2 de septiembre de 2025

Perú: Censo 2025

Pedro Francke

"No hay análisis serio de nuestra sociedad ni gobierno efectivo sin información estadística"

Se está llevando a cabo el censo nacional 2025. Es importante un censo ahora porque desde el anterior, que fue el 2017, nuestra demografía ha cambiado por la fuerte inmigración venezolana y la pandemia del Covid-19.

Los censos son algo fundamental para cualquier Estado. Son indispensables para hacer el planeamiento de las inversiones públicas y los programas sociales. Hoy en el Perú hemos regresionado fuertemente en la calidad de la gestión pública. Dina ha canjeado ministerios con APP y Fuerza Popular por sus votos en el Congreso, aceptando ministros incapaces que han repartido los cargos a sus partidarios igualmente carentes de profesionalismo. Por otro lado, la discusión de los programas económicos y sociales tiene cada vez menos racionalidad y sustento científico; se rige por estrechos intereses particulares –como las exoneraciones a los agroexportadores– o por ideologías medievales –como cuando se niega el aborto terapéutico a niñas violadas sometiéndolas a un sufrimiento innecesario. Videos en redes carentes de sustento superan en influencia a la información verídica y el análisis de calidad profesional. Pero no podemos seguir como el cangrejo, es indispensable recuperar el conocimiento científico como una guía fundamental de la acción del Estado y la sociedad, y para eso hace falta información.

Datos claves que nos dará el censo son la población por cada centro poblado y manzana, nuestras edades, el nivel de educación al que hemos llegado, el acceso al agua, electricidad e internet, la migración, las discapacidades y el trabajo.  El género también es información importante, pero en este censo no se ha querido reconocer que hay personas cuya identidad de género es diversa, con lo que una vez más se invisibiliza a la población LGBTIQ+.

Tener los datos censales es importante, además, porque conocemos mucho de nuestra realidad social y económica a partir de encuestas que hace anualmente el Instituto Nacional de Estadística (INEI). Hay una encuesta de hogares llamada ENAHO que se usa para estimar los datos de pobreza, condiciones de vida y varios otros temas; hay una encuesta de salud llamada ENDES que nos arroja indicadores en temas claves como anemia, desnutrición y salud reproductiva; hay una encuesta de empleo llamada EPEN y hay algunas otras encuestas más. Empresas privadas hacen las encuestas “de opinión”, como esas en las que vemos cómo Dina Boluarte y el Congreso son repudiados por el 95 por ciento de los peruanos. Todas ellas tienen el censo nacional como base sobre la cual se define la muestra y se asientan las cifras publicadas. ¿Por qué? Mediante la ciencia estadística las encuestas buscan representar una totalidad nacional, pero este “universo” requiere del censo para identificarlo en detalle, así que sin censo no hay encuesta con validez estadística.

Por supuesto que el censo tiene sus limitaciones y la exclusión de la población indígena ha sido un problema recurrente. Por décadas los censos no llegaban a lugares alejados y eso fue particularmente grave en las zonas de la selva a lo largo de nuestra historia. Por eso, desde 1993 se han hecho esfuerzos especiales para registrar a las comunidades indígenas de la amazonía. Ojalá este año el censo tenga buena llegada en estas zonas. Otro avance es que, similar al del 2017, este censo pregunta cómo nos sentimos en razón de nuestras costumbres, tradiciones o antepasados. Información similar se registró hasta el censo de 1940, pero luego se la retiró hasta 2017. Hoy en día, en Latinoamérica y muchos países del mundo se registra la etnicidad y hacerlo es una recomendación de los organismos internacionales. El censo de 2017 mostró que uno de cada cuatro peruanos (25 por ciento) se identificaba como quechua, aimara, indígena amazónico o de algún otro pueblo originario. Para toda nuestra población serían unos 7 millones y medio de peruanos indígenas, aunque solo se registró para los mayores de 12 años. De este grupo, la identidad quechua es la gran mayoría mientras que los indígenas amazónicos son el 4 por ciento. Veremos cómo sale esto en el nuevo Censo 2025.

