Un balance a medio año, aún preliminar, de la pandemia, muestra claramente que el continente más golpeado es América, en sus dos partes: los Estados Unidos de Norteamérica y Latinoamérica. Algunos datos: el país con más casos de Covid-19 en el mundo es Estados Unidos, llegando a los 2 millones 750 mil casos, le sigue Brasil con un millón y medio. Todo el continente pasó los 5 millones de casos. Medido por millón de habitantes, en América hay en promedio 15 veces más casos que en el resto del mundo. Si nos fijamos en la mortalidad, Estados Unidos ya pasó los 130 mil muertos y el continente el cuarto de millón, y eso que en varios países como Perú, México y Brasil hay muchos fallecidos por Covid-19 que no han sido contabilizados.
Comparen con China, cuya población excede a la de toda América en 300 millones de personas. Allá empezó la pandemia así que uno esperaría que, por la sorpresa y desconocimiento, fueran los más golpeados, mientras que nuestro continente, con el anuncio de lo que se venía y lo aprendido en el pellejo de otros, podría hacerlo mejor. Pero no. En China los muertos por Covid-19 no llegan a 5 mil, la cincuentava parte que en América. No es solo China, ojo: el primer caso de coronavirus en Corea del Sur se dio el mismo día que fue el primer caso en EEUU, pero si alguien se trasladaba ese día de EEUU a Corea su probabilidad de morir (a la fecha) hubiese sido apenas una setentava parte que quedándose donde gobierna Trump.
La tendencia en nuestro continente, además, es desfavorable. Los tres países más poblados, Estados Unidos, Brasil y México, están en una dinámica de aumento de casos, en Estados Unidos con el agravante de que se trata de una segunda ola que por su magnitud parece un tsunami.
LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA
Lo que sucede en Estados Unidos es increíble. Se trata de una “potencia”, es decir, un centro de alto poder: tienen una gigantesca economía, son los primeros en tecnología, su moneda es la base de las finanzas y comercio mundiales. Pero aunque tienen una democracia que se acerca a los 250 años de vida, ahora son los campeones en número de casos y de muertos, y su tasa de mortalidad por millón de habitantes va camino a ser también la mayor (hay varios países europeos adelante pero todos ellos han logrado doblar la curva y controlar los casos a la fecha).
Tampoco es que les vaya mejor en su economía: el FMI proyectó que caería 8 por ciento este año, pero esa proyección fue antes de que este segundo tsunami se desatara, con esta evolución de la epidemia seguramente habrá un par de puntos más de caída (China es la única gran economía que crecería este año según el FMI). EEUU empezó junio con 20 mil casos nuevos de coronavirus por día, y cerró el mes con el doble: 40 mil casos diarios. Su primera ola fue entre mediados de marzo y fines de abril, donde la epidemia cayó durísimo en Nueva York y estados aledaños, donde ya la curva bajó. Pero ahora el Covid-19 se ha desatado en muchos otros estados, con algunos grandes del sur y oeste como Florida, Texas y California muy afectados. Dada la amplitud de los centros de contagio y considerando que allá están en verano que es cuando los coronavirus se expanden menos, las perspectivas no son alentadoras.
La razón está clara: su estupidísimo presidente, que se la ha pasado ninguneando a la enfermedad, negándose a usar mascarilla y a legislar su uso obligatorio, promoviendo medicamentos sin prueba de eficacia y hasta hablando de inyectarse cloro, y dejando de lado los consejos de expertos y del CDC (Centro de Control de Enfermedades). La semana pasada, en un mitin de campaña que por cierto le salió muy mal en Tulsa, Oklahoma, Trump tuvo el descaro de decir que, como al hacerse más pruebas se descubrían más casos, le había dicho a sus colaboradores que no hicieran tantas pruebas. No deja de sorprenderme que una potencia mundial con democracia consolidada no haya podido tenido “checks and balances”, equilibrios de poder, que aseguren una actuación mínimamente racional de su gobierno.
Para agravar las cosas, en un estado federal como son los EEUU varios gobernadores de su partido republicano (como en Texas y Florida) se han rehusado a promover el uso de mascarillas y permitido reuniones masivas que favorecen el contagio. Otra parte del problema han sido grupos que tras un discurso hiper-individualista se rebelan contra cualquier medida social como las mascarillas, sumado a una enorme ola de protestas desatada por el brutal asesinato de un afroamericano detenido por la policía, asesinato que fue grabado en video y que se suma a una larga historia de racismo y discriminación. Las protestas eran totalmente legítimas, pero muchas de ellas se hicieron sin las medidas de cuidado que ahora se necesitan contra el Covid-19.
