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12 de septiembre de 2025

Perú: Canal N de nostalgia

Juan Manuel Robles

"Pasó de ser el canal que resistió a Fujimori a ser el canal que consintió a la hija de Fujimori"

Ha muerto el periodista Jaime Chincha, uno de esos comunicadores que, sin ser muy incisivo ni demasiado crítico, sabía hacer las preguntas adecuadas para que los invitados se sentencien ellos solos, con sus propias palabras. No pocas veces sus entrevistas provocaron titulares y removieron la agenda. Chincha tuvo presencia televisiva con su voz engolada y esa imitación eterna de Jaime Bayly (que no evitó la consolidación de un estilo propio); supo torear las presiones y mantenerse en medios hegemónicos —Latina, Panamericana, RPP— pero en los últimos años terminó como algunos de los periodistas televisivos más populares, resistido por culpa de su independencia (como Juliana Oxenford y Rosa María Palacios), probando suerte en medios digitales

Su muerte se siente más por su relativa juventud —48 años—, que nos remite a la juventud primera de los días en que lo conocimos en las pantallas del cable. Es un golpe de nostalgia que nos lleva a un momento especial.

Jaime Chincha está en el álbum de los recuerdos del primer Canal N, lanzado en 1999 en el 8 de Cable Mágico. El canal de “El Comercio” llegó en pleno reino de la desinformación: Vladimiro Montesinos tenía tomados los medios principales con torres de billetes y casetes para el chantaje. La televisión de los Winter, de Schütz y Crousillat, la prensa de Calmell del Solar, todos le lavaban la cara al régimen mafioso, mientras en los quioscos, bien distribuidos y expuestos, los diarios chicha difamaban a políticos de oposición con acusaciones falsas e insultos bajísimos, digitados desde el SIN.

Canal N, con una independencia que se hizo patente desde el primer día, fue una espada ligera pero afilada para contrarrestar esa maquinaria de mentiras. En la resistencia de la prensa escrita estaban “La República”, “Liberación” (y “El Comercio” haciendo malabares). Pero no había nada en las pantallas que tuviera una posición no oficialista (que se atreviera a tenerla).

Esa nueva señal de cable llegaba irradiando optimismo. Porque surgía no de la aventura o la improvisación, sino del músculo de la corporación informativa más importante del país. Canal N fue el proyecto que nos hizo creer que el periodismo privado serio en televisión era posible. Era la modernidad enfrentada al fujimorato envejecido: en pleno cambio de siglo, con internet en alza, la tecnología iba a hacer inevitable enterarnos de más cosas, saber más en menos tiempo, mirarlo todo, minuto a minuto, como las cámaras livianas de esos periodistas que salían en moto a cubrir hechos que nunca veríamos en la señal abierta.

No era poca cosa. Contra los cínicos del oficio, Canal N era la prueba de que la empresa privada, la del capital gordo con todos los vínculos de poder imaginables, podía oponerse a un régimen peligroso, si era necesario. El desbande de Fujimori sentaba un precedente: a partir de ahora la clase gobernante sabría que la luna de miel con los medios privados se acabaría inmediatamente si se atentaba contra la institucionalidad, si se degradaba al país normalizando la corrupción, el abuso judicial y el autoritarismo. Y todo usando algo tan viejo como noble: la difusión de verdades.

Era un ejemplo insólito del poder empresarial bien encaminado. Pero era también algo más, y ahí aparece la estampa bisoña de Chincha: Canal N demostró que, una vez que esa decisión ejecutiva está dada, una vez que se da licencia para informar sin importar las presiones, los periodistas se contagian del espíritu y hacen suyo el proyecto. Mucho más si son jóvenes. En las fotos iniciales de Canal N hay una mezcla de buena voluntad y ganas de hacer algo grande.

Canal N parecía el síntoma de que el futuro nos esperaba con más libertad de contenido, y que el siglo se nos venía cargado de oportunidades. Alberto Cendra, uno de los artífices conceptuales de Canal N, explicó alguna vez la razón por la que había tantos periodistas tan jóvenes en el nuevo canal. “Porque no le tienen miedo a esto”, dijo, señalando a una computadora. Era cierto. Pero también se debía a que esos chicos querían hacer las cosas bien, mejor que la generación asustadiza que agachó la cabeza ante Fujimori, ayudar a dar un empujón final para limpiar el país.

Qué poco duró eso. Qué ingenuos todos, pensando que la corporación iría a pérdida solo para que nos informemos bien. Lo que no sabíamos es que estábamos frente a hombres de negocios, y esa deuda tendría que ser recuperada de una forma más o menos clásica: con buenas relaciones con el poder que viniera después, con pauta estatal asegurada (esos dineros que el asistencialismo social ya no recibiría). Información valiente cuando estábamos en peligro, sí, pero a cambio de mesura en el futuro. O de cosas más tristes.

Sería un poco cansador repasar el camino de Canal N a su decadencia actual. Baste decir que pasó de ser el canal que resistió a Fujimori a ser el canal que consintió a la hija de Fujimori. Que pasó de ser el canal que denunció la cobertura desigual de Fujimori frente a los otros candidatos presidenciales en el 2000, a ser el canal que instruyó a sus periodistas para destacar a Keiko y silenciar a Pedro Castillo por ser un “peligro para la democracia” (como denunciaron sus periodistas). De ser el canal que coprodujo el documental Fujimori y Montesinos, el dictador y su doble, a ser el de Mundos Paralelos con Francisco de Piérola, negacionista histórico, terruqueador. De ser el canal donde pasaron el primer vladivideo a ser un canal donde se siente supercómoda Cecilia Chacón, hija de Walter Chacón Málaga, el general de Montesinos; el canal donde Diana Seminario entrevista a Martha Chávez como en un té de tías. Donde Ernesto Blume —infiltrado fujimorista en el Tribunal Constitucional por años— se pasea como Pedro por su casa.

Y claro, el propio Chincha volvió a trabajar en Canal N cuando hacía tiempo que ya no era lo mismo. No lo criticaría, por supuesto. Es un recordatorio de que para los periodistas ese futuro optimista no llegó, y que, por el contrario, cada vez más buscar un espacio es buscar el mal menor.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 749 año 16, del 12/09/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

8 de septiembre de 2025

Los últimos días de la gran prensa


Daniel Espinosa

"No culpen a la 'posverdad', el asunto es su descarado doble rasero"

La Asociación Internacional de Estudiosos del Genocidio (AIEG), líder entre las organizaciones que investigan esta forma de crimen contra la humanidad, publicó el pasado 31 de agosto una resolución condenando los hechos de Gaza como eso, un genocidio. Aunque los especialistas de la AIEG han llegado a dicha conclusión un poco tarde, lo hicieron por amplia mayoría, sumándose a las condenas hechas con anterioridad por varias otras organizaciones internacionales.

Es una nueva confirmación de que el orden internacional y el derecho humanitario –hechos trizas con la ayuda de quienes decían representarlos desde Washington, Londres, Bruselas y Berlín– yacen entre los escombros de Gaza, o en las mismas bolsas negras en las que descansan los cuerpos sin vida de miles de niños masacrados con armas de última generación.

Esto no está sucediendo a pesar de las enérgicas e insistentes denuncias de la prensa, sino con su activa y descarada complicidad. Las instituciones que decían practicar el mejor oficio periodístico, en defensa del bien común y los valores democráticos, se quitaron la máscara, demostrándole al mundo que, a la hora de la hora, los intereses de élite, los de la clase propietaria, son los que mandan.

El holocausto palestino está ocurriendo, además, mientras millones marchan por las calles de docenas de ciudades de todo el mundo exigiendo el alto al fuego y el fin de un sitio de corte medieval que tiene a cientos de miles enfrentando una hambruna total, mientras dos millones deambulan de un lado a otro esquivando las bombas, aterrorizados. Ese periodismo –el corporativo, el practicado por los grandes medios de comunicación privados– prefiere no informar sobre estas peligrosas manifestaciones globales de solidaridad y empatía.

Los grandes diarios y cadenas de noticias siempre nos contaron el cuento de que practicaban un oficio valiente, independiente, contestatario y neutral. Todo era una farsa. La gran prensa ni siquiera se atrevió a levantar la voz cuando las formas más cruentas de violencia se cebaron sobre cientos de periodistas gazatíes. En su lugar, repitió la “hasbara” –la propaganda sionista–, sugiriendo de mala fe que los colegas palestinos quizás eran terroristas encubiertos. El terruqueo no es un fenómeno peruano.

La investigación académica en torno al rol de los grandes medios de comunicación masiva y al periodismo que ahí se practica suele dividirse en dos escuelas. La primera sugiere que ciertos factores de corte institucional y estructural –como la propiedad de los medios, el financiamiento mediante avisaje comercial y la dependencia de fuentes de información del establishment– resultan determinantes al momento de decidir qué se informa y qué no, así como cuál será el enfoque (el “framing”, en inglés).

