16 de abril de 2009

La crisis está aquí

César Hildebrandt
Mientras el BCR ha rebajado en un punto la expectativa de crecimiento de la economía peruana hasta llegar a un 4 por ciento para el 2009, el dato del INEI relativo a la parálisis del mes de febrero (0,19% de expansión del PBI) no hace sino confirmar que la crisis está aquí y que nos toca la puerta con la cara de loco de Jack Nicholson en “El Resplandor”.

Si en febrero hemos “crecido” 0,19% es porque el valor de nuestras exportaciones ha caído un 20%. Sólo en el tema de las barreras arancelarias ecuatorianas, el Perú viene perdiendo 225 millones de dólares.

Y pasar de 3,14% de crecimiento en enero a 0,19% en febrero se llama crisis aquí o en Jamaica. Y eso es algo que el voluntarismo no cura y que la verborrea no alivia.

El sector construcción, que venía creciendo a un ritmo de dos dígitos, lo ha hecho sólo en un 4,73% durante el mes de febrero del 2009. Tendrá que darse con una piedra en el pecho, sin embargo, porque sigue siendo, junto con el sector agropecuario, un islote privilegiado en un archipiélago de cifras desinfladas.

Así, por ejemplo, la minería se ha contraído 2,0%, el sector manufacturero ha decrecido un 7,45% y la pesca se ha desplomado un desastroso, aunque también estacional, 17,62%.

Cuidado. No estamos hablando de cifras disidentes ni de fuentes interesadas en inocularnos pesimismo. Las que aquí reproduzco provienen de un despacho de la agencia estadounidense Associated Press cuyo título reza así: “Crecimiento económico registra frenazo en Perú”. Y lo que ha hecho la agencia es glosar las cifras entregadas ayer por el Instituto Nacional de Estadística e Informática.

Lo que nos está golpeando con mayor dureza es la demanda externa, que ha pasado de glamorosa a mediocre y, en algunos casos, de mediocre a deficitaria. Venezuela y Argentina nos están comprando bastante menos que antes y a esta lista de países remolones en adquirir productos peruanos se ha sumado –oh hada cibernética, cómo te explicas esto- Estados Unidos de América (con TLC y todo).

Si a esto agregamos que la cifra anualizada de la inflación ha llegado, de marzo del 2008 a marzo del 2009, al 4,78 por ciento, tendremos, más o menos completo, un escenario de cuidado.

Hace un mes, en una emisora radial, el muy informado lobista estadounidense PPK dijo que uno de los grandes peligros para economías como la nuestra es, precisamente, la inflación. Y contó que las máquinas impresoras de billetes de las grandes economías han trabajado sin cesar en estos últimos meses, lo que podría tener un efecto contagioso. Algo más: PPK advirtió que la crisis global recién se notará nítidamente en el Perú a partir del mes de julio.

Pues parece que la crisis ya nos dio su cuota inicial. Y lo que puede venir dependerá de con qué seriedad afrontemos el asunto.

Por eso es que da grima que empresarios exitosos como José Chlimper estén dedicados a gimotear por Fujimori en vez de dedicar todos sus esfuerzos a estimular el mercado interno y a buscar nuevas oportunidades de exportación. Si muchos como Chlimper se sienten viudas desoladas, que le cedan el puesto a quienes podrían plantarle cara a la tormenta perfecta que está por llegar. (Y a propósito: ¿No será tiempo de pensar en un aumento razonable del paupérrimo salario mínimo?)

Desde esa perspectiva, nada ayudarán la demagogia, el encubrimiento y la mentira. Y eso es lo que ha sucedido con el caso de la minera Doe Run.

Hace pocos días voceros del gobierno y de la Sociedad de Minería salieron a decir que el caso estaba solucionado gracias a una inyección de 175 millones de dólares que Doe Run recibiría de fuentes privadas.

“El Estado no ha desembolsado ni un centavo” –dijeron. Y la mayoría aplaudió.

Ya era desagradable que unos particulares peruanos se hicieran cargo de la crisis financiera de una empresa que pertenece a un archimillonario estadounidense, que ha ganado una millonada cuando los precios del cobre y el zinc estaban altos, y que ni siquiera ha cumplido con los 75 millones de dólares del último tramo de su programa ambiental.

Bien, la respuesta a esa debilidad política, a esa generosidad auspiciada desde el Estado, llegó ayer. Doe Run mandó a su casa al 75 por ciento de su personal y dijo que seguiría parada hasta que el ofrecimiento de la ayuda “se hiciese efectivo”.

La agencia noticiosa Reuters ha confirmado que la colaboración prometida a Doe Run -75 millones de dólares en crédito revolvente y 100 millones en concentrado mineral- estaba entrampada y sólo podría darse en las próximas semanas. Vieja experta en el arte de la extorsión, Doe Run exige que le cumplan lo ofrecido. Y tiene una “razón legal” que la asiste.

Y los trabajadores -1,800 en este caso, los que ganarán durante los 30 días de este pre-despido 65 soles diarios- son los que pagan el pato. Como siempre. Como le gusta a Chlimper. Como le place al fujimorismo empresarial, que nunca tuvo un cholo más barato que con el condenado japonés.

Si con patrañas como la de Doe Run vamos a encarar la crisis, arreglados estamos.

Y lo que es de rogar es que ahora no salga el doctor Alan García a insuflarnos confianza y a darnos una clase magistral de litio. La cosa no está para humoradas.

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