22 de abril de 2024

Perú: 150 MILLONES DE HISTORIAS PERUANAS AL OLVIDO

Natalia Sobrevilla

En su celebrado ensayo El infinito en un junco, la escritora y académica Irene Vallejo narra cómo se desarrollaron los libros y las bibliotecas en el mundo antiguo y de qué manera los papiros y otros soportes fueron dando espacio al papel, que se convirtió en la tecnología más exitosa para sostener las ideas. La autora zaragozana se explaya, además, en cómo el deseo de construir bibliotecas llevó a que en las costas del Mediterráneo se erigieran venerables templos dedicados al saber, pero que, a pesar de ello, el conocimiento nunca estuvo plenamente a salvo. Así, nos recuerda lo siguiente: “Las tres destrucciones de la Biblioteca de Alejandría pueden parecer confortablemente antiguas, pero por desgracia la inquina contra los libros es una tradición firmemente arraigada en nuestra historia. La devastación nunca deja de ser tendencia. Como decía una vieja viñeta de El Roto: «Las civilizaciones envejecen; las barbaries se renuevan».”

En el Perú hemos tenido dos tristes pérdidas de la Biblioteca Nacional. El primero fue el robo cometido durante la Guerra del Pacífico, cuando los chilenos que ocuparon Lima saquearon lo que más les interesaba de las colecciones más antiguas que ahí se albergaban. La segunda ocurrió durante el incendio de 1943, que todavía se discute si fue provocado o se debió a un cortocircuito. En ambas ocasiones la labor de reconstrucción fue ardua y tuvo frutos en la primera ocasión con Ricardo Palma y en la segunda con Jorge Basadre. En el 2006 se inauguró la nueva sede de San Borja y, a pesar de sus grandes problemas, la biblioteca persiste brindando importantes servicios a la ciudadanía y resguardando el legado de los libros en el Perú.

Es evidente que los libros son más fáciles de entender y querer que los documentos albergados en el Archivo General de la Nación, motivo por el que estos no han tenido la misma suerte y, una vez, más se encuentran en peligro de desaparecer. Los causantes no son ni una guerra ni un incendio: son la desidia y el culto a la inercia de nuestras autoridades, pues ya son casi veinte los años en que los historiadores y archiveros venimos denunciando la precaria situación en la que se encuentra la memoria del país. El primer artículo que escribí sobre ello en la prensa, aparecido en El Comercio el 2 de septiembre del 2018, ya anunciaba con preocupación lo siguiente: “Siendo los documentos la base desde donde se construye la historia del país, el Archivo General de la Nación debería liderar las celebraciones del Bicentenario en vez de estar a punto de terminar en la calle”.

Desde entonces ha sucedido todo lo contrario. En los casi seis años transcurridos, el terreno adquirido con este propósito por el Estado peruano sigue baldío y los planos y expedientes técnicos siguen acumulando polvo en las dependencias. En enero de 2019 volví a escribir sobre el tema, ya que en ese momento el ministro de Cultura propuso trasladar el archivo a una ciudad de provincias como Ayacucho. En ese momento advertí que no era recomendable hacer más difícil la consulta de los documentos ya que “la función principal de un archivo histórico no es simplemente custodiar papeles viejos, debe ser también el lugar desde donde pensar el país y desde donde cada peruano puede interrogar al Estado por su lugar en él”.

Ahora el Archivo Nacional está a punto de ser trasladado con gran secretismo y ninguna discusión a un local industrial en Villa El Salvador. La actual ministra de cultura, Leslie Urteaga, firmó el pasado 11 de abril un acuerdo con el presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo Vela, en el que se compromete a desalojar el espacio que ahora ocupa el AGN en el Palacio de Justicia. Recordemos que hace dos años se dio un fallo en última instancia que le dio luz verde al Poder Judicial para hacer uso de ese espacio. En ese momento escribí un artículo en Jugo, donde intenté dejar en claro que no somos el país de cien años de soledad, sino el de cien años de olvido. Los colegas y todos los interesados nos unimos en una campaña que demandaba que se hiciera algo al respecto y que se respetara la autonomía del archivo. En esta entrevista con Ideele Radio hablé en nombre de mis colegas especialistas sobre nuestro petitorio y apelé a quien quisiera oír que la situación era desesperada.