La segunda escuela sostiene, en cambio, que lo determinante a la hora de decidir qué es noticia sería la ideología de los periodistas que integran los principales medios periodísticos (entre los que destacan “The New York Times”, “The Washington Post”, “The Guardian”, “El País”, la CNN o la BBC) quienes por lo general se declaran liberales o progresistas. Según esta escuela, los grandes medios contribuyen a crear un vigoroso “mercado de ideas”, en el que las más populares terminan convirtiéndose en políticas públicas.

La cobertura sobre el genocidio en Gaza ha demostrado con creces que la primera escuela lleva la razón, mientras que la segunda, la preferida por los académicos que mejor se acomodan y por la gran prensa –precisamente porque les permite a sus periodistas presentarse como gente muy independiente–, no sería más que una fantasía que los dueños de los medios y sus fieles editores repiten para ocultar su propaganda.

Las múltiples cartas abiertas que cientos de periodistas de la gran prensa han escrito en los últimos veintidós meses, denunciando la cobertura de sus propios medios como sesgada en favor del régimen apartheid de Benjamín Netanyahu, deja claro que lo que determina la cobertura es la estructura institucional, no la ideología o las buenas intenciones de los periodistas, meros empleados.

En una reciente carta abierta, más de cien reporteros de la BBC exigieron que se les permita reportar la verdad sobre Gaza, denunciando que su medio –que marca la pauta para cientos de diarios y canales de noticias de todo el planeta– hace “relaciones públicas en favor de Israel” en lugar de periodismo. ¿Qué mejor prueba de que la ideología liberal de estos periodistas no viene a cuento cuando hay que reportar sobre asuntos que resultan cruciales a los intereses de la clase propietaria?

Los disidentes de la BBC no han sido los únicos, también ha habido denuncias de periodistas del “NYT”, de “The Guardian”, del “Financial Times” y la CNN, entre otros.

El enfoque institucional, el verídico, propone que unos medios de propiedad de multimillonarios y grandes conglomerados privados, que viven del avisaje comercial de otras grandes corporaciones, y que además dependen para su suministro de información de poderosos gobiernos y otras instituciones del establishment, siempre terminarán sirviendo a intereses de élite.

El martirio de los gazatíes, últimos en una larguísima fila de víctimas sobre las cuales la gran prensa nunca informó de manera honesta, debería ser el último clavo en el ataúd de un aparato de comunicaciones elitista que, desde hace por lo menos cinco décadas, viene perdiendo la confianza de sus audiencias de manera sostenida, como demuestran los sondeos sobre su credibilidad. No culpen a la “posverdad”, el asunto es su descarado doble rasero.

La gran prensa de Occidente es el más reluciente de todos los sepulcros blanqueados, y le debe buena parte de su engañoso prestigio a su propia capacidad para el autobombo, que se refuerza con el elogio vacío de unas instituciones tradicionales putrefactas que dependen de su cobertura sesgada. Es el mutuo espaldarazo de los compinches.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 748 año 16, del 05/09/2025

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22 de julio de 2025

Perú: Canguros y candidatos

Patricia del Río

Las primeras elecciones en tiempos de IA nos colocan la valla más alta

Vaya que vivimos en tiempos de inteligencia artificial. Desde que se lanzó ChatGPT en noviembre de 2022 hasta hoy, el avance de la tecnología ha sido vertiginoso: lo usan los escolares para hacer sus tareas, los marketeros para sus campañas, los periodistas para sus notas, los bancos para detectar fraudes, los médicos para afinar sus diagnósticos… y la lista sigue. Según diversos estudios hechos en nuestro país, el 57 % de los trabajadores peruanos ya utiliza la IA en sus labores diarias, y el 99 % de quienes la usan opina que les facilita el trabajo. El mundo ha cambiado, y llegará el momento en que ni siquiera podremos recordar cómo vivíamos antes de esta herramienta. Mientras tanto, estamos en un periodo de adaptación y reconocimiento que no es siempre fácil. Por ejemplo, uno de los grandes retos que nos impone el avance diario de la IA es saber cuán confiable es lo que tenemos frente a nuestros ojos.

Hace como un mes, por ejemplo, se viralizó un video en el que una mujer discutía con el personal de una aerolínea porque no la dejaban embarcar con un canguro. En el video, que me llegó varias veces por distintos medios, la mujer argumentaba que debían dejarla subir porque el canguro era su animal de apoyo emocional. La situación era bizarra, pero el realismo del video hacía pensar que se trataba de un hecho verídico y debo confesar que por un momento casi me lo creí. Pero cuando investigué un poquito, caí en cuenta de que había sido creado con inteligencia artificial. Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue la cantidad de personas a las que escuché narrar la anécdota como si fuera real. No se habían enterado de que se trataba de un video falso, hecho en broma por alguien con ganas de tomarle el pulso a la credulidad ajena.

¿Es grave no poder detectar si lo que vemos realmente ocurrió o existe, o si fue creado por una máquina? Depende. Si se trata de una anécdota graciosa que involucra gatitos, canguros o libélulas, pues, salvo quedar como unos pánfilos por habernos dejado engañar, no pasa nada. Pero ¿qué consecuencias puede traer que creamos imágenes o videos que afecten la honra o la reputación de otras personas? ¿Cómo se va a regular el uso de imágenes falsas diseñadas con el ánimo de dañar o difamar?

En 2026 tendremos una campaña electoral que se anuncia caótica. Lo más probable es que tengamos compitiendo a más de treinta candidatos a la presidencia, cada uno de los cuales arrastrará a 130 candidatos a diputados y 60 a senadores. Serán, además, las primeras elecciones atravesadas de lleno por la inteligencia artificial. En una contienda donde habrá más de cinco mil candidatos buscando un puesto, ¿quién controlará que los videos o fotos que nos lleguen como parte de la campaña sean reales? ¿Cómo sabremos si el candidato de turno realmente no quiso comerse un chicharrón o si se trata de un video trucado? ¿Quién nos advertirá que la escena en la que una candidata presidencial se mete un chape con su archienemigo es falsa? Es cierto que siempre ha existido la posibilidad de alterar imágenes, pero nunca antes había sido tan fácil, tan eficaz, ni tan accesible. Hoy, cualquiera puede hacerlo, y por más que salgan comunicados o el Jurado Nacional de Elecciones imponga sanciones, ya sabemos que desmentir una imagen viral es una tarea titánica.

En tiempos de inteligencia artificial, el verdadero poder no estará solo en quién diga la verdad, sino en quién logre convencer a más gente de que su mentira es cierta.

https://jugo.pe/canguros-y-candidatos/

https://www.leerydifundir.com/2025/07/peru-canguros-candidatos/

 

21 de junio de 2025

He dejado de leer a Cioran

César Hildebrandt

"Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo"

Todos los días, el estiércol.

Todos los días, la embestida.

Ahora es la fiscalía. Ayer fue todo lo que se resistía: el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el sistema electoral, la Junta Nacional de Justicia, la Sunedu.

No les basta el congreso y su filial, el Ejecutivo.

Lo que quieren es asegurarse de que no serán investigados por sus rapiñas, sus ventas de votos, el trazo de sus garras.

Y nos dan el espectáculo de este país en subasta.

No les importa. No tienen fama que cuidar ni apellidos que preservar. El Perú es para ellos una manera de ganarse la vida.

Yo pensaba que algún día, después de tanta batalla perdida, vería a mi país en manos de gente que valiera la pena. Fíjense que no hablo de izquierdas o derechas sino de hombres y mujeres competentes y honrados.

Pensaba eso porque creía que aprenderíamos la lección y nos aburriríamos de tanto desatino. Pero no: me volví a equivocar. Y ahora estamos en lo más hondo de la derrota, cavando con energía a ver si encontramos más hondura del mal, más profundidad en el error.

Tengo que decirlo: esta podredumbre supera las cotas alcanzadas por el fujimorismo. Ni en las peores etapas del decenio shogunés del señor Fujimori asistimos a este grado de depravación. El padre de Keiko tuvo entre sus servidores a Moisés y Alex Wolfenson, pero ahora el país mismo parece gobernado por los Wolfenson. Es como si el lumpen del que se sirvió Fujimori hubiese dicho “nos cansamos de estar en segundo plano”. Es como si los esbirros hubiesen dado un golpe de estado. 

En estas condiciones, ¿qué esperar de las elecciones del 2026?

Nada bueno. Yo lo que espero es la activación de una maquinaria que le garantice a la mafia gobernante la continuidad de sus propósitos. Y si para eso necesitan campañas de difamación, demoliciones por encargo, periodicazos de terror, televisiones en ristre, encantamientos de serpiente, pues habrá todo eso. Y si todo eso es insuficiente, pues habrá apagones a la hora del conteo y fraude. Para eso se han preparado y siguen haciéndolo.

La mafia que se ha apoderado del gobierno no puede permitir que venga un régimen que derogue sus leyes procrimen y que examine sus arreglos con la oligarquía y con la economía en negro que tiene a sueldo a buena parte del congreso. La mafia aspira a la impunidad y al continuismo.

