22 de agosto de 2025

Perú: Mensaje a la señora que va a Palacio

César Hildebrandt

"Los militares y los policías le tocan marchas porque usted les permite todo, hasta matar"

Dice la mujer que va a Palacio que la sentencia del Tribunal Constitucional que la rescata de las investigaciones del Ministerio Público protege “la figura presidencial” y es “un legado para la democracia”.

¿Cuál figura presidencial? ¿La suya?

Que un TC nombrado por el fujimorismo la trate de limpiar abogadilmente, señora, es un éxito pasajero. Cuando usted abandone el Palacio que no honra, tendrá que enfrentar las investigaciones que merece.

¿Cuál democracia? ¿La que usted ha terminado de demoler permitiendo que el Congreso, del que usted es sirvienta, borre la separación de poderes y legisle para el crimen en todas sus facetas?

Señora: no importa qué le puedan decir los minusválidos mentales que la rodean (empezando por Tintán Arana, su primer ministro).

Lo que importa es lo que usted es, lo que usted ha hecho y hace, lo que usted pacta o rechaza. Y digámoslo claro, señora: políticamente, usted es un asco.

Es cierto que usted no es peor que el Congreso al que rinde cuentas. Es cierto que no es peor que Luz Pacheco, la beata admiradora de aquel Escrivá que admiraba a Pinochet. Es cierto que no es peor que Josué Gutiérrez, alias Defensor del Pueblo. Es cierto que no es peor que la fiscal suprema Patricia Benavides, alias Vane. Es cierto que no es peor que Keiko Fujimori.

¡Vaya consuelo! No es usted peor que lo peor de este país que empeora con los años. Que usted no sea peor que Pepe Luna, no debería tranquilizarla. Quizá no sea peor que Pepe Luna porque le falta talento.

Así como Pedro Castillo tuvo la oportunidad de hacer un gobierno popular y diurno y en vez de eso eligió las sombras de Sarratea, el sencillo de las licitaciones, las grandes vainas  de los presupuestos de Vivienda y Transportes, del mismo modo tuvo usted en sus manos lo que el destino le ofrecía de modo clamoroso: jalar la cadena, limpiar el gobierno heredado y regir el país serena y prudentemente manteniendo el espíritu del mandato original. Es decir, pudo usted hacerle un inmenso favor a la izquierda, a la que decía pertenecer apasionadamente, y al pueblo, que había votado por el cambio, por el que usted se jugó en la campaña.

Pero entre el destino y el baño de visitas, eligió usted el baño de visitas. Y convirtió usted a quienes habían perdido las elecciones en los gobernantes de facto. Pactó usted con quienes, desde la impotencia, habían estigmatizado las elecciones denunciándolas como fraudulentas. Vendió usted su alma al demonio ilusorio del poder y llegó a ser lo que es ahora: nadie. Porque usted, señora, no preside el país. Los militares y los policías le tocan marchas porque usted les permite todo, hasta matar. Pero usted no es presidenta del Perú. Quien preside el país es una antología lodosa salida de los bajos fondos del Congreso. Esos son los que deciden la agenda, protegen a gente como usted, dictan leyes para que los allanamientos sean avisados, para que las casas compradas con plata del narcotráfico vuelvan a sus propietarios y para que las organizaciones criminales sean cada vez más difíciles de definir. Son ellos los que deciden quiénes deben ser tratados de modo especial por la SUNAT, qué prioridades comarcales deben tener las obras públicas, de qué tamaño debe ser la deuda pública que compromete al próximo gobierno.

Eligió usted ser la sombra de quienes no debían gobernar porque habían perdido las elecciones. Y entre esos, se arrimó usted a los peores. Es decir, a los que tenían, por herencia, metas mafiosas y cuentas podridas que saldar. Keiko Fujimori es su patrona, señora Boluarte. Si alguna vez soñó con pasar a la historia como una Indira Gandhi apurimeña, lo que ha hecho hasta ahora la aproxima más a una versión grotesca de María la del Barrio. Con la diferencia insalvable de que el final no será feliz.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 746 año 16, del 22/08/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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