¿Se recuperarán los Estados Unidos? La vacuna, que esperamos llegue y que no demore tanto, resolvería muchos problemas, y dado su poder los EE.UU. estarán entre los primeros en tenerla. Pero hasta entonces, la epidemia seguirá cobrando muchas vidas y su economía seguirá medio parada por medidas de seguridad. Esperemos que las elecciones saquen a Trump, pero es dudoso que Joe Biden tenga la capacidad como para re-enrumbar a los EEUU como es necesario. A nivel internacional, su reputación ante el resto del mundo ya ha quedado mellada por largo tiempo.
LATINOAMÉRICA
América Latina también está fatal. Hay de todo, es cierto, con países exitosos contra el coronavirus como Uruguay y Costa Rica, pero vamos, ellos siempre fueron más europeos que latinos. De los países grandes, Argentina es a quien le está yendo menos mal, mientras que en México aplican desde un inicio eso de hacer pocas pruebas y dejar de registrar casos. A Brasil y los países de la comunidad andina, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia, no nos está yendo nada bien. Varios tenemos muchísimos muertos y estamos bien arriba en la tabla de fallecidos por millón de habitantes, caso de Chile, Perú y Brasil. Bolivia y Colombia tienen menos casos y menor mortalidad total pero una curva claramente ascendente. Ya sea por donde estamos o por hacia donde se dirigen, ninguno de nuestros vecinos pinta bien.
Uno podría explicarlo porque de alguna manera padecemos los mismos males, pero en cierto sentido cada caso es único. Los males comunes: herencias coloniales, estados débiles, altos niveles de desigualdad, democracias endebles, baja industrialización, atraso tecnológico. Estos problemas se agravaron con las políticas neoliberales aplicadas desde los años 90 del siglo pasado; el Perú destaca como caso grave tanto por su historia como por la aplicación ininterrumpida de esas políticas por tres décadas. Ninguno en Latinoamérica tenía la capacidad de China y otros países asiáticos (Japón, Corea, Singapur) y algunos europeos (Alemania, Dinamarca) de aplicar una fuerte política de pruebas, seguimiento de contactos y aislamiento, de controlar de manera efectiva territorios con fuerte contagio, y de tener sistemas de salud capaces de responder al nivel requerido.
Argentina, pese a la pésima situación económica en la que la dejó el derechista Macri, mantenía un mejor sistema de salud y quizás un liderazgo sensato con asentamiento social, y aunque le va mejor no ha podido controlar la epidemia. A Chile le ha pasado fuerte la factura la respuesta pro- empresarial de Piñeira, que con la misma mirada de mantener los grandes consorcios operando, se resistió a aplicar una cuarentena hasta que la epidemia explotó al punto, que ahora tienen los peores indicadores de la región. Chile tiene un estado mucho más fuerte que el peruano; pero como en Estados Unidos, eso no sirve para nada si quien lo dirige no opta por defender la vida de la gente, sobre todo ante tanta desigualdad como la que ellos tienen. Es como los fondos fiscales acumulados por el Perú, esos que se dice eran nuestra gran fortaleza de los años anteriores, pero que al no usarse para aliviar la extrema necesidad de la gente, terminan siendo inútiles, desperdiciándose la potencia que hubieran podido tener contra la epidemia y la recesión.
Brasil es quizás el peor caso. En cifras totales es puntero en enfermos y muertos, viéndolo por millón de habitantes su mortalidad está entre las mayores del mundo. Tienen, para la región, un sistema de salud que no es tan malo, su estado tiene una base económica fuerte y la industria (con capacidad para producir medicinas y equipos médicos incluso) es la más potente. Pero su presidente Bolsonaro, un derechista caudillo y autoritario tipo Trump, le gana a ese en idiotez y en su terquedad en negarse a reconocer la epidemia y su gravedad. A los brasileños no les ha ido peor sólo porque varios gobernadores importantes, siendo un estado federal, han tomado medidas.
FUTURO INCIERTO
Este es un balance muy preliminar de la epidemia Covid19 en las Américas. Vivimos tiempos de gran incertidumbre, así que es posible e incluso probable que en pocos meses buena parte de lo acá escrito pierda validez. La India, un país subcontinente de 1,300 millones de habitantes, con altos niveles de pobreza y congestionamiento urbano, registra una epidemia baja pero creciente sumamente preocupante que puede cambiar el mapa mundial.
Aún con todo lo particularmente brumoso que resulta el futuro cercano, hay que irle tomando el pulso a lo que viene sucediendo. Esta epidemia va camino a convertirse en una gran debacle que marcará el siglo XXI y que afirma las posibilidades de que esta se defina como la centuria del lejano oriente.
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