La mafia sueña con una sucesión cómplice porque se le va la vida en este empeño. La cárcel espera a muchos de sus abogados y legisladores y la vergüenza aguarda a quienes apañaron estos años de hecatombe moral. Y la restitución de las normas sobre la extinción de dominio o el procedimiento de los allanamientos, para citar dos ejemplos, hace temblar a procesados y procesables de toda laya. Los que acudieron a la prescripción y los que se beneficiarán con la próxima amnistía, ¿qué no harán para impedir que fuerzas nuevas ganen las elecciones y fumiguen el país?

Por todo esto es que la mafia necesita arrasar con lo que queda de la fiscalía y con un sector del poder judicial que sigue rebelándose. Y quienes se beneficiaron de las exoneraciones tributarias y las gollerías de las obras públicas amarradas invertirán, por supuesto, en la candidatura que les asegure esos privilegios. 

Es vital que Patricia Benavides, alias Vane, no regrese a la Fiscalía que embarró protegiendo a su hermana y encabezando un movimiento cuyo único objetivo fue tumbarse al gobierno de Castillo. Y, claro, Castillo fue tan idiota y tan miserable que ofreció todos los flancos y al final, aterrorizado por lo que iban a decir sus cómplices, dio aquel golpe de estado sacado de un libreto de Televisa. Pero soy de los que creen que si Castillo hubiese sido un hombre honesto, la maquinaria de Benavides, el fujimorismo y los asesores apristas habrían encontrado la razón para extirparlo. Es importante que el poder judicial siga demostrando independencia de criterio aferrándose al marco jurídico internacional. Es importante que sigamos resistiendo. He dejado de leer a Cioran porque leerlo en el Perú es una redundancia y porque quiero creer que tenemos alguna esperanza de rescatar al Perú de manos de esta gentuza.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 738 año 16, del 20/06/2025

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21 de marzo de 2025

Perú: Disfraces

César Hildebrandt

"Y tiene razón: ella preside este campamento ensangrentado que es el Perú y lo hace al lado de otro disfraz andante. Ella y Boluarte son el dúo de oro del lumpencriollismo"

Ahí está otra vez, haciendo lo que más le place, lo que le mana de las profundidades con más naturalidad: disfrazarse.

Su primer disfraz oficial fue el de la estudiante internacional que se educaba para grandes destinos. Nadie sabía en ese entonces que la pensión universitaria y sus anexos de vestuario y distracciones se los daba en efectivo Vladimiro Montesinos.

Se disfrazó casi simultáneamente de primera dama cuando a su madre, enloquecida por el acoso, el ladrón y asesino de su padre la clausuró en un cuarto bajo soldadura y más tarde la cercó de desprecio y burlas con la ayuda de la prensa.

Pobre Susana Higuchi. La entrevisté para el ABC de Madrid y le temblaba la voz cuando hablaba de Alberto Fujimori y de su hija monstruosa. “Es un demonio”, llegó a decir de ella.

Pero ahí estaba Keiko al lado de su padre camorrero, con vestidos que empezaron a hacerle para que luciera como una princesa inflamada de poder, digna sucesora de una nueva dinastía que había llegado para quedarse.

Bonito disfraz. Cuando el asesino y ladrón de su padre fugó a Brunéi y renunció por fax desde Tokio, la señorita se disfrazó de contrita, primero, y de desaparecida, después.

Luego, cuando las manadas de la desmemoria volvieron a cundir, Keiko Fujimori optaría por el disfraz de heredera de un gran legado y reconstructora de un gran partido.

Lo hizo con la ayuda de la radio que había estado en el SIN, de la prensa que había merodeado las sentinas del poder en pleno fujimorato y de los empresarios que le debían varios ceros a la derecha de su fortuna al mercantilismo solapado que impuso su padre en un buen sector de la economía.

Un día, en Harvard, la vimos disfrazada de socialdemócrata preocupada por los errores del pasado y por la vigencia irrenunciable de los derechos humanos.

Hubo politólogos que se la creyeron y expresaron su bilingüe admiración. Keiko, según esa versión, era una Bachelet recién horneada.

Era ñanga. Purito disfraz.

Keiko perdió con Humala y le volvió a salir la pasta de la que está hecha: a la derecha de quien le pague, al centro de las opciones que nada cambien, al infierno con el país si eso es necesario para durar.

Perdió con PPK, que era varias veces su abuelo y que, además, era un fujimorista tan gringo como Vito. Y entonces le salió la vesícula biliar por la boca, el odio viejo por los ojos, la irresponsabilidad por donde ella decide. No la olvidaremos diciendo después de su fracaso: “Gobernaremos desde el Congreso”. Era el espíritu de Iwo Jima al servicio del desagüe. Y entonces tuvimos vacancia, como la habríamos de tener también con Vizcarra.

Pero entonces vino lo peor. Disfrazada de Señora Orden, de estadista, de escarmentada y casi de inteligente, se enfrentó a NN, alias Pedro Castillo, un cajamarquino que apenas podía hablar, que tenía un equipo de gobierno encabezado por los tres chiflados, que tenía detrás a Vladimir Cerrón (alguien que cree que Camilo Cienfuegos está vivo y que el hombre nuevo camina en las calles ruinosas de La Habana). Es decir, enfrentó a quien debía arrasar con dos sopapos y un debate. Pero volvió a perder. Un ejército de resistentes se levantó por todo el Perú y recordó a los votantes la infamia del decenio albertista, lo que nos podía costar ese retorno con aires de maldición, y la señora, disfrazada de encarnación de la sensatez, volvió a perder. Los leucocitos cumplieron su tarea.

Fue cuando la señora volvió a despojarse de gasas y encubrimientos y habló del fraude. Y con la plata que le daban los empresarios de la cachina grande y el talento de los abogados dispuestos a demostrar otra vez que Barrabás fue bien liberado, armó la teoría del fraude.

Teoría que ha repetido hace unos días.

Con lo que nos dice que ella es la presidenta moral del Perú.

Y tiene razón: ella preside este campamento ensangrentado que es el Perú y lo hace al lado de otro disfraz andante. Ella y Boluarte son el dúo de oro del lumpencriollismo.

Algún Raffo le ha dicho a la hija del ladrón y asesino que la campaña debía empezar en Cajamarca y con sombrero. Y así ha sido. Todo ha comenzado por un amarre de esos que se anuncian en la prensa de un sol.

Y vendrá la señora disfrazada por enésima vez de lo que sea necesario: la dama de hierro, la que impondrá la autoridad cueste lo que cueste, madame Bukele, la que derrotará el caos que tanto ayudó a crear. Keiko dirá lo que haga falta. Pero no importa qué atavío le pongan, de qué lentejuelas se cuelgue, cuántos faldones o borlas la adornen: un panetón la espera en el camino. Un panetón que ya se está riendo.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 725 año 15, del 21/03/2025

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7 de marzo de 2025

Perú: Marionetas de terror

Juan Manuel Robles

"El nuevo periodismo —el buena onda— es la práctica de escuchar las dos versiones (rebatiendo una sola de ellas)"

El Perú debe ser Disneylandia para los departamentos de imagen corporativa. En casi todos lados las grandes empresas ejercen presión en la televisión, la radio y los periódicos para que circule y se propague su versión de las cosas, para que se escuche a sus gerentes y sus CEO, para que sus jefes de imagen expresen sus argumentos y lamentos. Pero en nuestro país la cosa es más terrible, porque esos funcionarios cuentan con la infinita comprensión de la gran prensa. Es alucinante. Los periodistas de los medios hegemónicos —desde el más famosillo hasta el practicante— poseen un sentido común en favor de la empresa privada, a la que defienden como si se tratara de una población vulnerable o una especie en peligro de extinción. Sin necesidad de llamada alguna o directiva del dueño, sacarán las garras cuando vean que algo —o alguien— está poniendo “trabas a la inversión”.

No es solo el dinero indirecto de la torta publicitaria. Es algo más. Es una especie de “sentido común” sembrado en los noventa, durante la comilona neoliberal con pago de cupo a Montesinos (qué tiempos aquellos en que la extorsión tenía el monopolio de un solo capo). En esos años se impregnó en el alma de jóvenes y niños la idea de que la empresa privada —sobre todo la que tiene mucho capital— vive bajo la amenaza perenne de sujetos malvados a los que se dio en denominar “enemigos del progreso”. Hombres y mujeres de los que siempre hay que sospechar, porque no hay informe técnico estructural que justifique la maldad irresponsable de cerrar un mall.

¿Sabe cuánto dinero se pierde por cada hora en que un centro comercial está clausurado? El periodista sí sabe (el departamento de imagen le mandó la alarmante cifra en el ayudamemoria).

No importan los antecedentes de desgracias evitables en empresas grandes y supuestamente serias. Utopía. Larcomar. McDonald’s. Esos señores informadores siempre van a la defensiva.

