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2 de mayo de 2025

Perú: Cipriani, sin compasión

Juan Manuel Robles

"Son seres con problemas de empatía y a veces en sus clósets hay esqueletos tiernos"

Como a toda persona sensible, me asquea ver al cardenal Juan Luis Cipriani en los funerales de Francisco, cuando fue justamente el Papa que acaba de morir quien decidió castigarlo y quitarle privilegios de su investidura en 2019, debido a una acusación de abuso sexual a un menor de edad (hoy sabemos que no era la primera). El más sórdido de los crímenes es justamente el más representativo de la Iglesia Católica, y Francisco, por primera vez, quiso sacudirse de ese lastre, esa rémora oscura, ese virus. Pero ahí va Cipriani, sin sangre en la cara, vestido con la indumentaria que no debería usar, haciéndose el loco, o peor, muy cuerdo y con un retorcido orgullo, tramando —seguramente— el último zarpazo.

Me asquea, digo, pero también me gusta —de algún modo— que Cipriani tenga la osadía de meterse; porque al hacerlo, se expone, se pone en evidencia y hace resaltar el contraste.

Porque durante las últimas semanas —y esto seguirá pasando— el mundo ha llorado la muerte del Papa con la celebración multitudinaria de su mayor virtud: la compasión. En estos días hemos vuelto a oír su prédica comprensiva, su distancia clara de los juzgamientos y prejuicios dañinos, su manera de evitar la moralina obsoleta; hemos visto, en decenas de videos, su humor, su genuina identificación con los desposeídos y marginales, el resplandor sin lujo de la humildad real.

Hemos visto a un hombre por encima de los altares y palacios en los que su posición lo había colocado; por encima del dinero de las bóvedas que, de pronto, tenía la potestad de direccionar. En un mundo en que los hombres pierden la cabeza por una curul parlamentaria, Francisco fue el líder espiritual más importante de Occidente manteniendo los pies en la tierra y la mirada en los otros. Su bondad contagia.

Y yo creo que cuando vemos a Juan Luis Cipriani, flaco y arrugado como una ratita que se cuela en la fiesta, tenemos todo lo contrario a Francisco, resumido en un rostro. Frente a la grandeza papal, la pequeñez del cardenal expulsado. La honra en la eternidad contra la deshonra eterna. Qué caradura para presentarse así. Pero qué clara queda la diferencia al ver la imagen.

A mí no me gustan las caricaturas —bueno, en realidad sí— pero hay circunstancias en que la realidad nos pone las cosas en alto contraste. Francisco, el defensor de la compasión, termina alabado como un santo, su voz retumba en ecos dulces; Cipriani, el predicador contra la compasión, no ha muerto todavía pero ya murió. Su voz, su odio, sus bajezas, su monstruosidad se han apagado y son un recuerdo vago de alguna mañana sintonizando RPP.

Cipriani, que trepó más alto que ningún Opus Dei en la jerarquía de la iglesia en el mundo, es la cara visible de un estereotipo que esa orden no se ha preocupado de quitarse de encima: la obediencia como doctrina aun si en el camino pierden los más débiles. Allí está el joven Cipriani rechazando y entorpeciendo el trabajo de las organizaciones de derechos humanos en Ayacucho en los ochenta, lo que lo llevó a ser conocido por la frase “los derechos humanos son una cojudez”. Hay controversia sobre si dijo exactamente eso. Lo que sí dijo en 1993 fue: “No podemos permitir que por el miedo, el temor y la cobardía de unos cuantos el país no apruebe la pena capital”. Sí, con la cruz en el pecho ese señor defendió la pena de muerte.

Pero lo que movilizaba a Cipriani no parecía ser el rigor, sino el poder. Ese hombre implacable que tiraba dedo a los predicadores de la piedad podía ablandarse. Blando con Alberto Fujimori, por supuesto. Blando con la hija, claro. Blando con Gabino Miranda, el obispo auxiliar de Ayacucho expulsado en 2013 por —adivinaron— abuso sexual de menores, de quien dijo: “no hay que hacer leña del árbol caído, no exageremos”. En contraste, recuperaba el tono severo cuando le tocaba hablar de las niñas y adolescentes. Un día dijo: “Las estadísticas nos dicen que el aborto de niñas no es porque hayan abusado de ellas, sino porque la mujer se pone en un escaparate provocando”.

Quién lo diría: quien hoy realmente se pone en un escaparate provocando es él. Provocando a todos los que creen en un Iglesia limpia de pederastas. Provocando a las víctimas de abusadores. Provocando, con su presencia impertinente, titulares en todo el mundo y en varios idiomas. Hacía tiempo que no sentía esa vergüenza que conocemos bien: que los diarios extranjeros hablen de un compatriota infame.

Al verlo en el funeral es bueno recordar que cayó en desgracia, y que, a pesar de su última (suicida) misión para la Obra, allí se quedará. Sería bueno hacer lo que la televisión no hará nunca: tratar a Cipriani como alguien que vivió en la impunidad, que estuvo engañando a sus fieles y a la opinión pública, pontificando con total descaro —mientras, al parecer, no seguía su propia prédica—, desde el inmenso poder, un poder que lo convirtió en un hombre temido, alguien que por poco no tomó por la fuerza una universidad entera.

Toca recordar, además, que ese poder, aun en declive, fue un combustible tan poderoso que lo protegió como a pocos: todavía nadie da una explicación real de por qué jamás salieron a la luz los casos de abusos sexuales que el Vaticano ya conocía en 2019, y de los que ya habían existido décadas antes.

Cuando me enteré de la acusación al exarzobispo de Lima pensé inmediatamente que los hombres que dedican su vida a censurar los “excesos” de la compasión, generalmente lo hacen porque no tienen ninguna compasión. Son seres con problemas de empatía y a veces en sus clósets hay esqueletos tiernos.

Hace años circula el rumor de que Juan Luis Cipriani, siendo mediador en las negociaciones entre el gobierno peruano y el MRTA durante la toma de la residencia del embajador de Japón —alguien que se sentaba en las mesas de diálogo—, ingresó un micrófono diminuto —de espía— en una Biblia o en una guitarra, con miras a una incursión militar. Hoy no me cabe duda de que sí que lo hizo. Y aunque algunos minimicen el asunto porque “eran terroristas”, el hecho de que lo hiciera él, que había aceptado ser mediador, es equiparable a que lo hiciera alguien de la Cruz Roja. Detalles de la moral de un hombre que palidece, enjuto, frente a los restos de Francisco en una ceremonia en la que sale sobrando.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 731 año 16, del 02/05/2025

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25 de abril de 2025

Cambió el enfoque

Ronald Gamarra

No me impactó que se tratara del primer papa latinoamericano y específicamente sudamericano. Total, estaba dentro de las posibilidades. Se convirtió en el sucesor de Benedicto, el papa alemán renunciante que no pudo más con la cerrada y cerril burocracia vaticana. Lo que me sorprendió fue el nombre que eligió: Francisco, uno que ningún otro había elegido antes, en evidente recuerdo del místico medieval que quiso vivir como los pobres y compartir su vida, que entendía la religiosidad como un acto de amor hacia los más débiles y desamparados. Sabemos que Francisco de Asís, en su tiempo, fue polémico y no bien visto por la curia conservadora que dominaba Roma, gran parte de la cual estaba muy inclinada a considerarlo hereje, precisamente porque la pobreza que el santo amparaba cuestionaba directamente la riqueza acumulada de una iglesia que se había alejado radicalmente de sus orígenes para entregarse al ejercicio del poder.

