5 de septiembre de 2025

Perú: ¿Chicharrón o anticucho?

Maritza Espinoza

"El rey del anticucho gubernamental es, sin duda, el indescriptible personaje que hoy ocupa la cartera de Justicia y que, inexplicablemente, se ha convertido en un intocable de este gobierno".

Dina Boluarte y su gabinete saben que no es el pan con chicharrón el platillo que mejor representa su gestión, aunque hayan armado gran alboroto por el reconocimiento que ha recibido este típico desayuno limeño a través de una masiva votación convocada por el streamer Ibai Llanos. ¿Cuál es entonces? Obvio: el anticucho. Y es que es tal la cantidad de “anticuchos” que se les descubren cada día que podrían abastecer a cientos de ollas comunes.

Pero el rey del anticucho gubernamental es, sin duda, el indescriptible personaje que hoy ocupa la cartera de Justicia y que, inexplicablemente, se ha convertido en un intocable de este gobierno, al punto que Boluarte se ha atrevido a desafiar a sus titiriteros políticos, reponiéndolo en su gabinete a solo cinco meses de que el Congreso lo censurara declarándolo incapaz para la función de ministro.

Pero, ¿realmente es inexplicable? Bueno, es evidente que, en esta relación de codependencia, hay algo que huele muy mal. A primera vista, podría parecer que Boluarte mantiene a Juan José Santiváñez porque le es funcional: solo alguien absolutamente carente de dignidad y vergüenza puede hacerle todos los trabajitos sucios, defender lo indefendible de su gobierno y, desde luego, negar cualquier trapacería con el mayor descaro, incluso su propia voz, como en el caso de “El huevón de la Encerrona”.

Sin embargo, en ese zoológico variopinto que la rodea, hay muchos otros que podrían —y que de facto ya ejercen— esa poco decorosa función. O sea, esto de poner la cara (sin rastro de riego sanguíneo, por decirlo en términos médicos) no es una habilidad que solo haya desarrollado Santiváñez, por lo que, por lo menos en esa “tarea”, no resulta imprescindible: le sobran competidores.

Hay quienes llegan más lejos y afirman que Santiváñez es algo así como el Vladimiro Montesinos de Boluarte, pero hay dos elementos que echan por tierra esa suposición. Uno, que Montesinos maniobró políticamente, hizo el trabajo sucio y controló a Alberto Fujimori con un capital del que la doña carece por completo: popularidad. Recordemos que, cuando se abrió la caja de Pandora de la corrupción fujimontesinista, ese régimen todavía gozaba de aprobación, al punto que el dictador ganó (fraude más, fraude menos) las elecciones del 2000. Boluarte, por su parte, vive en los sótanos del repudio popular que llega ya casi al 100%. Segundo, basta escuchar la verborrea de Santibáñez para notar la distancia que lo separa del astuto asesor de Fujimori, tanto en talento para la intriga como en capacidad de manipulación. Es casi casi como comparar a Pinky con Cerebro.

¿Entonces? La siguiente explicación —la más peregrina— podría ser la pasión, ese sentimiento que lleva a los seres humanos a cometer cualquier barbaridad, pero… ¿cómo decirlo sin herir sus sentimientos? Basta mirar su estampa de degustador consuetudinario de pan con chicharrón y escuchar su irritante voz de burócrata de medio pelo para descartar cualquier posible interés romántico de la “Waykesa” de Palacio. Vamos, el caballero es una especie de anticonceptivo andante y, que sepamos, la presidenta todavía puede aspirar (sobre todo tras su espectacular reencauchada) a algo mejor para sus lides amorosas.

Por todo eso, la explicación más lógica es también la más verosímil: la extorsión. La única intimidación —después, claro, de la amenaza de muerte— que puede hacer que una persona baile al son que le toquen es la que implica ventilar públicamente secretos que podrían destruirla. Lo hacía magistralmente Vladimiro Montesinos, como lo supimos luego gracias a sus célebres videos. Incluso hay quienes dicen que los famosos videos XXX —material íntimo de diversos personajes que hoy estarían en manos de la Iglesia— no tenían otro fin que obligar a funcionarios, jueces, políticos y otras personalidades a cometer actos contra su conciencia.

Pero, ¿qué le podría saber Santiváñez a Boluarte que sea tan grave como para permitirle controlarla del modo en el que indudablemente lo hace? Bueno, pues, ¡le sabe todo! Desde la verdad sobre los asesinatos de diciembre de 2022 hasta sus cirugías estéticas, sus andanzas con “El Cofre”, sus Rolex “de antaño”, pero, especialmente, le sabe todo al hermanísimo Nicanor Boluarte, como se ha hecho evidente con las recientes denuncias.

Y alguien que te sabe todo tiene en sus manos las llaves de tu voluntad. Solo así se explicaría la extraña y monolítica “lealtad” que le guarda esta señora que, por lo demás, ha hecho de la deslealtad su insignia personal, como pueden dar fe Pedro Castillo o Alberto Otárola. Lo que es un misterio es cuánta lealtad le profesa Santiváñez en reciprocidad. Lo sabremos cuando, apenas dejen el poder, tengan que enfrentar a la justicia codo a codo. Sospecho que allí tendremos al delator más parlanchín que haya parido el equipo especial de la Fiscalía.

https://larepublica.pe/opinion/2025/09/03/chicharron-o-anticucho-por-maritza-espinoza-hnews-102994

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