Debo confesar que tengo ahora una estima especial a los censos. Sucede que en los últimos dos años y medio he venido haciendo investigaciones con esta base de datos, primero junto a César Huaroto y Claudia Vivas sobre la mortalidad en la niñez y más recientemente también con Rossana Mendoza sobre embarazo adolescente. Hemos trabajado los censos de 1981, 1993, 2007 y 2017, que al registrar a toda la población posibilitan mirar la realidad social con una lupa de mayor detalle que el análisis de las encuestas no permite. Antes el esfuerzo computacional para procesar millones de datos censales no estaba al alcance, pero ahora sí. Hemos encontrado que la desigualdad en la mortalidad infantil y el embarazo adolescente sigue siendo muy grande y que hay grupos socioeconómicos en los cuales estos indicadores casi no han mejorado o, incluso, han empeorado en estas décadas.

En mi vida adulta, he pasado por los censos de 1981, 1993, 2007 y 2017. Fueron hechos en las ciudades en un solo día y con inmovilización, era obligatorio quedarnos en nuestras viviendas todo el día y las calles quedaban vacías, pero en zonas rurales duraban quince días o más. Este año es distinto. Acorde con la experiencia internacional de las últimas décadas ya no se hace encerrándonos durante un día sino a lo largo de varios meses y quienes registran la información son censistas capacitados, ya no voluntarios. Se piensa que así tendremos mejores datos con menor costo social.

El asunto de fondo es que tener buenos datos del Censo 2025 es importante porque no hay análisis serio de nuestra sociedad ni gobierno efectivo sin información estadística. Ya insistía en eso José Carlos Mariátegui casi cien años atrás en un artículo publicado en 1926. Colabora, ábrele la puerta al censista y regálale unos minutos al país.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 747 año 16, del 29/08/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

Perú: El miedo conocido

Juan Manuel Robles

"Esos policías tienen todavía la capacidad —se confirma— de generar aquel efecto que aterra y paraliza, como a ratas condicionadas"

Hay algo de lo que no se habla en la discusión sobre la censura al libro de Víctor Polay Campos en la Feria del Libro de Lima y los hechos posteriores. Me refiero al miedo. El libro es un testimonio de parte de un líder subversivo encarcelado, que en varios pasajes hace una autocrítica y pide perdón a las víctimas. Pero no importa. Para la división antiterrorista, el objeto es el cuerpo del delito, la evidencia física de un ilícito grave. De ahí en adelante, lo que queda es determinar si la responsabilidad recae en pocos o en muchos. Empieza así una dinámica que ya conocemos en el Perú (aunque muchos parecen haberse olvidado). La de crear una atmósfera de temor para que otros cooperen.

Porque uno nunca sabe cuándo está siendo cómplice del terrorismo, o eso nos hacen creer. Cuidado. No son solamente los editores que publicaron el libro de un subversivo. Haber aprobado el lanzamiento, por ejemplo, te incrimina también. ¿Cuánto? Eso depende. ¿Conocías el contenido? ¿Hiciste algo para evitar su exhibición? No es necesario ser consciente de lo hecho para que puedas terminar salpicado. Las leyes antiterroristas de los noventa siguen vigentes, son serias y tienen brazos largos.

Ya se abrió una carpeta. Ya se inició la investigación. Los editores implicados van a tener que ir a la Dircote a declarar. Puede que las pesquisas se extiendan a otros. A los organizadores de la feria, por ejemplo. Pueden pasar muchas cosas.

Salvo que colabores. Si colaboras, todo puede ser más fácil. Lo harás, ¿no es cierto?

La editorial Achawata, que publicó el libro Revolución en los andes, del líder del MRTA, ha acusado a la Cámara Peruana del Libro de estar involucrada en la denuncia que un “ciudadano anónimo” hizo contra ellos. Dicen que tuvieron acceso al atestado. La Cámara Peruana ha negado los cargos. La editorial ha insistido y asegura que tiene pruebas. Aducen también que la Cámara los presionó para cancelar la presentación del libro de Polay, en vez de defenderlos en su calidad de agremiados.

