José Álvarez Alonso
No cabe duda de que la construcción de la carretera Yurimaguas a Tarapoto, y más recientemente, su asfaltado, ha sido una de las más viejas aspiraciones de los Yurimagüinos, y también de los Loretanos en general. Es la primera, y de momento la única, vía que conecta a una ciudad loretana con el sistema nacional de carreteras. No pongo en duda la urgente necesidad de esta vía para permitir el transporte de bienes y personas desde ésta tan aislada región de Loreto. Sin embargo, al margen de los indudables beneficios y del valor estratégico de esta vía, no puedo dejar de enunciar algunos posibles costos -en términos ambientales y sociales- y de resaltar algunos de los riesgos y amenazas que conllevan para Loreto su construcción y reciente asfaltado.
Hace unos días tuve oportunidad de recorrer la recién asfaltada carretera. Soy peruano por decisión propia y por adopción, y voto por comprarle al Perú, pero no puedo dejar de alabar la calidad de esta obra, a cargo de la conocida empresa brasileña Odebrecht, a pesar de los desafíos que exigió en términos de ingeniería, por los difíciles pasos y la inestabilidad de las laderas en la Cordillera Escalera. Circular por esta vía es como recorrer una autopista de Europa o Estados Unidos, parece una mesa de billar, se puede ir escribiendo en el carro con comodidad. Nada que ver con la accidentada carretera Iquitos – Nauta, que más parece en gran parte de sus tramos “canilla de vieja”, como dice mi buen amigo don Ashico, comparando sus frecuentes ondulaciones y rugosidades con el tronco del conocido palo bola bola.
La vía tiene acabados también de primera: parches reflectantes (“ojos de gato”) en la línea central a lo largo de todo su recorrido, utilísimos para la circulación nocturna, que tantos accidentes provoca en las carreteras del Perú. Según me dicen, no se ha producido hasta ahora ningún accidente grave en esta carretera, a pesar de abundan las curvas muy cerradas y los precipicios en casi todo el recorrido. La carretera tiene también otros acabados de primera, como cunetas de cemento en buena parte del recorrido, barandas protectoras en las curvas más cerradas, señalización abundante, y teléfonos de emergencia cada ciertos tramos… Casi como nuestra doméstica carretera Iquitos – Nauta. Y sin embargo, me informan que el costo de asfaltado ha resultado más barato que el de ésta…
Una cosa muy llamativa -en comparación con la carretera Marginal de la Selva, la Federico Basadre y otras en la Amazonía peruana- es el buen estado del bosque en gran parte de su recorrido, exceptuando las zonas bajas. Por todas partes se ven carteles educando sobre la importancia del bosque y sobre el área de conservación Cerro Escalera, que es atravesado por la vía en buena parte de su recorrido. No en balde la han calificado como “la primera carretera ecológica del Perú.”
Colonos y palma aceitera
Varias camionetas cargadas sus familias de colonos, con sus enseres e incluso animales domésticos, iban delante del vehículo en el que yo viajaba desde Tarapoto a Yurimaguas. Según me explicaron, la mayoría son de Piura y Cajamarca. “Cada vez llegan más, son como el curuhinshi”, me dice el chofer del taxi. “Donde se establecen, tumban el monte como si lo odiasen, no dejan un árbol en pie.” Este comentario lo he escuchado por todas partes por donde he viajado en los últimos años en San Martín y Amazonas, desde los valles del Huallaga y el Mayo en el Sur, hasta los valles de Huayabamba y Huamanpata, en el Norte.
La provincia de Alto Amazonas es la más deforestada de Loreto, y con el asfaltado de la carretera la tasa de deforestación se está disparando. Los conflictos por tierras son cada vez más frecuentes, y han llegado en algunos casos a la violencia, sobre todo en la zona de Barranquita y Bellavista, donde un conocido consorcio promotor de la palma aceitera ha recibido varias concesiones que suman unas diez mil hectáreas, de forma irregular según los pobladores y el P. Pío Zarrabe, acérrimo defensor de los campesinos: “Aquí se han cometido muchos abusos, se ha ignorado los derechos de las comunidades que viven en la zona y que usan estos bosques desde hace muchos años”, me explica el padre. Y continúa: “Ya han tumbado más de tres mil hectáreas de monte alto para sembrar palma, a pesar de que la ley dice que el bosque no puede ser cambiado a cultivos industriales. El Estado es el primero en violar la ley.”
Le explico al buen padre que la ley forestal antigua establecía la intangibilidad de las áreas de bosques como “patrimonio forestal nacional”, pero que la 1090, recientemente promulgada, permite la conversión de áreas de bosque primario en cultivos en casos excepcionales, cuando se trate de cultivos declarados “de interés comercial”. Ya han sido declarados de interés comercial el bambú, la caña brava y el piñón blanco, pero no la palma. “Esta concesión la dieron con la anterior ley. Y seguro que no tardarán mucho en declarar la palma aceitera también de interés comercial, ya verás, el poder de estos grupos económicos es inmenso”, dice pesimistamente el P. Pío.
Desde la orilla de la carretera se observa las plantaciones de palma, especialmente abundantes en la zona de Bellavista, en la frontera entre Loreto y San Martín. A pesar de que los suelos en esta zona, por estar cerca de las estribaciones andinas, son un poco más ricos que los de las tierras no inundables –tierras de altura- de las zonas más bajas de Loreto, la palma es tan exigente que exige el uso de grandes cantidades de fertilizantes y, por supuesto, pesticidas. Por el momento son unos cuantos miles de hectáreas sembrados en esta zona, pero las perspectivas son de decenas de miles a mediano plazo. Cientos o miles de toneladas de estos agroquímicos serían arrastrados por las lluvias cada año a las quebradas, y de ahí al río Huallaga, ya bastante contaminado por los químicos usados en el cultivo y transformación de la hoja de coca en la cuenca alta, y por los agroquímicos usados en otros cultivos en la cuenca media. En muchos ríos de mediano tamaño de San Martín ha desaparecido totalmente la fauna acuática por causa de la contaminación.
