Eloy Jáuregui
Ser pituco en el Perú no es distinción de una escala del nivel socio económico, ni el más alto, ni el último. Ser pituco en el Perú es una manera de pensar y actuar. Una filosofía. Conozco pitucos en la quinta etapa de Chacarilla de Carapongo y hasta en la playa de Cocos, cerca a “Eisha”. Hay pitucos conduciendo una combi de Orión y otros que almuerzan en el “José Antonio”. Existen pitucos que compran sus pilchas en Miami y también en Gamarra, los otros. Cierto, querida señora, la diferencia entre unos y otros se establece en el orden neuronal. La inteligencia bendita. Así, hay pitucos con Lamborghini y pitucos con diarrea política. Estos últimos, dizque, pertenecen a la DBA, la derecha bruta y achorada. Los otros, forman el coro de ladradores apenas sienten el pánico renovador.
Cuando yo leo la Revista Hola o la revista Cosas y quiero reconocer un rostro de un amigo, me pelo, no hay. Desconozco mayormente. La mayoría, ellos y ellas, los bronceaditos, esos que inaugura un vernisage de ambiente o posan con champagne en el último de los otoños frente al mar de Grau, el cielo de Quiñones y el subsuelo de Roque Benavides, y me miran campechanos con sus ojos color tarjeta dorada, dio, la mayoría, le debe a la Sunat. Pendejos, son conchudos genéticos.
Mi reflexión tiene que ver con Nadine, la primera dama. Le temen, digo yo. La pituquería peruana se orina de miedo con solo escuchar su nombre. Desde que estuvo en París amadrinada por la esposa de Javier Pérez de Cuéllar. Es que Nadine no es mujer como las de antes. Es inteligente, es culta, tiene calor de carpeta y es política. ¿Cómo la recién casada Verónica Zavala? No, más. ¿Como Keiko Fijumori? No más. ¿Cómo Lourdes Flores? No, más. ¿Cómo Grimanesa la de los anticuchos? No más. ¿Cómo Florcita Polo? No más. Nadine es mamá, es esposa de ahora y todo lo que se pone, le queda bien. Además, no lee al imperfecto de Deepak Chopra y menos al tarado de Paulo Coelho. Con eso le gana lejos a todas las tías que aparecen en la prestigiosa sección “Luces Sociales” del octópodo, El Comercio.
Y apenas el grupo juvenil One Direction se marchó de Lima dejando en el más intenso éxtasis genuino a las adolescentes aguantadas, aparecieron con sus chillidos y mojados hasta el copete, los líderes de opinión peruano rancio y pastoso –incluyo a “Peluchín” y “Metiche”—en un aquelarre pastoso despeinándose hasta no más porque Nadine y sus amigos los cuadró a los de la revista Cosas y para que no publiquen fotos de sus hijos y declaraciones off the records que le proporcionara al periodista de esa publicación de pilates y tips, un tal Gabriel Gargurevich, ungido a la hora del té de tías, como el heredero de César Hildebrandt, el bueno.
Hay periodistas pitu-comunistas. El último es hijo del sindicalismo. Hoy dice que dirige el diario La Primera. Y no escribo su nombre por respeto y porque alguna vez trabajamos juntos muy a pesar. Ese señor, en el 2011 me acusó de “sobón” de la señora Nadine Heredia porque describía que no se trataba de una señora cualquiera sino que tenía su proyecto político y me preocupaba. Hoy ese diario es el chupamedias de este gobierno y nada más que por unos avisitos. Hay de todo, querida señora, en este mundo donde la Paisana Jacinta y la Chola Chabuca denigran todos los días a la mujer peruana.
Toda la vida he denunciado a ese coro griego que desafinan como locos y que está conformado por los adláteres de El Comercio. No los menciono por falta de espacio pero todos los conocen. Son los sicarios adafecieros de la información, huachimanes del capital de la familia que maneja al “pulpo”. Y tienen tribuna, periódicos, radios, televisión y manejan redes. Y tienen candidato agilito para el 2016, el aprista García. ¿Cómo, un aprista apoyado por El Comercio? Sí y con toda la conciencia del mundo. Desde que trabajé con mi amigo Manuel D'Ornellas, digo las cosas por su nombre porque conozco al monstruo de la pituquería por dentro.
Nadine Heredia es hoy la mujer más poderosa del país. Eso lo dicen los marketeros políticos. Aquellos que lucran con los sueños y los imaginarios ajenos. Ni la mujer de Fujimori, ni de Toledo y menos la última del adiposo García, alcanzaron tamaño protagonismo. Algunos la comparan con doña María Delgado de Odría, la “Evita Perón” peruana que hasta fue una fallida candidata a la alcaldía de Lima 1963 y otros con Consuelo Gonzales Posadas de Velasco, la mujer del militar golpista. Pero Nadine es a veces inextricable. No es una esposa normal. Es más. Pocos la conocen como fundadora de un partido político a inicios del milenio. De casarse tan joven siendo ya intelectual y con un militar aparentemente opacado y poco lúcido. Luego, seguir a su esposo a las serranías de Moquegua cuando éste protagonizó el 29 de octubre del 2000 el llamado “Levantamiento de Locumba”. Estudiar una maestría en Ciencias Políticas en la Católica luego de su licenciatura en Comunicación en La Universidad de Lima y ser la sombra de ese hombre que muchos subestiman.
Ya había escrito, apenas Ollanta Humala asumió la presidencia, que su señora tiene la edad perfecta para ser mujer. Los 37 años y que no entra en vainas. Está jugosa y tierna y a pesar de su ira, más acuosa aun. Entonces, debo recordarles que no es una dama de compañía. No, está empoderada. Y recuerdo que ni bien cursaba los últimos años en la Universidad de Lima, el profesor Javier Protzel, quien estaba a cargo de la Dirección Universitaria de Investigación en 1996, la llamó para que trabaje en un equipo de jóvenes altamente comprometidos con las comunicaciones con responsabilidad social. Luego trabajaría en la Escuela de Posgrado de esa casa de estudios junto al recordado maestro Juan Abugattas y luego con el semiólogo Desiderio Blanco.
Es una vieja práctica en el Perú que los militares pueden ser unos energúmenos en sus cuarteles pero al llegar a la casa son casi unos gatitos. Ollanta Humala no es la excepción. Muchos íntimos lo encuentran en su casa tirado en el piso jugando con sus hijos, Nadine y las nanas. Arman rompecabezas, los cubos del “lego” y cualquier juguete que caiga en sus manos. Padre amoroso, las fotos de su esposa e hijos están en su escritorio, en su billetera, y en su hogar, adornan todas las paredes. “Parece un niño cuando tiene tiempo y se pone a jugar con los bebés y dice que no le pasen llamadas”, me confiesa la trabajadora de su casa.
Señores pitucos, Nadine es una mujer con voz propia, con personalidad y agenda, que despliega su liderazgo sin perder su feminidad, desafía a nuestra sociedad más tradicional. Si a ello le sumamos un cónyuge que la contempla y que se apoya en ella, se redefinen algunos rasgos del poder. Haríamos bien en reconocer ese nuevo rol de la primera dama adecuando nuestra legislación, pues nada es más político que reconocer el papel político de la mujer. Bien, a eso le teme la pituquería y por ello chilla.
http://diario16.pe/noticia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario