24 de marzo de 2024

Perú: Arguedas, un héroe cultural

Ronald Gamarra

Este año se cumplen 60 desde la publicación de “Todas las sangres”, novela monumental del tayta José María Arguedas. Este vigoroso hito de nuestra literatura salió a la luz en 1964 por la editorial Losada, de Buenos Aires, para su distribución en todo el ámbito de la lengua castellana. Significaba un nuevo reconocimiento de la talla internacional alcanzada por la obra de nuestro escritor. Años antes, en 1958, la editorial Losada había publicado “Los ríos profundos”, hermoso relato que el año pasado mereció una edición especial en la colección de obras maestras de la Asociación de Academias de la Lengua Castellana.

“Todas las sangres” es una obra poderosa, caudalosa, ambiciosa, en su intento manifiesto de pintar un gran fresco, un detallado mural, un multitudinario cuadro vivo de un Perú íntimamente conflictuado, dividido, enfrentado, desgarrado, que es el Perú de siempre en nuestro espacio geográfico, nuestro mosaico étnico y nuestra historia. A la vez, la novela se propone plantear, a partir de la ficción literaria, un norte programático representado por su heterodoxo protagonista principal, el comunero con experiencia urbana Demetrio Rendón Willka.

Hay que subrayar doblemente que “Todas las sangres” es la obra de un autor sensible que lucha con todas sus fuerzas contra la depresión y la obsesión de la muerte. Una brega que, en su caso, duró décadas y le impuso una contienda psíquica sin tregua, a la cual cualquiera pudo haber sucumbido. De hecho, durante la escritura de la novela, ya en su fase final de revisión y corrección, que suele ser en extremo intensa para todo escritor que toma su trabajo en serio, Arguedas sobrevivió a un serio intento de suicidio. “Todas las sangres” es la obra de un creador malherido con plazo largamente vencido, el logro heroico de un artista que guerrea por su vida cada día y cada hora.

“Todas las sangres” es una novela que abarca la complejidad peruana a partir de un agudo y complejo nudo de conflictos que tiene lugar en un pueblo de la zona quechua tradicional de la sierra, San Pedro de Lahuaymarca, lugar donde se intersectan intereses enfrentados que van desde las comunidades y haciendas de la región y llegan hasta las alturas del capitalismo que irrumpe en esta región mediante un terrateniente transformado en empresario vía una apuesta por la inversión minera y una empresa norteamericana que ha decidido quedarse con la veta.

Sesenta años después, el conflicto minero irrumpiendo en una zona rural, tema que está en la raíz argumental de “Todas las sangres”, se ha vuelto pan de cada día, de muy diversas formas específicas, en nuestro país. Bastaría este notable detalle para confirmar la actualidad de la novela, a pesar de los importantes cambios que nuestro país ha experimentado en todos estos años. Y es que, si bien ya no vivimos en una sociedad que oprime a una mayoría campesina mediante la servidumbre –crítica que le fuera lanzada desde la sociología en la desafortunada Mesa Redonda de junio de 1965: “una buena parte de la situación social que aquí se intenta describir ya no es históricamente válida”, y que él mismo insistió como una realidad imperante en Apurímac, Cusco y probablemente en Huancavelica–, sí que permanece la situación básica de marginación, pobreza y racismo para las grandes mayorías. En esto, seguimos siendo el mismo país violento y dividido que Arguedas presentó en 1964.

Un aspecto que ha sido motivo de crítica es una representación de los personajes del capitalismo internacional y la alta burguesía limeña que fue calificada de ingenua. Si bien es cierto que se trata de un punto flojo de la novela, debido a que Arguedas no conocía directamente ese mundillo, la vida nos ha mostrado hasta con videos y audios lo groseras y hasta grotescas que pueden ser las tratativas y negociaciones entre los poderosos para repartirse la riqueza de un país. Los casos protagonizados por políticos y empresarios, peruanos y extranjeros, que hacen negocios aquí, lo demuestran. En esto Arguedas sí que acertó. Basta ver el día a día del actual congreso.

La obra de Arguedas sigue interpelando al país con la misma fuerza de hace 60 años. Por eso, los poderosos y los corruptos no lo quieren. En el año 2011 se debió conmemorar como se debe el centenario del gran escritor andahuaylino, pero Alan García se negó en redondo y prefirió declarar oficialmente ese año bajo algún lema intrascendente. En 2019, debió conmemorarse el cincuentenario de su muerte, pero también se dejó pasar. Arguedas sigue siendo incómodo medio siglo después de su partida. Un tayta irritante y perturbador para los que se benefician de una situación de injusticia estructural e histórica.

¿Qué pueden significar “Todas las sangres” y Arguedas para los gobernantes actuales, para la casta política que se aprovecha del Congreso para hacer sus propios negociados o promover su agenda oscurantista? Evidentemente, José María debe ser para ellos un rojo, un caviar, un terrorista, y “Todas las sangres” un panfleto subversivo y la prueba que ha de llevarlo a prisión. Y dirán de él todo eso sin haberlo leído ni por el forro, con toda seguridad. Porque esta gente que hoy manipula la política nacional a su regalado gusto es de aquella que cuando oye la palabra cultura se persigna, desenfunda el revólver y comienza a difamar. No esperemos de esa canalla sino indiferencia, en el mejor de los casos.

Pero la lectura inteligente, reflexiva y abierta al debate de la obra de Arguedas y de “Todas las sangres” en particular, está hoy tan vigente y estimulante como hace 60 años. La interpelación al país de esta narración poderosa sigue en pie, esperando la respuesta colectiva que tanto tarda en llegar para ofrecer a nuestro Perú y a nuestro pueblo la promesa de su realización en libertad y respeto. Arguedas no es ni debe ser un ícono ante el cual inclinarse religiosamente, pero sí es con todo derecho un héroe cultural que nos inspira admiración y afecto, cuya palabra tiene la autoridad de quien ha vivido y luchado en la búsqueda de nuestra identidad.

El Perú es una nación de muchas promesas y posibilidades. Ha sido y es un país de “Todas las sangres”. La figura de “Todas las sangres” es el horizonte de una identidad que puede ayudarnos a superar nuestras fracturas y desencuentros, nuestros múltiples desarraigos como indios, cholos, afros, blancos, mistis, una larga subdivisión de colores, estatus, relaciones y sentimientos. Tenemos fe en que este potencial no será más regado en rojas páginas de violencia. Y que el pasado de dolor no será más la norma. Aspiremos a que la compleja y al mismo tiempo sencilla metáfora del cholo Arguedas sea un estándar motivador para todos nosotros. No para perdernos en un sueño que homogeniza bajo un mestizaje que camufla y oculta. Sino bajo una combinación que reinventa los colores, los relaciona y los potencia en sus reflejos y diferencias.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 678 año 14, del 22/03/2024

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