Esta impresión positiva me sugirió la esperanza de que se podía esperar mucho de bueno de un hombre que elegía llamarse Francisco a secas. Muy pronto, la presencia física del hombre, su bonhomía natural, su sencillez, fueron confirmando que no nos hallábamos ante un aristócrata más del colegio cardenalicio sino ante un hombre abierto, inteligente, vital, cargado de las mejores intenciones. Que pudiera convertirlas en hechos que transformasen una iglesia anquilosada y plagada de enormes pecados ya era otro cantar.

Los hechos evidenciaron que Francisco tenía no solo claridad en cuanto al rumbo, sino sobre todo intención de llevar a cabo cambios sustantivos. O ponerlos sobre la mesa, no ocultarlos ni negarlos más. Hay que tener presente la soledad y los límites que debe enfrentar un papa que, teóricamente, tiene todo el poder pero que en la práctica está cercado por limitaciones que le imponen el entorno curial, burocrático y sobre todo el peso de las creencias tradicionales, que con frecuencia son prejuicios que han adquirido la fuerza de un dogma.

Francisco fue encarando y planteando varios de los problemas de fondo que la iglesia se había empeñado en ocultar. Abordó con transparencia el flagelo de la pedofilia sacerdotal. Y en ello no transó con ningún grupo de presión o de interés dentro o fuera de la iglesia y adoptó medidas decididas para asumir la responsabilidad que tocaba como institución, además de la responsabilidad personal de los curas abusadores.

Igualmente comprometida fue su toma de posición en favor de los pobres y desheredados de la tierra, no dudando en cuestionar las injusticias del sistema económico, algo que para muchos es una herejía. Su abierta simpatía por los migrantes, en estos años de creciente xenofobia y discriminación contra ellos, fue indeclinable. También fue ejemplar su ecumenismo, su abrazo fraterno a todos, al punto que llegó a concitar la definida simpatía de muchos no practicantes o no creyentes. Podía haber sido considerado el papa querido de los religiosos y los ateos, porque lo importante no es creer sino hacer el bien.

Su apertura hacia las minorías sexuales fue un hecho trascendental, en el cual quedó en evidencia que estaba muy por delante de la curia conservadora. Partía de principios elementales de su religiosidad: que Dios ama a todos. Por qué hacer distingos, entonces, según la naturaleza de cada uno. “Quién soy yo para juzgarlos”, será una frase de humildad y fraternidad que se recordará por mucho tiempo cuando se insista en el camino de la discriminación. Son muchas las causas que promovió de modo innovador, con visión de futuro, con el deseo de retomar principios que están en el origen de la religiosidad cristiana.

En el Perú su obra se hizo sentir de manera importante. Aquí se había establecido, desde los tiempos de Juan Pablo II, un dominio conservador y hasta reaccionario en el seno de la iglesia y particularmente en la Conferencia Episcopal. Esto se hizo mediante la penetración sistemática del Opus Dei nombrando obispos de esa entidad de raigambre franquista y finalmente designando como cardenal a uno de sus líderes más caracterizados. El resultado fue una iglesia malamente politizada, sometida vergonzosamente al fujimorismo, una iglesia hostil a todo progreso y apertura, en la cual medraron grupos extremistas como el Sodalicio.

Francisco cambió el enfoque. Estableció el principio de una iglesia identificada con los pobres y así lo dejó muy claro en su visita a nuestro país. Terminó con la injusticia cometida por Cipriani contra varios sacerdotes valiosos, fieles a sus votos, a quienes arbitrariamente prohibió ejercer las funciones eclesiásticas. La rehabilitación del padre Gustavo Gutiérrez, el mayor teólogo peruano, defensor de la opción preferencial por los pobres, a quien recibió con la mayor deferencia y afecto en el Vaticano, fue todo un hecho simbólico.

La separación del fujimorista excardenal Cipriani fue también un acto decisivo, precipitado por una fundamentada denuncia de abuso sexual que lo involucra directamente. Pero no solo se trata de eso. La administración de Cipriani toleró, por decir lo menos, el crecimiento y la prosperidad del Sodalicio junto con todo su interminable rosario de abusos contra jóvenes. Nunca en muchas décadas la iglesia peruana había llegado a un nivel tal de degradación. Francisco intervino para contrarrestar esta situación y enmendarla todo lo que le fue posible.

El caso Sodalicio es un paradigma de la influencia benéfica de Francisco para limpiar lo que hiede. Ante una entidad como esta, que se presentaba como organización mística para captar jóvenes de quienes luego abusaba física, moral y sexualmente, tuvo una actitud extraordinaria, pues lo que no hicieron el gobierno, el congreso, la policía, el ministerio público, el poder judicial, instancias ante las cuales las víctimas del Sodalicio no pudieron conseguir absolutamente nada de justicia, lo concedió él hasta donde podían sus atribuciones. Se interesó en el caso, escuchó a las víctimas y a los periodistas que denunciaban los escandalosos hechos, nombró una comisión investigadora y finalmente tomó decisiones severas pero justas, expulsando a la cúpula dirigente, destituyendo a un obispo y disponiendo finalmente la disolución de esta nefasta entidad de falsos místicos.

Adiós, Francisco. Siempre estarás con nosotros.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 730 año 16, del 25/04/2025

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Francisco

César Hildebrandt

"Estoy seguro de que Francisco, como buen jesuita, sabía que, en el fondo, la desgracia de la cristiandad fue el papado"

Vengo de una familia de no creyentes practicantes. Mi abuelo Benjamín, que era masón y llegó a ser maestro de una logia, fundó un diario anticlerical en Trujillo, diario en el que mi abuela hacía de fotógrafa. Mi tío Américo, que fue parte de la bancada aprista expulsada del congreso que redactaba la constitución de 1933, abrazó también la causa masónica y caminó por las trochas de los librepensadores. Mi madre, que cocinaba muy bien, habría hecho un seco de curas si la ley se lo hubiese permitido. Por el lado de mi padre, recibí igualmente el mensaje glacial de que la iglesia era una distracción y que la única religión aceptable era la del trabajo, la razón y, cuando se tenía, la de la inteligencia. Y cuando en un colegio vi al capellán coquetear y darse de manitas con los chicos más guapos de la promo, sentí que las advertencias recibidas no habían sido en vano.

