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14 de septiembre de 2025

Trump como síntoma de la decadencia imperial

Fernando Buen Abad Domínguez

No más imperio de armas, imperio de saqueos, imperio de engaños

Donald Trump no es un accidente “rentable” aislado en la historia de USA. Es la cristalización grotesca de un sistema que lleva siglos nutriéndose de la violencia organizada, del saqueo sistemático, de la explotación de los pueblos y de la mentira institucionalizada. Su figura concentra, como una botarga obscena, todo lo que el capitalismo-imperialismo estadounidense produce en su fase más degenerada; la adoración a las armas, la codicia sin límites, la manipulación mediática, el racismo estructural y la glorificación de la ignorancia cínica como estrategia política. Trump es el síntoma y la enfermedad a la vez; síntoma de un imperio en decadencia y enfermedad que acelera la descomposición del planeta bajo el yugo de las armas, el saqueo y el engaño. La muerte misma.

Su imperio de las armas. En la trayectoria de Trump, el negocio de las armas no aparece sólo como política de Estado, sino como espectáculo mediático. Desde su presidencia se multiplicaron los presupuestos militares, se fortaleció el complejo industrial-armamentista y se celebraron abiertamente las alianzas con fabricantes de muerte. Trump convirtió los desfiles militares, los despliegues de tropas y la venta de armas en símbolos de “grandeza nacional”. En su retórica, las armas no son instrumentos de muerte sino emblemas de patriotismo, poder y masculinidad. Nuestro análisis semiótico nos obliga a mirar más allá de las cifras del gasto militar. Cada discurso suyo sobre la “defensa de la nación” era, en realidad, un signo destinado a infundir miedo, a fabricar enemigos externos e internos. Trump necesitaba enemigos para justificar el negocio de las armas; inmigrantes, musulmanes, gobiernos soberanos que no se sometían al dictado estadounidense. Bajo su mandato se intensificó la lógica del miedo como recurso electoral, se armó ideológicamente a sectores reaccionarios de la sociedad y se dio oxígeno al supremacismo armado. Trump es la encarnación del imperio de las armas porque no sólo las promueve en términos económicos, sino porque convierte el signo de la violencia en mercancía política. En él se funden el empresario del espectáculo con el comandante en jefe, en una obscena naturalización de la guerra como entretenimiento.

Su imperio de saqueos. Trump es empresario del saqueo. Su fortuna se levantó sobre fraudes inmobiliarios, evasiones fiscales, estafas disfrazadas de universidades, casinos quebrados y negociados turbios. Pero más allá de su biografía personal, en su presidencia impulsó con crudeza la lógica saqueadora del capitalismo estadounidense. Redujo impuestos a los millonarios, entregó recursos naturales a corporaciones extractivistas, privatizó bienes públicos y subordinó todo al lucro de las élites. El saqueo con Trump no se limitó al interior de EE.UU. También intensificó el expolio externo; sanciones económicas contra países soberanos, robos de recursos energéticos en Oriente Medio, agresiones financieras contra América Latina. Bajo su mandato se multiplicaron los bloqueos, las confiscaciones de activos y la presión sobre gobiernos que no se arrodillaban. Fue un saqueo global disfrazado de “defensa de la libertad”.

En términos semióticos, Trump elevó a rango de virtud la figura del saqueador. Su narrativa presentaba la codicia como prueba de inteligencia, el enriquecimiento personal como objetivo de vida, la depredación de recursos como “crecimiento económico”. Convirtió la lógica mafiosa en programa político. Cada vez que aparecía en televisión jactándose de su éxito empresarial, fabricaba un signo que naturalizaba el saqueo como modelo de conducta. Trump es el rostro obsceno del imperio saqueador porque no tiene siquiera la máscara de civilización con que otros presidentes disfrazaron sus crímenes. Él se vanagloria del robo, lo exhibe, lo celebra. Es la honestidad brutal de un imperio que ya no necesita fingir moralidad.

