27 de mayo de 2024

¿Libertad de qué?

Ybrahim Luna

A inicios de este mes se conmemoraron treinta años de la proclamación del Día Mundial de La Libertad de Prensa por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas y la UNESCO. El evento se instauró en mayo de 1993 y se celebró oficialmente desde 1994, y se basó en la Declaración de Windhoek, un documento elaborado por periodistas africanos en Namibia (1991).

La conmemoración de las tres décadas del Día Mundial de La Libertad de Prensa llega en un momento particularmente crítico para el mundo. En marzo de este año la organización “Reporteros sin fronteras” (RSF) informó que el número de periodistas de televisión, radio, prensa escrita y multimedia asesinados en Gaza por los ataques israelíes era de 103 (91 hombres y 12 mujeres). Muchos de los cuales murieron por bombardeos a sus domicilios, pero otros, por lo menos 22 reporteros, mientras realizaban sus funciones en el campo. La cifra se actualizará y aumentará conforme se vayan rescatando cuerpos de los escombros.

También podemos citar el caso de Assange. El 20 de mayo el Tribunal Superior de Londres dictaminó que el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, tenía derecho a apelar el proceso de extradición que Estados Unidos lleva en su contra. El argumento de la defensa legal de Assange (cuya organización es perseguida por EE.UU. por haber filtrado miles de documentos clasificados y cables diplomáticos entre 2010 y 2011, que, entre otras cosas, revelaron crímenes de guerra) es que la justicia británica no puede confiar en la versión de los fiscales estadounidenses de que el acusado podrá ampararse en los derechos y protecciones que ofrece la primera enmienda de Estados Unidos, básicamente por ser un ciudadano extranjero nacido en Australia y acusado de espionaje. De igual modo, la justicia británica busca asegurar que no exista la posibilidad de una pena de muerte. Los jueces, que aún no han fijado una fecha para la próxima audiencia, aseguraron que los argumentos de Estados Unidos no son suficientes. El editor de la revista política británica “Prospect Magazine”, Alan Rusbridger, escribió para CNN que el proceso de extradición parecía “un intento muy tardío de castigar a los denunciantes y desalentar a los periodistas, convencionales o no, de meter sus narices donde no son bienvenidos”.

En este breve recuento también podemos incluir un suceso que puso en entredicho la libertad de prensa en las más altas esferas del periodismo internacional y que fue revelado por “The Intercept” en abril de este año. El medio hizo público un memorándum interno del diario “New York Times” (“NYT”), que instruía a los periodistas especializados en la guerra de Israel en Gaza a evitar el uso de las palabras “genocidio”, “limpieza étnica” y “territorio ocupado”. El memorándum también recomendaba no usar el nombre “Palestina”, excepto en casos muy necesarios, y a evitar el término “campamentos de refugiados” para referirse a ciertas zonas palestinas, aunque la misma Naciones Unidas haya reconocido a esos territorios como “campos de refugiados”. La infame guía de términos (que fue reseñada en este semanario) fue escrita por Susan Wessling, editora de normas, y Philip Pan, editor de internacionales del “NYT”.

El informe anual de Reporteros sin fronteras, presentado cada mayo, es poco alentador para el periodismo mundial a mediano y largo plazo. Este informe registra una caída de 7,6 puntos en su indicador político, lo que significa que la principal amenaza para la prensa viene de quienes están encargados de ser sus garantes: las fuerzas políticas y gubernamentales. El editorial del informe señala que el desentendimiento de los Estados y las fuerzas políticas es acompañado de cuestionamientos al papel de los periodistas y de la instrumentalización de los medios para campañas de acoso y desinformación.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 687 año 14, del 24/05/2024

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