Por eso cuando un alcalde dice en vivo que debe cerrar un mall, los periodistas cumplen su deber: hacer patente su indignación y resondrarlo. Cuando ese alcalde replica que la cosa es peor, que debido a lo observado en las inspecciones el local debería ser demolido y reconstruido, los periodistas pierden la paciencia.

—Ese local es una bomba de tiempo —resume finalmente el alcalde.

—La bomba de tiempo es usted —le responden entre dientes los periodistas ya con auténtica furia. Qué poca seriedad. Demagogo populista.

Cuánta fortuna tienen esos empresarios cuando quieren sacarse de encima regulaciones y trabas. Es como si poseyeran, desperdigados por todos los medios grandes, minions eléctricos con actitud de avengers o pirañas. Dispuestos a todo.

El funcionario de la compañía que se encarga de hacerle la prensa a la empresa “injustamente clausurada” tendrá otro trato cuando llegue al estudio. ¿Qué les responde a quienes sostienen…? ¿Qué intereses podrían estar detrás de la clausura…? ¿Su empresa lleva veinte años dando trabajo al Perú, esto afecta sus planes del año? Esperemos pues que las autoridades investiguen. Créanme: ninguno de esos periodistas ha contrastado las “dos versiones” o ha mandado a algún periodista activo de la empresa a que lo haga. Ese tipo de periodismo es una práctica obsoleta, emparentada con la mala leche, y debe evitarse.

El nuevo periodismo —el buena onda— es la práctica de escuchar las dos versiones (rebatiendo una sola de ellas).

—Debemos ser muy cautos a la hora en que se cierra un centro comercial tan importante —dirá el magnate que también resulta ser presidente del gremio de ingenieros:

—Es increíble que haya tanta burocracia —le responderá el periodista, amicalmente.

—Es lamentable el comportamiento del alcalde —dirá otro representante gremial con tono de gamonal.

(La periodista no le responderá absolutamente nada).

La relación es tan buena que los jefes de imagen pueden tener exposición y ser entrevistados luego para hablar de temas en abstracto (“cómo eliminar la burocracia en las municipalidades”, “el desafío de agilizar permisos”, “¿cómo ser más competitivos?”). La química es tal que a veces los gerentes de esas agencias de comunicación invitan al periodista a cenar, total resulta que tenían amigos en común, qué loco, y aparecen posibilidades en el horizonte. ¿Piensas trabajar en medios para siempre?

La puerta giratoria es la verdadera AFP de esta gente.

Por eso cualquier empresa que se vea “asediada” por medidas de control y seguridad sabe que tiene una atmósfera inmejorable para sembrar sus “ideas fuerza” por la fuerza; no solo puede defenderse en compañía de una voz amiga sino victimizarse a sus anchas sin que el periodista le haga ver que está haciendo el ridículo.

En el número anterior de este semanario salió un reportaje estupendo sobre el colapso del techo del Real Plaza de Trujillo, en el que se detalla cómo hace unos meses los gerentes de la empresa impidieron que los inspectores municipales subieran a revisar el techo (que ya se veía con problemas). No cooperaron con ellos (y eso que ahora se sabe que los pernos enormes de la estructura habían empezado a caerse). La seguridad de esos hombres —que mandaron seis abogados a intimidar a los funcionarios— se ve respaldada por el poder y el dinero, sí, pero también por la certeza de que los más importantes medios no apoyarán ninguna medida contra el local, que de suceder se activará la maquinaria de las marionetas: que el abuso de los alcaldes, que el desincentivo a los inversionistas, que el dinero perdido.

Ahora varios de esos periodistas reculan y se acuerdan de hacer su trabajo, hasta se exaltan, pero ya es tarde. El techo del mall, colapsado por lo que parece ser una negligencia enorme —que no sorprende—, mató a seis personas y cambió para siempre la vida de varias otras. Y la gente no es tonta; se da cuenta de que en las primeras horas de ocurrido el desastre esos señores periodistas decían “un centro comercial”. Hasta que ya no pudieron.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 723 año 15, del 07/03/2025

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22 de febrero de 2025

Perú: Ceviche dignidad

Juan Manuel Robles

Yo que no creo en las cruzadas a favor de la gastronomía peruana ni exagero nunca con los elogios, sí pienso que hay que defender al ceviche y aclarar por todos los medios lo que no ha sido más que un malentendido terrible: que fue un ceviche peruano lo que mandó a Shakira a la clínica. Hay que defender una de las pocas cosas que tenemos mejor que nadie, que hacemos mejor que nadie, con seriedad y excelencia, el plato estrella de una constelación que, en sus mejores exponentes, oscila entre lo exquisito y lo divino. Jorge Valdano, campeón mundial y gran jugador, dijo que el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia. Lo dijo pensando en lo que es él: un argentino. Los peruanos podríamos decir algo similar de la cocina. Aquello que nos alegra, nos hace felices, nos enorgullece y —en los tiempos malos— nos consuela; aquello que nos permite regalar momentos que los forasteros no olvidan.

A pocas horas de su concierto en Lima, la megaestrella colombiana Shakira les dijo a los periodistas que tenía una sola cosa en mente: comerse un ceviche. Lo dijo poniendo ese gesto de goce nada-más-con-la-idea que conocemos bien. Lo mismo que le pasa, con ese y otros platos, a celebridades, ejecutivos, turistas y viajeros de todo el mundo cuando les toca llegar, pero, sobre todo, cuando les toca volver a Lima, porque ese es el gancho de la capital peruana —tan gris en casi todo—: su capacidad de sembrar sabores que invitan al eterno retorno. Shakira llegó, comió el ceviche deseado y después de esa primera noche se tuvo que ir a una clínica por una afección estomacal. Fue entonces cuando la relación causal, en tono de chiste, empezó a propagarse. La mala prensa y las redes hicieron su trabajo: el verdadero rotavirus fecal fue ese.

Y sí, ya sé que es divertido jugar con el tema, reírnos como sabemos de nuestras miserias, relamernos en nuestro tercermundismo lleno de bichos. Ya sé que nos gusta hacer mofa de la intoxicación y la bicicleta. Pero lo cierto es que no había —ni hay— ninguna evidencia real de que Shakira hubiera sido afectada por un ceviche peruano, o por algo que comiera en sus horas limeñas. No había ninguna razón para contribuir a que esa historia prevaleciera.

El ceviche peruano no es el único pero, como dijo alguna vez Gastón Acurio, es el que se ha posicionado mejor, el que sirve de inspiración y modelo base en las gastronomías globales que importan. El ceviche del Perú es desde el 2023 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para la Unesco. Ese mismo año, y el siguiente, el Perú fue elegido el Mejor Destino Culinario del Mundo por los World Travel Awards. El 2024, la edición estadounidense del New York Times publicó un largo artículo analizando cómo la cocina peruana se ha convertido en una estrella global. Lo que hace unos años era el color local de una buena experiencia por descubrir, hoy es una presencia cada vez más ineludible en el mundo.

Digo: el crecimiento del Perú como destino culinario es real. El ceviche es protagonista, emblema y puerta de entrada. Y no es que sea sano y sagrado, por supuesto, pero tampoco se puede poner en duda alegremente el hecho de que cualquier dignatario, presidente o estrella pop pueda aterrizar en Lima y comerse el plato bandera con seguridad.

Pero claro, también para estas cosas —que no son tan importantes— nos pasa factura tener un periodismo que ya ni se puede nombrar como tal. Como el tema es farandulero, las noticias salen de las peores maneras. Nos enteramos de lo de Shakira con mucho ruido e impurezas: una reportera de Willax —el canal de las fake news— difunde como si nada la receta médica de la cantante (una foto tomada a la pantalla). Una falta ética cometida con soltura criolla, sin miramientos ni escrúpulos, un delito de un empleado de la clínica, una clínica privada y carísima donde tendría que haber ciertas garantías.

La prensa basura no se da cuenta de que su modus operandi contribuye a contaminar el tema, a cubrirlo de un manto de informalidad y negligencia que hace creíble lo peor. Gracias a su “audacia”, el mensaje que queda es este: en un país donde el empleado de una clínica del más alto nivel le filtra datos médicos a un canal de pésima reputación, es perfectamente creíble que te den los ceviches contaminados en un restaurant top.

Es importante decir que no es así. La gastronomía peruana se merece esa excepción y ese cuidado. En los años en que el país ha descendido en casi todo, el sector de gastronomía no ha hecho más que crecer, destacar y brillar. Es imposible ver esto y no hacer un contraste, por ejemplo, entre la gastronomía y la prensa de televisión, que sigue involucionando, y ha pasado a ser inexistente como referente internacional de calidad.

Willax —y los medios afines— es el negociante que abarata costos con pescado de dudosa procedencia. Es el cocinero que te da gato por liebre, el que patea para no gastar tanto. Hoy en el Perú la prensa televisiva es eso, y a veces algo peor. Pero la gastronomía no lo es, no es justo jugar con la idea de que la cocina peruana es una expresión más de la criollada que no respeta procedimientos mínimos. Such is food in the tropics.

