21 de junio de 2025

He dejado de leer a Cioran

César Hildebrandt

"Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo"

Todos los días, el estiércol.

Todos los días, la embestida.

Ahora es la fiscalía. Ayer fue todo lo que se resistía: el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el sistema electoral, la Junta Nacional de Justicia, la Sunedu.

No les basta el congreso y su filial, el Ejecutivo.

Lo que quieren es asegurarse de que no serán investigados por sus rapiñas, sus ventas de votos, el trazo de sus garras.

Y nos dan el espectáculo de este país en subasta.

No les importa. No tienen fama que cuidar ni apellidos que preservar. El Perú es para ellos una manera de ganarse la vida.

Yo pensaba que algún día, después de tanta batalla perdida, vería a mi país en manos de gente que valiera la pena. Fíjense que no hablo de izquierdas o derechas sino de hombres y mujeres competentes y honrados.

Pensaba eso porque creía que aprenderíamos la lección y nos aburriríamos de tanto desatino. Pero no: me volví a equivocar. Y ahora estamos en lo más hondo de la derrota, cavando con energía a ver si encontramos más hondura del mal, más profundidad en el error.

Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo. Ni en las peores etapas del decenio shogunés del señor Fujimori asistimos a este grado de depravación. El padre de Keiko tuvo entre sus servidores a Moisés y Alex Wolfenson, pero ahora el país mismo parece gobernado por los Wolfenson. Es como si el lumpen del que se sirvió Fujimori hubiese dicho “nos cansamos de estar en segundo plano”. Es como si los esbirros hubiesen dado un golpe de estado. 

En estas condiciones, ¿qué esperar de las elecciones del 2026?

Nada bueno. Yo lo que espero es la activación de una maquinaria que le garantice a la mafia gobernante la continuidad de sus propósitos. Y si para eso necesitan campañas de difamación, demoliciones por encargo, periodicazos de terror, televisiones en ristre, encantamientos de serpiente, pues habrá todo eso. Y si todo eso es insuficiente, pues habrá apagones a la hora del conteo y fraude. Para eso se han preparado y siguen haciéndolo.

La mafia que se ha apoderado del gobierno no puede permitir que venga un régimen que derogue sus leyes procrimen y que examine sus arreglos con la oligarquía y con la economía en negro que tiene a sueldo a buena parte del congreso. La mafia aspira a la impunidad y al continuismo.

La mafia sueña con una sucesión cómplice porque se le va la vida en este empeño. La cárcel espera a muchos de sus abogados y legisladores y la vergüenza aguarda a quienes apañaron estos años de hecatombe moral. Y la restitución de las normas sobre la extinción de dominio o el procedimiento de los allanamientos, para citar dos ejemplos, hace temblar a procesados y procesables de toda laya. Los que acudieron a la prescripción y los que se beneficiarán con la próxima amnistía, ¿qué no harán para impedir que fuerzas nuevas ganen las elecciones y fumiguen el país?

Por todo esto es que la mafia necesita arrasar con lo que queda de la fiscalía y con un sector del poder judicial que sigue rebelándose. Y quienes se beneficiaron de las exoneraciones tributarias y las gollerías de las obras públicas amarradas invertirán, por supuesto, en la candidatura que les asegure esos privilegios. 

Es vital que Patricia Benavides, alias Vane, no regrese a la Fiscalía que embarró protegiendo a su hermana y encabezando un movimiento cuyo único objetivo fue tumbarse al gobierno de Castillo. Y, claro, Castillo fue tan idiota y tan miserable que ofreció todos los flancos y al final, aterrorizado por lo que iban a decir sus cómplices, dio aquel golpe de estado sacado de un libreto de Televisa. Pero soy de los que creen que si Castillo hubiese sido un hombre honesto, la maquinaria de Benavides, el fujimorismo y los asesores apristas habrían encontrado la razón para extirparlo. Es importante que el poder judicial siga demostrando independencia de criterio aferrándose al marco jurídico internacional. Es importante que sigamos resistiendo. He dejado de leer a Cioran porque leerlo en el Perú es una redundancia y porque quiero creer que tenemos alguna esperanza de rescatar al Perú de manos de esta gentuza.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 738 año 16, del 20/06/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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