Ronald Gamarra
"Hay una gran reserva moral que no han avasallado y está despertando"
El sábado y domingo pasados fueron jornadas resonantes en Lima y varias ciudades del país: masivas manifestaciones ciudadanas hicieron sentir su voz públicamente, en calles y plazas, después de un largo, muy largo, período de silencio. La gente nuevamente toma las arterias para ejercer sus derechos democráticos a la reunión, a la libre expresión, a la protesta, y lo hace con decisión e ímpetu que no pocos ya creían desgastados. La gente vuelve a moverse en el sentido de la historia, reiniciando el largo camino que se nos ha impuesto recorrer para enfrentar al pacto mafioso que se ha adueñado del poder.
Las marchas del pasado fin de semana tuvieron un carácter marcadamente juvenil desde el momento mismo de su convocatoria. Los manifestantes eran adolescentes y adultos jóvenes, menores de 30 años; en resumen, una nueva generación ciudadana, que muchos denominan la generación Z, que creció desde siempre en la era digital. Ellos mismos se convocaron a través de las redes sociales de internet y a partir de ciertos reclamos puntuales fueron escalando su reivindicación hasta el nivel de la protesta contra el régimen político encabezado por Boluarte y el pacto mafioso del Congreso.
La protesta juvenil no debe sorprender. Sabemos que el rechazo y desprecio hacia Boluarte y la mayoría parlamentaria es abrumador. Según todas las encuestas, supera largamente el 90% en todos los sectores etarios y sociales desde hace más de un año. Hay que subrayar, sin embargo, según esos mismos sondeos, que la censura hacia el gobierno y el actual Congreso llega casi al 100% entre los más jóvenes. La clase política gobernante solamente les suscita una incontenible náusea de asco y desprecio. Y cómo podría ser de otro modo si cada día se esfuerzan por merecerlo con ministros prontuariados y congresistas mochasueldos.
Los jóvenes de hoy solo han visto el caos y la política delincuencial tiranizar al país desde que Keiko Fujimori se negó a aceptar su derrota ante Kuczynski hace ya nueve años. Ellos no conocieron la dictadura fujimorista, pero saben bien qué mafia desfachatada es el neofujimorismo. De allí el rechazo visceral que Keiko despierta en ellos, mucho mayor que la resistencia que concita en la población en general. En esto, los jóvenes no se equivocan. De ningún modo votarán por Keiko en las próximas elecciones. Eso está quedando muy claro para cualquier observador, hasta para el más miope.
Los chicos y las chicas, sin embargo, todavía no ven clara la perspectiva a seguir. O tal vez sería mejor decir que tienen planos que varían mucho, según la circunstancia que le toca vivir a cada uno, o tienen una gran confusión, reflejo de la atomización de una realidad política disgregada entre 40 partidos inscritos para las próximas elecciones generales, entre los cuales resulta muy difícil distinguir hasta para el más informado. Unidos hoy contra un régimen corrupto, el rechazo juvenil puede a corto plazo diluirse entre una variedad de ofertas políticas más o menos demagógicas, o proyectarse como la avanzada de una protesta ciudadana vigorosa.
Porque los adultos maduros y los adultos mayores no debemos ser indiferentes ante la iniciativa de los jóvenes que han salido a las calles. Al contrario, ella nos compromete más que nunca a hacer lo que nos corresponde como generaciones más experimentadas, que hemos visto victorias y fracasos sucesivos, sin llegar a arañar siquiera en el ciclo de nuestras vidas la promesa de una república auténticamente democrática, basada en instituciones legítimas y eficaces, y una ciudadanía empoderada, consciente y libre. Aspiración que no puede quedar como un espejismo o una ilusión perseguida durante los dos siglos transcurridos desde la independencia.
El régimen corrupto estaba convencido de que la gente había quedado adormecida o escarmentada después de la brutal represión de diciembre 2022 y los primeros meses de 2023. Hace apenas unos días, Dina Boluarte se jactaba públicamente de que la gente ya no marchaba, ni tenía motivo para hacerlo. Quería poner en negro sobre blanco que su régimen tenía muy bien controlada la situación política. Las manifestaciones juveniles que acabamos de ver son una contundente bofetada a su jactancia y sus pretensiones. Definitivamente, el régimen del pacto mafioso no las tiene todas consigo. Hay una gran reserva moral que no han avasallado y está despertando.
A la vez, estas manifestaciones son el anuncio de que jamás habrá olvido para los crímenes cometidos bajo este régimen. La lucha será compleja y plena de vicisitudes, pero al final la reserva moral encarnada en las nuevas generaciones prevalecerá. Quién sabe, puede que eso ocurra mucho más antes de lo que podemos imaginar todos y tengamos rindiendo cuentas por sus pillerías a quienes hoy trafican para copar instituciones y dar ventajas e impunidad a sus favorecidos. Así ocurrió con Alberto Fujimori, que asumió muy orondo su tercer período presidencial y tres meses después fugaba vergonzosamente a Japón.
La gente recuerda el asesinato de 49 compatriotas que manifestaban contra Dina Boluarte y sus aliados, del mismo modo que hasta hoy no se olvidan de los crímenes de lesa humanidad cometidos hace 40 años, crímenes que este Congreso quiere amnistiar en contra de la Constitución y las leyes nacionales, así como de las normas internacionales reconocidas por nuestro país. Los chicos y las chicas que han inundado las calles de Lima y varias ciudades del Perú son el anuncio de que la lucha por la democracia no está agotada, ni perdida. Al contrario, esa lucha se restablece y fortifica con la energía de la nueva generación que acaba de entrar en escena.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 751 año 16, del 26/09/2025
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