Ahora ya tenemos la fecha en que se movilizarán los más de 150 millones de documentos que son la base para entender el pasado de la nación: será en agosto de este año cuando se trasladarán esa multitud de cajas al mencionado local industrial. En ningún lugar, ni en ningún momento se ha explicado cuál es el plan a mediano o largo plazo para ese magma vital de contenido. No hay fecha para el inicio de la construcción del nuevo local y lo más probable es que se demore muchos años más, un tiempo en el que será imposible seguir trabajando con las colecciones, con el agravante de los documentos que se extraviarán o destruirán.

Estamos, pues, en un momento en que la memoria del país se está llevando a un territorio de gran incógnita con puerta al pesimismo. ¿Será un hito más de destrucción? ¿Será como cuando expoliaron la Biblioteca Nacional, o cuando se quemó? ¿Es este nuestro momento de la quema de la Biblioteca de Alejandría? ¿Estaremos condenados a seguir a tientas sin poder conocer realmente qué es lo que sucedió en nuestro pasado nacional?

Una vez más, con la terquedad que urge en estos tiempos de desidia, nos toca fiscalizar y preguntar qué es lo que se está haciendo con la memoria del país.

https://jugo.pe/150-millones-de-historias-peruanas-al-olvido/

Perú: El asunto es crear empleo

Pedro Francke

La informalidad ha terminado generando serios problemas al país, pero para millones de peruanos el trabajo informal es la única alternativa. Tiene que dejar de ser así. Hay dos grandes cambios que hacer para lograrlo: el primero es una política de crecimiento acelerado cuyo objetivo prioritario sea la generación de puestos de trabajo y no las ganancias de los monopolios; el segundo es promover que muchas pequeñas y microempresas que hoy apenas logran sobrevivir tengan un margen de acumulación y puedan articularse al Estado. Hablaremos hoy de lo primero.

Entrar a esta discusión exige establecer previamente algo de manera muy clara: la política neoliberal seguida hasta ahora no ha dado buen resultado. La informalidad hoy es la misma que hace 15 años, y que no nos vengan a echarle la culpa a una “inflexibilidad laboral” porque las empresas tienen 75 por ciento de sus empleados con contratos temporales prácticamente sin derechos. Partamos de reconocer que estamos con una seria trabazón económica. Si las optimistas proyecciones del BCR se cumplen, tanto la industria como la construcción este 2024 todavía estarán produciendo 5 por ciento menos que el 2022. Estamos hablando de los dos sectores más importantes en la generación de empleo urbano, y 5 por ciento de pérdida de producción significa recesión continuada y nada de nuevos puestos de trabajo. La agricultura apenas si recuperaría lo perdido el año pasado, contrastando un sector agroexportador, que no ha dejado de crecer, con la situación de los millones de pequeños y medianos agricultores que sufrieron fuertemente con el aza de precios de fertilizantes el 2022 y El Niño el 2023.

El problema no es sólo coyuntural. Se ha dicho que el Perú ha tenido un gran éxito económico los últimos treinta años gracias a la Constitución fujimorista de 1993. El problema con este argumento es que en las últimas tres décadas solo nos fue bien cuando los minerales tuvieron altos precios internacionales (entre 2004 y 2013). Antes de eso, durante la década del dictador Fujimori, crecimos sólo 2 por ciento anual en promedio, que no es nada halagador. Después del 2014 el crecimiento ha sido apenas 1,4 por ciento en promedio, periodo en el cual seguíamos con la misma Constitución de 1993 y el mismo modelo neoliberal.

