César Hildebrandt
No le creo una palabra a Ollanta Humala cuando dice que lo que más le conviene al país es que la policía reemplace a las Fuerzas Armadas en las operaciones antisubversivas del Vrae.
Eso le conviene al narcotráfico y al Camarada José, ese marxista mutante que ha refundado el “pensamiento Gonzalo” y macerado (en pozas) su antiimperialismo.
Dice Carlos Tapia que detrás de quienes reclaman la presencia de los militares en el Vrae está la embajada de los Estados Unidos y su plan de “colombianizar” la lucha antidrogas en el Perú. Qué extraño: resulta que la “ayuda” estadounidense para luchar contra el narcotráfico acaba de ser recortada significativamente.
Si empleáramos la misma lógica libertina y la misma paranoia política de Tapia diríamos que detrás de quienes quieren el paso al costado de las Fuerzas Armadas en el Vrae están los carteles del narcotráfico, los cocaleros abastecedores, los congresistas nacionalistas que defienden el cultivo irrestricto de la hoja de coca y, por último, los secuaces del asesino “Camarada José”.
¿Por qué es imprescindible que las Fuerzas Armadas continúen encabezando, con el apoyo de la policía, las operaciones de contención y castigo en la zona del Vrae?
Fácil. Primero, porque los 1,300 policías que trabajan en los treinta y pico distritos comprendidos en el Vrae no tienen ninguna preparación para el combate. Y eso es parte del devastador quinquenio toledista, que se dedicó a minimizar los aparatos de seguridad confundiendo la paja con el trigo y a Montesinos con las instituciones que, al final, les sacaron las castañas del fuego al Perú.
Segundo, porque no hay presupuesto para que los 80 policías del Frente Policial del Vrae, pertenecientes a la Dircote y a la Dinoes, sean dotados de los equipos necesarios para luchar con eficacia en una zona exigentísima.
Tercero, porque estamos hablando de un ejército bandolero integrado por unos 600 hombres dispuestos a todo, capaces de ensañarse con los cadáveres de sus víctimas y abastecidos por las armas capturadas y las que compran en el mercado negro (se habla de un contrabando que pasaría por territorio boliviano).
Cuarto, porque, como lo ha mostrado Jaime Antezana, la folletería, las declaraciones y las “propuestas programáticas” del Camarada José son tan fundamentalistas y polpotianas como las que Guzmán difundía en Huamanga a fines de los años setenta. De modo que decir que José es un “Mosca Loca” o un “Vaticano” es de una enorme irresponsabilidad y revela una peligrosa ignorancia. Quisiéramos saber a qué embajada acudiría Tapia a pedir asilo si “José” cumpliera con su paciente cronograma.
Quinto, porque el Perú ya supo aquello de subestimar el surgimiento de las bandas armadas. Ocurrió en 1982, cuando el presidente Belaunde, obstinado en reducir el fenómeno senderista a un tema estrictamente policial, tuvo que ceder y enviar a la Fuerza Armada cuando ya Sendero se había instalado y prosperaba a dos muertos por día y a varios coches-bomba por semana.
Sexto, porque en la división de tareas que debería ponerse en marcha actualmente le correspondería a la policía la interdicción y el bloqueo de los insumos precursores del narcotráfico y el decomiso, con presencia del fiscal correspondiente, de la droga que se encuentre. Además, la presencia de la Dircote y sus agentes de Inteligencia deberá ser reforzada. No es cierto, por lo tanto, que quienes propugnamos la permanencia de las Fuerzas Armadas a la cabeza de las operaciones en el Vrae suscribamos la “militarización” de la región y la exclusión de la policía de las tareas que le son propias.
Séptimo, porque, a diferencia de la zona del Huallaga, donde opera el “acuerdista” Artemio, el ejército bandolero del Camarada José ha demostrado una potencia de fuego y una temeridad sanguinaria que la policía, en las actuales circunstancias, no está en condiciones de enfrentar. ¿O ya no recordamos cómo fue que Sendero masacró policías (incluyendo a los Sinchis) a comienzos de los años 80?
Octavo, porque no hablamos únicamente de pandillas ni de firmas del narcotráfico (aunque también hablamos de ello). A los narcotraficantes no les interesa llamar la atención sobre la zona donde operan matando militares por decenas. Si “José” sólo fuera un narco en la selva, lo último que haría sería desafiar al Estado y la democracia. Cuando “José” ordena extraer ojos de sus víctimas se está pronunciando camboyanamente sobre el “nuevo orden” que pretende instaurar. Si eso no es una amenaza para la seguridad nacional, habría que preguntarle a Humala y a sus libretistas qué entienden, entonces, por seguridad nacional.
Un amplio sector del país está harto del discurso ambiguo de ciertos líderes y del humo incoloro que sale de ciertas tiendas. Esas dudas, esa indefinición, se parecen, como dos gotas de agua, a las dudas e indefiniciones que una gran parte de la izquierda peruana exhibió grotescamente cuando Sendero hacía de las suyas en Lucanamarca o en Tarata. Vemos ahora que hay gente que no aprende y que nos propone, otra vez, que la desatención del Estado justifica el homicidio serial y la ejecución de militares.
Y, por último, habría que preguntarle a Carlos Tapia, el mejor animador del nacionalismo ahora policial, si cuando habla de “un alto comisionado con rango de ministro que se haga cargo de las operaciones en el Vrae” está pensando en él mismo o en algún allegado. Porque, curiosamente, esa es la propuesta que alguien vinculado a Humala le envió hace poco a un ministro de este régimen.
FUENTE:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/el-vrae-se-las-trae_37090.html
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