De modo que yo debí ser un cruzado inverso, un hereje tronante. Y, sin embargo, no lo fui.

Siempre he estado distante, es cierto, del folklore eclesiástico, las procesiones, las vírgenes múltiples y topónimas y las santas borracheras de las fiestas patronales. Esa distancia se acrecentaba cuando personajes venecianos como Cipriani hacían de embajadores de la fe y cuando aparecían, con cada vez más frecuencia, denuncias sobre las atrocidades sexuales cometidas por miembros de la iglesia.

Jamás pude creer en todo aquello que reúne a millones y les hace rezar en nombre de un dios colosalmente policial que sabe lo que hacemos pero que no hace nada para impedirlo. Jamás pude creer en la santísima trinidad, que fue un invento conciliar, y mucho menos en la infalibilidad papal, que fue la mayor arbitrariedad del papa Pío Noveno.

Pero nada de eso me impidió tener admiración por Cristo, un personaje histórico que se enfrentó a la casta de su época y desafió el peso de los hábitos y la corrupción de un sistema colonial. No creí en sus milagros, tan tontamente contados siglos después de que no sucedieran, pero sí en su mensaje de compasión por los débiles y en su prédica en contra del poder abusivo de las élites. Cristo propone la espiritualidad como un modo de rechazar la astucia del dinero, el engaño del materialismo puro y duro, la servidumbre de los condenados. Y se enfrenta a los fariseos porque estos convierten el rito en propósito divino mientras toleran el inmovilismo social.

Para decirlo en la lengua del Perú actual: Cristo era el terruqueable perfecto, el enemigo a abatir por parte de todos esos que hoy se sienten emisarios de alguna Roma imaginaria. La derecha peruana lo habría encarcelado apelando a jueces sin rostro y a la prensa de la crucifixión.

Por todo eso me simpatizaba Francisco. Porque nos recordaba a su manera que sin los pobres y los arrumados, la iglesia es un club de encantados, una sociedad anónima, un gran olvido. Sin los marginados del mundo, la iglesia de San Pedro es un monumento a ese poder que Cristo no habría deseado.

Francisco habló del fracaso humano de Cristo en la cruz y eso desató la ira de los conservadores. ¿Fracaso? –preguntaron. ¡Herejía! –contestaron. Pero Francisco decía la verdad. Cristo no cambiaría el mundo sino en el transcurso de los siglos y su vida fue sólo la siembra de esa semilla disruptiva. No fue su culpa que su legado moral se convirtiera en ese botín degenerado que los Borgia administraron durante años.

Estoy seguro de que Francisco, como buen jesuita, sabía que, en el fondo, la desgracia de la cristiandad fue el papado, el poder de la fe excluyente, la alianza corrupta con los más altos linajes. Y por eso estoy seguro también de que Bergoglio, como lo llamaba la derecha latinoamericana, sufría el cargo como nadie. Porque su máxima aspiración –vuelvo a estar seguro– era una iglesia podada de oropeles, modesta y ejemplar.

La derecha lo odiaba. Milei lo insultó hasta el asco y fue lo suficientemente puerco como para ir a visitarlo y recibir su tácito perdón cuando los argentinos lo nombraron presidente.

En nuestro medio, Tudela, el que movía el trasero al son del ritmo del Chino en las elecciones fraudulentas del año 2000, se extrañaba de que el papa no hiciera comentarios sobre Cuba. Y cuando se metió con el Sodalicio, los comentarios arreciaron. Para esos torquemadas de Willax, no había dudas: el papa era comunista.

No lo era, por supuesto. Era vagamente peronista, leal a los viejos descamisados que fueron la herejía de la Argentina rural y cruel de Roca o Uriburu. No creía, sencillamente, en este orden mundial impuesto a bombazos. Pero no lo podía decir porque era consciente de que presidía una iglesia que es parte de esa trama mundial. Más que papa, Bergoglio fue un rehén, un huésped incómodo, un traidor inconcluso.

Ahora se ha muerto. Y yo, que nada tengo de católico, siento que hemos perdido a alguien importante.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 730 año 16, del 25/04/2025

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1 de marzo de 2025

El influencer Francisco

Juan Manuel Robles

La hospitalización del Papa Francisco es un anuncio de que el final podría estar cerca (el pontífice tiene 88 años). Y yo que no soy católico ni creyente —y que, de hecho, detesto algunas prácticas del catolicismo, rechazo los temores que nos inocula y considero el laicismo como un valor— me sorprendo pensando en él en estos días, en su estampa, su sonrisa campechana y su voz cálida. Pronto me doy cuenta de que no me pasa solo a mí. En las redes, somos muchos los ateos, no religiosos, católicos renegados que hemos sentido algo similar: la tristeza anticipada por la partida posible.

La pregunta es por qué y cómo. ¿Cómo puede volverse relevante un hombre que representa a un Dios en el que no creo? ¿Cómo puede quedar en la conciencia el mensaje evangelizador de una religión que he descartado?

Tal vez porque Jorge Mario Bergoglio no buscó nunca representar a nadie. Tampoco evangelizar. Es un pontífice que no pontifica. Su poder surge allí.

Creo que lo empecé a mirar con reverencia el 27 de marzo del 2020. Habían pasado dos semanas de la cuarentena por la pandemia del covid-19 (que en el Perú fue absoluta y tremenda). El Papa Francisco salió con su sotana blanca a la plaza de San Pedro en el Vaticano. No había una sola alma, solo una luz tenue en el estrado. El Papa estaba solo, con un asistente, como en la escena de una película distópica. Entonces habló.

«Nos encontramos asustados y perdidos. Como a los discípulos del Evangelio, una tormenta inesperada y furiosa nos tomó con la guardia baja. Nos dimos cuenta de que estábamos en el mismo barco, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, llamados a remar todos juntos, necesitados de consolarnos unos a otros. Estamos todos en este barco.»

Mientras líderes religiosos de todo el mundo minimizaban el virus y mostraban su salud como prueba de su cercanía a Dios, o aprovechaban el pánico para vendernos la salvación eterna, el pontífice decidió, en un momento de apocalipsis, no salir a pescar en río revuelto. Nos hablaba usando el “nosotros”, compartiendo la sensación de oscuridad, de incertidumbre, de “un silencio ensordecedor y de un vacío desolador, que paraliza todo a su paso”. Habló —lo recuerdo bien y acabo de confirmarlo— de su convicción de que no podríamos avanzar a ninguna parte si íbamos por nuestra cuenta, la única opción era juntarnos.

