7 de septiembre de 2020

El efecto dominó


Gustavo Espinoza M.


Dicen los que conocen del caso que “el efecto Domino” es una suerte de reacción en cadena. Y ocurre cuando un pequeño hecho se reproduce y causa otro; y éste, a su vez, uno tercero similar, hasta convertirse en una cadena.  Y se le compara al juego de Dominó porque linda con la caía de fichas en posición vertical: cuando cae una, lo mismo ocurre, una a una, con las otras.

Esto suele suceder también en el plano político. Un ejemplo relativamente reciente pudo constatarse dramáticamente en el derrumbe del bloque socialista en Europa del Este. Primero, fue Varsovia. Después Bucarest. Luego, Praga, Más tarde Budapest y finalmente Sofía. En última instancia, Belgrado sufrió el efecto de una agresión infame que descuartizó a la martirizada Yugoeslavia. Y es que los adversarios del socialismo no querían nada en pie. Estaban empeñados en arrasar todo, que no quedara piedra sobre piedra, para que no resurgiera más. Para ellos, era el fin de la historia Su victoria final. Su sueño. ¡Ilusos!

En nuestro continente sucedió algo similar. La experiencia de Cuba hizo que el Tío Sam se secara la barba y se dispusiera a impedir -a cualquier costo- una experiencia similar en América. Primero, fue Brasil, en el 64. El Golpe de Estado urdido la CIA en colaboración con Amaury Kruel y sus acólitos, derribó al régimen democrático y progresista de Joao Goulart. Pero fue esa, apenas, una Pica en Flandes.

A fines de esa década y quizá como consecuencia de la guerrilla operada en la región, asomaron gobiernos antiimperialistas. Velasco Alvarado fue, objetivamente, el primero. Pero a él se sumaron pronto otras experiencias: la victoria de Allende en Chile -hace exactamente 50 años-, y el ascenso de Juan José Torres, en Bolivia, en 1971, marcaron el escenario. Estos fenómenos llevaron a Washington a hablar de “el triángulo rojo” en América Latina; y a desatar una ofensiva brutal que conoció episodios siniestros: La caída y el posterior asesinato de Juan José Torres; el golpe fascista en Uruguay en junio del 73; el asesinato de Allende, el genocidio contra Chile y el encumbramiento de Pinochet; el desplazamiento de Velasco Alvarado en el Perú y el Golpe de Videla en Argentina. Fueron todos como la caída de las piezas de Dominó puestas en vertical: una sucedió a la otra.

Pero después, vino la recuperación con el mismo efecto: Chávez y el mensaje Bolivariano en Venezuela; Los Sandinistas en Nicaragua; Lula en Brasil, los Kichner en Argentina; Lugo, en Paraguay: Zelaya en Honduras; el Farabundo Martí en El Salvador; Correa, en Ecuador; el Frente Amplio en el Uruguay; Evo en Bolivia. Pocos países quedaron sin sentir cambios de fondo. Pero aún la tuerca seguía dando vueltas. Como resultado de eso, retornaron los Golpes.

Primero fue el intentó contra Chávez. En el 2007, fue derrocado el gobierno de Honduras. Luego vino el Golpe contra Lugo. Después derribaron a Dilma, en el Brasil; y quebraron la unidad de Argentina, para imponer a Macri. Finalmente traicionaron alevosamente al Ecuador para reinstalar el “modelo” Neo Liberal. Un animado juego de luces y sombras, que comienza revertir.

Y eso, el Imperio lo sabe. No se queda quieto, entonces. Y juega a las mismas piezas para afirmar su dominio. Al inicio, hizo encarcelar a Lula, en Brasil, acusándolo falsamente de diversas tropelías. Aún se recuerda al Juez Aldo Moro con el dedo acusador tentando un puesto de Ministro en el régimen de Jair Bolsonaro. Después, la campaña contra Cristina Fernández en Argentina, para doblegarla y desacreditarla. Luego la ofensiva contra Correa acusándolo aviesamente de supuestos e indemostrables delitos. El Golpe contra Evo sustentado en calumnias viles, y en un fraude imaginario; La odiosa campaña contra Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega, en Nicaragua. En otras palabras, una serie sucesiva – y casi interminable- de aberrantes maniobras del más rancio estilo goebbeliano.

Pero las cosas tienen límites. Aún las más perversas. Si hoy hubiesen elecciones, en Brasil, ganaría Lula; y en Chile perdería Piñera; en Bolivia triunfaría el MAS; y en Ecuador volvería Correa al gobierno como volvió Cristina, en Argentina.

Nuestro país, no es una isla. Aquí, la fuerza principal de la derecha más reaccionaria y anti nacional, es la Mafia Fujiaprista. Y ella fue derrotada en todas las consultas electorales. Pero fue la burguesía la que se llevó el trofeo con todas las victorias. La división de la Izquierda y la dispersión del movimiento popular, permitió que así ocurrieran las cosas.  Pero eso habrá de cambiar, tarde o temprano.

Los intentos del Imperio se frustran en el terreno de la legalidad. Y es que ahora, como en los tiempos de Federico Engels, a la reacción la legalidad la mata. Por eso recurre a las más oscuras maniobras; pero es la verdad, la que sale a flote.

Las acusaciones contra Lula, fueron falsas. Y falsas también las que se pergeñaron contra Cristina Y nuevamente falsas las que se esgrimen contra Correa; del mismo modo que son calumniosas y falsas, las patrañas contra Maduro y Ortega. Y lo son, las que hoy se usan contra Evo.

El Efecto Dominó, tiene su signo. Y no siempre juega en contra de los pueblos.

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