No se sabe a ciencia cierta qué pasó. Lo que me parece claro es que en algún momento de esta historia ha intervenido un factor poderoso: el miedo —pánico— a verse involucrado. El ánimo de salvarse el pellejo no importa si en el camino se permite —por acción u omisión— que un inocente sea tratado como un criminal. Ese zafar cuerpo, esa disposición a allanarse a las autoridades, a alimentar una acusación así sea a todas luces absurda —y pueda arruinar a un semejante—, nos remite a los capítulos más oscuros del conflicto armado. Lo alucinante es que estamos en 2025, el MRTA ya no existe ni amenaza, y la Dircote lleva veinte años sin evitar un atentado de esa organización (o alguna afín). Y, sin embargo, esos policías tienen todavía la capacidad —se confirma— de generar aquel efecto que aterra y paraliza, como a ratas condicionadas.

Nadie quiere mojarse ni arriesgar nada aunque estemos frente a un abuso evidente, porque las autoridades nos recuerdan las consecuencias posibles, lo que puede pasar si no dejas claro que no estás con “ellos”. ¿Y qué puede pasar?

Si no lo sabes, te cuento lo que les pasó a los jóvenes directores de Achawata, los esposos César Coca y Magdalena Suárez. Poco después de la presentación frustrada, unos veinte policías entraron corriendo a la feria y fueron a su stand. Dijeron tener una “nota criminal” debido a la denuncia anónima de un “ciudadano colaborador” que les avisó de la venta de un “libro del MRTA”. Primero quisieron llevarse un ejemplar sin pagarlo. Luego empezaron a tomar fotos. Como había un alboroto, una funcionaria de la organización de la feria habilitó el camerino para los oficiales. Los policías se llevaron a Coca. Pasó más de una hora y no regresaba.

Magdalena Suárez tuvo miedo de que lo hubieran arrestado. En realidad, lo estaban interrogando. Después, ya con el abogado, se enterarían de que aquel interrogatorio era ilegal.

La policía pidió también los DNI de todos los trabajadores del stand (la mayoría de los cuales solo trabajaban allí como vendedores). Fue un despliegue de prepotencia.

Luego de eso, citaron a Coca y a Suárez a declarar a la Dircote. El interrogatorio duró, en el caso de Magdalena, casi dos horas, y en el caso de César más de cuatro horas. Además de los policías, estaba el fiscal y el procurador.

El documento que ha elevado la Dircote señala que el libro de Polay justifica, enaltece y exalta al grupo terrorista. Es un informe hecho para sustentar el inicio de un proceso penal. Como el caso se ha vuelto mediático y la ausencia de apología al terrorismo ha sido bastante argumentada, es probable que esto no pase a mayores. Pero la intención de estos señores —que, en ausencia de terroristas, justifican su partida presupuestal persiguiendo idolatrías— es clara. Y, como se ha visto, tienen el poder de hacer que ciertas cosas sucedan.

Es eso lo que infunde miedo. Todos los silencios sobre el hostigamiento a Achawata, todos los que callan en siete idiomas, todos los que, siendo escritores o editores o comunicadores no se pronuncian, tienen un temor que llega desde otras épocas, de ese Perú donde se volvió normal echar por terruco al vecino, aunque no estuvieras seguro, para no complicarte, para que no te acusaran a ti, de cómplice.

Por supuesto que no se puede menospreciar este miedo. Es difícil condenar a alguien que defiende sus intereses y su familia. Pero sí creo que, tantos años después de un conflicto armado que ya no está, es tiempo de que la indignación sea más grande que ese temor. Es tiempo de rectificar el gran error que fue consentir que las autoridades extiendan a su antojo la categorización de “terrorista” y todo por miedo a que se nos considere afines a la subversión.

Y una de las primeras formas de hacerlo es defender en masa a la editorial Achawata y a sus directores, Magdalena y César, que hoy están en problemas y necesitan nuestra firmeza: unos emprendedores de la cultura con tesón y solidaridad, que en sus cortos cuatro años no solo han publicado decenas de obras que tratan de explicar este país surreal, sino que además se han dado el trabajo de hacer una Colección Popular de títulos a diez soles.