Cinco años y centenares de miles de muertos después —incluidos amigos y familiares de amigos—, ese momento resuena con una fuerza tremenda: la fuerza de la verdad y la humildad. Liderazgo espiritual, le llaman.

Los años lo fueron convirtiendo en ícono pop. Y con esa exposición Bergoglio ganó un nuevo tipo de seguidores: aquellos que valoramos al Papa en proporción inversa a la estofa de los críticos rabiosos que le aparecieron, a los fachos que lo hicieron su enemigo (unilateralmente). Javier Milei lo llenó de estiércol. Viniendo de quien viene, es un rosario de condecoraciones que vale la pena repasar. “El imbécil ese que está en Roma, que defiende la justicia social, que sepa que eso es un robo y va contra los mandamientos”. “El Papa es el representante de El Maligno en la Tierra”. “Zurdo hijo de puta que andás pregonando el comunismo por el mundo”.

Bergoglio, divino, lo recibió en el Vaticano, cuando fue a visitarlo luego, ya como presidente. El Papa miró, con esa sonrisa de paciencia tierna, cómo el libertario se comía una a una todas sus palabras.

Cuando en los 70, el arzobispo Arnulfo Romero, que temía por su vida, fue al Vaticano a hablar con el Papa Juan Pablo II sobre la persecución del gobierno de El Salvador contra curas a los que tildaban de “socialistas”, y le contó que incluso mataron a un colega acusándolo de guerrillero, el polaco le preguntó si de verdad era guerrillero. No le dio audiencia. Meses después, mataron a Romero.

No se me ocurre pensar que Francisco sería capaz de una desidia tan grande. Las comparaciones con Juan Pablo II son odiosas, pero para eso estamos. Francisco no tendrá una cantante pop que, llena de sensibilidad, rompa su foto en protesta por el encubrimiento de la iglesia católica a los pederastas (como lo hizo Sinéad O’Connor). Bergoglio ha hecho más por rectificar los legados horrorosos de los curas pedófilos católicos que ningún Papa en la historia.

Recientemente, en Bélgica, el Papa Francisco rompió el protocolo y, refiriéndose a los abusos de sacerdotes católicos en ese país, dijo: “es en la Iglesia donde se han producido esos crímenes y la Iglesia debe sentir vergüenza y pedir perdón”. También ha disuelto el Sodalicio, la secta pituca que abusó de menores en el Perú. Es un Papa que rechaza a los pederastas de una manera tan rotunda como Juan Pablo II rechazaba a los comunistas. Por eso es fácil hacerse fan.

Por supuesto, tampoco se puede esperar milagros de alguien en su posición. El Papa Francisco ha dejado intacta la posición de la iglesia en cuanto al aborto, la eutanasia y el matrimonio de personas del mismo sexo. Pero supo mantener la conversación abierta en temas LGTB. Cuando dijo que ser gay “no es delito”, aclaró días más tarde “pero sí es pecado”. Cuando, hablando sobre la posibilidad de que haya que admitir seminaristas gays, dijo que ya había suficiente aire de “mariconería” en los seminarios, se apuró a disculparse luego. Rechazó la reasignación de género, pero aceptó que personas trans puedan bautizarse y ser padrinos.

En un planeta donde un montón de sociópatas, histriones y cínicos descubrieron que podían abrir la boca para provocar los aplausos inmaduros y atizar el odio —y alimentarse de la reacción de sus opositores—, el Papa Francisco, el primero de la era de las redes sociales, se hizo figura tendiendo la mano, escuchando, hablando con actitud de párroco bueno del barrio. “El dinero es un instrumento de grandeza o de pobreza personal”. “Si vas a dar limosnas, mira a la persona a los ojos y dale la mano”.

Debo confesar —qué palabra— que dudé si escribir sobre el Papa esta vez. Me dije: mejor guárdalo para cuando nos deje, así el texto tendrá más impacto y llegada. Entonces, como en los memes, Francisco me miró juntando los dedos hacia arriba —la pigna argentina—. Así que escribo, escribo ahora mientras en Roma las horas se hacen largas.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 722 año 15, del 28/02/2025

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16 de noviembre de 2024

Gustavo Gutiérrez, el peruano más universal de la Iglesia y del mundo

Luis Zambrano

A Gustavo lo conocí al inicio de los años 60 cuando él, llegado de Europa, fue invitado a dar una charla en el Seminario «Santo Toribio» de Lima. Diez años después ya no era bienvenido en la Facultad de Teología, venida a menos por su galopante conservadurismo. Muchos alumnos pedíamos que Gustavo fuera nuestro rector, lo cual aparecía como algo imposible. Nunca fue aceptado como profesor en la Facultad. La Universidad Católica del Perú sí lo acogió para dar algunos cursos durante largos años. Curiosamente, recién en el 2001 fue profesor ordinario de Teología a lo largo de 17 años en la Universidad Notre Dame (Indiana- USA) hasta su jubilación.

En 1968 (Chimbote- Perú) Gustavo inició genialmente la «Teología de la liberación» (TL) frente a una aguada teología llamada «Teología del Desarrollo», que no tomaba en cuenta la opresión de los pueblos latinoamericanos. Se trataba de buscar la liberación para luego hacer posible el desarrollo. En 1971 salió publicada «Teología de la liberación», primera obra clave de esta corriente eclesial que fue a lo esencial del evangelio.

Poco después, la participación de Gustavo en la II Conferencia Episcopal latinoamericana de Medellín (Colombia) en calidad de asesor teológico del Cardenal de Lima, Juan Landázuri, fue decisiva. A él se debe, como me lo contó Gustavo en 1993, la redacción del valioso documento «Pobreza de la Iglesia» en una noche, con la atingencia de que fue a pedido de uno de sus adversarios teológicos.

En 1979, cuando se realizó la III Conferencia Episcopal latinoamericana en Puebla (México) la TL ya estaba siendo perseguido dentro de la Iglesia. Con la malévola intervención del arzobispo López Trujillo, las autoridades vaticanas prohibieron participar en dicha asamblea a los teólogos de la TL. Ellos fueron a Puebla y se pusieron a disposición de los obispos fuera del local de la asamblea. Muchos de ellos iban de noche a beber de la sabiduría de estos audaces teólogos proféticos.

