4 de diciembre de 2020

Perú: MUCHAS UNIVERSIDADES, MUCHO NEGOCIO

 

Hugo Ñopo

Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) más reciente, en el Perú hay 1’649. 824 ciudadanos formados en administración y contabilidad, pero solo 300.344 ejercen su carrera; hay 1’050.390 que estudiaron pedagogía, pero 474.993 se desempeñan en la docencia; hay 378.705 personas que cursaron derecho, pero solo 94.887 trabajan como abogados.

Tenemos más profesionales que los que el país puede emplear. Por eso hay un número creciente que se desempeña en actividades de baja calificación. Esta es una de las formas más marcadas de subempleo en el país. Aquí un dato clave: las investigaciones han encontrado que los jóvenes que se formaron en universidades de baja calidad (y bajo costo) tienen mayor probabilidad de ser subempleados (aquí y aquí).

Mientras no tengamos mejoras sustanciales en nuestro mercado de trabajo, no será muy inteligente invertir en más universidades. Lo que necesitamos es enfocar los esfuerzos en conseguir que las actuales formen mejores profesionales. Para esto están sirviendo la moratoria y la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu).

Sin embargo, la semana pasada, en medio del caos de la vacancia y de la ilegitimidad de los usurpadores, este Congreso intentaba crear nuevas universidades públicas. Llamar a esto un “error” sería benevolente. Era parte de un accionar clientelista. Varios de los actuales congresistas han conseguido votos ofreciendo estas universidades en sus localidades. Saben que para sus opciones futuras de sobrevivencia en la política deben llevar obras y gestos. Obras: puentes, lozas deportivas, universidades. Gestos: Día de la Aceituna.

Pero la arremetida de este Congreso y sus círculos no ha sido solo contra el segmento público del sistema universitario. En el privado se ha intentado atacar a la Sunedu por el conducto regular, con sus ya famosas comisiones investigadoras, y por la libre, con unas matonerías inaceptables.

La confluencia de intereses políticos y económicos en los sistemas universitarios no es nueva. Tampoco se trata de un fenómeno exclusivamente peruano. Argentina, Chile, Colombia y varios de nuestros vecinos sufren de problemas similares. Pero en el Perú esto tiene unas características particulares: aquí la Constitución da libertad de participación a agentes privados (con fines de lucro) en los mercados de la educación y, por si fuera poco, estos tienen enormes beneficios tributarios.

Hace cinco años hice una revisión de algunos estados financieros de universidades. Ahí pude comprobar que el negocio universitario es altamente rentable. En el país, solo la minería y los servicios financieros son actividades más redituables. Pero hay más: casi la cuarta parte de las ganancias son resultado de las exoneraciones tributarias.

Súmele a esto que, además, se trata de un negocio grande, que casi alcanza un punto del PBI. Rentabilidad y volumen, abundante miel. Por eso resulta interesante mirar el historial de votos de algunos vacadores, especialmente de quienes tienen intereses vinculados a la educación privada que viene mostrando problemas de calidad frente a la Sunedu.

Los problemas de nuestro sistema universitario dan para un año de columnas como esta. Eso quedó claro en nuestra reunión de coordinación de #JugoDeCaigua el sábado pasado. Cuando solté este tema cada uno de los demás jugueros propuso un ángulo diferente: el carácter aspiracional de la educación universitaria, la deserción, el costo de la educación, la escasa investigación que se hace, el financiamiento de las universidades públicas, y la lista continuaba. Tuvimos que parar porque había que discutir los otros temas de la semana. ¡Y de qué semana!

Solo cierro haciendo notar algo del párrafo inicial de esta columna. Las carreras en las que tenemos mayor sobreoferta de profesionales son de bajo costo para las universidades. ¿Cuánto le cuesta a una universidad el dictado de una clase en estas profesiones? Poco: un aula, pizarra, tizas, un profesor (mal pagado) y los gastos generales de operación de la universidad. Aquí es donde entra a tallar un elemento clave del modelo de negocio: la rentabilidad se consigue metiendo la mayor cantidad posible de estudiantes dentro del aula, masificando.

En contraste, ¿cuánto le costaría a la universidad ofrecer una carrera de avanzada como ciencia de los materiales, mecatrónica o física nuclear? Solo el valor de los laboratorios hace inviables estas profesiones cuando dejamos que el mercado decida libremente y se autorregule. Los mercados son magníficas herramientas para la asignación de algunos recursos, no todos. Claramente, la educación (que, no lo olviden, es un derecho) no.

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