Entre las cosas que más me llamaron la atención está la caricatura en que Shakira aparece comiendo una lata de Qali Warma, el programa estatal de alimentos para escolares que es investigado por dar conservas descompuestas, con hongos y heces de roedores. Es importante decir esto: Qali Warma es todo menos un problema de la gastronomía peruana o de sus proveedores o de la forma en que estamos acostumbrados a comer. Es un problema de una banda de delincuentes que han querido sacar provecho para robar declarando cosas que no son, inflando precios, mintiendo. Sus prácticas se parecen más a las de cierta prensa, la que nos intoxica. Vale la pena el esfuerzo por separar las cosas.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 721 año 15, del 21/02/2025

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27 de enero de 2025

Cómo los medios estadounidenses ocultan la verdad sobre la guerra de Gaza

Norman Solomon

A pesar de la cobertura excepcional a la guerra de Gaza, lo más importante –lo que se siente al ser aterrorizado, masacrado, mutilado y traumatizado– ha permanecido casi totalmente invisible.

Unos días antes de que terminara 2024, la revista independiente  +972 informó de que

“las fuerzas del ejército israelí irrumpieron en el recinto del Hospital Kamal Adwan en Beit Lahiya, culminando un asedio de casi una semana al último hospital en funcionamiento en el norte de Gaza”.

Mientras el fuego se propagaba por el hospital, su personal emitió un comunicado en el que decía que

“los departamentos quirúrgicos, el laboratorio, el mantenimiento y las unidades de urgencias han quedado completamente quemados” y que los pacientes “corrían el riesgo de morir en cualquier momento”.

La revista explicó que “el asalto a las instalaciones médicas en Beit Lahiya es la última escalada en la brutal campaña de limpieza étnica de Israel en el norte de Gaza, que durante los últimos tres meses desplazó por la fuerza a la gran mayoría de los palestinos que viven en el área”. El periodismo de +972, en marcado contraste con la cobertura dominante de la guerra de Gaza por parte de los medios estadounidenses, ha brindado claridad sobre los eventos en tiempo real, situándolos en un contexto general en lugar de fragmentos episódicos.

+972 Magazine es el trabajo de periodistas palestinos e israelíes que describen sus valores fundamentales como “un compromiso con la equidad, la justicia y la libertad de información”, lo que necesariamente significa “un periodismo preciso y justo que destaque a las personas y comunidades que trabajan para oponerse a la ocupación y el apartheid”. Pero los valores operativos de los principales medios de comunicación estadounidenses han sido muy diferentes.

Algunos aspectos clave de cómo el establishment estadounidense ha narrado la “guerra contra el terrorismo” durante más de dos décadas fueron habituales en los medios y la política estadounidenses desde el comienzo de la guerra de Gaza en octubre de 2023. Por ejemplo:

. El discurso rutinario evitó las voces que condenaban al gobierno de Estados Unidos por su papel en la masacre de civiles.
. El aliado de Estados Unidos generalmente elude la responsabilidad por sus atrocidades de alta tecnología cometidas desde el aire.
. Las muertes de civiles en Gaza fueron presentadas habitualmente como no intencionadas.
. Las afirmaciones de que Israel pretendía minimizar las bajas civiles normalmente se tomaron al pie de la letra.
. La cobertura mediática y la retórica política se abstuvieron de reconocer que las acciones de Israel podrían encajar en categorías como “asesinato en masa” o “terrorismo”.
. En general, los medios de comunicación y los funcionarios del gobierno de Estados Unidos transmitieron la idea de que las vidas israelíes realmente importaban mucho más que las vidas palestinas.

Los medios estadounidenses han prestado una enorme atención a la guerra de Gaza, pero si han comunicado la realidad humana de manera apropiada es otra cuestión. La creencia o la noción inconsciente de que los medios de comunicación transmitían las realidades de la guerra terminó oscureciendo aún más esas realidades. Y las limitaciones inherentes del periodismo se agravaron por los sesgos de los medios.

Durante los primeros cinco meses de la guerra, el New York Times , el Wall Street Journal y el Washington Post aplicaron la palabra “brutal” o sus variantes con mucha más frecuencia a los palestinos (77 %) que a los israelíes (23 %). Los resultados de un estudio de Fairness and Accuracy In Reporting (FAIR) señalaron este desequilibrio “a pesar de que la violencia israelí fue responsable de más de 20 veces de las pérdidas de vidas”. Los artículos de prensa y de opinión seguían la misma línea; “la palabra ‘brutal’ fue más utilizada para caracterizar a los palestinos que a los israelíes».

A pesar de la cobertura excepcional que se ha dado en ocasiones, lo más importante de la guerra en Gaza –lo que se siente al ser aterrorizado, masacrado, mutilado y traumatizado– permaneció casi totalmente invisible. Poco a poco, los relatos superficiales que llegaban al público estadounidense empezaron a parecer repetitivos y normales. A medida que las cifras de muertos seguían aumentando y pasaban los meses, la guerra de Gaza fue perdiendo protagonismo como tema de las noticias, mientras que la mayoría de los programas de entrevistas rara vez la abordaban.

Al igual que en el caso de la matanza mediante bombardeos, la alianza entre Israel y Estados Unidos trató la hambruna, deshidratación y enfermedades letales como un problema de relaciones públicas. En el camino, los pronunciamientos oficiales –y las políticas que intentaron justificar– se basaron profundamente en la premisa tácita de que algunas vidas realmente importan y otras no.

El enfoque propagandístico se prefiguró para el 8 de octubre de 2023, cuando Israel estaba en estado de shock por las atrocidades que Hamas cometidas el día anterior. “Este es el 11 de septiembre de Israel”, dijo el embajador israelí ante las Naciones Unidas a los periodistas en Nueva York, y repitió: “Este es el 11 de septiembre de Israel”. Mientras tanto, en una entrevista con PBS News Weekend, el embajador de Israel en Estados Unidos declaró: “Este es, como alguien dijo, nuestro 11 de septiembre”.

Lo siniestro de proclamar el “11 de septiembre de Israel” fue lo que ocurrió después. Bajo un manto de victimización, Estados Unidos utilizó la horrible tragedia como excusa para matar, para la autoprotección y, por supuesto, la “guerra contra el terrorismo”.

Mientras Israel continuaba su guerra contra Gaza, las explicaciones a menudo eran una repetición de las razones que dio el gobierno estadounidense para la “guerra contra el terrorismo” después del 11 de septiembre: autorizar futuros crímenes contra la humanidad cuando fuera necesario a la luz de ciertos acontecimientos anteriores. El eco se sintió en el aire a finales de 2001, cuando el líder del Pentágono, Donald Rumsfeld, afirmó que “la responsabilidad de cada una de las víctimas de esta guerra, ya sean afganos inocentes o estadounidenses inocentes, recae sobre Al Qaeda y los talibanes”. Después de cinco semanas de masacrar al pueblo palestino, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que “cualquier pérdida de civiles es una tragedia” y rápidamente agregó que “la culpa debe recaer directamente sobre Hamás”.

Las licencias para matar se justificaban por sí solas y sin fecha de caducidad.

Fuente: https://original.antiwar.com/solomon/2025/01/21/how-us-media-hide-truths-about-the-gaza-war/

Este artículo es una adaptación del epílogo de la edición de bolsillo del último libro de Norman Solomon, War Made Invisible: How America Hides the Human Toll of Its Military Machine (The New Press).

Se publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

30 de noviembre de 2024

Perú: Tragedia antigua

César Hildebrandt

Todos los días, a toda hora, cada minuto, la TV vomita

crímenes.

Y la gente acude a ese bufé con el hambre de los condenados al infierno.

Come cadáveres la gente, asiste a las obras maestras de los sicarios, a la labor del plomo, al banco de sangre de los ajustes de cuenta, al recuento de los casquillos, al testimonio de la familia, a la llegada del fiscal de turno. Cada casa, cada calle tienen una cinta amarilla esperándolas. La ciudad entera es una escena del crimen.

Gimen en la tele los hijos de las víctimas, llora la mujer del taxista muerto porque no quiso que le robaran el auto, murmura maldiciones la madre de la muchacha encontrada en trozos.

Todos los días, a toda hora, a la velocidad de la desdicha, la TV, que ya no tiene reporteros sino cámaras de seguridad y celulares de reporteros ciudadanos que no cobran, entra en las casas y les dice a sus tristes usuarios que el mundo es esto: un parte policial, un ladrón en moto, un viejo atropellado, un niño caído para siempre en un pozo, una mujer desatendida por algún comisario, un desalojo con matones, una balacera llena de hirientes sorpresas, la mochila de un cambista cambiada por un tiro.

