17 de febrero de 2024

Perú: Prensa y fiscales

César Hildebrandt

Lo he escrito y dicho desde hace mucho tiempo: la prensa empezó a aburrir desde el día en que decidió ser adjuntía del sistema judicial.

Los redactores de esta revista me han oído mil veces despotricar de las crónicas que glosan documentos del ministerio público, decires de supuestos delatores, barros variados de colaboradores eficaces.

-¡Lo único que falta en este texto es un otrosí digo! –he gritado más de una vez.

-¡Te estás volviendo un entrecomillador! –he espetado demasiadas veces.

Me parece detestable que el periodismo, en general, se haya convertido en vocero del argot judicial y en transcriptor de sus papeles mal escritos cosidos con soguilla y depositados en covachas que huelen a epidemia.

¡Es la venganza de los abogados!

¡Es el triunfo de los oidores!

¡Es la paliza que nos dieron los casposos de Azángaro!

Antes, cuando el idioma merecía un cierto respeto y algo de devoción, los periodistas intentábamos contar historias. Ahora contamos folios de prontuarios.

Los muchachos salidos de comunicaciones están convencidos de que la prensa más atractiva es la que viene de los expedientes. Entonces se lanzan a buscar dónde están esos tesoros y no paran hasta encontrarlos. Proceden entonces y sacan apuntes, subrayan frases, piden permiso para fotografiar imágenes de presuntas evidencias. Y de ese ritual sale un río espeso de frases que profiere la magistratura, citas de algunos artículos del código penal, declaraciones de un cómplice arrepentido en busca de beneficios carcelarios. La nota, entonces, tiene ese aspecto inconfundible de pieza abogadil, la temperatura de la mortandad, la gracia de un bizco vendedor de enciclopedias. Tiene, además, la baratura que resulta de citar, sin miramientos, un documento que reúne investigaciones hechas por terceros. Es el periodismo que mama romanamente de una loba.

Todo esto que digo, y que repito como un disco viejo, tiene que ver, claro, con lo sucedido en los últimos días.

Más allá de la campaña inmunda en contra de Gustavo Gorriti, un hombre decente y un periodista fundamental en la historia reciente de este país, lo cierto es que la proximidad entre la prensa y el sistema de justicia es algo que deberíamos examinar.

No es posible que el periodismo siga aceptando canjes de primicias a cambio de algunas suavidades, anticipos testimoniales en nombre de la amistad, exclusivas dadas a dedo por un puñado de elogios. O peor aún: datos escorados que se toman como definitivos.

La infección que cubre buena parte del ministerio público le ha dado a Willax, una sentina de la información, la primera nota bomba de las declaraciones de Villanueva. Una periodista sin escrúpulos, reciclada también por “El Comercio”, tomó de las 23 páginas de alias Filósofo lo que convenía a los intereses de Erasmo Wong, el Apra, el fujimorismo y cuanta mafia pueda uno imaginar. El objetivo central era –y es– traerse abajo algunos juicios, entre ellos, y principalmente, el de Keiko Fujimori por lavado de activos.

El comercio excesivo entre la prensa y la judicatura le ha hecho mucho daño a los fueros de la información. Pero es justo reconocer que esa cercanía no se hubiera dado si la política no se hubiese manchado como lo hizo desde el primer gobierno de Alan García. Lo que se robó durante el primer alanismo fue la primera piedra del monumento al latrocinio institucionalizado que se erigió con Fujimori. La política fue, cada día más, el escenario de una voracidad que se disfrazaba de obra pública y se escondía detrás de licitaciones mañosas. Y los partidos reclutaron crecientemente a protodelincuentes que tenían el ánimo de imitar a sus caudillos y hacerse ricos cuando les tocara el turno. El congreso fue un mar de aguas servidas y en Palacio la puerta giratoria daba vueltas de lo más aceitada.

A eso hemos llegado. Por eso es que, a pesar de nuestras quejas, el periodismo está enfermo de prosa judicial y letra menuda de código procesal. Por eso tiene ese aspecto amarillento de secretario de juzgado. Por eso es que, hasta hace poco, brindaba con los tragos que preparaba alias Vane, la bartender de Garrido Lecca.  

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 673 año 14, del 16/02/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

No hay comentarios: