11 de marzo de 2009

Tratado para las mentiras

César Lévano
El debate sobre el TLC con Chile ha desvelado el desparpajo con que miente la derecha peruana. Jaime de Althaus exhibe esa actitud.

Se vio en su máxima expresión el lunes de esta semana, cuando discutía con Carlos Ferrero. Afirmó con énfasis que el comercio con Chile no nos limitaba al marco primario exportador, puesto que el 40 por ciento de nuestras ventas eran manufacturas.

¿De dónde sacó ese invento?

Tengo a la vista la revista Empresas & Negocios de la Cámara de Comercio de Lima, del 2 de marzo. En el comentario titulado: “Se inicia nueva etapa en relaciones comerciales con Chile”, la publicación aprueba el TLC; pero ¡oh sorpresa! publica también un gráfico que parece hecho para desmentir a De Althaus.

La ilustración muestra, con cifras y porcentajes, la situación de nuestro comercio con Chile en 2008. Allí se ve que el sector minero acaparó el 55.4%. En cuanto a manufacturas, los porcentajes son ínfimos: sector químico 8.6%; siderúrgico-metalúrgico 3.9%; textil 2.7%; metal-mecánico 2.2%; agrícola 0.2%.

Petróleo y derivados significaron, cierto, 16.4%. Pero ya sabemos que hasta en ese rubro nuestra exportación es primaria, destinada a ser procesada en Chile y adquirida después, con valor agregado, a precio alto, por nuestro país.

Lo destacó Alan Fairlie en el aplastante comentario que el lunes reciente publicó LA PRIMERA: “Nuestro petróleo nos lo devuelven como gasolinas, distribuidas por su empresa estatal en el mercado nacional”.

De Althaus expresa el prochilenismo de los neoliberales peruanos. Es un estigma histórico de clase desde que Diego Portales, el político chileno, proclamó, a mediados del siglo XIX, la voluntad de dominar el Pacífico Sur y se lanzó, con ayuda de oligarcas y militares peruanos, a la destrucción de la Confederación Perú - Boliviana.

Esa pasión reaccionaria, que encubre intereses egoístas y antiperuanos, continúa, por ejemplo, en la entrega de nuestro gas para aliviar la estrechez de recursos energéticos de Chile.

El Tratado, tal como el régimen lo ha puesto en vigencia, es fruto de un acuerdo político personal entre Michelle Bachelet, presidenta de Chile, y Alan García. Así lo reveló el 4 de marzo la señora Bachelet en el diario oficialista La Razón de Santiago.

La trayectoria es clara:

1. Existía ya el Acuerdo de Complementación Económica (ACE) número 38. Fairlie ha explicado: “El TLC no amplía ni mejora preferencias o plazos de desgravación a favor de nuestras exportaciones, ya que se mantiene inalterable lo estipulado en el ACE 38 de 1988”. Este acuerdo fue bien negociado. Desde el primer momento Chile pidió su revisión.

2. Pisoteando la Constitución, armando una campaña mediática de los Althaus disponibles, García y sus cómplices han acatado la voluntad de Chile.

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