Además, como sabemos, esto no es un “exceso” de las autoridades en su noble afán de defendernos del virus del terrorismo. Esta es la ejecución de una forma de control social que se sofistica cada año, y que se ha vuelto una policía de la consciencia. Mientras el marco legal permita estos absurdos que dañan, la presión de los que tenemos una tribuna debe ser fuerte, total y vigorosa, para contrarrestar.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 747 año 16, del 29/08/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

1 de septiembre de 2025

“Me defino como ex-humana”

Cecilia Méndez

Pero, ¿puede el interés económico y la conveniencia política explicar tanta indiferencia, que, valga la aclaración, es de los gobiernos y no de los ciudadanos, quienes más bien se movilizan en solidaridad y son brutalmente reprimidos?

“Me defino como ex-humana”, dice Rita Segato, la afamada intelectual argentina en una reciente entrevista.  “Porque no quiero pertenecer a esta especie siniestra, genocida”. Y prosigue: “después de Gaza me queda muy difícil sentir optimismo en relación a nuestra especie”.  Luego cita a Francesca Albanese, relatora de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados: “Gaza es el último clavo en el ataúd de la carta de los derechos humanos”. 

Un genocidio que nos involucra a todos

He discrepado alguna vez públicamente con Segato, pero ahora no puedo estar más de acuerdo con ella. Hay dos razones que hacen al genocidio palestino distinto a otros, al punto de poner a prueba la catadura moral de humanidad que sugiere la drástica sentencia de Segato. La primera es que  nadie  puede decir que no  sabe lo que está pasando, a no ser que sea desee no saberlo(wishful ignorance), ya que se trata del primer genocidio transmitido en vivo, y por  sus propias víctimas , quienes filman su propia exterminación desde las pantallas de su teléfono, enviando mensajes tan desesperados  como desoídos para que dejen de masacrarlos y que se abran las fronteras y puedan ingresar la ayuda humanitaria bloqueada por Israel desde marzo, en que rompió unilateralmente el último cese al fuego. La segunda razón es que la economía del país perpetrador del genocidio, Israel, está a vinculada prácticamente a todo el orbe, sea como proveedor de armas y de entrenamiento militar y de inteligencia (sin excluir el Perú, y gran parte de América Latina); tiene en la Unión Europea a su principal sociocomercial, y es dependiente de EEUU para al menos el 70 % de las armas que usa en el genocidio de Gaza y para despojar a los palestinos de sus tierras en Cisjordania.   El entramado de empresas y estructura económica que financia, posibilita y lucra con el genocidio de palestinos (y eso incluye a Elbit Systems, la más importante empresa de armas israelí, con la que el Ejército Peruano acaba de firmar una licitación, como informa un puntilloso reportaje de Elia Y. Diz en Hildebrandt en sus 13), está detallado en el  informe de Francesa Albanese “De la economía de ocupación a la economía del genocidio”, de julio de 2025.

Pero, ¿puede el interés económico y la conveniencia política explicar tanta indiferencia, que, valga la aclaración, es de los gobiernos y no de los ciudadanos, quienes más bien se movilizan en solidaridad y son brutalmente reprimidos? 