Su imperio de engaños. Pero si Trump es síntoma de la decadencia imperial, lo es sobre todo en el terreno del engaño. Su carrera política se levantó sobre una catarata de mentiras; el “birtherismo” contra Obama, la negación del cambio climático, las promesas de un muro que nunca se construyó como lo anunciaba, las cifras infladas de logros económicos, las teorías conspirativas sobre las elecciones. Mintió con descaro porque descubrió que la mentira, en la era digital, no necesita ser verosímil; basta con ser ruidosa, basta con viralizarse.

Trump convirtió la mentira en arma de masas. Sus tuits eran misiles semióticos cargados de odio, racismo y falsedad. Sus discursos eran espectáculos diseñados para movilizar emociones antes que para comunicar verdades. Fue el gran estafador semiótico que entendió cómo manipular la indignación, cómo explotar el resentimiento, cómo fabricar enemigos y cómo victimizarse al mismo tiempo. Bajo su mandato, la mentira dejó de ser un defecto político para convertirse en estrategia central. No importaba cuántas veces fuese desmentido; sus seguidores no buscaban verdad, buscaban pertenencia a una narrativa emocional. Trump creó un ecosistema de engaño donde los hechos eran irrelevantes y lo único importante era la lealtad al líder. Así, se consolidó como figura arquetípica del imperio de los engaños; un vendedor de humo que sabe que la mercancía simbólica más rentable es la ilusión de grandeza. El “Make America Great Again” no es un programa político; es un signo vacío diseñado para manipular deseos colectivos.

Síntomas de la decadencia imperial. Trump no inventó el militarismo, ni el saqueo, ni la mentira política. Pero los llevó a una forma de obscenidad inédita. Representa la etapa en la que el imperio ya no necesita ocultar sus crímenes; los exhibe con orgullo. Su figura es la confesión más clara de que el capitalismo estadounidense se sostiene únicamente en la violencia, el robo y la manipulación. Cada gesto de Trump nos muestra que el imperio ya no puede sostenerse con promesas de bienestar colectivo. Sólo le queda la imposición del miedo, el despojo sistemático y el engaño masivo. Trump es el síntoma de un orden que se descompone y que, en su decadencia, se vuelve más peligroso. En términos semióticos, su figura es un signo saturado de contradicciones; un millonario que se presenta como defensor de los pobres; un evasor fiscal que dice proteger a los trabajadores; un mentiroso compulsivo que acusa a todos de falsedad; un imperialista que se disfraza de nacionalista. Ese juego de espejos es la expresión más acabada de un imperio que vive de su propia impostura.

No más imperio decadente. Decir no más imperio de armas, saqueos y engaños es decir también no más Trump. No como individuo, sino como modelo de dominación. No más la lógica del empresario saqueador convertido en presidente. No más la política de la mentira como espectáculo. No más la normalización de la violencia como identidad nacional. Trump es una advertencia para el mundo; lo que él representa no es sólo una presidencia fallida, es la dirección hacia la que el capitalismo arrastra a la humanidad si no se lo detiene. Es la barbarie maquillada de reality show. Es la democracia convertida en circo. Es la verdad convertida en mercancía descartable. La tarea histórica es desmontar no sólo a Trump, sino a todo el sistema que lo produce y lo sostiene. Desarmar el imperio de las armas que multiplica guerras. Desmantelar el imperio de saqueos que destruye pueblos y ecosistemas. Desenmascarar el imperio de engaños que manipula conciencias y fabrica consensos para la opresión.

