8 de septiembre de 2020

Control de daños

 Jorge Bruce


Se nos ha machacado hasta la náusea la derrota del Perú ante la pandemia del COVID-19. No sin razón. Sin embargo, hemos salido de otras. La Guerra del Pacífico es un ejemplo que suele citarse. En la presentación en la FIL del libro Afrontar el desastre –en el que tuve el honor de participar con un ensayo, junto a Alicia del Águila, Carmen McEvoy y Ricardo Cuenca–, publicado por Penguin Random House, hablamos de esto. Carmen nos explicó que lo peor de la Guerra con Chile vino después. Es decir, a la catástrofe de las pérdidas bélicas y la invasión del ejército del sur, se añadieron viejos males peruanos: corrupción, carencia de noción de bien común, ineficiencia, y un largo etcétera que puede resumirse en el comportamiento del Congreso.

El virus nos ha dejado KO. Esto no hay cómo negarlo. Por lo tanto, a la par que continúa el combate para contener y mejorar lo que se pueda –a nivel sanitario, económico y social–, nos toca un control de daños que no sea tan solo un recuento de los muertos y las cuantiosas pérdidas económicas.

Esto es algo que se puede y debe hacer desde ahora. La nueva campaña de comunicación del Gobierno, por ejemplo. Es pertinente el enfoque en el cuidado del otro. Incluso el tono dramático, tanático, puede ser útil. Recordarnos que el coronavirus no mata solo es necesario. Sin embargo, varios especialistas han incidido en que, pese a lo adecuado del mensaje basado en el miedo, es necesario establecer un vínculo en el que se incluyan otras emociones.

En buena cuenta, no limitarse, en los mensajes de las siguientes fases de la campaña, a incidir en el problema del contagio por desobediencia de las indicaciones gubernamentales. Es preciso apelar a emociones que –sin ignorar el factor fatiga y una suerte de adaptación resignada a la pandemia– susciten una identificación con un proyecto nacional inclusivo. El que nunca hemos tenido, a decir verdad. Juan José Millás, escritor español, lo entiende, en un artículo en El País (“Ah, era esto”), como atar cabos: “Al atar cabos se unen cosas o personas que hasta ese momento nada tenían que ver entre sí”. Lo cual, tenemos que asumirlo, describe nuestro desflecado lazo social.

En una sociedad en donde solo se confía –y esto es– en las personas del entorno más cercano, es tiempo de tender puentes republicanos para, usando la palabra de moda, reinventarnos como comunidad.

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