Gustavo, a lo largo de esas décadas, se regaló a la Iglesia y al mundo. Fue requerido por innumerables universidades. Pero, a la vez, por tantos grupos de base, parroquias, diócesis, congregaciones religiosas de hombres y mujeres, iglesias protestantes. Ocupó un lugar especial en su apostolado la Unión nacional de estudiantes católicos (UNEC). Siempre los acompañaba en sus retiros. Los cursos de verano en la Universidad Católica de Lima, promovidos por Gustavo durante décadas, reunieron y fortalecieron la mente y el corazón de miles de creyentes, especialmente jóvenes. En la Iglesia surandina amazónica, especialmente en las asambleas del Instituto de Pastoral Andina (IPA) tuvimos el gozo de su constante presencia con sus valiosos resúmenes, llamados «tuercas». Hace 50 años fundó el Instituto «Bartolomé de las Casas» en Lima, que ha sido y sigue siendo un importante centro de concientización y de compromiso social desde la fe a nivel nacional e internacional.

Cuando tuve la oportunidad de seguir postgrado en Austria y Alemania, a fines de los 70, observé que en distintas universidades europeas muchos estudiantes tenían como temática la TL. Les llamaba mucho la atención y por un tiempo la tomaron como una moda. Sin embargo, teólogos serios de Europa, USA y de todo el mundo, católicos y protestantes, se enriquecieron con esta teología y la hicieron florecer en sus lugares. Para Gustavo la TL fue un compromiso enraizado en una fe inquebrantable, con todas sus consecuencias y peligros. En 1971, cuando Luis Figari, empezaba sus estudios en la facultad de Teología de Lima, fundó el Sodalitium. Según su propia afirmación el objetivo fue atacar la TL y planteó una pálida «teología de la reconciliación.» Su discípulo Alfredo Garland en 1978 publicó el libro «Como lobos rapaces» lleno de calumnias contra teólogos de la liberación.

Repetidas veces, ya sea en Lima o en Roma, conferencias programadas que tenían como ponente a Gustavo fueron canceladas a última hora. Fuerzas retrógradas de la Iglesia peruana desprestigiaban no solo a Gustavo, sino también a personas y grupos que maduraban su fe y compromiso en el marco de esta teología. Algunos eran despedidos de sus puestos en diversas instituciones de la Iglesia. A nivel del episcopado curiosamente fue elegida una ola de obispos pertenecientes al Opus Dei, que llegaban a una diócesis y se apropiaban de ella por décadas. Hubo años en los que, de unos 50 obispos en el Perú, 15 pertenecían al Opus Dei, caso único en la Iglesia mundial. El intento era contrarrestar la fuerza de la TL, pues había nacido en el Perú.

En el sur andino amazónico ocurrió algo más grave. Hubo por lo menos 4 sacerdotes encargados oficial y largamente de las prelaturas que nunca fueron nombrados obispos como represalia por su compromiso evangélico. Varios obispos contrarios a la TL intentaron que esta fuera condenada en Roma, pero solo la condenaron en sus sueños. Y en 1984, cuando el entonces responsable de la Doctrina de la fe, cardenal Joseph Ratzinger, llamó a los obispos del Perú a Roma para tratar el tema de la TL, un grupo de obispos viajaron diciendo que la TL sería condenada. Volvieron con los crespos hechos, porque la TL nunca fue condenada, ni entonces ni después.  Con la presencia del Papa Francisco la TL ha sido reconocida en su real dimensión.                                    

Ese tipo de persecución también se dio por parte del imperio norteamericano que vio a la TL como un grave peligro para el sistema económico y político actual. Por encargo del presidente Reagan, una Comisión de estudios sobre Latinoamérica, publicó el llamado Documento de Santa Fe, el cual recomendó que se atacara decididamente a la TL. porque era enemiga del «mundo libre»

Gustavo, y la corriente profética que él impulsó, no han inventado una teología apoyada en Marx, como algunos interesada y contradictoriamente todavía afirman. Él es un auténtico descubridor y sistematizador de lo más antiguo y lo más valioso que guarda la biblia desde hace miles de años: la injusta pobreza. Presente en el mundo desde milenios es repudiada por Yahveh, el Dios de Jesús, el Cristo. La esclavitud antigua y nueva, ejercida por grupos empoderados mediante sus armas y sus leyes, también fue rechazada por ese mismo Dios que no fue ni es neutral, que siempre se puso de lado de los pobres, oprimidos, explotados, burlados, insignificantes, ninguneados, descartados. Toda la biblia está regada de esta opción divina. Y en el corazón de la mujer y del hombre, como sello del mismo Dios, palpita desde siempre el ansia de liberación. Aquí, como en ninguna otra experiencia, se encuentran, se amalgaman, se confunden creador y creatura. La «opción preferencial por los pobres», experiencia clave en la TL es parte natural de esta vieja tradición. Y ya ha sido asumida por el magisterio papal. Es solo uno de los muchos ejemplos.

Sucede que los poderosos de este mundo pretenden dominarlo todo y hasta adueñarse de Dios. La Iglesia no se ha librado de este golpe. El emperador Constantino (siglo IV) al dejar de perseguirla la mundanizó y la convirtió en un imperio. Entonces la profecía fue ocultada y hasta perseguida. Pero siempre hubo un hilo profético que cruzó la historia de la Iglesia hasta hoy. Fue el Concilio Vaticano II que hizo prosperar la profecía. La Iglesia latinoamericana, en plena madurez, continuó lo que el Concilio había iniciado y dijo lo que el Concilio no había podido decir. Gustavo, inserto en esa amplia corriente de fe comprometida, se inscribe en la más antigua y auténtica tradición:  los profetas, el mismo Jesús, los santos Padres, Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán, Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Francisco de Valdivieso, Luz Marina Valencia, María Mejía, Enrique Angelelli, Luis Espinal, Rutilio Grande, Oscar Romero, etc. La lista es incontable. Los mártires de los últimos tiempos en Latinoamérica en su inmensa mayoría son quienes se comprometieron movidos por su fe con la liberación de sus pueblos.

Una característica que salta a la vista en Gustavo es que, siendo un teólogo de alto vuelo, lo primero en él fue su compromiso con los pobres y supo compaginar su servicio sacerdotal en una parroquia del Rimac con sus compromisos como profesor a nivel nacional e internacional,  al contrario de muchos teólogos de «profesión», por ejemplo, en Europa, que se dedican solo a investigar y a enseñar y pierden el contacto con los hombres y mujeres de carne y hueso, con sus diarias angustias y esperanzas.

Algo notorio en Gustavo, como profeta de nuestro tiempo, fue el ser querido por unos y odiado o mal entendido por otros. Infinidad de personas pobres y sencillas, organizadas y no organizadas, encontraron en él a un hermano solidario. También lo admiraron y siguieron personas de mayores recursos y profesionales de variados rubros, que tenían una mirada crítica frente a la actual (des) organización del mundo y que apostaban por un nuevo orden mundial y una Iglesia inundada por «la fuerza de los pobres» en busca de su libertad.