Insurrección de los pueblos contra la decadencia imperial

Nuestro desafío no es simplemente derrotar electoralmente a personajes como Trump. El desafío es más profundo; construir una semiosis revolucionaria emancipadora que rompa con el círculo de miedo, codicia y mentira. Entender que cada signo es campo de batalla. Derrotar cada palabra, cada imagen, cada relato del imperio y gestionar las semiosis para la emancipación. Trump utilizó los signos como armas de dominación. Nuestra tarea es revolucionar el sentido como herramienta de liberación. No más miedo, sino solidaridad. No más saqueo, sino justicia. No más engaño, sino verdad organizada. Trump es síntoma de un imperio en ruinas. Nuestra tarea es que esas ruinas no nos sepulten, no las necesitamos lo que nos urge es un nuevo humanismo de género nuevo, de paz pero no sin armas, (armas de la independencia: San Martinianas, de Morazán, de Artigas, de Hidalgo, de Morelos de Bolívar) contra los saqueos y contra los engaños. No más Trump. No más imperio de armas burguesas. No más imperio de saqueos. No más imperio de engaños.

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

3 de marzo de 2025

La guerra perpetua, Análisis de Jeffrey Sachs sobre el militarismo estadounidense

Andrés Alsina

Jeffrey Sachs advierte que Netanyahu y Washington hunden a Israel en un abismo moral y político

En 1996, cuando Benjamin Netanyahu se convirtió en Primer Ministro por primera vez, elaboró un plan con asesores políticos estadounidenses al que se llamó Clean Break. “Era un plan para una guerra perpetua de los Estados Unidos en el Medio Oriente, para derribar a todos los gobiernos que apoyaban la causa palestina respaldando a grupos como Hamas y Hezbolá”, informó Jeffrey Sachs [1].

Ante lo expuesto por Sachs ante el Cambride Students’ Union, Trump retuiteó a sus palabras. Sachs señala que lo imputado por él al gobierno de Estados Unidos “no es exactamente el discurso de campaña de Trump, no es exactamente el núcleo de la política exterior estadounidense que se puso tan imprudentemente y de manera despiadada en manos de los extremistas israelíes”, comentó.

Al tiempo, el presidente de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, congresista Brian Mast, lideró el camino para que esa Cámara sacara adelante un proyecto de ley “que probablemente pasará por el Senado y será firmado por el Presidente Trump con sanciones contra la Corte Penal Internacional. En otras palabras, no contra Netanyahu, no contra aquellos que cometen crímenes de guerra, sino contra la Corte por señalar crímenes de lesa humanidad”.

Sachs cita una serie de hechos políticos entre Israel y Estados Unidos que a su juicio “significan por supuesto que el gobierno de Netanyahu está tratando de presionar a Trump para que lance ataques con misiles contra Irán. Y Trump no parece estar muy entusiasmado en este momento, a juzgar por algunas cosas que ha dicho, mientras Netanyahu está usando la orden de la CPI como una razón para no ir a Washington”.

Sachs afirma que no hay dudas de que Netanyahu ha estado en pie de guerra contra Irán durante esencialmente 30 años. “Esta no es una historia nueva, y en medio de todas las guerras que ha provocado, Irán es el último en caer. Y esto es muy interesante porque, como mencioné, su entusiasmo por la guerra en Irak y su entusiasmo por la guerra en Siria son absoluta y claramente parte de una agenda que incluía siete guerras. Para avalar esto tenemos muchos testimonios, pero el más importante es el del ex comandante de la OTAN de Estados Unidos, Wesley Clark”.

Poco después del 11 de septiembre, un alto funcionario del Pentágono le entregó a Clark un documento que incluso sorprendió al militar, dijo Sachs. “Y el general Clark ha hablado extensamente sobre esto desde entonces –puedes encontrar sus discusiones en línea–. Lo que decía ese documento era que la política del gobierno de los Estados Unidos incluía siete guerras en cinco años; esta era la lista de Netanyahu y las siete guerras eran conflictos esencialmente en la región árabe más Irán. Así que se extendían por el Medio Oriente y el Noreste de África e incluían al Líbano, Irak, Siria, Irán, Libia, Somalia y Sudan”.

Fritz anticipó la política de las siete guerras.

