Pepi Patrón
Además de conmover y entretener, “Dos veces por semana”, la novela de Giovanna Pollarolo, nos muestra la capital importancia de la memoria.
A lo largo de la última semana es mucho lo que se ha dicho sobre la importancia de recordar lo vivido y lo padecido, en particular referido a la memoria colectiva para el bien de la propia sociedad. También se ha hablado sobre la mujer, dado que hoy domingo se celebra nuestro día internacional.
He tenido la suerte de leer un libro que me permite juntar las dos ideas: mujeres y la importancia del recuerdo. Se trata de la magnífica novela de Giovanna Pollarolo, Dos veces por semana. A lo largo de las páginas se despliega el diálogo, que a veces es monólogo, entre una mujer y su psicoanalista, también mujer. Así, en un momento nos dice la narradora: “Pensé que finalmente de eso se trataba: volver a la infancia y recordar. ¿Y acaso sirve para algo? Ahora, aparte de la pena que me trajo a este consultorio, debo cargar con tristezas que había enterrado para siempre”. Pues el relato nos muestra que sí, que sirve para mucho, que la memoria nos permite comprender, comprendernos y reconciliarnos con nosotros mismos. Y dejar de repetir lo que hace daño, por ejemplo sentir que nuestra felicidad depende de tener un hombre al lado, aunque no nos quiera bien. Vale, pues, para el individuo tanto como para la sociedad.
Una mujer de mediana edad que siente que su vida ha perdido sentido desde que el esposo la dejara. El diálogo psicoanalítico le permite confrontarse con su propia historia, con sus recuerdos fantaseados, reconstruidos, deformados y con la imagen que tiene de sí misma. A lo largo de las páginas van desfilando ante nosotros, los lectores, en una conversación entre Yo (la narradora) y Ella (la terapeuta), la diversidad de mujeres que caben en una: la mujer víctima, la quejosa, la dulce, la manipuladora, la asustada, la hija, esposa y la amante; la que tiene miedo a todo, la que se atreve a mucho. La culposa y la aventurera. La chancona y la insegura. La que lleva una monja dentro y la que quiere ser una puta. La que no se atreve a encarar su propio narcisismo, pese a que se anda mirando el ombligo todo el día, a decir de Ella.
El filósofo alemán Hans-Georg Gadamer emplea la metáfora del juego para describir la experiencia de una obra de arte. Esta instaura un mundo de sentido que nos convoca y que compartimos. Pues bien, esta novela nos convoca de manera lúdica, escrita de manera muy talentosa, a compartir la vida y la intimidad de una mujer en la que muchas podemos reconocernos y jugar con nuestros propios recuerdos y temores. ¿Quién de mi generación no recuerda el curso de Educación Familiar (en verdad, así se llamaba) en el que nos enseñaban cómo ser buenas esposas y buenas madres? ¿O el terror de la propia sexualidad, desconocida y pecaminosa? ¿Y la importancia de los trabajos manuales? Las jóvenes adolescentes teníamos que aprender lo realmente importante: cocinar, coser, tejer. La ambivalencia del tejer está bellamente planteada en el relato de Yo.
Por supuesto que es mucho lo que en la vida de las mujeres ha cambiado hoy. A mí nunca en el colegio me dijeron que podía o debía ser una mujer independiente, con una vida propia más allá de ser esposa y/o madre. Con una profesión, por ejemplo. Que también somos ciudadanas y que podíamos tener una voz en el espacio público. Nunca, nadie.
Recorremos, en el relato, las supuestas y muy culturales diferencias entre hombres y mujeres. Ellos son instintivos, nosotras debíamos ser “puras” y modosas. Ellos son independientes y poderosos, nosotras frágiles y siempre necesitadas de protección. Siempre buscando a papá y mamá. Con miedo a ser adultas y alcanzar lo que Ella llama la libertad interior, gran logro de un ser humano, a decir de la narradora.
Así, pues, además de entretenernos y conmovernos, el libro nos muestra la importancia del recuerdo y la memoria. Nos muestra también lo difícil que a veces resulta ser mujer, incluso en condiciones que parecen privilegiadas en un país como el nuestro. Ojalá muchos hombres lo lean; así compartirán muchas cosas con nosotras. Para todas, y en particular para Giovanna Pollarolo, ¡feliz día!
FUENTE:
http://www.larepublica.pe/opiniones/08/03/2009/opiniones-mujeres-que-recuerdan
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