A pesar de eso, hay quienes quieren profundizar el neoliberalismo: reducir aún más los escasos derechos laborales subsistentes, privatizar el agua potable, dar más apoyo a las AFP, mantener las exoneraciones tributarias a la agroexportación y las reducidas tasas a la minería, aplicar un ajuste fiscal que sólo podría hacerse reduciendo la inversión pública. Insistir en esta receta fracasada sería solo cavar un hoyo más profundo para la economía peruana.

CRECIMIENTO Y POLÍTICA INDUSTRIAL

La experiencia de los países asiáticos exitosos –Japón, Taiwán, Corea del Sur, China– muestra que la clave para un desarrollo económico que genere empleo en forma masiva y elimine la pobreza radica en impulsar una política industrial con dinamismo tecnológico propio. Incluso en el Perú, con todos los problemas que tuvo la experiencia, el crecimiento del PBI fue mayor cuando el sector industrial se dinamizó a partir de políticas promotoras, entre 1950 y 1975, como muestra un reciente libro de Félix Jiménez. Lamentablemente, el Perú, como América Latina en general a partir de 1990, ha apostado por la extracción de materias primas, eliminando primero las políticas industriales y luego aplicándolas de manera errática.

Vale la pena recordarlo nuevamente ahora cuando, con bombos y platillos, se propagandiza que un megapuerto en Chancay es la clave del éxito. Nuevamente se olvida que el asunto fundamental está en promover producción que genere empleo en forma masiva. Infraestructura económica y de transportes puede ser muy buena, siempre y cuando esté pensada hacia ese objetivo de aumentar la producción y el empleo, que es lo que los chinos tienen en mente para China. ¿O alguien es tan ingenuo como para pensar que una inversión extranjera no está hecha para beneficio de quien pone la plata, que en este caso es el Estado chino? Si para el Perú este nuevo puerto sirve para hacer más fácil que salgan minerales sin procesar y entren manufacturas chinas a bajo precio desindustrializando nuestra economía, eso no será ninguna solución de nada. Los puertos y el comercio sólo ayudan si son parte de una estrategia de desarrollo bien pensada.

Empleos, empleos, empleos, ese debe ser el lema de la política nacional. Toda oportunidad que haya para producir más, con prioridad adonde haya más empleos, debe ser aprovechada. ¿Hay posibilidades en la industria naval? Facilitémosla. ¿Tenemos mucha minería? Que una industria nacional produzca insumos y equipos para ese sector como en Australia y Chile, y transformemos los minerales en vez de exportarlos en bruto. ¿Se necesitan uniformes para policías? Que sean nacionales y mejor si son pequeñas empresas. ¿La lana de vicuña es apreciada mundialmente? Que se hagan acá esos abrigos pagando lo justo a los comuneros. ¿El mundo gira hacia las energías renovables? Acá hay muchos sitios con harto sol por aprovechar. ¿Producimos cacao orgánico? Sigamos empujando eso y que se hagan buenos chocolates. ¿Café de variedades especiales? Aprendamos de los colombianos que tienen a sus productores cafetaleros bien organizados y una marca colocada internacionalmente (Juan Valdez). ¿Industrias culturales? Tenemos mucho que ofrecer en ese terreno, no hagamos caso a esos idiotas que quieren traerse abajo el cine nacional. ¿Turismo? Hay enormes atractivos por promover y no sólo seguir exprimiendo Machu Picchu como una vaca hasta que quede exhausta.

Un esfuerzo de este tipo requiere un diálogo continuo y con respuestas efectivas entre el Estado y las empresas privadas, de manera abierta, sin lobbies, y exige también impulsar y dar apoyo a la organización de las micro y pequeñas empresas para que ellas sean las primeras sentadas en la mesa. Un esfuerzo que hicimos durante nuestro breve paso por el MEF fue instalar una Mesa Ejecutiva para promover el sector de proveedores mineros, la industria de productos que la minería necesita, pero ese impulso no se ha sostenido. El actual ministro no ha dicho una palabra sobre la tarea prioritaria de impulsar un desarrollo productivo diversificado, sólo repite el viejo discurso de imponer proyectos mineros rechazados por la población, camino represivo que sólo ha agravado los conflictos sociales con muchos muertos en el camino.

