11 de febrero de 2009

La señora Seudomona


César Hildebrandt

La señora Martha Chávez salió muy bien en “Pulso”. Se nota que ha recuperado el tono, el ánimo, la autoridad siniestra que desplegó en los años del japonés ladrón y asesino al que sirvió rampando y ofendiendo.

Viéndola, me di cuenta de que el Perú de la barbarie ha regresado con más bríos que nunca.

¿Ha regresado?

¿Alguna vez se fue?

No, la verdad es que no ha regresado. Sencillamente ha vuelto a ser protagónico y voraz.

Hubo fujimorismo con Toledo, ese señor que se hubiera parecido a Bukowski si hubiese aprendido a leer y a escribir.

Hubo fujimorismo con PPK, tan lobista como Boloña, tan vendedor como el fantasma González, tan comisionista como Mayu Hume y tan amnésico como Rosa María Palacios.

Hubo fujimorismo a rabiar cuando Toledo le reclamó a Chicho Mohme haberlo traicionado con las acciones de Canal 4 que el hombre de Cabana pensaba que eran suyas (y lo eran hasta cierto punto).

Hubo más fujimorismo que nunca en las pestilentes sentencias sin culpables que se dictaron en relación al “salvataje” de los bancos Latino y Wiese.

Y hubo fujimorismo con poto de chicha de la Mangachería cuando Dionisio Romero, ayudado por el Ejecutivo, logró que no fuera Inés Villa Bonilla quien lo juzgara por haberse sentado a conspirar con Montesinos la permanencia de Fujimori en el poder y la marcha de algunos de sus procesos judiciales.

Pero luego vino Alan García y muchos (cojudos) creímos que iba a haber una ruptura con el moco fujimorista.

Nos equivocamos. El segundo alanismo es el fujimorismo que habla con relativa corrección el español.

Y con Giampietri en vez de Joy Way. Y con Kouri en lugar de Martha Chávez. Y con Hugo Neira haciendo de Martha Hildebrandt.

Porque el fujimorismo es el nombre que le pusimos a la tradición nacional durante la década 1990-2000.

Esa tradición es la de saquear el Estado, corromper las instituciones, convertir la democracia en una palabra hueca y gobernar para los de arriba con la anuencia de buena parte de los de abajo. Amén.

Así que el otro día, viendo a Martha Chávez en “Pulso”, viendo a Oscar Eduardo Bravo salir de su madriguera polvorienta, escuchando a la lideresa fujimorista mentir como si eso la complaciera, negar como si eso la hiciera más bella, difamar como si con eso se asegurara no estar en el infierno apenas muera, calumniar a los muertos y defender a los podridos como si de una fan de la maldad se tratara, viendo, digo, a esa mujer vigorizada por el alanismo en funciones, recordé la maldición de la que alguna vez, en privado, me habló Luis Alberto Sánchez.

Estábamos en su despacho después de una entrevista y el viejo Sánchez encendió su pipa.

¿No estamos grabando, verdad? –preguntó-.

-No –le dije-.

-¿Sabe cuál es la maldición de este país? –preguntó mirándome detrás de esas lupas que tenía por anteojos-. Su maldición es repetirse. No hay nada que se parezca más a un disco rayado que el Perú.

-¿Y habrá un valiente que saque el disco y ponga uno bueno? –pregunté por decir algo.

-Ese era Haya y vea usted cómo fue que lo trataron –contestó Sánchez echando el humo azulino de su tabaco árabe.

Hay infecciones crónicas. El fujimorismo es la infección crónica del Perú reciente. Y Martha Chávez tiene la tenacidad de una seudomona. Su éxito –si lo tuviera- siempre tendrá consecuencias funerarias para todo lo que en el Perú puede haber de claro y todavía limpio.


1 comentario:

Anónimo dijo...

RECUERDEN ESTO:

“señor Fujimori, sea usted un hombre, asuma su responsabilidad, usted por mandarme y yo por obedecerle…”
Asesor Vladimiro Montesinos


“¿Por qué voy a encubrir a un par de delincuentes?”
(Jefe del Grupo Paramilitar COLINA)

Yo exigo Cadena Perpetua

Chinasklauzz