Alberto Adrianzén Merino
La ideología neoliberal se sustenta en tres ideas básicas: por un lado, en la reducción del Estado ya que es el causante de las crisis económicas o, dicho en términos de Ronald Reagan “el gobierno no es la solución sino el problema”; por el otro, en el empresario como innovador y motor del desarrollo, es decir en esta suerte de capitán de empresa que rompe con el burocratismo del Estado; y, finalmente, en la minimización de los sindicatos para que los salarios se determinen por el mercado y no por la llamada “justicia distributiva”. La idea es que hay que atar de manos al Estado, dejar libre al empresario y derrotar a los trabajadores para que el mercado haga su trabajo.
De estas tres ideas, fue la última la que primero se llevó a la práctica. Como señala Paul Krugman, el ataque a los sindicatos por los flamantes neoconservadores, a mediados de los años 60, fue el primer paso para soldar una alianza con los capitalistas y echar a andar el proyecto neoliberal. En los años siguientes empresarios e intelectuales neoconservadores se dedicaron a crear institutos de investigación y grupos de vigilancia ciudadana para promover tanto los intereses de las empresas (bajar impuestos, desregular, etc.), atacar a los sindicalistas y condenar al Estado al ostracismo.
Sin embargo, esta crisis mundial ha mostrado todo lo contrario al consenso neoliberal. Primero, que el Estado es la solución y no el problema. Los rescates financieros a las empresas y las colas que hacen hoy los capitalistas para recibir esta ayuda son la mejor demostración de que el Estado existe y es útil. Segundo, que los capitalistas y sus representantes, directores y gerentes, no son capitanes de empresas sino más bien simples piratas. Así el mercado ha pasado a convertirse en botín. Lo que importa es el reparto de las ganancias y no la asignación de recursos escasos, como se dice.
Hace unas semanas los diarios de EEUU informaron que el año pasado las compañías de Wall Street pagaron más de 18 mil millones de dólares en primas. Según la senadora Claire McCaskill, de Missouri, los primeros 116 bancos que obtuvieron dinero de los contribuyentes pagaron un promedio de 2.6 millones de dólares a cada ejecutivo (Democracy Now, 2/2/09). El asunto es tan grosero que esta misma senadora ha dicho: “Tenemos un montón de idiotas en Wall Street que están arrojando arena a la cara del contribuyente estadounidense…”. Por su parte, el presidente Obama, que ha calificado esta situación de “irresponsable y vergonzosa”, acaba de plantear un tope de US$ 500 mil anuales (cifra que supera en cien mil dólares al propio sueldo del Presidente) a las remuneraciones de ejecutivos de empresas que en el futuro reciban ayuda del Estado.
Un ejemplo notable de esta “pachanga” neoliberal es el caso del exdirector ejecutivo de Merryl Linch, John Thain, quien está siendo investigado por otorgar premios a los ejecutivos en las firmas que recibieron dinero del rescate financiero. Thain, informa Democracy Now (28/1/09), “renunció esta semana luego de que se revelara que entregó US$ 4,000 millones en premios un mes antes de lo habitual. Estos premios fueron aprobados tan solo tres días después de que los accionistas decidieran fusionar Merrill Lynch con Bank of America. Este último recibió miles de millones de dólares en dinero extra del rescate financiero por la adquisición”. Otro caso también escandaloso es el Richard Fuld, ex presidente ejecutivo de Lehman Brothers, quien recibió una compensación por US$ 500 millones luego de que esta firma, valorada en US$ 600 mil millones, quebrara. Fuld tiene un penthouse en Park Avenue (New York) de US$ 21 millones, una casa en Connecticut de US $ 25 millones y una colección de arte de US$ 200 millones (Newsweek, 8/12/08).
Sin embargo, el asunto no queda ahí. Se sabe también que el 17 de octubre siete grandes corporaciones, entre ellas el Bank of America (que recibió dos días antes un rescate financiero del gobierno por US$ 25 mil millones), se reunieron para derrotar un proyecto de ley para fortalecer los sindicatos (Democracy Now, 28/1/09). La razón es que los sindicatos ayudan a que se aumenten los ingresos de los trabajadores y controlan los sueldos de los altos ejecutivos.
Con estos hechos –en realidad hay muchos más– uno podría afirmar que ya no es solo el imperialismo, como decía Lenin, la última etapa del capitalismo, sino también, sospecho, el rentismo y la piratería. Por eso sería bueno que las empresas privadas, tanto extranjeras como peruanas, transparenten sus planillas. A lo mejor descubrimos que el mundo de la piratería no está en Polvos Azules y que el mercado (neoliberal) no es otra cosa que una simple coartada para unos pocos se enriquezcan.
FUENTE
http://www.larepublica.pe/disidencias/07/02/2009/piratas-del-siglo-xxi
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