6 de noviembre de 2018

El fujimorismo se extinguió

Rolando Breña Pantoja

Fuerza Popular es ya historia. Historia no para olvidar, sino para recordarla siempre. Un posfujimorismo que creyó que su mayoría aplastante en el Congreso era patente de corso para instrumentar autoritarismo, dictadura, impunidad, violencia política, destrucción y asalto institucional. Convencidos que ese era el asfaltado camino para llegar en éxtasis a la victoria electoral el 2021.

Ella misma cavó su sepultura. Ella misma se desplumó del aparente plumaje de pavo real, para quedar deducida al mísero cuerpo tembloroso y desnudo de un polluelo a punto de ser hervido en una cacerola.

La aparente fortaleza del cuerpo político de Fuerza Popular siempre fue un espejismo. La columna vertebral de su alucinada unidad se basó en la coincidencia de las ambiciones desmedidas de cada cual, buscando a partir de su aparato “partidario” poder y ventaja.

El fujimorismo de Alberto Fujimori no existe más. Salvo como tendencia del asalto al poder a cualquier medio y su ejercicio egocéntrico, autoritario, presuntuoso, arrogante y discriminatorio. Su rostro “renovado” descubre cada vez más la mascara o el maquillaje que la vida y sus hechos se encargan de despintarlo y desdibujarlo aceleradamente.

Hoy el fujimorismo de Keiko y sus amigos, ni siquiera es el recambio que el modelo neoliberal necesita. El kekismo es ya, incluso, una rémora para su continuidad. Dentro del modelo, sus sostenedores, ideólogos y beneficiarios viven un proceso de reordenamiento y reacomodo, antes que la población pueda encontrar una alternativa desde abajo con contenido antineoliberal.

Precisamente en estas condiciones es previsible una diáspora, un proceso “Sálvese quien pueda”, no solo para librarse de las consecuencias políticas, de investigaciones y procesos judiciales, también para intentar cobijarse en otras tiendas políticas. Total, en muchos de ellos, demostradamente entre sus parlamentarios, cambiar de logo político es una inveterada costumbre practicada con entusiasmo y fervor conmovedores.

Cómo no recordar al Viejo Don Francisco de Carbajal, que, mesándose los cabellos frente a la deserción masiva de sus tropas en combate, canturreaba: “Estos mis cabellicos maire, uno a uno se los lleva el aire. Corren apuestas para ver a muchos jerarcas del keikismo quedarse calvos.

Quizás sea “descabellado” meter al trío “Los Panchos”, cuando cantan “Yo siento en el alma tener que decirte / que mi amor se extingue como una pavesa / y poquito a poco se queda sin luz.” Bueno, no se extinguirá el amor con el fujimorismo, ciertamente, sino otras no precisamente amorosas; tampoco se quedarán sin luz, pues es luz la que siempre les fue escasa.

En pocos días, horas tal vez, veremos el comienzo irreversible del fin de una agrupación que tuvo en la prepotencia uno de sus principios de hacer política y en la impunidad su camino diario.

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