Necesitamos innovación y avance tecnológico con profesionales y científicos peruanos de alto nivel. Esa es la apuesta que viene haciendo China hace años con muy buenos resultados, y ahora le sigue India. En América Latina, en el único país con tres premios Nobel, Argentina, hoy se está destruyendo su sistema de ciencia y tecnología. Hagamos lo contrario, mejoremos nuestra educación superior, conozcamos más nuestra biodiversidad e invirtamos en innovaciones productivas que la aprovechen de manera sostenible. Si seguimos priorizando que extranjeros vengan a llevarse nuestras riquezas naturales mientras tenemos una fuga de talentos al exterior, nunca lograremos un crecimiento fuerte y sostenido con los empleos que necesitamos.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 682 año 14, del 19/04/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

21 de abril de 2024

Perú: Congreso sexista al ataque

Marisa Glave

“Esta medida de lenguaje inclusivo creada para homogeneizar la situación de mujeres y hombres, para que nosotras nos sintamos nombradas e incluidas, ha sido eliminada en la práctica”.

Una vez más, el Parlamento celebra el retroceso en la lucha por la igualdad de género. Con una carga sexista grosera, aprobaron la modificación de la Ley de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres. Específicamente incorporar dos frases en el numeral 3 del artículo 4 de la Ley que se refiere al uso del lenguaje inclusivo.  

Quienes promovieron este cambio, que celebraron en sus redes sociales diciendo “el lenguaje inclusivo no va más”, en realidad no se han atrevido a derogar expresamente su uso. Han preferido una leguleyada para no parecer tan retrógradas. Pero en su intento quedan aún peor, sin coraje para asumir sus decisiones y dejándonos un texto críptico.

Mantienen la obligación explícita del Estado de incorporar en todas sus comunicaciones el lenguaje inclusivo, pero añaden inmediatamente que su uso no implica el desdoblamiento del lenguaje para mencionar por separado el género masculino del femenino. Si no han soltado una carcajada vuelvan a leer la frase. Tendremos un lenguaje inclusivo oficial que no incluye expresamente a las mujeres.

La justificación es ya un clásico del debate machista global. Se plantea que hay términos genéricos que pueden ser usados, lo que es una media verdad, pues en una disposición complementaria señalan que cuando el Estado se refiere a las personas siempre es inclusivo y por tanto no es necesaria la distinción. Veamos con calma la operación engañosa.

Si yo digo que la niñez tiene derechos, estoy incluyendo a las y los niños. Sí. Pero si digo los niños tienen derecho a la educación, estoy usando el término masculino para incluir en el universo también a las niñas. Este es un problema histórico en la socialización de las niñas.

Desde muy pequeñas, las mujeres tenemos que intuir cuándo estamos incluidas y cuando no. Si en el aula nos dicen “niños es hora de salir al recreo”, entonces sabemos que estamos incluidas. Pero si dicen “el baño de los niños está en el otro pabellón” asumimos que no se refieren a nosotras, porque tradicionalmente tenemos baños diferenciados. Aprendemos entonces que la palabra niños nos incluye algunas veces y en otras no.

Pero hay otras frases que pueden ser más difíciles, por ejemplo “los niños del equipo de futbol mañana deben estar una hora más temprano”. Esta vez ¿estamos incluidas las niñas? ¿debemos preguntar si se refieren al equipo solo de niños o si también al equipo de niñas? Cada vez más mujeres juegan también al fútbol, pero en el lenguaje cotidiano suele referirse a los hombres más que a las mujeres.