En el tiempo de Juan Pablo II y Benedicto XVI Gustavo sufrió acusaciones, investigaciones y requerimientos por parte de estamentos vaticanos. Como hombre de Iglesia él respondió a todos con paciencia. La Congregación para la doctrina de la fe le había pedido clarificación de los puntos problemáticos en algunas de sus obras. Requerido a confeccionar el artículo «La koinonia eclesial», la Congregación el 15. 9. 2004, de acuerdo con el episcopado peruano, no encontró ninguna objeción teológico- pastoral y recomendó su publicación.

El Papa Francisco lo miró con ojos positivos y tuvo varios encuentros con Gustavo en el Vaticano. En su 90 cumpleaños (2018) le escribió así:  «Te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad.» En esa misma ocasión yo le escribí a Gustavo: » Si el Papa te nombra cardenal acéptalo por la causa de los pobres». Pero no sucedió. Sin embargo, hubiera sido un valioso reconocimiento después de tanto maltrato durante décadas.

Gustavo es un cristiano y teólogo del siglo XX, que ha llegado a tener una resonancia solo comparable a la que alcanzó Sto. Tomás de Aquino en el siglo XIII. Tomás entró en un diálogo fecundo con la obra de Aristóteles en vista de su obra filosófica y teológica. El diálogo decidido que emprendió Gustavo fue con las ciencias sociales. Ambos tuvieron que pagar su cuota histórica por adelantarse a su época…        

Gustavo no solo fue teólogo. También fue filósofo, sociólogo, buscador incansable de la belleza, pensador. Se relacionó con José Carlos Mariátegui aun sin conocerlo: ambos tuvieron osteomielitis, la misma pasión por los pueblos indígenas del Perú y la lectura como autoformación permanente. Geniales.

Tuvo asimismo una gran amistad con el poeta Juan Gonzalo Rosé, de profunda raigambre social, quien lo condujo a la humanísima poesía de César Vallejo, que lo ayudó a sobrellevar su delicada enfermedad. Conoció profundamente a José María Arguedas, quien llegó a confesarle que «en el Dios liberador de Gustavo sí creo.» Todos grandes. El papa Francisco ante la noticia del fallecimiento de Gustavo afirmó: «Un grande».

Gustavo partió a la eternidad el pasado martes 22 de octubre del 2024. ¡Bebamos de su inagotable grandeza humana!

QUERIDO GUSTAVO, AMIGO, HERMANO, PADRE ¡RUEGA POR NOSOTROS!

Luis Zambrano,

Juliaca – Perú

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes
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20 de julio de 2024

Perú: “El mensaje de la teología de la liberación es que el cristianismo no solo es rezar, es actuar”

Omar Coronel   (Entrevista María Elena Castillo)

-Con las diferencias que hay por los años transcurridos, ¿sigue vigente el libro La fuerza histórica de los pobres?

Sí. En general, es un libro del año 79 que compila ocho textos escritos entre 1968 y 1979, que tienen que ver con el corazón de la teología de la liberación. Están muy enraizados en el contexto de la conflictividad, pero también un contexto de mucha esperanza, de mucha utopía. Contemporáneamente, el contexto ha cambiado radicalmente. Ya no tenemos ese tipo de horizontes de macroideologías generando demasiado entusiasmo. Tampoco es un contexto de alta politización. Sin embargo, el texto La fuerza histórica de los pobres vincula mucho a las viejas utopías del siglo XX con una utopía más vieja todavía que tiene que ver con la historia del cristianismo. Yo estoy entre los que cree que la perspectiva de la teología de la liberación le hace justicia al corazón revolucionario que siempre tuvo el cristianismo. Y creo que la fuerza de esos textos en los años 70, si bien estaba muy vinculada al contexto político, contemporáneamente puede servir justamente como brújula para conectar muchos de los malestares individuales con un proyecto colectivo. La valentía que tiene la teología de la liberación está vinculada a no distanciar lo espiritual de lo material. La idea de que, en verdad, la promesa del cristianismo tiene que ver también con las luchas materiales, con reconocer las diferencias políticas y tomar una posición particular que es la opción preferencial por los pobres. Entonces, yo creo que contemporáneamente esa mirada, esa perspectiva ayuda mucho también a funcionar como una cierta brújula de unas ciertas luchas que ahorita están muy fragmentadas y que pueden orientarse en función de esa misma mirada.

-En el libro se habla de la necesidad de formas más democráticas, de defensa de los derechos humanos, de mejores condiciones económicas como parte de un mundo más justo. ¿Cuánto se ha avanzado en esos temas en Perú?

En mucho se ha retrocedido. Una forma de actualidad de la teología de la liberación y de este mensaje de la fuerza histórica de los pobres está vinculada ahora a las encíclicas del papa Francisco. Ha retomado mucho de la narrativa y la perspectiva que tenía esta mirada en los años 70 y los años 80. Tanto en Laudato Si, como en Fratelli Tutti hay mucho de eso. Y ahora la mirada se vincula al desarrollo humano, no solamente económico. Pero claro, creo que de eso se ha avanzado muy poco, sobre todo en los últimos años. Ahora estamos en un contexto más bien de recesión democrática a nivel internacional, y en un contexto de radicalismos en todos lados que limitan ese rumbo y ese orden bastante más ponderado que se propone.

-Los obispos en Perú han pedido al poder político actuar pensando en los pobres, no en sus propios intereses, pero siguen dando contrarreformas ¿Cuánto más puede retroceder y soportar?

En Perú estamos en un contexto de una autocratización muy particular porque no se centra en el Ejecutivo, como normalmente ocurre, sino en fuerzas, mafias, que han concertado dentro del Parlamento. Y claro, obviamente esas mafias terminan legislando por intereses privados, lo cual como consecuencia tiene una afectación muy grave para toda la sociedad, pero fundamentalmente para los pobres. Hay un Congreso capturado y estamos en un proceso de autocratización que hace todo más lúgubre, pero también hay ciertas resistencias de los pobres. Donde todavía se tiene que avanzar es en un amplio sector donde la ausencia del Estado de derecho ha facilitado redes de economías informales e ilegales que precisamente afectan sobre todo a los sectores populares. Y las leyes que están saliendo en los últimos meses del Congreso están afectando mucho más ahora y hacia el futuro.

-¿Por qué la gente ha dejado de salir a protestar?

