Los primeros efectos (políticos) del AH1N1
Es legítima la preocupación de la población –y comprensible su rebote en los medios– por la gripe AH1N1. Pero, hasta ahora, en el Perú es un fenómeno más periodístico que clínico.
Muchos que se sienten expertos en pandemias –y se despachan sobre ellas con la solvencia de chamán de Parque Universitario– quieren vela en este entierro. Su problema es que aún no tienen el muerto.
Incluso, parecería que algunos hubieran querido la confirmación de que la ciudadana argentina que se creyó que estaba afectada por la enfermedad, efectivamente la padeciera. Pero cuando se anunció que, a diferencia de lo comentado el día previo por el ministro de Salud, no tenía la gripe, algunos sintieron desilusión y hasta pena por perderse el reclamo político –titular incluido– por el primer muerto AH1N1 en el Perú.
De acuerdo con los reportes que llegan desde el exterior, estamos ante una pandemia peligrosa pero que no debe producir pánico ni reacciones improvisadas o exageradas. Los expertos señalan que lo mejor que se puede hacer, por ahora, es mejorar las prácticas de aseo, empezando por lavarse bien las manos, y estornudar con cuidado.
Pero el entusiasmo por la prescripción es enorme. Desde la invocación del presidente Alan García para evitar saludos muy afectuosos y con besitos –ya algunos le han recomendado que deje de besar el anillo del cardenal–, hasta la insólita suspensión de clases en Arequipa durante este lunes y martes.
En este sentido, parece sensato el pedido de la representación de la OPS en el Perú a los medios para que se concentren en educar a la población sobre lo que se debe hacer para prevenir la gripe AH1N1. Es decir, más alertas que alarmas.
Mientras, la falta de enfermos reales por esta gripe en el Perú estaría llevando a buscar al menos un moribundo político prematuro en el ministro Óscar Ugarte, como ha sido el pedido de ciertos medios para meterlo al quirófano y cortarle la respiración, cuando, ante fallas mucho más gruesas de otros ministros se pusieron unos tremendos esparadrapos en la boca. Por ello, ha hecho bien el presidente García en defenderlo, pues no tiene sentido cambiar de ministro de Salud ahora.
Pero ello no implica dejar de reclamarle al gobierno una mejora sustantiva en su capacidad de organización y comunicación, al igual que más responsabilidad en los medios, especialmente cuando –como es lo más probable– se presenten los primeros enfermos de la gripe AH1N1 en el Perú. Porque es obvio que así va a ser, ¿o repetirán el cuento de que, como decían no hace mucho sobre la economía, en la salud también estamos blindados?
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