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7 de octubre de 2021

Perú: Esa madrugada de octubre

Eloy Jáuregui

La mañana del 3 de octubre de 1968 el Perú cambió. Por la radio se informaba que esa madrugada se había producido un golpe militar y que las Fuerzas Armadas detuvieron al presidente constitucional Fernando Belaúnde Terry, a quien lo habían sorprendido mientras dormía en Palacio de Gobierno y que ahora estaba en pleno viaje a Buenos Aires en calidad de deportado. La primera impresión era que una vez más se había roto el orden constitucional.

Yo estudiaba en la GUE Ricardo Palma de Surquillo y con Ponte y Perales, dos compañeros de aula, logramos llegar a la Plaza de Armas en busca de noticias. Lima estaba sembrada de soldados y dos viejos tanques de guerra apuntaban a Palacio de Gobierno. Al medio día, en el atrio de la Catedral recién me uní a un reducido grupo de personas e intentamos gritar algo a favor de la democracia. La protesta fue corta. La policía nos detuvo y en unos portatropa nos llevaron hasta la prefectura de la av. España, donde me soltaron a las horas por ser menor de edad. Ya en horas de la noche la confusión seguía. ¿Y ahora quién es el cabecilla de la rebelión? De pronto alguien dijo su nombre: “Es el general Juan Velasco Alvarado”. Mutis, ni en pelea de perros. Velasco, piurano, había escalado con la sola ayuda de sus estudios y decisión toda la escala militar, desde soldado raso a general de división, ocupando como último cargo militar la jefatura del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Era lo que se dice un cholo, como Sánchez Cerro u Odría, otros “cachacos” golpistas, tal como lo señaló un comentarista en La Prensa.

Ya instalado en el poder lo conocimos. Velasco lideraba a este grupo de militares que habían tomado el poder no para defender el orden establecido, sino para subvertirlo, para imponer cambios fundamentales en las estructuras sociales y económicas. Era pues una dictadura militar atípica dispuesta a recambiar radicalmente el Perú y frenar el entreguismo total del Gobierno de Belaúnde. Ya el 9 de octubre de 1968 se nacionalizaba el complejo petrolero de La Brea y Pariñas. Se habían iniciado las reformas que modificarían en esencia el sistema feudal predominante impuesto por la derecha del Perú.

Pero Velasco no solo acabó con el oprobio y la vergüenza de vivir sin dignidad, sino que defendió la soberanía de nuestra patria y alentó a identificarnos con nuestros valores culturales y artísticos. De esa fecha ya pasaron 53 años y pocos recuerdan a Velasco. Qué honor ser esa memoria y esa minoría.

5 de abril de 2021

Perú: LA REVOLUCIÓN NO SERÁ TELEVISADA

Natalia Sobrevilla

En 1971 Gil Scott-Heron lanzó uno de los himnos más famosos de las Panteras Negras, La revolución no será televisada, en el cual le recordaba a su generación que no irían a ver la revolución en la tele porque esta sucedería en vivo. Tres años antes el Perú había tenido su propia revolución, una liderada por las fuerzas armadas. Mientras en el resto de continente los militares se concentraban en organizar gobiernos de derecha y matar y desaparecer a los jóvenes que querían cambiar el mundo, en el Perú fueron los militares los que decidieron que el país no aguantaba el mismo rumbo y tomaron el poder para instituir “El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”.

Su medida más radical fue la Reforma Agraria que se promulgó el 24 de junio de 1969.  Cuando Juan Velazco Alvarado la proclamó terminó su discurso con la frase: “¡Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza!”. A pesar de que han transcurrido más de cincuenta años desde entonces, este evento sigue siendo uno de los puntos de quiebre más importantes de la historia peruana y la lucha por cómo debe ser recordada sigue vigente.

Estas elecciones han vuelto a traer esta discusión al centro del debate. TV Perú, la emisora del Estado, tenía programada transmitir por primera vez en televisión abierta el documental de Gonzalo Benavente, La revolución y la tierra. Ganadora del premio del Concurso Nacional de Proyectos de Largometraje Documental del Ministerio de Cultura en 2016 y estrenada en el 2019 –cuando se convirtió en el documental más visto de la historia del cine peruano–, la proyección estaba prevista para hoy, domingo 4 de abril.

Sin embargo, la reacción de algunos comentaristas llevó a que se reprograme para después de la primera vuelta electoral, el próximo 18 de abril. Pedro Cateriano, ex primer ministro, declaró el 30 de marzo en su Twitter (@PCaterianoB): “Cuando ocupé la PCM mantuve el manejo neutral de @tvperupe. No ordené ataques, manipulación de la información o la divulgación de programas sesgados políticamente. ¿Es oportuno que en la recta final de la campaña electoral se transmita ‘La Revolución y la Tierra’?”

Este comentario desató un revuelo inmediato en redes, sobre todo por parte de quienes percibieron esta decisión como un acto de censura.  El periodista Augusto Álvarez Rodrich añadió ese mismo día (@alvarezrodrich): “‘La Revolución y la Tierra’ es un notable documental de Gonzalo Benavente Secco @aliasbomba, pero ponerlo en la TV estatal en los días electorales constituye un desatino que es mejor corregir, pues puede afectar no solo la percepción de neutralidad de @tvperupe sino un gran film”.

En su columna del 3 de abril, Álvarez Rodrich se explayó en sus razones como respuesta a los “comentarios frikis contra quienes nos pareció inconveniente la difusión del documental”. Alabando una vez más el documental de Benavente, añadió que lo que le preocupa es que el canal del Estado tiene, en su opinión, la obligación de “ser y parecer imparcial” y que difundirlo el domingo previo a la elección exponía a la emisora a criticas de falta de neutralidad, sobre todo porque ya habían aparecido tuits que promovían el documental diciendo: “¿No sabes por quién votar? Mira LRT y no votes por dinosaurios”.

¿Pero a quién busca proteger Álvarez Rodrich? ¿A TV Perú? ¿A Benavente? ¿Al electorado peruano? Su argumento es que la transmisión podría exponer al canal a la posibilidad de perder apoyo y financiamiento, recordando de qué manera –en el 2016– se suspendió la transmisión de la telenovela de María Luisa Adrianzén, Nuestra Historia, que se sumergía en los años 80 y 90 durante las campañas electorales. La razón textual aquella vez fue: “para no exponer la obra y al canal a críticas de involucración con la campaña de ese año”. ¿Pedro Cateriano hace referencia a este mismo hecho cuando dice que en su tiempo en la PCM “no ordenó la divulgación de programas sesgados políticamente”? Porque fue durante su gestión como premier que TV Perú dejó de transmitir la telenovela en cuestión.

¿Cuál es el peligro de transmitir una telenovela o un documental en una campaña electoral? ¿Acaso los electores no pueden decidir por sí mismos cuál es la relevancia de las historias que se cuentan y por qué importan o no a la hora de decidir por quién votar? ¿Cuál es el peligro de que más personas vean La revolución y la tierra? ¿En verdad cambiarían su voto? Es difícil saberlo o cuantificarlo, pero lo que sí ha quedado demostrado con mucha claridad es que la Reforma Agraria sigue siendo un tema neurálgico en la política peruana, algo que marca un antes y un después para el Perú de hoy, aunque sea un suceso que ocurrió antes de que nacieran casi todos los actuales votantes.

Lo que han logrado estos comentaristas y políticos no es solo que “la revolución no sea televisada”, sino que el tema estalle con furor en redes, donde muchísimos podrán ver el documental en YouTube cuando quieran y compartirlo con quienes quieran.

Lo que han logrado, entonces, es que la revolución suceda en vivo.