Esta idea de las siete guerras era de hecho la política ya a finales del 2000, según Dennis Fritz, “un informante muy importante” que en ese momento era un alto comandante de la Fuerza Aérea y que más tarde fue asignado a revisar documentos clasificados sobre la guerra de Irak en nombre de uno de sus arquitectos, Douglas Feith. “Fritz nos ha dicho en un libro llamado Deadly Betrayal que sí, que esta idea de guerras en serie una tras otra era la política a seguir. E Irak fue la primera de las siete guerras”.

“Eligieron Irak porque pensaron que tenían una excusa en una pieza de legislación aprobada en 1998 durante la presidencia de (Bill) Clinton –esto es mucho antes del 11 de septiembre– llamada la Ley de Liberación de Irak. Es asombroso leerla; es una ley que dice que es intención del gobierno de los Estados Unidos derrocar a Saddam Hussein. Tres años después, “el 11 de septiembre se convirtió obviamente en la excusa, en el momento para actuar. Y se decidió, bajo sionistas clave en el gobierno de los Estados Unidos como Paul Wolfowitz y Douglas Feith, que ahora iban a actuar. Y determinaron cuál sería el orden y el primero fue Irak porque pensaron ‘aquí hay una justificación legal mínima que podemos usar para justificar esta guerra’”.

“Pero no puedes ir a la guerra solo con una resolución del Congreso de 1998, así que tuvieron que inventar la historia y en realidad tenían un grupo de políticas dentro del Pentágono dirigido por un hombre llamado Abe Shulsky [2] para crear la narrativa de la guerra. Y Netanyahu desempeño el papel principal en esa narrativa, hizo apariciones especiales en el Congreso de los Estados Unidos diciendo que esto es lo mejor que se puede hacer.

“Ahora bien, lo que sucedió según Dennis Fritz, y es absolutamente fascinante que así haya sido, fue que Estados Unidos se atascó en Irak. Pensaron que era como disparar a peces en un barril, que era algo fácil, que bastaba con eliminar a Saddam. Cosa que hicieron rápidamente, pero luego hubo inestabilidad local y una insurrección (Estados Unidos tuvo que mantener sus efectivos allí de marzo 2003 a diciembre 2011). Eso es algo que el gobierno de los Estados Unidos nunca entiende, nunca considera, porque no se trata de generales sino de política y sociedad, de lo cual estos tontos no saben nada y siempre hacen todo mal, así que se equivocaron”.

“Estados Unidos se atascó en Irak y las siete guerras en cinco años tomaron más tiempo. Pero la agenda se mantuvo, y este es otro punto muy importante sobre la política exterior estadounidense. Es un aspecto que el Presidente Putin ha señalado en muchas ocasiones: los Presidentes van y vienen, pero hay una profunda continuidad. Después de todo, fue bajo Clinton que se firmó la Ley de Liberación de Irak, fue Bush hijo quien lanzó la guerra en Irak, fue Bush hijo en su último año quien invitó a Ucrania a unirse a la OTAN, pero fue Obama quien presidió el golpe que derrocó al gobierno de Yanukóvich en 2014”.

“Y como dijo el Presidente Putin en su famosa entrevista en Le Figaro en 2017, los Presidentes llegan al poder con ideas pero entonces aparecen hombres con trajes oscuros y corbatas azules que les explican la realidad, y ahí se terminan las ideas; nunca se vuelven a escuchar”.

“Simplemente quería decir que uno de los rasgos de las guerras en el Medio Oriente es que siempre llevan de una a otra porque nunca alcanzan ese punto de milagrosa estabilidad y éxito. Cómo podrían hacerlo, cómo podrían, si están yendo en contra de verdades sociales, históricas y políticas profundamente arraigadas. Por lo tanto, la idea de que Israel va a ser el gran imperio del Medio Oriente y que va a imponer eso por la fuerza y con el poder de los Estados Unidos en una región árabe islámica de cientos de millones de personas es claramente absurda, idiota, suicida. Pero esa es realmente la política de estas personas”.

