22 de febrero de 2025

Perú: Ceviche dignidad

Juan Manuel Robles

Yo que no creo en las cruzadas a favor de la gastronomía peruana ni exagero nunca con los elogios, sí pienso que hay que defender al ceviche y aclarar por todos los medios lo que no ha sido más que un malentendido terrible: que fue un ceviche peruano lo que mandó a Shakira a la clínica. Hay que defender una de las pocas cosas que tenemos mejor que nadie, que hacemos mejor que nadie, con seriedad y excelencia, el plato estrella de una constelación que, en sus mejores exponentes, oscila entre lo exquisito y lo divino. Jorge Valdano, campeón mundial y gran jugador, dijo que el fútbol es lo más importante de las cosas sin importancia. Lo dijo pensando en lo que es él: un argentino. Los peruanos podríamos decir algo similar de la cocina. Aquello que nos alegra, nos hace felices, nos enorgullece y —en los tiempos malos— nos consuela; aquello que nos permite regalar momentos que los forasteros no olvidan.

A pocas horas de su concierto en Lima, la megaestrella colombiana Shakira les dijo a los periodistas que tenía una sola cosa en mente: comerse un ceviche. Lo dijo poniendo ese gesto de goce nada-más-con-la-idea que conocemos bien. Lo mismo que le pasa, con ese y otros platos, a celebridades, ejecutivos, turistas y viajeros de todo el mundo cuando les toca llegar, pero, sobre todo, cuando les toca volver a Lima, porque ese es el gancho de la capital peruana —tan gris en casi todo—: su capacidad de sembrar sabores que invitan al eterno retorno. Shakira llegó, comió el ceviche deseado y después de esa primera noche se tuvo que ir a una clínica por una afección estomacal. Fue entonces cuando la relación causal, en tono de chiste, empezó a propagarse. La mala prensa y las redes hicieron su trabajo: el verdadero rotavirus fecal fue ese.

Y sí, ya sé que es divertido jugar con el tema, reírnos como sabemos de nuestras miserias, relamernos en nuestro tercermundismo lleno de bichos. Ya sé que nos gusta hacer mofa de la intoxicación y la bicicleta. Pero lo cierto es que no había —ni hay— ninguna evidencia real de que Shakira hubiera sido afectada por un ceviche peruano, o por algo que comiera en sus horas limeñas. No había ninguna razón para contribuir a que esa historia prevaleciera.

El ceviche peruano no es el único pero, como dijo alguna vez Gastón Acurio, es el que se ha posicionado mejor, el que sirve de inspiración y modelo base en las gastronomías globales que importan. El ceviche del Perú es desde el 2023 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para la Unesco. Ese mismo año, y el siguiente, el Perú fue elegido el Mejor Destino Culinario del Mundo por los World Travel Awards. El 2024, la edición estadounidense del New York Times publicó un largo artículo analizando cómo la cocina peruana se ha convertido en una estrella global. Lo que hace unos años era el color local de una buena experiencia por descubrir, hoy es una presencia cada vez más ineludible en el mundo.

Digo: el crecimiento del Perú como destino culinario es real. El ceviche es protagonista, emblema y puerta de entrada. Y no es que sea sano y sagrado, por supuesto, pero tampoco se puede poner en duda alegremente el hecho de que cualquier dignatario, presidente o estrella pop pueda aterrizar en Lima y comerse el plato bandera con seguridad.

Pero claro, también para estas cosas —que no son tan importantes— nos pasa factura tener un periodismo que ya ni se puede nombrar como tal. Como el tema es farandulero, las noticias salen de las peores maneras. Nos enteramos de lo de Shakira con mucho ruido e impurezas: una reportera de Willax —el canal de las fake news— difunde como si nada la receta médica de la cantante (una foto tomada a la pantalla). Una falta ética cometida con soltura criolla, sin miramientos ni escrúpulos, un delito de un empleado de la clínica, una clínica privada y carísima donde tendría que haber ciertas garantías.

La prensa basura no se da cuenta de que su modus operandi contribuye a contaminar el tema, a cubrirlo de un manto de informalidad y negligencia que hace creíble lo peor. Gracias a su “audacia”, el mensaje que queda es este: en un país donde el empleado de una clínica del más alto nivel le filtra datos médicos a un canal de pésima reputación, es perfectamente creíble que te den los ceviches contaminados en un restaurant top.

Es importante decir que no es así. La gastronomía peruana se merece esa excepción y ese cuidado. En los años en que el país ha descendido en casi todo, el sector de gastronomía no ha hecho más que crecer, destacar y brillar. Es imposible ver esto y no hacer un contraste, por ejemplo, entre la gastronomía y la prensa de televisión, que sigue involucionando, y ha pasado a ser inexistente como referente internacional de calidad.

Willax —y los medios afines— es el negociante que abarata costos con pescado de dudosa procedencia. Es el cocinero que te da gato por liebre, el que patea para no gastar tanto. Hoy en el Perú la prensa televisiva es eso, y a veces algo peor. Pero la gastronomía no lo es, no es justo jugar con la idea de que la cocina peruana es una expresión más de la criollada que no respeta procedimientos mínimos. Such is food in the tropics.

Entre las cosas que más me llamaron la atención está la caricatura en que Shakira aparece comiendo una lata de Qali Warma, el programa estatal de alimentos para escolares que es investigado por dar conservas descompuestas, con hongos y heces de roedores. Es importante decir esto: Qali Warma es todo menos un problema de la gastronomía peruana o de sus proveedores o de la forma en que estamos acostumbrados a comer. Es un problema de una banda de delincuentes que han querido sacar provecho para robar declarando cosas que no son, inflando precios, mintiendo. Sus prácticas se parecen más a las de cierta prensa, la que nos intoxica. Vale la pena el esfuerzo por separar las cosas.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 721 año 15, del 21/02/2025

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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