Peor aún, qué pasa si la comunicación dice “los niños del equipo de natación deben traer mañana ropa de baño”. Practicamos natación ambos sexos, pero las competencias son separadas y por tanto no estamos en el mismo equipo. Si soy una niña y leo esta comunicación ¿qué debo asumir? ¿Qué mi equipo de mujeres también está siendo convocado o esta vez es solo el equipo de hombres? No lo sabré a ciencia cierta salvo que pregunte.

El problema lo tenemos nosotras, no ellos. Los niños, desde pequeños, siempre saben cuándo se les menciona y cuándo no. Crecen acompañados con un lenguaje que les da certeza mientras nuestras niñas crecen en incertidumbre.

Si esta diferenciación no generara problemas, entonces podríamos considerar que el femenino es inclusivo y convencionalmente usar el genérico todas como universal en lugar de todos. Pero esto es algo que simplemente no puede ni plantearse en el Perú. Si una maestra en el aula dice “todas las niñas al recreo” los niños no saldrán, si les dice que están incluidos en la frase tendrá una fila de padres de familia diciéndole que está confundiendo a su hijo, que el niño tendrá luego problemas para identificar su género.

Esta medida de lenguaje inclusivo creada para homogeneizar la situación de mujeres y hombres, para que nosotras nos sintamos nombradas e incluidas, ha sido eliminada en la práctica. Pero esta no es la única medida contraria a la igualdad que este Congreso aprueba estas semanas.

Sin cuidados

La misma coalición parlamentaria que celebra la eliminación del lenguaje inclusivo festejó el archivamiento de los proyectos de ley que buscaban crear un Sistema Nacional de Cuidados en el Perú. Porque en el Parlamento solo se celebra el retroceso y el estancamiento.

Para ponerlo en simple, las personas en situación de vulnerabilidad, sea por edad –niñez o vejez–, por discapacidad o por enfermedad, requieren de cuidados. No pueden valerse por sí mismas y por tanto alguien en la familia debe hacerse cargo. Ese alguien, por lo general, es la mujer.

Este trabajo, en la mayoría de casos, no es remunerado, pero es un trabajo, supone dedicación de tiempo, energía y corazón. Esta dedicación aleja a las mujeres de algunas opciones laborales o de mejoras en su formación profesional o técnica. Conforme pasan los años, la situación se agrava porque la brecha de género, entre quienes se dedican a los cuidados y quienes no, aumenta.

Lo que buscaba el sistema era asegurar que el Estado brinde servicios de cuidado para liberar el tiempo de las personas, normalmente mujeres, cuidadoras. Pero junto a esto permitir que mujeres dedicadas voluntariamente al cuidado, que prefieren hacerse cargo de las personas vulnerables de su familia, tengan algún tipo protección, por ejemplo, tengan asegurada la salud y su propia vejez.

¿No es acaso sensato que una madre de familia que decide dedicarse a la crianza de sus hijas e hijos tenga seguro? Pues esta pregunta no se puede siquiera plantear en este parlamento. Hacerlo, según este grupo de congresistas, es interferir en la vida privada de las familias.

Este argumento es exactamente el mismo que hace décadas se usaba para no sancionar la violencia intrafamiliar. Si el marido le pegaba a la mujer no había que meterse, el Estado no podía intervenir, era algo privado en la familia.

Hace ya mucho tiempo ha quedado claro que las injusticias, no importa dónde se produzcan, son materia pública y por tanto requieren mínimos de regulación.

Ojalá entendamos que no tiene nada de malo cuidar a quien te cuida.

Este Parlamento tiene en sus manos también normar el proceso de elección del nuevo Senado. Visto su actuar, hay una alta probabilidad de que pretendan negar el avance en participación política de las mujeres, negando la importancia de garantizar un Senado en el que las mujeres tengan igual participación que los hombres, sobre todo tratándose de un Senado que concentrará mucho poder y por tanto las mujeres no deberíamos estar excluidas. Estemos alertas, pues habrá que defender los derechos de paridad y alternancia ya adquiridos en la legislación.

https://larepublica.pe/opinion/2024/04/20/congreso-sexista-al-ataque-por-marisa-glave-487863