La gente, entonces, cree que el mundo es sólo esto. No es la banalización del mal: es el mal unidimensional y hecho baratija, la versión comarcal de la violencia, la muerte vecinal, el chisme de la sangre derramada, la tragedia en pantuflas. Es como si le dijeran a la gente: mira lo que te pudo pasar, agradece porque todavía estás vivo. Es la variante mediática del terrorismo.

La gente que consume esta ración noticiosa de Qali Warma no se halla en este mundo: vive en los estudios Churubusco de Ángel González, el mexicano fantasma que es dueño de Canal 9, o entre las casas de cartón del canal que un suizo de Oxapampa vendió por un maletín de dólares. Los que quieren saber qué pasa en la mitad oculta de la luna, pueden sintonizar Canal N, donde todo tiene el color pastel de los Miró Quesada, o varar en Willax, donde los Picapiedra son editores de política, o resignarse a RPP, donde a ratos asoma la oficina del SIN que tanto visitaba su patriarca y fundador.

Y luego vienen los ministros, que son la extensión del crimen. Y los congresistas, que son el crimen mismo. Y la señora palaciega que se plancha la cara para ocultar la vejez de sus vicios.

Y todo eso se mete en una licuadora, se bate un minuto y sale el zumo que va a la vena de los pobres peruanos.

No les dicen nada de lo que realmente importa.

Por ejemplo, que en Gaza se ha repetido el Holocausto pero esta vez perpetrado por el ejército de Israel. O que Occidente alentó de mil maneras la invasión rusa de Ucrania. O que el regreso de Trump será el entierro definitivo del neoliberalismo globalista. O que Milei es el mayor peligro para la soberanía, bastante menoscabada, de Iberoamérica. O que Cuba, Nicaragua y Venezuela son fracasos ruidosos de una izquierda narcisista y varias veces muerta. O que la minería ilegal controla y paga a un sector del Congreso de los delincuentes. O que la Constitución ha sido modificada 50 veces por partidos que son auténticas organizaciones criminales. O que asistimos a la preparación del fraude de las próximas elecciones. O que estamos creando, otra vez, la caldera del sur.

En fin, nada de lo que pasa en el mundo o en el país se le dice a la gente mantenida en condición de minusvalía.

-Eso no da rating, aburre, ahuyenta las audiencias –dicen los productores.

Lo que tendrían que decir, si fueran sinceros, sería esto:

-Eso no se puede decir. Está prohibido por los anunciantes.

Y a todo eso hay que añadir el hecho de que el 64% de los escolares peruanos no entiende lo que lee (UNICEF dixit) y el 89% no obtiene ni siquiera un rendimiento mínimo en lógica y matemática.

Y la anemia infantil de los primeros cinco años no baja del 43%.

Esa es la tragedia.

Tragedia antigua. Por eso el gran Porras recordaba que tanto Sánchez Carrión como Monteagudo, aunque enemigos, coincidían en dudar de que el pueblo peruano fuese merecedor de la república. Dirían lo mismo ahora.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 711 año 15, del 29/11/2024

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22 de septiembre de 2024

Perú: Prensa a la medida

Daniel Espinosa

La gran prensa es fujimorista, siempre lo fue. Es fujimorista porque sus dueños y sus anunciantes son fujimoristas. El descaro con el que se manifiesta este sesgo se acrecienta o disminuye de acuerdo al clima político, tornándose francamente escandaloso en elecciones. La semana pasada, la muerte de Alberto Fujimori fue tomada como una suerte de licencia, y los pesos pesados del periodismo nacional se sacaron la careta democrática para rendirle tributo al dictador de manera abierta e irrestricta.

El resultado fue un espectáculo que queda para la historia, un colofón a la medida del autoritarismo que corrompió todas las instituciones democráticas del país durante la década del noventa y que aún nos sigue jodiendo. Lo de la semana pasada fue un homenaje bruto y achorado, un tributo a la antidemocracia.

Fujimori Kenya –nombre con el que el exdictador se presentó en Japón luego de darse a la fuga– se pasó una década y media “agonizando”, y apenas murió, el circo levantó su telón sin demora. Los dos encargados de dirigir el espectáculo fueron el Gobierno y la prensa corporativa; el primero decretó tres días de luto nacional y toda clase de honores, la segunda convirtió todo lo anterior en una oportunidad para reforzar varios mensajes convenientes.

Así, con sorprendente torpeza histórica, la gran prensa hizo suyo el descrédito del Gobierno de Boluarte y abrazó el legado de un sátrapa.

¿Cómo se explica tremendo descaro? ¿Por qué el periodismo –servidor esencial e indispensable del orden democrático– asumió el rol de plañidera de un dictador que malversó millones precisamente para corromperlo y secuestrarlo? La respuesta ya la adelantamos en el primer párrafo de este texto y no podría ser más sencilla: los más importantes anunciantes de los medios de comunicación masiva también financian al fujimorismo. Prensa y partido trabajan para los mismos amos.

Veamos. En años recientes, varios fiscales decentes y el periodismo independiente sacaron a la luz los aportes económicos que varios actores privados habían hecho en beneficio de Keiko Fujimori y sus fallidas campañas electorales. Entre los interesados en poner en Palacio a la primera dama de la dictadura figuraban Dionisio Romero Paoletti, del Grupo Romero, y Vito Rodríguez Rodríguez, del Grupo Gloria. Otros actores de peso del capitalismo criollazo le apostaron a Keiko a través de la CONFIEP, que también donó un par de milloncitos.

Si prestamos atención a los informes de “Ojo Público” (entre los que destaca “Los dueños de la noticia”, de 2017) veremos que los magnates mencionados y las empresas asociadas a ellos –los más notorios financistas del fujimorismo– controlan buena parte de la torta publicitaria peruana. Como señaló el medio mencionado, en lo más alto de la lista “...aparecen anunciantes nacionales del sector como Alicorp del Grupo Romero, uno de los más fuertes del país; y Gloria, involucrada en una polémica reciente por la composición de sus lácteos”.

A esta mala leche hay que añadir que, en periodo electoral, los dólares también viajan directamente desde los partidos hasta los medios de prensa –en sobres y maletines, como en los infames vladivideos–, incurriendo sin hacerse mucho lío en presuntos esquemas de lavado de activos, como cuando José Chlimper llevó 210,000 dólares de Odebrecht a “RPP” por encargo de Keiko.

Entonces, lo sorprendente hubiera sido que la prensa corporativa no se convirtiera en vocera oficiosa del fujimorismo. Mientras tanto, los necios siguen repitiendo que la publicidad privada permite que la gran prensa sea “independiente”. Por suerte, ese discurso –base de la teoría democrática en su versión capitalista– envejeció muy mal.

La propaganda de los últimos días se realizó convirtiendo los medios de comunicación en un gran panel integrado por partidarios y fanáticos. Uno tras otro fueron desfilando por delante de los micrófonos y las cámaras. Como las voces críticas fueron dejadas afuera por “decoro”, todo fue elogio y homenaje.

La impresión dejada fue que el Perú es un país eminentemente antidemocrático, una nación capaz de celebrar de manera rabiosa y masiva a un autócrata que varias instituciones internacionales han catalogado como uno de los gobernantes más corruptos de la historia reciente. La impresión dejada fue la de un país inmoral, capaz de celebrar sin asco a un gobernante que secuestró, torturó y desapareció a peruanos, lo que equivale a decir que sus vidas y las de sus deudos no valen un carajo (si esta representación del Perú fuera cierta, la hija hubiera ganado en primera vuelta).

Para simular un poco de balance, se habló de un personaje “controvertido”, o de “luces y sombras”. Peor aún, cuando se debieron mencionar crímenes juzgados y con sentencia firme, se habló, en su lugar, de “acusaciones”. Luego se ensayaron las justificaciones de siempre: “es que estábamos en guerra” y “no había alternativa”.

Al final, el sesgo se volvió tan flagrante –tan desatada la necrofilia– que no faltaron arengas del tipo “Fujimori salvó al Perú”. Esta es la narrativa que, en las últimas décadas, la gran prensa ha conseguido instalar en las mentes más impresionables y menos reflexivas. Aquí “RPP”, la señal del conservadurismo amable y el statu quo neoliberal, merece todas las menciones especiales.

Es precisamente evitando pronunciar el término “neoliberalismo” que la gran prensa recubre los limitados logros económicos del fujimorismo de una mística de la que carecen. Ni Alberto Fujimori ni sus ministros descubrieron la pólvora en ese ámbito, sino que solamente inauguraron de manera local el sistema político y económico que se venía imponiendo sobre la región desde Pinochet. El régimen Fujimori –asesorado por ese agente de la CIA que hoy reside en un penal del Callao– no habría durado dos años sin el apoyo del poder hegemónico, promotor del Consenso de Washington y amo y señor del Fondo Monetario Internacional.

¿Para quién “salvó el Perú” Fujimori? Los grandes beneficiarios de este orden son precisamente los grandes anunciantes de la prensa corporativa, que publicitan productos y servicios tanto como ideología. Por eso no dejamos de escuchar jamás el coro de elogios, incluso cuando el neoliberalismo ya ha sido completamente desprestigiado.

