11 de marzo de 2025

Perú: ¿Y si llegara otra epidemia?

Pedro Francke

"Seguimos con enormes déficits de médicos y camas hospitalarias y se prefiere regalar impuestos a los billonarios que invertir en salud"

El 6 de marzo de 2020 se anunció la llegada del covid al Perú confirmándose el primer caso. Recordar el covid es como recordar una pesadilla con Freddy Krueger. ¿Para qué traer eso a nuestra memoria y revivir un sufrimiento pasado? El asunto es que desastres como este no pasan solamente por la mala suerte sino también por la falta de prevención y de preparación para tener respuestas eficaces. El techo del Real Plaza Trujillo no se cayó solo por casualidad y el que en las siguientes horas murieran varias personas heridas tampoco fue producto exclusivo del azar. Un accidente no es un mal sueño ni estamos libres de terremotos ni de una nueva epidemia. Y en el recuento de las muchas tragedias peruanas de las últimas décadas, el covid se lleva el primer puesto de horror.

A veces recordamos los extraños sucesos y las aventuras personales de esos meses aciagos del covid, pero no queremos pensar en que riesgos semejantes pueden repetirse. Es tan fuerte que, como la muerte, nuestra mente nos lleva a negar esa posibilidad.

Como un aerolito, un aneurisma, un accidente absurdo sobre nosotros o alguien muy querido: mejor cerrar los ojos. Pero esa idea de que el covid fue como un aerolito, un accidente planetario del que no se puede escapar, es totalmente equivocada. Sí, fue una tragedia mundial, pero nos golpeó mucho más duro que al resto. El Perú registró la mayor mortalidad per cápita de Latinoamérica y no por poco. En nuestro país la mortalidad adicional durante el covid fue de 4,27 por cada mil habitantes. A nivel mundial, la tasa fue de 1,04 y en Latinoamérica y el Caribe fue de 1,99. La gente en nuestro país se murió a un ritmo cuatro veces mayor que en el resto del mundo y el doble que en la región.

Si en Perú la tasa de mortalidad en exceso por covid hubiera sido igual al promedio mundial, habrían muerto 215 mil personas menos. Eso son cinco estadios nacionales llenos. No ha calado la verdad obvia de que somos tremendamente vulnerables frente a epidemias. ¿Alguien puede decir que se está haciendo algo para que no se repita esta tragedia?

Por otro lado, aunque una pandemia de esa magnitud no se veía en un siglo, el mundo ha cambiado con la globalización neoliberal. Existen hoy mismo varias alertas internacionales de virus que podrían repetir la tragedia del covid, virus mutados y transmitidos por nuestra relación con aves y otros animales que sufren de gripes similares a las que padecemos los humanos. La influenza aviar H5(N1) ha afectado en Estados Unidos a 136 millones de pollos en los últimos diez meses, enfermando a 67 personas. Todavía no se transmite de un humano a otro, lo que reduce su capacidad de contagio, pero, así como sucedió con el covid, cualquier día ese virus puede mutar y lograr esa trasmisión directa. Y no es la única amenaza.

Confiar en que no habrá otra epidemia es como pensar que no habrá un nuevo terremoto en el Perú, cuando en verdad la única pregunta válida es cuándo será.

El covid no sólo se llevó a 285 mil peruanos. Nuestra economía cayó el 2020 en 13 por ciento y la pobreza dio un salto a 29,5% en ese año: tres millones de peruanos empobrecidos súbitamente. Durante la primera ola del covid en el 2020, en Lima Metropolitana y Callao solo dos de cada diez hogares se sentían seguros de poder pagar los alimentos que necesitaban para las siguientes cuatro semanas.

Antes de la pandemia se resaltaba la fortaleza macroeconómica del Perú, sin notar que nuestro Estado carecía de lo básico para cuidar la salud pública y proteger a las familias trabajadoras y pobres ante accidentes y desastres. Un ídolo con pies de barro que, si no devora a sus hijos como Saturno, los abandona a su suerte. La pobreza, el hacinamiento y la informalidad fueron enormes bloques de cemento amarrados a los pies de las medidas de salud pública que las hundieron hasta el fondo y las liquidaron, de tal manera que el contagio avanzó en olas gigantescas. El trabajo entregado de médicos, enfermeras, profesionales y trabajadores de salud se enfrentó a una avalancha de casos mucho más allá de la capacidad del sistema de salud. Sólo las campañas de vacunación que pudimos desplegar a lo largo del 2021, con gran esfuerzo presupuestal y humano, pudieron frenar la pandemia. Sólo así pudimos recobrar la tranquilidad y lograr una tímida recuperación económica que apenas si nos acercó a lo perdido.

Ante una nueva pandemia estamos peor que antes. Seguimos con enormes déficits de médicos y camas hospitalarias y se prefiere regalar impuestos a los billonarios que invertir en salud. La desigualdad e informalidad se han agravado, creciendo economías ilegales, robos, extorsiones y secuestros.

En el 2020 un Congreso, ilegítimo como el actual, vacó al presidente en ejercicio. ¿A quién se le puede ocurrir la barbaridad de sacar en medio del fragor de la batalla a quien ejerce el liderazgo? Fue en plena crisis del covid que la bankada de Keiko nos impuso esta dominación parlamentaria que va de mal en peor. Hoy en día, ¿alguien puede creer que este gobierno tiene alguna capacidad para enfrentar algo como un covid?

Peor aún: Trump se ha peleado con la OMS, cabeza de la salud pública mundial, y ha nombrado como líder de su centro de epidemiología a un antivacunas. Es un tiempo de enorme retroceso en el Perú y en el mundo con enormes riesgos para nuestra salud.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 723 año 15, del 07/03/2025

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