era un problema “doméstico”, el despojo que sufren los palestinos ocurre con la venia o complicidad de un orden internacional fundado y liderado por Occidente, que nació precisamente para evitar que todo esto ocurriera.
Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2025/11/16/trrorists-israelies-y-gamonales-andinos-por-cecilia-mendez-hnews-944288
Resulta imposible para mí conocer estas historias de despojo de tierras, robo de ganado, del maltrato que llega a la muerte, del pisoteo de la dignidad de los palestinos del campo, y no relacionarlas con los despojos que han sufrido históricamente el campesinado andino a manos de gamonales, particularmente en Puno desde que sus tierras ganaderas fueron altamente cotizadas en el mercado internacional debido el auge lanero a partir de la década de 1860. Retomando lo dicho al comienzo, en marzo de 1869, El Registro Oficial reportaba que comuneros de cuatro ayllus de Puno denunciaron a los hacendados Chamorro por haberles robado “cinco o seis mil alpacas, e igual número de llamas”. En palabras del gobernador del distrito de Huacullani (provincia de Chucuito): “les han quitado su ganado y cuanto han tenido”, y “que los jueces no les hacen caso y más bien se adhieren a los Chamorros [sic]” . Lejos de una excepción, ese era precisamente el modus operandi del gamonalismo. Muchas veces, como en este caso con el gobernador de un distrito vecino, hacendados y autoridades eran parte de la misma familia.
En otro paralelo, a semejanza de los denunciantes de la violencia israelí en Cisjordania, los denunciantes de la violencia gamonal en Puno la definieron como “terrorismo” , como he argumentado en “Los senderos del terrorismo en el Perú” (ahora disponible en castellano en el libro Violencias fundacionales). En otro símil, los móviles detrás de ambos terrorismos son el lucro capitalista y se justifican con la fabricación, activa y constante, de una ideología que coloca los agraviados en un rango inferior de humanidad, cuando no fuera de ella. Llamémosle colonialidad capitalista. Pero, mientras el gamonalismo era un problema “doméstico”, el despojo que sufren los palestinos ocurre con la venia o complicidad de un orden internacional fundado y liderado por Occidente, que nació precisamente para evitar que todo esto ocurriera.
Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2025/11/16/trrorists-israelies-y-gamonales-andinos-por-cecilia-mendez-hnews-944288

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