24 de enero de 2025

Perú: La señora en Davos

César Hildebrandt

La señora que a veces duerme en Palacio va a Davos y miente como una descosida y confía en que ninguno de los que la escuchan querrá, por cortesía, refutarla. Porque, al fin y al cabo, ¿a quién puede importarle que la señora llegada del Perú diga barbaridades en un foro donde los que se creen dueños del planeta están discutiendo cómo aplicar la inteligencia artificial en la creación de nuevas manadas de súbditos y consumidores?

Pero la señora va a Davos porque cree que Davos contagia algún tipo de celebridad internacional, una pizca de reputación, un relámpago de compostura, un milisegundo de sinapsis. Lo que ni siquiera sabe la señora es que en el siglo XIX Davos era la Jauja suiza: allí iban, por la benevolencia del clima, los enfermos de tuberculosis.  

Por ese mismo pensamiento mágico la señora sueña con relojes muy caros y alhajas de marca y dorados colgajos: está convencida de que uno no es lo que es sino que uno es lo que transporta y lo que exhibe. Por esa exacta razón también está convencida de que la encargatura que gestiona la eleva y la sitúa por encima del sueño más extremo que pudo tener cuando atendía en el Reniec y fue tocada por el dedo rojo de Vladimir Cerrón. Ella siente que el destino la eligió.

Pobre señora. Pobre país.

¿Cómo llegamos a esto?

Bien sencillo: no hicimos nuestra tarea. No construimos una nación: somos una guerra civil siempre larvándose, un archipiélago de identidades, un montón de desencuentros.

Y ahora vivimos esta cosecha bicentenaria. No tenemos partidos políticos dignos de nombrarse ni líderes ni metas donde quepamos todos.

Lo que tenemos es esto: un gran campamento embanderado que vende al mundo cerros de mineral, frutas jugosas, ruinas levantadas por una raza que no terminamos de maltratar y hazañas de cocina.

Lo que tenemos es un país de pícaros en el que la economía del crimen domina un Congreso ya devorado por el hampa. Somos, por si acaso, un país que ha aceptado que la heredera de una mafia –Keiko Fujimori– cogobierne malignamente después de haber perdido su tercera elección. Esa caricatura es lo que somos. Esa vergüenza es lo que somos. Y por eso es que Dina Boluarte está en la cima mientras el periodismo claudica y los que podrían haber sido referentes éticos se esfuman detrás de algún pretexto.

Y, desde hace años, lo que tenemos también es que la delincuencia organizada ha secuestrado ciudades enteras y ha sembrado el terror. El resultado es que hay miles de jóvenes que se largan del Perú en busca tan sólo de poder caminar sin que el miedo los siga, en busca de poder respirar y reírse sin sentir que la muerte los enamora y las balas perdidas los encuentran.

Somos un fracaso.

Y lo seguiremos siendo mientras no tengamos el coraje de reconocerlo.

–Pero la economía marcha bien –dice el idiotismo.

Si usted tiene un país con 36% de pobres y 75% de economía en negro, ¿a qué economía se refiere?

¿Cómo compatibilizamos la rechoncha suma de divisas guardadas en el BCR con los llamados “asentamientos humanos” en los que apenas sobreviven, tratados como neandertales derrotados, millones de compatriotas? ¿Cómo conciliamos el crecimiento del PBI de los últimos años con el colosal déficit en infraestructura sanitaria o vial? ¿Qué puede significar la estabilidad de nuestra moneda para el futuro de los niños que padecen anemia y que serán carne de cañón de tanto político sinvergüenza a la hora de las elecciones?

Si el Estado tiene, como sostuvo Weber, el monopolio de la violencia, la delincuencia organizada que ha conquistado el poder en algunas regiones es la demostración horrible de que el Estado peruano colapsó. Lo que han hecho las bandas de la extorsión y el sicariato es, en la práctica, dar un golpe de Estado. Nos gobierna el terror dado que la señora Boluarte y sus ministros incompetentes han declarado su impotencia.

La señora va a Davos. El país se va al carajo.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 717 año 15, del 24/012/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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