La gente que vive en la cuenca del Huallaga ya se queja de la gran escasez de pescado. Éste es un recurso no sólo esencial para la alimentación de las poblaciones ribereñas, sino un elemento clave para la salud del bosque inundable. ¿Alguien ha hecho algún estudio de impacto ambiental, o siquiera un análisis prospectivo sobre lo que se nos viene con la promoción masiva de los monocultivos industriales en Loreto? ¿Alguien ha hecho algún cálculo de costo-beneficio de los cultivos industriales en selva baja, en términos no sólo económicos, sino ambientales y sociales? ¿Valdrá la pena perder la salud de nuestros ríos, el potencial de producción sostenible de bienes y servicios ambientales de nuestros bosques por las ganancias económicas de estos cultivos industriales? ¿Beneficiarán estas plantaciones a los loretanos humildes, a los indígenas y a los ribereños? Son preguntas que debería hacerse y contestar la sociedad loretana, líbreme Diosito de ser yo quien decida.
Lo que sí hay que tener en cuenta es que la mayor parte de estos negocios están y estarán en manos de foráneos, y las perspectivas que tienen los loretanos, en general, es la de convertirse en simples peones de las plantaciones. No sé si ése es el ideal para el futuro de las comunidades indígenas y ribereñas de Loreto, pero al menos deberían preguntarles. Yo lo he hecho en algunos talleres, tanto en Loreto, como en San Martín y Ucayali, y la respuesta suele ser un “NO” rotundo. “No quisiera tenerle pena un día a mi hijo viendo cómo le maltratan los patrones; no hay patrón bueno. Prefiero que mi hijo viva pobre como yo, pero libre”, me decía hace poco un campesino del Huallaga central que se está resistiendo a vender sus 60 ha. de fértiles tierras de valle a una gran empresa agroindustrial.
Pienso que la idiosincrasia y la cultura loretana no están por este tipo de grandes proyectos agroindustriales; todavía no. La gente ribereña ama su forma de vida tradicional, y cualquier proyecto de desarrollo debería tener esto en cuenta antes de promover proyectos ajenos a esta tierra, y a los modos de vida de su gente. He escuchado varias veces a dirigentes indígenas manifestarse contra el ingreso de los grandes consorcios de biocombustibles a la selva baja, y especialmente en contra de la concesión de grandes extensiones de bosques a empresas foráneas. Algunos amazónicos claro que quieren involucrarse en el negocio de los cultivos industriales, pero en sus propias purmas y chacras, conservando su libertad y su modo de vida. Cada campesino podría cultivar, como lo hace ahora con sacha inchi o camu camu, sus dos o tres ha de palma, y venderle el fruto a una empresa acompiadora. Este modelo, con seguridad mucho más inclusivo, y más sostenible ecológica y socialmente, es el que impulsan también el Gobierno Regional de Loreto y el IIAP, que promueven los biocombustibles en áreas deforestadas, que en Loreto son purmas de comunidades campesinas e indígenas. ¿Sabrán los gobernantes capitalinos respetar los derechos y la voluntad de nuestra gente, y considerar también estos aspectos ambientales y sociales a la hora de tomar decisiones para Loreto?
Palma aceitera, papayas y algo más
Los camiones que vuelven de Yurimaguas a Tarapoto, que transportaron a Loreto muchos de los bienes de consumo y productos que consume Iquitos, vuelven bastante vacíos o con algunos productos agrícolas como palmito (chonta), racimos de palma y de pijuayo, papaya y sacha inchi. También algunos productos no tan legales: en el Pongo del Cainarachi, donde los vehículos hacen cola en la tarde esperando la apertura de la carretera (todavía están reparando algunos tramos donde han ocurrido derrumbes) observo un cargamento de cuartones de madera motoaserrados, obviamente ilegales, dentro de un camión cuyo chofer había entreabierto momentáneamente la tolva. La extracción ilegal de recursos, forestales, pesqueros y de fauna, con destino a los mercados de San Martín y de la costa, es una de las muchas amenazas que se están ya incrementando con el asfaltado de la carretera, y se prevé se incremente más en el futuro. El mayor flujo de vehículos también favorecerá el tráfico de drogas, según algunos expertos, y de otros productos ilegales.
En Tarapoto me comentan que el Área de Conservación Regional Cerro Escalera ya ha sufrido varias invasiones de colonos. La presión sobre los bosques seguro seguirá aumentando junto con el flujo de emigrantes, y con ella los problemas ambientales de San Martín, que ya sufre escasez estacional de agua para cultivo de arroz, acuicultura e incluso uso doméstico en varias ciudades.
En Madre de Dios, a raíz del asfaltado de la interoceánica sur, los problemas de invasión de tierras, minería ilegal, y extracción ilegal de madera y de otros recursos silvestres se han multiplicado de forma geométrica. Si no se toma medidas a tiempo en Loreto, impulsando una Zonificación Ecológica y Económica en la provincia de Alto Amazonas, y promoviendo su aplicación obligatoria a través del Ordenamiento Territorial respectivo, y titulando a las comunidades locales y apoyándolas para promover un aprovechamiento sostenible de sus recursos forestales y acuáticos, el escenario a mediano y largo plazo para esta provincia es bastante sombrío. Cuanto menos para los bosques, los ríos y su fauna, y para el modo tradicional de vida de las comunidades indígenas y ribereñas de Loreto.
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