17 de enero de 2025

Perú: El error de la PUCP

Juan Manuel Robles

Como muchos, he quedado perplejo después de leer el comunicado de la Universidad Católica en el que la institución se presta para consumar la censura a la obra teatral María Maricón, que iba a estrenarse como parte del festival Saliendo de la caja (que exhibe los trabajos de sus estudiantes de Artes Escénicas). ¿La razón? El afiche de esa obra es supuestamente ofensivo contra la “fe católica” y hace mal uso de los “símbolos religiosos”. El comunicado se somete y acepta la injerencia del Ministerio de Cultura, que horas antes había lanzado su propio pronunciamiento anunciando medidas contra la obra, en cuyo afiche se ve “un varón que reemplaza la figura de María de Nazareth (…) atentando contra la Sagrada Tradición de la Iglesia Católica”.

En principio uno debería escandalizarse por el Ministerio de Cultura, que apela a una categoría como “sagrado” en un escrito oficial. Pero considerando el hoyo en el que hace tiempo se encuentra esa institución, no sorprende (usan la palabra patrimonio para defender emblemas religiosos hegemónicos pero cuando mercachifles se roban patrimonio de comunidades nativas, hacen mutis). Lo que sí es deplorable es que la PUCP acepte esos términos sin ninguna defensa, descalificando sus propias instancias y procedimientos, que provienen de una de las gestiones culturales más serias del Perú.

Lo más alucinante es que se trata, a todas luces, de algo injusto y exagerado. El afiche es provocador pero austero. Digo: no es La Virgen de las Guacas de Giuseppe Campuzano (filósofo, drag queen, artista mayor). No es un póster de Jesucristo Super Star con parafernalia gay, ni Madonna besando al Cristo negro con las cruces en llamas. Es la imagen de un joven (el protagonista) con una vestimenta que toma el Sagrado Corazón y la corona de la Virgen para contarnos su drama. Es una composición intencionalmente ambigua, como el mundo interior que se nos presenta. De hecho, la iglesia Católica debería sentirse complacida. ¡Es 2025 y en el Perú siguen haciéndose obras sobre el conflicto entre la educación sentimental católica y el descubrimiento de la identidad sexual, el aprendido amor a Jesús y el deseo que emerge!

La PUCP lleva la palabra católica en su nombre pero eso nunca ha querido decir que se promueva las creencias católicas como únicas, ni mucho menos que se acepte las históricas censuras de pensamiento de esa religión. Si así lo hubiera hecho, no habría alcanzado el prestigio intelectual que tiene y que fue labrado en décadas de pensamiento libre, con mentes lúcidas abiertamente agnósticas, críticas, de vanguardia. Una comunidad pensante que promovió el diálogo entre “la razón y la fe”. Ese fue el móvil de la lucha judicial contra el nefasto cardenal Juan Luis Cipriani, que quiso apropiarse de los bienes de la universidad aduciendo que esta había desvirtuado el uso católico de la herencia de Riva Agüero. La institución ganó el juicio y le recordó al cardenal —que en ese momento tenía todo el apoyo político— que ser una institución con el sello de Pontificia no significaba adecuarse a los dogmas e intolerancias de quienes usan la religión como arma política.

Ahora, en cambio, no solo aceptan los dogmas de una barra brava intolerante. Para zanjar el tema, cancelan todo el festival (un festival que es un lujo del que deberían estar orgullosos). Alguien podrá decir: no es el momento para estrenar una obra así. No con este alcalde. No con esta presidenta. No con este Congreso ni con este ministerio. Acatemos.

Pensar así es un craso error.

Porque una vez que las instituciones con autonomía e historia admiten mansamente el derecho de otros de parametrarlos y limitarlos, los censores no paran. Van por más. Y así como el Ministerio de Cultura estaba dispuesto a rectificar matonamente su propia decisión de aprobar la obra en mención como espectáculo cultural, empezará a revisar un montón de decisiones y permisos. Recordemos que este ministerio ya cambió cláusulas de concursos públicos en favor de censuras (contra todo aquello que vaya contra los “valores” de la patria). Parte de la comunidad intelectual ha mirado para otro lado porque sin los estímulos financieros no se puede hacer nada. Pero además porque piensan: es solo un cambio chico, lo importante es seguir haciendo obras.

No funciona así. La censura es el huequito en el dique de aquel cuento holandés. Si no se contiene a tiempo, el chorro se convierte en una marejada. En cambio, cuando se detecta en el instante, basta la voluntad de un niño para resistir.

Hace poco cesaron a Manuel Burga como director del Lugar de la Memoria. Todo el mundo lo ha lamentado, y yo también, pero he recordado algo. Burga entró luego del bochornoso despido de Guillermo Nugent, quien fue separado de la institución por avalar una muestra artística que hacía memoria sobre episodios de violencia como el asesinato de María Elena Moyano por Sendero Luminoso, pero también —¡escándalo!— sobre las esterilizaciones forzadas, el golpe de Estado de Fujimori, La Cantuta, los vladivideos. Debido a las quejas de fujimoristas, el gobierno sacrificó a Nugent. Pareció una concesión razonable para calmar las aguas.

Error, otra vez.

Salió Nugent y entró Burga. Desde entonces, el LUM ha tenido que aceptar el embate continuo de las hordas negacionistas, que cada vez tienen más poder. En 2019, la institución retiró de su muestra la alusión a la renuncia de Fujimori por fax desde Japón, un hecho documentado y probado que se ha querido negar por la existencia de una renuncia en físico (que llegó días después, cuando el fax ya estaba en manos de todos los medios). Años más tarde, el LUM permitía eventos de militares solo para arengar contra el trabajo de la memoria. En una presentación, uniformados que habían participado en la lucha contra la subversión gritaron “no fue conflicto armado, fue terrorismo” (su cerebro museográfico solo les alcanzó para hacer que cada militar cargara una letra de la frase), sembrando la desinformación en un espacio educativo, pues como todos sabemos, decir “conflicto armado” no niega el terrorismo. En esos años, los tuits del LUM se volvieron cada vez más suaves: nada de “golpe de Estado”. Y nunca se volvió a hablar de dictador o dictadura.

Todas esas fueron concesiones “menores”, tal vez bajo la idea de que lo importante es el fondo de las cosas. ¿Los negacionistas se calmaron? ¿Dejaron en paz un espacio que ya está bastante descafeinado? Para nada. En septiembre del año pasado, Martha Moyano y otros fujimoristas le mandaron una carta al entrante ministro de Cultura para discutir la “modificación del guion museográfico del LUM”.

En enero botaron a Burga, el conciliador.

Es tiempo de entender que estamos frente a una horda sin interés en la historia ni en la memoria ni en la diversidad. Es una horda que odia todo lo que consiguió el país en derechos humanos, judicialización de terroristas de Estado y normalización de las diversidades. La resistencia (la de verdad) debe empezar ahora mismo. O seguirán avanzando.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 716 año 15, del 17/012/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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