Hay varias hipótesis. Una principal es que la oposición está dividida. La oposición contra el Gobierno de Boluarte y el Congreso es probablemente la más grande que hay en América Latina frente a un Gobierno, y en otros países dicen “¿por qué esta presidenta y este Parlamento que tienen una popularidad tan baja pueden seguir manteniendo el poder?”. Otro tema es que en un régimen autoritario es mucho más difícil protestar porque te criminalizan, te detienen y te matan, y no hay muchas consecuencias. Lo tercero es la falta de eficacia, pues en un régimen donde no hay democracia las protestas tienen mucho menos efecto. Y lo último, y esto lo voy a conectar con el mensaje de la teología de liberación, es la ausencia de expectativa de un futuro mejor. Cuando se movilizó en el año 2000, en contra de Fujimori, las fuerzas políticas más o menos habían concertado una especie de liderazgo, y había una expectativa de que caído el dictador iba a sobrevenir una transición democrática con elecciones. Ahora mucha gente percibe que caída Dina Boluarte, puede venir alguien peor, que las elecciones van a estar amañadas, no importa cuándo sean. La teología de la liberación tuvo un rol bien importante en los años 70 y 80 planteando un camino de esperanza, de proyectos colectivos que ayudaban a la unidad. Eso no es tan fácil, pero hay ejemplos como el de Guatemala, que hace un año estaba peor que Perú. Había mucho pesimismo y, sin embargo, la sociedad civil y los líderes de partidos, movimientos y gremios se juntaron y presionaron por un cambio.

-Nos falta actuar…

El principal mensaje de la teología de la liberación es que el cristianismo no solo son ideas, rezar, espiritualidad, es actuar, es la práctica, es obrar. Y eso es lo que necesitamos hacer quienes estamos en contra de esta mirada más conservadora y más autoritaria.

https://larepublica.pe/politica/2024/06/25/omar-coronel-el-mensaje-de-la-teologia-de-la-liberacion-es-que-el-cristianismo-no-solo-es-rezar-es-actuar-1477080

31 de julio de 2022

Abusos en los internados para menores indígenas en Canadá: ¿es suficiente una disculpa del papa?

Amy Goodman y Denis Moynihan

El papa Francisco visitó esta semana Canadá, en lo que llamó “una peregrinación penitencial” para pedir perdón por el papel que la Iglesia católica desempeñó en el brutal sistema de “escuelas residenciales para indígenas”, que estuvieron en funcionamiento desde 1831 hasta 1998. El Gobierno canadiense separó de sus familias a 150.000 niños y niñas indígenas que fueron colocados en internados lejos de sus hogares y obligados a asimilarse a la cultura eurocanadiense de la población blanca. El 60% de estas instituciones fueron administradas por la Iglesia católica. En los internados se prohibía a los menores indígenas hablar sus idiomas nativos y se los obligaba a abrazar el cristianismo y a seguir un estricto programa educativo y laboral destinado, según los misioneros, a “civilizarlos”. Muchos de estos niños y niñas también sufrieron abusos sexuales y maltratos físicos. Un análisis inicial estimó que más de 3.200 de ellos murieron en los internados y otros 1.000 fallecieron después de ser enviados a sus casas gravemente enfermos.

La búsqueda de los restos de los menores se aceleró en 2021, luego de que se identificaran varios sitios en los que podrían estar enterrados cientos de cadáveres de estudiantes de estos internados, a menudo en tumbas sin nombre y en cementerios olvidados de partes remotas de Canadá. Este escándalo se extendió más allá de las fronteras canadienses y llegó a Estados Unidos, donde se inició una investigación largamente esperada sobre los internados administrados por el Gobierno estadounidense, en donde los menores indígenas también sufrieron atrocidades y murieron a causa de las brutales prácticas de asimilación forzada a las que eran sometidos.

“Las escuelas residenciales han sido catastróficas. […] Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador”, dijo el papa Francisco durante el encuentro que mantuvo con los pueblos indígenas de las Naciones Originarias de Canadá en la comunidad de Maskwacis, cerca de la ciudad de Edmonton, en Alberta. “Duele saber que ese terreno compacto de valores, lengua y cultura, que confirió a sus pueblos un sentido genuino de identidad, haya sido erosionado, y que ustedes siguen pagando los efectos. […] Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”.

Evelyn Korkmaz pasó cuatro años en el internado para indígenas de St. Anne, en Fort Albany, provincia de Ontario y actualmente ayuda a otras personas sobrevivientes. Sobre las disculpas del pontífice católico, Korkmaz expresó:

“He esperado 50 años por esta disculpa y finalmente, hoy, la escuché. Por desgracia, muchos de mis familiares, amigos, compañeros de clase y miembros de mi comunidad que fueron enviados a estos internados no pudieron escucharla porque murieron por suicidio, por la adicción al alcohol o por el abuso de otras sustancias, ya que no pudieron soportar el trauma que sufrieron en esas instituciones”.

Pamela Palmater, una abogada y profesora de la tribu Mi’kmaq, tiene una visión diferente sobre el pedido de perdón del papa. En conversación con Democracy Now!, expresó: “Fue más o menos lo que me temía, que sería una de esas disculpas cuidadosamente redactadas en las que la Iglesia misma, la organización, no asume la responsabilidad por sus políticas y prácticas ni por los encubrimientos, a pesar de saber que miembros de su organización cometían delitos sexuales en diversas partes del mundo”.

Entre 2008 y 2015, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá documentó, mediante fuentes de archivo y testimonios de personas sobrevivientes, los abusos que se perpetraron en el sistema de internados indígenas.

Además de una disculpa genuina del papa, Pamela Palmater y otros activistas indígenas exigen un rechazo formal del Vaticano de la Doctrina del Descubrimiento, que data de una bula o edicto papal emitido en la década de 1450.

“[Esta doctrina] básicamente le dio un 'poder' a las naciones europeas para avanzar y conquistar cualquier territorio no habitado por los cristianos, territorios que eran denominados con [la expresión latina] “terra nullius”, “donde nadie vive”, una tierra de nadie, por así decirlo. Pero sabemos que no fue solo un poder para avanzar y apoderarse de esas tierras. También permitió el uso de la fuerza que fuera necesaria para librar los territorios de cualquier persona no cristiana que habitara América del Norte y del Sur. Millones y millones de personas fueron asesinadas, torturadas, abusadas, explotadas, esclavizadas”.

La Doctrina del Descubrimiento fue adoptada por Thomas Jefferson como base para la etapa inicial del colonialismo estadounidense y la expropiación violenta de tierras indígenas. Esto, con el tiempo, incluyó un sistema de internados escolares opresivos. Entre 1819 y 1969, el Gobierno de Estados Unidos gestionó 408 Escuelas Residenciales Indígenas en 37 estados o territorios.