“Ahora están hablando de guerra contra Turquía. De hecho ha habido un informe del gobierno en Israel que dice eso: que necesitamos prepararnos para una guerra con Turquía y que necesitamos empezar a armarnos para luchar contra Turquía. Que por supuesto es un aliado de la OTAN y tenemos a personas como Michael Rubin diciendo que debemos de estar preparados para matar turcos. Así que nunca termina; es simplemente una guerra perpetua. La gente habla de guerra sin fin, pero es guerra sin final, eso es lo que es. Y es un desastre para Israel y su pueblo porque siempre se encontrarán rodeados de amenazas, por lo que habrá paranoia y radicalización dentro de Israel, alimentadas constantemente”.

“Leí un artículo muy, muy perturbador por cierto de Seymour Hersh, que creo que es cierto, donde describe la radicalización del ejército israelí y las cosas que los soldados y oficiales israelíes están haciendo sistemáticamente en Gaza. Ha habido una propuesta realmente horrorosa, supuestamente proveniente de los generales, sobre cómo lidiar con el problema en Gaza, quejándose de que Hamas no ha sido realmente derrotado y que se está reorganizando. Y nuevamente la tesitura es no negociar, simplemente escalar aún más, hacer cosas que agraven los horrores que ya han ocurrido y que te lleven aún más hacia los crímenes de guerra”.

“Tal como dije, esta no es una estrategia ganadora o exitosa, es un abismo, es un abismo moral y político en el que Israel se hunde cada vez más y arrastra a Estados Unidos con él y a cada Presidente que se involucra en ello”.

“En cuanto a si Trump entiende eso, es difícil decirlo, porque la sensación con Trump es que siempre está en un proceso de aprendizaje pero nunca aprende completamente. Al menos esa es la impresión que tengo. Parte del problema es que hay una visión tan dominante de la opinión del círculo en Washington que inevitablemente contratas a personas que continúan con las políticas de ese círculo”.

“Una de las realidades de Trump en su primer mandato y probablemente otra vez ahora, es que independientemente de lo que él realmente crea, muchos de los llamados lugartenientes realizan maniobras para evitar al Presidente. Tenemos estas memorias de John Bolton, una de las figuras más repulsivas de la política estadounidense, quien se jacta de cómo engañó repetidamente al Presidente Trump cuando él era el asesor de seguridad nacional. No le gustaba lo que el Presidente quería, así que encontraba maneras de engañarlo. Esta es la realidad, y tal vez sea el modus operandi que describe el Presidente Putin sobre las personas que vienen y explican las cosas, y que tal vez no expliquen sino que simplemente engañen al Presidente”.

“Cuando se trata del desastre de Israel, porque es un desastre para Israel –y por supuesto un desastre mayor para los palestinos y para el Medio Oriente que ha estado en llamas durante décadas debido a las políticas Israel–, hay dos aspectos distintos en la historia de Israel que se alimentan mutuamente pero que lo están llevando al desastre. Uno es que la política está dictada abrumadoramente por lo militar y por la seguridad. Esto se ve constantemente: si en los Estados Unidos los políticos son hasta cierto punto una distracción, en Israel son el Mossad y las fuerzas de defensa quienes llevan la batuta más que casi cualquier otra parte de la sociedad. Es un Estado militarizado, un régimen militar, un régimen de seguridad, y tiene todas las características profundas de ser un régimen militarizado. Esto significa que no existe tal cosa como la diplomacia, no hay impresión de que el camino hacia la paz tenga una ruta diferente, que consiste en hablar con la otra parte y encontrar una manera de llegar a una solución. Es un país que durante décadas ha abandonado por completo cualquier diplomacia con el mundo árabe, con el mundo islámico en general o con sus vecinos; nada de diplomacia”.

“El otro hecho de Israel que es realmente asombroso y nuevamente contra-intuitivo, a menos que te sumerjas profundamente en ello –y cuando lo haces es tan desconcertante y diferente de cualquier cosa que pienses– es que hay un fervor religioso extraordinario que también alimenta esto, y no me refiero solo al fervor del nacionalismo y al fervor por un Estado judío, etcétera. Me refiero al fervor con textos literales del siglo VI a.C».