Deshumanización, invisibilización, apartheid

Un genocidio nunca ocurre de un momento a otro, dice Albanese, en un texto que he citado antes en este espacio: “es un proceso que empieza con la deshumanización del otro”.  Si bien Israel lleva deshumanizando a los palestinos desde su fundación como un Estado de apartheid en 1948 sería tal vez más apropiado decir que la deshumanización de los palestinos fue la​ condición de la creación del Estado de Israel. Esto es, sino nos ceñimos a la definición de humanidad de Hannah Arendt. Para esta pensadora judía alemana, cuando en Francia se da “la declaración de los derechos de hombre” en 1789, estos se pensaron “en abstracto” como si el hombre fuera independiente de la historia, en singular, despojado de la pluralidad y de la comunidad política (The Origins of Totalitarianism, ed., 1968 p. 298). Pero en la práctica los derechos humanos nunca funcionaron así porque “el mundo no encontró nada sagrado en la desnudez abstracta de ser humano” (p. 299). Es decir, Arendt, percibió que los derechos humanos solo podrían ser reclamados por, o reconocidos a, quienes eran parte de un Estado nacional, de allí que Hitler decidió despojar a los judíos de su ciudadanía antes de mandarlos a los campos de concentración. En otras palabras, “la perdida de los derechos nacionales (…)  significó la pérdida de los derechos humanos”, tanto así que un criminal tenía más derechos que un judíodesnacionalizado. Los judíos desciudadanizados salía de la esfera de la ley, no se les atacaba por algo que hubieran hecho sino por ser quienes eran.  

Esta idea, que “solo la pérdida de una comunidad política expulsa al hombre de su humanidad” (p. 298) nos da la clave irónica para entender la deshumanización de los palestinos hoy, y antes y después, de 1948.  Y este derecho a la pertenencia una comunidad política, a un Estado, o siquiera a formar una​ resistencia armada que el derecho internacional considerad legitimo cuando se está bajo una ocupación ilegal armada, como es el caso de Palestina, se les sigue negando. Los palestinos, como decía Arendt de los judíos, no tienen que ser culpables de nada para ser exterminados; simplemente ser.

Terrorismo, el poder silenciador de un término 

Por ello, tampoco los periodistas pueden hacer su trabajo sin ser acusados de terroristas, “militantes de Hamás”, como lo prueba el brutal asesinato de cinco periodistas palestinos de la cadena Aljazeera en un ataque aéreo de Israel, estando su tienda de campaña que fungía de oficina de prensa, elevándose a más de 269 la cifra de periodistas palestinos asesinados por Israel en Gaza desde el 7 de Octubre de 2023.  No tardaron en salir los titulares en The New York Times y Reuters replicando la acusación infundada de Israel de que el más conocido entre ellos, Anas al-Sharif, era un combatiente de Hamás. En Gaza, como dijo visiblemente incómodo el analista palestino Ahmed​ Najar en una entrevista en Aljazeera, parafraseo: “los doctores no pueden ser doctores, ni los maestros maestros, ni los médicos médicos, ni sus hijos son sus hijos, ni los colegios colegios”.  Para Israel no son tampoco humanos; son “Hams”.  Dijo además Najar cómo una entrevista en ABC cuando no habían pasado ni 24 horas del asesinato de sus coterráneos, todo el marco de la entrevista giro en torno a si al-Sharif era de “Hamás”

Omar el Akkad, escritor egipcio, sugirió en su libro One Day, Every One Will Have Always Been Against This, que el término terrorismo tiene “un poder silenciador” y se aplicaselectivamente a la “gente marrón”. No solo deshumaniza al “terruqueado” sino a quien quiera decir que es un simple humano. Según el analista palestino Mouin Rabbani, Israel no pretende a estas alturas convencer a nadie de que al-Sharif era de Hamás; o dice porque sabe que los medios occidentales harán eco de la acusación y sembrarán la duda. Eso basta para deshumanizarlos.

¿Cómo acabar con un genocidio?

Najar, dijo por último, que históricamente los genocidios solo han acabado de dos formas:  intervención militar o sanciones drásticas. Creo pues que los gobiernos que han permitido, apoyado o co-perpetrado los horrores que hemos visto en Gaza, no van a moverse por sí mismos.  Toca, como ciudadan@s, seguir movilizándonos colectivamente con todas nuestras fuerzas para empujarlos a hacerlo e individualmente, desligarnos de cualquier empresa que lucra con el genocidio, teniendo en mente las palabras del historiador israelí Ilan Pappé: “El mal  no avanza sólo por los que hacen el mal sino por los que no hacen nada para evitarlo”.

https://larepublica.pe/opinion/2025/08/17/me-defino-como-exhumana-por-cecilia-mendez-hnews-967266