En 2021, la secretaria del Interior, Deb Haaland, la primera indígena en ocupar un cargo en el gabinete presidencial de Estados Unidos, inició una investigación sobre esas escuelas. El informe inicial, emitido en mayo de este año, señala: “Estados Unidos implementó una política de asimilación cultural orientada a los menores indígenas de los pueblos originarios de América, de Alaska y de Hawái que coincidió con el despojo de las tierras indígenas. Se identificó que los internados federales para menores indígenas fueron utilizados como un medio para alcanzar esos fines y se localizaron al menos 53 sitios de enterramientos vinculados a este sistema de internados; se espera descubrir más sitios de enterramiento y más datos al respecto”.

El genocidio contra los pueblos indígenas del hemisferio norte es un crimen fundacional de Estados Unidos y Canadá. El “peregrinaje penitencial” del papa Francisco a través de Canadá debería impulsar una exhaustiva rendición de cuentas sobre el sistema de internados indígenas, para que las personas sobrevivientes y las comunidades indígenas afectadas obtengan justicia y reparación.

© 2022 Amy Goodman

Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman. Conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

6 de octubre de 2020

El Papa arremete contra el neoliberalismo y el populismo en su documento más político


Dante Verdú

El papa Francisco, tras casi ocho años de pontificado, apuntala su posición política ante el mundo en plena crisis provocada por la covid-19 en Hermanos todos (Fratelli tutti, en italiano), una larga encíclica de marcado carácter social. Es el tercer texto que firma de este tipo (el anterior fue sobre la ecología), y el Pontífice se mete de lleno en la definición de conceptos como populismo o neoliberalismo, que rechaza abiertamente, y defiende una suerte de mirada del mundo que bien podría redefinir los valores del socialismo actual. La crisis de la covid-19, marco en el que sitúa sus 98 folios de análisis, es al final solo un marco para concretar un extenso y directo programa dividido en ocho capítulos que ha ido mostrando desde que fue nombrado en 2013, y que le ha convertido en uno de los enemigos de las corrientes soberanistas, populistas o de ultraderecha actuales. La encíclica, dedicada desde el título a san Francisco de Asís ―se publica el día de su onomástica―, fue firmada el sábado en la basílica donde reposan los restos del santo, de quien el Papa tomó el nombre cuando ocupó la silla de Pedro después del cónclave de 2013.

Las ideas políticas que expone Francisco no son nuevas, la mayoría forman parte de sus discursos públicos. Hermanos todos, en el fondo, funciona como síntesis del programa político de uno de los líderes que representan los grandes bloques actuales. El Papa arremete contra el consumismo, la globalización despiadada, el liberalismo económico, la tiranía de la propiedad privada sobre el derecho a los bienes comunes, la falta de empatía hacia los inmigrantes o, incluso, el control que ejercen las compañías digitales sobre la población y la información. Un pensamiento radicalmente social que revisita los postulados de san Francisco de Asís ―una de las grandes referencias del Papa― en un mundo en crisis, pero que no ha encontrado durante estos años un respaldo claro en una Iglesia profundamente dividida. La apuesta para construir puentes entre distintos mundos ―también en los ambientes laicos y no católicos, donde a veces es mejor recibido― ha sido arriesgada y a menudo infructuosa. La encíclica aporta algunos elementos para entender mejor su hoja de ruta de todos estos años.

Hermanos todos, cuyo título fue criticado antes de su publicación por asociaciones de mujeres cristianas por ser excluyente con la mitad de los fieles, se comenzó a escribir durante la pandemia. Ese es el marco histórico. Pero Francisco cita también a Martin Luther King, Desmond Tutu o Mahatma Mohandas Gandhi. El Papa se inspiró, en parte, en las desigualdades y los fallos del sistema que subrayó ese periodo, explica en una personal introducción. “Más allá de las diversas respuestas que dieron los distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos. […] El mundo avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, procuraba reducir los ‘costos humanos’, y algunos pretendían hacernos creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera asegurado. Pero el golpe duro e inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de algunos”.

El neoliberalismo, las formas del capitalismo menos compasivas, vuelven a ser objeto de abierta crítica en la propuesta política que detalla el Papa. También la falta de aprendizaje tras la última crisis económica, donde no se reguló “la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia”. “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”, apunta. “Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral”, insiste en el texto.

Una crítica neta al sistema económico actual, que produce “esclavos” y “descartes”, pero que resulta más borrosa en su articulación cuando aborda asuntos como el populismo o el nacionalismo, o insiste en la crítica en algunas de las formas de la globalización. Especialmente en un cierto tipo de populismo (sus detractores le consideran a él uno de los principales representantes de esta corriente) que trata de diferenciar en el documento. “En los últimos años la expresión ‘populismo’ o ‘populista’ ha invadido los medios de comunicación y el lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad dividida. […] La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo”. Una palabra que el Papa utiliza recurrentemente, incluso para referirse a la comunidad de fieles: “El pueblo de Dios”.

Vuelta atrás en la historia

Francisco cree que la vertiente negativa de esta corriente política brota paralelamente a los nacionalismos y soberanismos que recorren el mundo. Ese nacionalismo que encierra a los pueblos en sí mismos y que recuerda a tiempos oscuros. “La historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales”.

La solución, cree Francisco, no pasa tampoco por el sistema de globalización actual. El Papa alude a la expresión “abrirse al mundo”, que según él ha sido secuestrada por la economía y las finanzas. “Se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones”. Una división de la que sacan tajada grandes empresas y naciones para negociar individualmente con los países y tener más fuerza, apunta en una referencia que señala a potencias como Estados Unidos y sus intentos por dividir a la Unión Europea en los últimos años.

La encíclica apunta incluso hacia los viejos fantasmas políticos del socialismo, como la propiedad privada, que el Papa considera un derecho “natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados que, con frecuencia, [...] se superpone a lo prioritario”. “En esta línea recuerdo que la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada. El principio del uso común de los bienes creados para todos es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social, es un derecho natural, originario y prioritario. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, como afirmaba san Pablo VI”.

7 de noviembre de 2014

A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES


Papa Francisco

Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.

Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia, por su trabajo y sus palabras.

Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!

No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.

Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.

Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.

No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.

Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.

No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.

Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.

La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300).

No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.

Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.

Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.

Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.

Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.

Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo, había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.

Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío, en el año 1200 explicaba estas cosas horribles.

Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.

Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados.

En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50%, en el sur, el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.

Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.

Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.

En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.

Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneados. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!

Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto.

Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.

Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se lo dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tienen el programa de acción.

Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.

De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.

Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor.

Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo.

Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina.

Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.


http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/october/documents/papa-francesco_20141028_incontro-mondiale-movimenti-popolari.html
NOTA: Intentamos obtener el texto reproducido desde la web de La Conferencia Episcopal Peruana, lamentablemente no está completo. (http://www.iglesiacatolica.org.pe/?id=117)