En 2024, nuestro país sigue siendo uno dolorosamente precario en el que más del 40% de la niñez sufre de anemia. Nuestra educación es la peor del mundo. Claro, la masificación de la falsa narrativa fujimorista no sería posible con un sistema educativo digno de ese nombre.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 701 año 14, del 20/09/2024

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6 de julio de 2024

Cómo los medios de comunicación distorsionan la percepción y la atención de la gente

 
Rafael Poch de Feliu


«Israel rescata a 4 rehenes en una operación militar; las autoridades de Gaza dicen que han muerto docenas», reza un titular del New York Times del sábado.

Es un titular muy extraño incluso si no se sabe nada de las tácticas propagandísticas que se emplean en él. La primera mitad es muy clara, mientras que la segunda es ininteligible y se lee como un extraño acertijo o sopa de letras. El New York Times lleva a cabo esta extraña y críptica gimnasia lingüística para hablar de la última masacre israelí en Gaza, que en el momento de escribir este artículo ha causado 236 muertos.

De entrada podemos ver algo raro en este titular con el uso de la palabra «docenas» para describir el número de personas que, según los informes, murieron en la masacre. El propio artículo del New York Times dice que se informó de que «más de 200 personas murieron en el centro de Gaza», por lo que el cuantificador correcto para el titular sería «cientos», no «docenas». Esto sería como si un titular dijera «docenas» de personas murieron el 11-S en lugar de «miles»; técnicamente sería correcto, ya que el número de personas muertas fue matemáticamente hablando de muchas docenas, pero daría a los lectores una impresión equivocada de la letalidad del atentado.

A continuación, obsérvese el repentino cambio a mitad del titular de voz activa, segura, a voz pasiva, dudosa. Cuatro rehenes israelíes fueron rescatados definitivamente por Israel, mientras que las autoridades de Gaza afirman que murieron decenas de ellos.

¿Decenas de qué? ¿Gatos? ¿Gallinas? ¿Israelíes? ¿Muertos por qué? ¿Envenenamiento por salmonela? ¿Accidentes de tráfico? ¿Milicias congoleñas? No hay forma de saberlo por el titular.

Los medios de comunicación en general, y The New York Times en particular, son famosos por su lenguaje pasivo en los titulares: «Un niño palestino deja de respirar tras recibir un balazo», cuando promueven los intereses informativos israelíes, pero lo que realmente llama la atención es que se pase de un lenguaje humano normal a algo que suena como la pista de un acertijo en el mismo titular.

Y lo interesante es que nada de lo que hicieron aquí los editores del New York Times es técnicamente mentira. Cada palabra que seleccionaron meticulosamente para su titular es técnicamente cierta, pero está formulada de tal manera que desvía la atención del lector del hecho de que Israel acaba de masacrar a cientos de seres humanos.

Podrían haber escrito con la misma facilidad «Israel mata a cientos de palestinos en un ataque en el centro de Gaza; 4 rehenes rescatados» y habría sido igual de cierto, pero entonces la atención del público se habría dirigido en la dirección opuesta. El New York Times nunca, nunca atrae la atención del público en esa dirección; el sesgo sólo va en una dirección.

El otro día vimos algo similar en el New York Times cuando informaron de que Israel ha estado torturando a prisioneros palestinos sodomizándolos con barras de metal caliente -a veces hasta la muerte- pero relegaron esa información al final del artículo, sin mencionar ni una palabra de ello en el titular o en el subtítulo.

De nuevo, nadie puede acusar técnicamente al New York Times de mentir; no informaron de nada que no fuera cierto ni dejaron de informar de nada que fuera cierto. Simplemente infravaloraron drásticamente la verdadera historia en su informe para desviar la atención de sus lectores de la criminalidad israelí.

Mucha gente que se muestra escéptica ante los medios de comunicación de masas asume correctamente que estos medios son servicios de propaganda del imperio estadounidense, pero asumen incorrectamente que esto significa que deben estar mintiendo todo el tiempo. En realidad, la maquinaria de propaganda imperial es mucho más sofisticada que esto, y mucho más eficaz.

En lugar de inventar todo tipo de mentiras y perder toda credibilidad ante la opinión pública, los medios de comunicación se basan generalmente en distorsiones como las anteriores, que manipulan la percepción pública sin mentir técnicamente. Pondrán énfasis en las áreas que benefician al imperio, omitirán hechos inconvenientes, utilizarán frases capciosas, informarán acríticamente sobre las afirmaciones de los funcionarios gubernamentales favorecidos mientras dicen que las afirmaciones de los funcionarios gubernamentales desfavorecidos se hacen sin pruebas, mencionarán noticias convenientes una y otra vez, e informarán de historias inconvenientes sólo una vez antes de dejar que se pierdan en el flujo diario de noticias.

De hecho, cito bastante a los medios de comunicación de masas en mi propio trabajo, porque mucha información útil y veraz sobre la criminalidad del imperio occidental sale a la luz a través de medios como The New York Times. Lo que ocurre es que esa información se desdibuja y se aparta rápidamente de la atención pública mediante los propagandistas que dirigen esos medios, lo que les permite decir técnicamente la verdad sin dejar de manipular la narrativa general sobre lo que ocurre en el mundo.

Los propagandistas que dirigen medios como The New York Times son capaces de sesgar la percepción pública a favor del imperio porque entienden que la experiencia humana está dominada por los movimientos de la atención, de modo que si pueden manipular esos movimientos de la atención, pueden manipular la forma en que la gente percibe el mundo.

Una vez conocí a alguien que describió la atención como «el rey sin corona de la conciencia», y recuerdo esas palabras a menudo por su exactitud. La atención es el rey sin corona de la conciencia porque sus movimientos dictan cómo experimentaremos nuestro mundo: en qué pensaremos, notaremos, veremos, oiremos o percibiremos de otra forma, pero no solemos darle mucha importancia ni reconocer hasta qué punto nuestra vida está regida por ella.

En realidad, hay pocas cosas más cruciales para nuestra experiencia de la vida que los movimientos de nuestra atención. Es algo tan fundamental que dos personas que caminen por el mismo prado exactamente al mismo tiempo nunca tendrán la misma experiencia de él. Una puede experimentar un prado con una brisa agradable, el gorjeo de un pájaro en un árbol, un saltamontes que se cruza en su camino y un cielo de una belleza fenomenal, mientras que la otra puede experimentar el prado como un telón de fondo distante y apenas perceptible de sus preocupaciones mentales por su futuro, sus quejas sobre el pasado, sus discusiones imaginarias con un miembro de la familia y una canción pegadiza que tiene metida en la cabeza…

Cuando alguien muere, la gente suele hablar de las cosas que hizo en vida -sus logros, su legado, cuántos hijos crió, a qué se dedicó-, pero en realidad el tipo de vida que vivió alguien tiene menos que ver con las cosas que hizo que con la forma en que se movió su atención. Los movimientos de su atención a lo largo de su vida fueron realmente su vida, porque determinaron cuál fue realmente su experiencia de su tiempo en este mundo. Cuán presentes estaban en él. Cuánta belleza experimentaron. Cuánta energía mental desperdiciaron en tonterías imaginarias. Lo que notaron. Lo que se perdieron.

Nuestra percepción del mundo está dominada por los movimientos de nuestra atención, lo que significa que nuestra percepción del mundo puede cambiarse manipulando esos movimientos. Los propagandistas entienden esto, por lo que pasan su tiempo haciendo cosas como decirnos una y otra vez lo malo malísimo que es Vladimir Putin mientras que sólo ocasionalmente dan una única mención muy mitigada a un caso individual de criminalidad israelí, o hablando del 7 de octubre una y otra vez mientras que restan importancia a las masacres que Israel ha estado perpetrando contra los palestinos en Gaza todos los días desde entonces.

Esto hace que la atención pública se mueva en direcciones que benefician los intereses informativos del imperio y se aleje de las direcciones que perjudicarían esos intereses informativos, todo ello sin tener que decir mentiras reales. La percepción que la gente tiene del mundo es moldeada por estos hábiles propagandistas sin que ni siquiera sean conscientes de que está ocurriendo.

Eso es lo que hace que la propaganda del imperio occidental sea mucho más eficaz que cualquier otra propaganda que haya existido jamás en cualquier otro lugar: los habitantes del imperio occidental no tienen ni idea de que están siendo manipulados.

Fuente original: The Media Skew Public Perception By Manipulating People’s Attention (caitlinjohnst.one)

Publicado en castellano; https://rafaelpoch.com/2024/06/09/como-los-medios-de-comunicacion-distorsionan-la-percepcion-y-la-atencion-de-la-gente/

5 de julio de 2024

Perú: ¿Dejaremos la Corte Interamericana?

César Hildebrandt

El gobierno fingido de Dina Boluarte está pensando en retirarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

No lo dice este columnista. Lo dice gente que ocupa puestos gubernamentales y que está preocupada por la deriva de los últimos acontecimientos.