“Esto es algo absolutamente inusual: no existe casi en ningún otro lugar del mundo, pero los rabinos extremistas, los colonos ilegales en Cisjordania y las tropas de las FDA están leyendo textos del siglo VI a.C., como el Libro de Josué en el Antiguo Testamento. Que es un libro sobre genocidio, que dice que Dios dio esta tierra a los israelitas y les instruyó que exterminaran a cada hombre, mujer y niño que vivía allí. Uno de los aspectos interesantes de ese fervor es que el texto dice que esta no era la tierra primigenia e indígena del pueblo judío; era tierra conquistada. No solo conquistada, sino conquistada con una serie de genocidios”.

“Bueno, es muy desafortunado si la política pública se moldea de una manera tan absolutamente extraordinaria. Ahora bien, creo que lo que es tan trágico y alarmante de esto desde mi propia perspectiva –no soy un estudioso del Antiguo Medio Oriente ni de los 1.600 años de historia judía bajo estos textos, pero les diré como observador político– es que los fanáticos han perdido su Estado en repetidas ocasiones durante este periodo. Los antiguos judíos tuvieron rebeliones contra adversarios poderosos basadas en un fanatismo que terminó destruyéndolos. Uno de los episodios más famosos es la rebelión contra el Imperio Romano del año 66 al 73 (primera de tres) que llevó a la destrucción del llamado segundo templo en Jerusalén. El punto es que se rebelan contra el Imperio Romano y piensan que es una buena estrategia de Estado. Bueno, terminó con la pérdida del Estado y del templo para esos fanáticos y eso fue seguido durante 1.800 años más; fue un desastre”.

“Ahora, si uno se aleja del fanatismo de las interpretaciones literales de los textos sagrados antiguos y observa una región con 400 millones de personas; si se considera el derecho internacional, la justicia simple, la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, uno no querría perder al Estado de Israel haciendo demandas que son tan contrarias a cada norma estándar y ley que tenemos en la escena internacional. Pero ese es el camino que Israel está siguiendo y que los Estados Unidos han alimentado ciegamente”.

“En la administración de Biden se alimentó un fracaso desesperanzador e imprudente al seguir, apoyar, financiar, armar y proporcionar inteligencia para este conjunto de acciones completamente destructivas, crueles, imprudentes e ilegales de Israel. Y nuestro secretario de Estado, en su entrevista de despedida, dice: ‘No, todo está perfectamente bien’. Bueno, adiós señor Blinken, al menos con Donald Trump regresando tenemos una posibilidad de algo diferente”.

Notas:

[1] Economista y profesor estadounidense, destacado por su trabajo en el campo del desarrollo sostenible, la macroeconomía global y la lucha contra la pobreza. Fue director (2002-2016) del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia y asesor especial de las Naciones Unidas en relación con los Objetivos del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En 2015 recibió el Premio Planeta Azul. Dos veces ha sido incluido en la lista de las personas más influyentes del mundo, elaborada por Time Magazine.

[2] Abram Shulsky es un académico neoconservador que ha trabajado para el gobierno de Estados Unidos, la Corporación RAND y el Instituto Hudson. Shulsky fue director de la Oficina de Planes Especiales. En el período previo a la invasión de Irak en 2003, Shulsky aprobó memorandos con puntos de discusión sobre Irak y las armas de destrucción masiva y el terrorismo. Shulsky es crítico del análisis de inteligencia tradicional, que se basa en el método científico-social, y de las agencias de inteligencia independientes. Shulsky está a favor de un modelo de inteligencia militar que pueda utilizarse para apoyar la política ya que, en sus palabras, “la verdad no es el objetivo” de las operaciones de inteligencia, sino “la victoria”. También trabajó para la administración de George W. Bush en la “Oficina de Planes Especiales”.

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/la-guerra-perpetua/