La trama, según esta fuente, es más complicada y siniestra. De lo que se trata es de apostar a fondo por el fujimorismo y de auxiliarlo en todo lo que se pueda.

Si eso requiere una ley que prescriba los delitos de lesa humanidad, como la que acaba de aprobar en segunda votación la Comisión Permanente del Congreso, pues ahí está la mesa servida.

-Boluarte cree que sólo el fujimorismo puede librarla de la cárcel y hará o mandará hacer todo lo que pueda fortalecer a Keiko Fujimori –dice la fuente.

La señora que va a Palacio ha sido convencida de que la presencia de Alberto Fujimori romperá el hechizo que maldijo a su heredera y que, ahora sí, Fuerza Popular llegará al poder. Y que con ese gobierno de apologistas del crimen, los suyos (sus crímenes) se encubrirán y pasarán al limbo de la impunidad.

-No sabemos si hay un pacto formal, pero todo indica que sí. Que ha habido conversaciones y que la meta es muy clara: lograr que Keiko Fujimori, con su padre en la plancha o a la cabeza del senado, obtenga lo que hasta ahora no pudo lograr –añade nuestra fuente.

Ahora resulta explicable casi todo. Ahora las piezas se ordenan y la figura aparece: un gobierno fantasmal que ha permitido la dictadura parlamentaria porque de lo que se trata, precisamente, es de armar un escenario donde la fuerza hegemónica del Congreso tome la posta el 2026.

Boluarte confía en una tersa continuidad que le permita eludir la prisión.

Los ensayos se han venido haciendo y la obra está virtualmente terminada.

Por eso hay un Tribunal Constitucional aparente, una Defensoría bajo doma, una Contraloría adicta y un gobierno formal dispuesto siempre a la humillación.

Y por eso están los planes contra la Junta Nacional de Justicia, el Jurado Nacional de Elecciones, la ONPE, el RENIEC.

De lo que se trata es de no dejar pieza suelta con miras al 2026. La derecha regresa a la cueva del fujimorismo a detener el tiempo y pintar bisontes. La señora que va a Palacio coincide penalmente con esta perspectiva. El Perú es un rehén en esta conspiración de los peores. Para difundir la campaña están los medios reunidos en torno a la idea de que el país debe seguir siendo la pampa bonita donde los cuatreros dictan la ley y las ovejas votan. Para eso está Willax, el canal de un protodelincuente que se sirve de sicarios de la comunicación. Willax y el resto.

Momento cumbre de estos planes será retirar al país del ámbito de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Eso nos pondría a la altura de Venezuela, empeño en el que el régimen viene trabajando asiduamente desde hace más de año y medio.

Todavía hay asuntos pendientes y piedras en el camino, pero la gentuza del gobierno apócrifo ya está en ello. De allí las amenazas a las ONG, el proyecto para elevar las penas en los “delitos de prensa”, la ley que excluye a los partidos políticos de la posibilidad procesal de ser considerados como organización criminal, la propuesta fujicerronista (aprobada en primera votación) que debilita abiertamente el combate contra el crimen en banda. Para no hablar de la ley que premia la tala ilegal condonando el crimen ecológico como hecho consumado, la que mutila la figura de la colaboración eficaz o la que favorece abiertamente la minería ilegal ampliando otra vez el plazo de su inscripción y paralizando, por tanto, su persecución.

A lo que se suma lo de ayer: la Comisión Permanente del Congreso del hampa, convertida en Asamblea Constituyente hechiza, decide que los delitos de lesa humanidad perpetrados antes del 2002 han prescrito.

Esto es un golpe de Estado en manada. Este es un país en coma. Es como si nos hubiésemos enamorado de la indecencia.

La podredumbre del fujimorismo es el Chanel Número 5 de la señora que va a Palacio tarrajeada y tintineante.

Macera tenía razón.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 693 año 14, del 05/07/2024

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29 de junio de 2024

Assange

Ronald Gamarra

Julian Assange finalmente está libre, después de 14 años de persecución y tras cinco años de reclusión en una prisión de alta seguridad (precaución inútil y abusiva contra un periodista), al llegar su defensa legal a un acuerdo con las autoridades judiciales de los Estados Unidos, el país que requería su extradición para sentenciarlo probablemente a cadena perpetua. Según el trato alcanzado, Assange no será entregado a los yunaites, por lo cual las autoridades británicas procedieron a ponerlo en libertad de inmediato.

Assange se somete voluntariamente a la justicia norteamericana, pero no en territorio gringo. Lo ha hecho en una isla de Oceanía, cercana relativamente a su Australia natal, donde aquella justicia tiene jurisdicción. El acuerdo prevé que será sentenciado a una pena que se dará de inmediato por cumplida, pues será equivalente al tiempo que Assange fue recluido en la prisión británica de alta seguridad. De este modo, queda satisfecha la exigencia norteamericana de asumir jurisdicción, pero sin extradición ni juicio, previendo una sentencia compurgada, y se dará el caso por cerrado definitivamente.

Assange saltó a la primera plana de la noticia cuando dio a conocer públicamente, a nivel mundial, cientos de miles de documentos, en particular correos electrónicos, de la administración norteamericana, que revelaban una multiplicidad de manejos dudosos, cuestionables o francamente cínicos sobre el manejo de la política exterior de los Estados Unidos y su involucramiento en hechos que representan graves violaciones de la soberanía de otros países e inaceptables violaciones de derechos humanos.

El universo de información liberado por Assange a través del sitio web WikiLeaks, a disposición libre de todo el mundo, especialmente de los medios de comunicación, representó una revolución desmitificadora acerca de la conducta política del estado democrático más importante del mundo, a la vez la primera potencia política, económica, diplomática y militar. Se trataba, nada menos, del desafío quijotesco lanzado por un individuo, en nombre de la sociedad civil mundial, a la potencia más poderosa del planeta, la cual quedaba cuestionada y al descubierto.

Muy caro ha tenido que pagar Julian Assange su atrevimiento que cabe calificar de heroico. Década y media de persecución en la cual su libertad quedó recortada al máximo, primero buscando un asilo en Suecia, que le fue negado, y en cambio le abrieron investigaciones y procesos; luego amparándose por siete años en la embajada de Ecuador en Londres; finalmente, pasando cinco años en una prisión de alta seguridad británica, pugnando por impedir su extradición para una condena segura en los Estados Unidos.

Cuando empezó esta peripecia, Assange era un hombre joven avanzado en la treintena. Al recuperar la libertad, ya es un cincuentón. Han sido largos años de lucha muy dura que han exigido demasiado de él. Si bien un movimiento de solidaridad se levantó en todas partes del mundo, no siempre fue todo lo fuerte y decidido que pudo y debió haber sido. En particular, los grandes medios de comunicación se mostraron con frecuencia indiferentes o escépticos, adoptando una posición “neutral” en un caso en el cual se jugaba a fondo la posibilidad de ejercer la libertad de prensa.

Finalmente, el gobierno del presidente Biden, evaluando con serenidad el estado de las cosas, se ha decidido por liquidar de una vez un asunto enojoso en el cual hacían el papel de un súper Goliat que blande porrazos torpes frente a un indomable David que abandera la libertad de prensa, particularmente la prensa de investigación. Al dar por cerrado este caso, los Estados Unidos se liberan de una carga que los desprestigia aún más y mantiene vigente la atención mundial sobre las intimidades nada agradables que guardan los WikiLeaks. También se considera que se trata de un gesto de Estados Unidos hacia Australia, que mantuvo siempre una posición a favor de su ciudadano Assange, dada la creciente importancia de la alianza de Estados Unidos con ese país en el contexto de un “cordón sanitario” contra China.

El periodismo verdadero, el que revela verdades y airea secretos malolientes de los que detentan el poder en cualquier país, siempre será acosado, perseguido, reprimido y calumniado. Es natural. Los perjudicados por el periodismo de investigación no son precisamente angelitos, sino gente con pocos o ningún escrúpulo, que se asumen intocables hasta que unos periodistas aparentemente inofensivos, porque no figuran en los rangos del poder, los desenmascaran ante la opinión pública y eventualmente los obligan a afrontar investigaciones y sanciones penales.

Esto lo vemos siempre en nuestro país. La represión de la libertad de prensa y de expresión es toda una tradición. Bajo el régimen actual, con este congreso y este gobierno de Dina Boluarte, las limitaciones y ataques a la libertad de prensa se han incrementado exponencialmente, incluyendo el uso de turbas acosadoras contra periodistas en sus propias casas, el lanzamiento de excrementos, la invención de falsedades absurdas como aquella de que “Gustavo Gorriti ha gobernado el Perú en los últimos 20 años y es el propietario del Ministerio Público”. Sus ataques y calumnias no pasarán, y el periodismo de investigación resistirá y triunfará como lo ha logrado Julian Assange.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 692 año 14, del 28/06/2024

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